sábado, 25 de diciembre de 2021

¿DÓNDE Y A DÓNDE?

 




¿DÓNDE Y A DÓNDE?
(Poema de Juan Carlos Serqueiros)

¿A dónde habrán ido los “te quiero” que callé,
los besos que no di,
las palabras que guardé,
los llantos que reprimí
y los reproches que a expresar,
nunca, jamás, atiné?

¿A dónde habrán ido las preguntas
aquellas que no formulé,
las vergüenzas que oculté,
las mentiras que evitar procuré
(en vano)
y la pena amniótica que arrastro?

¿Dónde pondré mi dolor?
(Para que nadie lo sepa)
¿A dónde desterrar esas preguntas
para las que no quiero respuestas?
¿A dónde irá esto que soy
cuando yo ya no sea?

¿Lloramos la partida de los que amamos
o la certeza de nuestro propio fin?
(Ese que sabemos inexorable
y más próximo cada vez)
La mañana se ha vuelto tarde…
¡Y la muerte con este sol!…

Después, vendrá la noche…
¡Con sus tinieblas, Dios! (¿o dios?)
Y los fantasmas del ayer al acecho
para presentarse como culpas
y exigirme el pago de añejas facturas
cuya cancelación (dicen) fui demorando.

¿Dónde esconderé mi dolor
y a dónde iré con él?
¿Dónde y a dónde con él a cuestas?, ¡Dios!
(¿o dios?)
¡Qué nada es este todo, Dios!
(¿o dios?)

Lo que hay de cierto es sólo
la espantable sima sin fondo, ¡Dios!
(¿o dios?)
de esta pena que me lacera.
Y esta tristeza que va conmigo
desde antes que yo sea yo... 

-Juan Carlos Serqueiros-

Imagen: Albert Gyorgy, “El vacío del alma (Melancolía) [Vidul sufletului (Melancolie)]”, escultura, 2012

jueves, 2 de diciembre de 2021

LOS ERRORES (¿U HORRORES?) EN SOY ROCA, DE FÉLIX LUNA








































Escribe: Juan Carlos Serqueiros


Si el ilustre San Martín pudiera hablar para pedir algo al Congreso de la Nación Argentina, sería precisamente que restableciera la provincia de Misiones donde él nació, porque no es cierto que haya nacido en territorio de Corrientes, sino en lo que fue, y no es hoy, provincia de Misiones. (Rafael Igarzábal, senador nacional por San Juan, 16.09.1881)

En la p. 61 de Soy Roca (ed. Sudamericana, 2012), su autor, Félix Luna, consigna: “… por el río Paraná, a la altura de la Tranquera de Loreto, donde hoy existe la ciudad de Posadas…” (sic). Se trata de un error —grosero, como veremos más adelante— de Luna.
Lo cierto es que se llamaba Tranquera de Loreto a una ancha y profunda zanja hecha alrededor de 1632, en tiempos de las estancias jesuíticas, que corría desde la laguna Iberá hasta el límite de la estancia Santa María en la orilla del río Paraná. Esa zanja formaba parte del complejo sistema de drenaje de dicho establecimiento y cumplía, además; el cometido de impedir el paso de ganado más allá de dicho punto (de hecho, a esa finalidad última, se debía lo de llamarla tranquera). Se situaba en la actual (y desde 1864) ciudad de Ituzaingó, en la provincia de Corrientes.
En cuanto a lo que había en la hoy por hoy (y desde 1879) ciudad de Posadas, no era “la Tranquera de Loreto” como afirma el citado historiador; sino la Trinchera de San José (también mentada como Trinchera de los Paraguayos), que se situaba en la Rinconada de San José. Se trataba de un murallón de piedra y cal, de entre 2,5 y 3 metros de altura, que partiendo desde el cajón del arroyo Patotí, se extendía por aproximadamente 2,5 kilómetros. Lo había mandado levantar, alrededor del año 1833, el Dictador Perpetuo del Paraguay, doctor Gaspar Rodríguez de Francia, finalizándose su construcción entre 1838 y 1840. Nuestro país recuperó la posesión efectiva del lugar en los inicios de la guerra del Paraguay, más precisamente, el 3 de octubre de 1865. En 1870, el gobierno de la provincia de Corrientes dispuso la creación del departamento de Candelaria, fijando la capital del mismo en Trinchera de San José, y nueve años después, el 17 de setiembre de 1879, asignó a esa población el nombre de Posadas, en homenaje y agradecimiento a quien fuera Director Supremo: el notario Gervasio Posadas, que en 1814 había decretado la creación de la provincia de Corrientes incluyendo en su jurisdicción a las Misiones. Casi siete décadas después, en 1881, el congreso de la Nación votó afirmativamente la iniciativa del Poder Ejecutivo de federalización de Misiones, y al año siguiente, la legislatura correntina votó la cesión de Posadas al por entonces territorio nacional misionero, para que se la erigiese en capital del mismo.
En síntesis, la Tranquera de Loreto y Posadas, que para Luna son lo mismo, tienen tanto que ver entre sí como la velocidad de la luz y la cotización de la mandioca en el mercado de Tombuctú.
Por más que lo de Luna aparente ser un error (uno más de una larga cadena de ellos) limitado a… lo geográfico, por decirlo de algún modo; la cosa no es baladí, porque ocurre que ella se enmarca en un contexto de interpretación de circunstancias y sucesos históricos concatenados entre sí, acerca del cual él se permite pontificar con inadmisibles ligereza e irresponsabilidad.
En las páginas 229 y 230, Luna le hace decir a Roca: "Ahora se trataba de establecer las jurisdicciones de las nuevas gobernaciones nacionales: La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego, Misiones, Formosa y Chaco… Los que quedaron más resentidos con la retención de estos nuevos territorios por parte de la Nación fueron los correntinos. Sus estancieros, la gente caté de la provincia, habían considerado como propia la región que se declaró Territorio Nacional de Misiones, y estimaron que la ley que erigió la jurisdicción cuya capital sería Posadas importaba una verdadera mutilación. Es posible que desde el punto de vista histórico fuera así, y ni siquiera niego que al hacerlo no hubiera pesado en mi espíritu algún propósito de castigar a la provincia que en 1880 fue cómplice de la rebelión tejedorista… Allí fue de gobernador mi hermano Rudecindo, al que casi volvieron loco con denuncias sobre cohechos y abusos de autoridad…" (sic).
Presentar a un Zorro sediento de venganza contra aquella Corrientes de Cabral que se había aliado a la Buenos Aires de Tejedor sumiendo entrambas en la guerra civil al país, y “castigándola” por ello, es lisa y llanamente un soberano disparate. Encima; agravado por el hecho de que no es Roca sino el propio Luna quien “piensa” así, pero carece de los atributos que hay que tener para sostenerlo, y recurre entonces a la deleznable actitud de atribuírselo a otro. Y además; equivale directamente a evidenciar un desconocimiento absoluto de la índole del biografiado, porque eso de un Roca vengativo, seguro que no lo hubiese concebido ni el más enconado de sus enemigos. La verdad es que las circunstancias coyunturales de la política exterior (vulnerabilidad de fronteras y apetencias extranjeras) demandaban la urgente federalización de Misiones, por más que en Corrientes se cacareara —y se cacarea aún— de presuntos derechos sobre ella [los cuales, por otra parte, nunca pudieron demostrar los correntinos más allá de declamarlos a voz en cuello y rasgándose las vestiduras, porque después de todo, muchos de sus historiadores cantan loas y dedican ditirambos a Pedro Ferré, a la vez que con selectiva memoria “olvidan” que so pretexto de hacerle la guerra a Rosas; aquel carpintero de ribera al que reputan como “el campeón del verdadero federalismo” (?), en 1841 había regalado “generosamente” al gordo tiranuelo del Paraguay, Carlos Antonio López, los pueblos misioneros de Candelaria, Corpus, Loreto, Santa Ana y San Ignacio, además de la Rinconada de San José, hoy Posadas]. Y eso sin contar que para sustraerlos a la dominación paraguaya, tuvo que ir un misionero: Andresito, cuya figura histórica esos caté que menciona Luna, aborrecían (y siguen aborreciendo). Con respecto al hermano del presidente Roca, Rudecindo (y ya que estamos, también el gobernador de Corrientes, Antonio Gallino, y buena parte de la oligarquía correntina), lejos de ser alguien a quien "casi volvieron loco" con denuncias; era un consumado cachafaz, tanto él como los otros mencionados, y todos hicieron pingües fortunas con operaciones de tierras.
En fin, digamos que en Soy Roca las pifiadas son harto frecuentes, incluso hasta lo exasperante. Por citar algunas, nomás, le cuento, mi apreciado lector: Luna pone en boca de Julio A. Roca estas palabras: “quedaron abonando la tierra paraguaya:… mi padre y mis hermanos Marcos y Celedonio” (sic), cuando a decir verdad, ello sólo es cierto en el caso de Celedonio Roca Paz, ya que José Segundo Roca y Marcos Roca Paz murieron (por enfermedad y no en combate) en la provincia de Corrientes; no en el Paraguay. Trascartón, le atribuye a Roca esta consideración sobre su propio hermano: “mi pobre y flojo Celedonio” (sic). Es imposible determinar a cuál inefable alquimia habrá apelado Luna para imaginar y mostrar a Julio A. Roca reputando de flojo a su hermano Celedonio, toda vez que ese presunto flojo, en la batalla de San Ignacio, San Luis, en 1867 —esto es, un año antes de su muerte en el Paraguay—, ¡había sido mencionado especial y honrosamente en el parte militar y ascendido a capitán en mérito a su valor por la carga a la bayoneta que condujo! Y termina Luna haciéndole decir a Roca que Celedonio murió “en la batalla de Las Palmas” (?). De más está aclarar que no hubo en la guerra del Paraguay ninguna batalla mencionada como de Las Palmas, de manera tal que no me queda más remedio que rendir justiciero homenaje a la aparentemente inagotable capacidad de inventiva de Félix Luna.
Por mi parte, infiero como probable que Celedonio Roca haya sucumbido en Palmas (donde desde fines de setiembre de 1868 se encontraban acantonadas las tropas del ejército argentino para la Campaña del Pikysyry), durante alguna escaramuza contra partidas de soldados paraguayos que el tirano psicópata y megalómano Francisco Solano López enviaba para hostilizar el campamento, o bien durante algún enfrentamiento con el enemigo en el transcurso del reconocimiento dispuesto por Caxias y Gelly y Obes; porque reitero: ni Garmendia ni Thompson ni ningún otro cronista que yo haya leído cita una “batalla de Las Palmas”, la cual existió sólo en la fértil imaginación de Luna.
No obstante lo hasta aquí enunciado —que, palabra de honor: fue emitido sin perjuicio de reconocerle los innegables méritos que le corresponden por su revista Todo es Historia—, diré que para mí, Luna como historiador es un gran poeta. Porque al fin de cuentas, es por esa hermosa y envidiable cualidad, que le surge portentosa y magistral, demostrándose en su maravillosa Navidad nuestra (lado B del vinilo de La misa criolla), en su magnífica Juana Azurduy, en su bellamente triste Alfonsina y el mar, en su heroica Los caudillos y en su arrobadoramente amorosa Zamba de usted, que uno termina por disculparle al bueno de Félix tanto su visceral gorilismo como la canallada de zamparle a Evita aquel maldito “ha peculiado mucho” (del que sinceramente, abrigo la secreta esperanza de que se haya arrepentido).
Pero bueno, che… Después de todo, si uno echa una ojeada sobre el actual espectro (y nunca mejor empleado el término) de… historiadores, digamos, siendo buenos; distinguirá especímenes tales como un O’Donnell, una Canale, un Romerito, un Chumbita, una Sabina, un Terragno, un Balmaceda, un Ocampo… (y nótese que los menciono de todo pelaje, eh, desde el alazán al tobiano). 
Ante semejante panorama, dígame usted si no está perfectamente justificado que uno experimente el irrefrenable deseo de prorrumpir en un estentóreo “¡Volvé, Falucho! Fuimos injustos con vos y te juzgamos mal”.

-Juan Carlos Serqueiros-
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REFERENCIAS

Cárcano, Miguel Ángel. Evolución histórica del régimen de la tierra pública. 1810-1916. Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1970.
Garmendia, José I. Recuerdos de la guerra del Paraguay. Imprenta y Casa Editora de Jacobo Peuser, Buenos Aires, 1884.
HSNA. Diario de Sesiones, 1881.
López Breard, Miguel R. Ituzaingó. Un acercamiento a su pasado. Ediciones Moglia, Corrientes, 2001.
Luna, Félix. Soy Roca. Sudamericana, Buenos Aires, 2012.
Mari, Oscar. Las disputas entre Corrientes y la Nación por el territorio de Misiones durante el período 1865-1881 (en Coordenadas. Revista de historia local y regional, año VII n° 2, 2020).
Ramírez Braschi, Dardo. Contribución al estudio de las relaciones políticas entre Paraguay y Corrientes en el siglo XIX. Los casos de “Navegación del río Bermejo” y “Tranquera de Loreto” (1853-1860) (en Revista Nordeste. Investigación y Ensayos 2da. Época n° 26, Corrientes, 2006.
Thompson, Jorge. La guerra del Paraguay. Editor Juan Palumbo, Buenos Aires, 1910.
Valenzuela, María V. Las estancias de origen jesuítico-guaraní en Ituzaingó, Corrientes, como patrimonio del paisaje regional (en Actas del XXXIV Encuentro de Geohistoria Regional. Instituto de Investigaciones Geohistóricas, Resistencia, 2014).
Zouvi, Susana. La federalización de Misiones (en Revista de Estudios Regionales n° 1, Universidad Nacional de Misiones, 1991).

viernes, 22 de octubre de 2021

TERAPIA PSICOANALÍTICA ON LINE. CONSULTORIO VIRTUAL































Escribe: Gabriela Borraccetti

Me llamo Gabriela Borraccetti, licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. Ejerzo como psicóloga clínica, con una muy extensa trayectoria profesional, y me especializo en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Soy argentina, nací, me formé y resido en Buenos Aires, pero también he vivido en otras ciudades, y el hecho de tener, al momento de mudarme de sitio, varios pacientes presenciales que deseaban seguir el tratamiento conmigo; me llevó a proseguir con mi trabajo a través de videoconferencia. He sido, pues, pionera en dicha modalidad de atención, la cual en breve lapso demostró ser ampliamente efectiva y exitosa.
El consultorio virtual ofrece varias ventajas:
  • El confort de tu hogar
  • Evitar los viajes
  • Un ambiente terapéutico idéntico al de consultorio presencial
  • Una calidad de atención que no se altera en absoluto por ser on line; al contrario (nadie se modifica por estar detrás de una pantalla, salvo que se confunda pantalla con careta).
Si necesitas atender aquellas cosas que les duelen a tu alma, atraviesas una crisis, deseas salir de algún padecimiento, mejorar tu calidad de vida, dejar de vivir angustiado, trabajar con tus problemas en lugar de negarlos, tratar dificultades sexuales, de pareja, de relaciones en general o simplemente no sabes hacia dónde dirigir tus pasos para estar contento de caminar sobre tus pies; has llegado al lugar adecuado y no hay más que probar esta forma moderna de hacer terapia, para confirmar que internet no sólo es redes sociales y diversión, sino que también puede ser una gran herramienta para el autodescubrimiento.
Los aparatos no tienen personalidad ni nos dirigen. Nosotros imprimimos nuestro sello a todo lo que hacemos, y poco importa si estamos a 3 metros o a 5.000 kilómetros. En mi consulta puede pasar de todo; menos que te vayas igual que como llegaste. Y ten por seguro que te irás sintiendo mejor, porque el click que haces en tu computador, también lo harás en tu mente.
Para contactarme, puedes enviar un e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o un Whatsapp al +54 9 11 7629-9160, e intercambiaremos preguntas e información.
Y una vez que hayas decidido comenzar tu terapia on line, será preciso que abras una cuenta en Skype (o si usas Whatsapp y lo prefieres de ese modo, también podemos hacerlo por videollamada) y disponer de una PC de escritorio con cámara y parlantes, o una notebook o laptop, o una tablet, o un teléfono celular inteligente o SmartPhone, o un IPod, o cualquier elemento que admita conexión a internet. De ese modo, estaremos a un click de empezar.
Necesitarás tan sólo reservarte por una hora la habitación de tu hogar que más tranquilidad brinde, para disponerse a cerrar, por ese lapso, el ruido externo e ingresar en el territorio interno.
Por lo demás, lo que sigue es idéntico al modo presencial: acordaremos un día, un horario y un honorario, todo lo cual pasará a ser el “espacio” en que poder trabajar a partir del alma sin preocupaciones por el tráfico, los embotellamientos, los medios de transporte público, etc.
El pago de mis honorarios se abona: por depósito en o transferencia a, mi cuenta bancaria, si vives en Argentina; o por giro en Western Union o similares si vives en otro país.
Por una cuestión de calidad de atención y de excelencia profesional, no trabajo con obras sociales ni empresas de salud prepaga, ya que las limitaciones emergentes de los requisitos que imponen a sus afiliados y clientes, causan que las derivaciones no se realicen hacia el profesional más apto para el paciente; sino al psicólogo que les posibilite evitarse el costo de una terapia profunda. Cuando se trata con el inconsciente, no hay velocidad que pueda imprimirse al psiquismo, y cada paciente tiene un tiempo, una forma y un latido especial a respetar. Eso (sólo eso y ninguna otra cosa) es lo que va a graduar la duración del tratamiento.
Y por supuesto, cada pago que realices contará con la correspondiente factura, la cual recibirás por e-mail, para que llegado el caso, la presentes ante tu obra social o empresa de salud prepaga, de manera que puedas acceder al reembolso total o parcial que dichas instituciones eventualmente reconozcan a sus afiliados y clientes.

Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814

domingo, 10 de octubre de 2021

PREGUNTAS POR TAPERA

 


PREGUNTAS POR TAPERA

(Poema de Juan Carlos Serqueiros)

¿En cuál de los sueños perdidos
se abrojó a volar mi niña risa,
para dejarme este gran vacío
travestido en inútil prisa?

¿En qué recodo del camino
habrá volcado mi fe,
cuando me torné descreído
y sólo en mis ojos confié?

¿Cuándo troqué la victoria,
aquella que todo auguraba;
por esta humillante derrota
que se ha anidado en mi alma?

¿Quién o qué me trajo este esplín,
sombra doliente doquiera que vaya,
que decretó inapelable: “hasta el fin,
sonará a tristezas tu guitarra”?

¿Qué desencanto habrá de aguardarme
en cada puerto que toque,
sabiendo que no podré esquivarlo,
ni siquiera ensayando enroque?


-Juan Carlos Serqueiros-

domingo, 26 de septiembre de 2021

QUÉ ES SER VIEJO

 






















Escribe: Gabriela Borraccetti (*)

Acabo de ver una foto de alguien cuyas canas y arrugas me han sorprendido. Tiene casi mi misma edad, y su reflejo me impacta, porque en él puedo ver también lo que está sucediendo con mi cáscara, a la que obviamente miro con piedad día a día, para no asustarme del paso del tiempo. Me quedo observando un rato y pensando en los días en que éramos pequeños y jugábamos o nos peleábamos. 
Y vuelvo a echar un vistazo hasta notar que quizá lo que más me impresiona no es su apariencia física; sino su postura. Su cuerpo -delgado y bien conservado aún-, tiene los hombros caídos, tanto como su mueca cansada que hace un esfuerzo por disimular que está en un lugar del que tal vez, quisiera huir. Me llama la atención la carga que muestra su espalda, no por el peso de los años; sino por dejarse caer un rato, gracias al cansancio de haber corrido siempre para cumplir... Cumplir con el deber de trabajar en algo que se detesta, el deber de estar obligado a sostener una familia a costas de anular la propia creatividad, el deber de pagar los impuestos aunque te roben, el deber de dejar a tu hijo más horas en manos de terceros; porque como padres no hay tiempo para dedicarles, sino sólo para trabajar.
Entonces me pregunto por el auge de la estética, y percibo que es un cuento que procura corregir en el lado externo de nuestro ser, una sequedad interna. ¿De qué servirá un lifting, o un cuerpo que parezca el de alguien diez o veinte años menor o ponerse la vestimenta de alguien joven; si la cabeza no puede ir más allá de sus obligaciones?
Me pregunto, también, si alguna vez nos acordaremos de que ser viejo no es que se te arrugue la piel para intentar corregir los efectos de la ley de gravedad en él; sino la actitud ante una vida que sólo nos preserva jóvenes si nos preocupamos por mantener ágil todo aquello que no se ve: el pensamiento, las ideas, el alma, nuestro espíritu y todos esos sentimientos que se cultivan sólo si uno le da espacio a algo más que a las preocupaciones y obligaciones diarias.
Llevamos el desgaste en el cuerpo, e intentar evitar lo inevitable, necesariamente conduce a una frustración que al final, te muestra lo irreversible. Esa actitud es tan sólo una máscara, una pérdida del valioso tiempo que podríamos invertir en filosofar, en tomar más vino, sentarnos con amigos, criar a nuestros hijos y reclamar un tiempo para jugar con los nietos; en vez de criarlos. 
Hemos perdido la calidez de los vínculos, junto con la capacidad lúdica y de comunicación de corazón a corazón; ya que este ritmo de vida -superficial, obligatorio e inexorable-, nos mantiene tan distanciados de lo verdadero, como para impedir que podamos hacer algo más que cuidar una cáscara destinada a la pudrición. 
¿Qué vínculos felices pueden tejerse en medio de la obligación de trabajar de sol a sol, sin tener un segundo para los afectos, y de buscar afanosamente vacaciones o tiempo de sobra como para poder ver, visitar y besar a quienes queremos?
No olvides que el tiempo no retorna, no olvides que este minuto se te está escapando. No olvides esto porque es lo único que puede urgirte a buscar más allá de una apariencia bella; aquello que realmente puede hacerte feliz. No olvides ingresar en tu interior y despertar a tu vocación aunque sea como un hobby; porque ello será lo que te mantenga con vida, pleno y joven.
Lamentablemente, se nos ha enseñado en estos años a consumir para rejuvenecer, pero nada de lo que está fuera de nosotros puede ofrecernos un lifting del alma.
El verdadero rejuvenecimiento está en la alegría de hacer lo que amamos, de poner afuera lo que nos expresa en ideas, en arte, en creaciones, o en lo que pueda llevar nuestro acento tan único y personal, como el ADN o nuestra huella digital.
Buscá, y no te vayas sin haber permitido que nazca lo verdadero y esencial que vive dormido en vos, porque ser o convertirse en viejo, es olvidarnos de lo que nos hace especiales; no necesarios ni bellos por fuera.

Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
Mat. Nac. 16814

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista y artista plástica.
Para contactar con ella por consulta psicológica o terapia psicoanalítica, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.


viernes, 13 de agosto de 2021

LA INVENCIÓN DE ANDRESITO, DE JORGE ENRIQUE DENIRI

 



Escribe: Juan Carlos Serqueiros

A la hora de analizar la figura histórica de Andrés Guacurarí, resultan insoslayables las investigaciones y publicaciones de Aníbal Cambas, Jorge Francisco Machón, Oscar Daniel Cantero, Pablo Camogli… Pero también un libro, uno en especial, del cual voy a ocuparme en este acotado opúsculo (si es que usted, estimado lector, me concede la gracia de su paciencia —no se preocupe, prometo ser breve—): La invención de Andresito, de Jorge Enrique Deniri (Moglia Ediciones, 2009).
Se me dirá: “Bueno, pero a ver ¿qué tiene de extraordinario ese libro con el que tanto me anda repicando?”. Y entonces responderé: todo. Porque en efecto, es así, desde el título hasta la última de sus páginas.
Pero espere, no me apure; quiero ser ordenado: empezaré por el principio, como Leonardo Favio le hace decir a Moreira en su magistral película. Además, como pontificaba Rosas: "a la mulita hay que agarrarla por la cabeza". Vamos, pues, al título: La invención… nos espeta un Deniri ¿desafiante, provocativo? La verdad es que no lo sé; he participado con él en charlas sobre nuestra rica historia, pero olvidé preguntarle si tuvo o no la intención de serlo así cuando lo eligió para su libro. Si pretendió encender desde el vamos la polémica, entonces ¡vaya si lo consiguió! Porque en todo caso, es innegable que como gancho, funciona más que bien a la hora de resultar atractivo; uno se encuentra con ese título y le vienen deseos de saber más, de conocer lo que hay detrás de él.
Pero claro está, es ley que a toda acción le corresponde una reacción. Y así, hubieron… poco avisados, digamos, por llamarlos de algún modo, que se quedaron con el copete y rechazaron airadamente el libro ¡sin siquiera leerlo detenidamente! ¿Se acuerda, querido lector, de cierto profesor universitario que criticaba acerbamente la monumental obra de Saldías referida a Rosas y su tiempo?, ese que al preguntársele si la había leído; respondió indignado y con indisimulable tinte despectivo digno de mejor causa: “¿Yo? Por favor… yo no leo eso”. Le endosaron a la palabra invención contenida en el título, un sentido peyorativo que muy lejos de asignarle estuvieron las intenciones del autor. Lo de invención está consignado sencillamente como punto de partida retórico de lo que Deniri se propone plantear en el texto, tan simple como eso.
Al abordar el tratamiento de la figura de Andresito, el bagaje heurístico con que se cuenta es tan, pero tan escaso; que en definitiva, no deja de ser lógico que antaño, predominando un relato histórico armado a partir de determinados criterios que en sí mismos presuponían el rechazo, la descalificación y el descarte de la otredad, se la cubriera de denuestos, tendiendo sobre ella el pesado manto de una leyenda negra. Así como era harto previsible que hogaño, sustentando postulados diametralmente opuestos a los anteriores, se la ensalzara y agigantara hasta el delirio, con la urdimbre lenta pero sostenida de una leyenda blanca orientada a la erección de un héroe cuya empresa adquiere ribetes de epopeya. Tuvo que venir Arnold Toynbee en los años 60 a enseñarnos que la historia es revisionista per se. Bah, a enseñarnos... a querer enseñarnos, mejor dicho; porque la verdad, no es que sea mucha la bolilla que le dimos, ¿no?
Y los argentinos solemos distinguirnos por rechazar a menudo el aristotélico justo medio. Solía decir mi abuelo: “Ni tan peludo que no se le vean los ojos, ni tan pelado que se le vean los sesos”.
Por otra parte, la historia, la leyenda y el mito tratan de explicar el pasado. La primera, lo hace desde la heurística y posterior hermeneútica; y la leyenda y el mito, desde la tradición trasmitida de generación en generación a partir de una figura o de un suceso, a los cuales se agregan elementos imaginativos cuando no fantásticos. Pero además, aplicados a un medio local (un país, una provincia, una ciudad), tanto la historia como la leyenda y el mito, tienen en común el propósito de fundar, cimentar, enaltecer y ostentar ante el resto del mundo, la pertenencia a ese medio local. 
Así las cosas, Andresito es a la vez historia, leyenda y mito. Es historia por cuanto emana de eventos históricos reales y fehacientemente comprobados (adhesión de Corrientes —efímera, conflictiva e inestable— al artiguismo, expulsión de los paraguayos de las misiones occidentales y lucha contra las tropas —compuestas por guaraníes, al igual que las del propio Andresito— del imperio luso-brasilero); es leyenda etiológica en tanto su construcción lleva el aporte de elementos que surgen de la fantasía popular y que fueron transmitidos sucesivamente a través de la tradición oral y la abundante difusión de un relato; y es (en Misiones, sobre todo; en mucho menor medida en Corrientes) mito histórico-cultural pues remite a un tiempo primordial y cumple con la condición de opuestos reconciliados en una síntesis superadora del antagonismo primigenio (lo cual, dicho sea de paso, aún no se ha verificado totalmente, pues es de lamentar que subsistan en la actualidad resabios de cerrado rechazo a Andresito en Corrientes y a Ferré en Misiones).
En modo alguno Deniri le “baja el precio” a la figura histórica de Andresito y mucho menos lo hace cuando la reputa de construcción desde arriba. Al contrario; la analiza sesuda, desprejuiciada y concienzudamente, incluso hasta en lo específicamente militar. Tampoco hay en lo de invención, una descalificación ni explícita ni implícita; Deniri no niega en absoluto el legítimo derecho de los historiadores misioneros a la pretensión de imbricar a su provincia en los albores del pasado nacional, ni los “condena” por la erección de un héroe ni por la creación de un mito. 
Después de todo, vaya usted, querido lector, ante un romano a burlarse del mito fundacional de Rómulo, Remo y la Loba que los amamantó; o ante un galés a decirle que el mítico rey Arturo no existió en la realidad; o ante un griego a reírse y plantearle que Aquiles y Ulises eran sólo frutos de la imaginación calenturienta de Homero al influjo de los vahos etílicos del vino de por entonces (etílico en mucho mayor graduación que la del vino de la actualidad, dicho sea de paso) y después cuénteme cómo le fue. ¿Y acaso no fabricó Mitre el mito Rivadavia? 
Deniri no entra en eso; es un historiador, y como tal, busca acercarse tanto como le sea posible a la siempre tan elusiva verdad histórica, deslindando cuidadosa, esmeradamente, lo que es historia, de la leyenda y del mito. Nada más (y nada menos) que eso. Y —“pequeño” detalle— además lo hace sin necesidad de emitir juicios de valor; sólo estipulando su verdad histórica (tan relativa como cualquier otra).
Como si todo eso fuera poco; el libro está, en lo que hace a lo estrictamente literario, mucho más que bien escrito; en prosa elegante, fluida, ágil, y que página tras página mantiene vivo el interés de quien lo esté leyendo. En su particular estilo, propio y distintivo, lo de Deniri tiene, a la hora de florearse, mucho de la sintaxis irreprochable de un Vicente Fidel López, de un Manuel Gálvez, de un José María Rosa o de un Salvador Ferla, narradores de historias en las que los personajes (los buenos y los malos) parecieran como surgir vívidos desde las páginas tal como si de repente brotasen de la noche misma de los tiempos; y —afortunadamente— nada tiene de la insoportable pesadez y de las profundas lagunas (o más bien, océanos) de los soporíferos mamotretos intragables de —por ejemplo y entre otros— un Bartolomé Mitre o un Tulio Halperín Donghi. 
Al fin de cuentas, y aún cuando resulte que no coincidiera usted con lo que enuncia y sostiene Deniri en su libro; como certeramente consignó Giordano Bruno: se non è vero, è ben trovato.
Mire, no deseo aburrirlo, así que la corto acá. Después de todo, como canta Larralde, “pa’ qué andar palabreriando”: sea usted anti o pro Guacurarí, no importa; lea La invención de Andresito, que lo va a enriquecer en lo histórico y lo hará disfrutar en lo literario. ¿Qué más puede pedirse?
Hasta la próxima.

-Juan Carlos Serqueiros-

domingo, 25 de julio de 2021

ENCUENTRO DE ARTIGAS Y PAZ EN EL PARAGUAY


















Quiero compartir un interesante (interesante para quienes gustamos del estudio de la historia, claro) opúsculo del periódico montevideano El Nacional, en su edición del 25 de setiembre de 1884, referido al encuentro que en 1846 mantuvieron en el Paraguay los generales José Artigas (exiliado allí desde 1820), y José María Paz. 
Particularmente, no han dejado de extrañarme algunas cosas, como por ejemplo, la mención que hace Artigas de José Miguel Carrera a quien en 1819 reputaba como enemigo, lo sabía integrante de la gavilla de Alvear, le achacaba connivencia con los portugueses, ordenaba que si Carrera saliese p.a fuera delaPlaza (o sea, si abandonase Montevideo), se lo mandaran para escarmentarlo (es decir, fusilarlo), y alertaba a quien por entonces era uno de sus tenientes, Francisco Pancho Ramírez, acerca de la posibilidad de que el chileno pasara a Entre Ríos— y sus hermanos. ¿Habrá dicho efectivamente eso el oriental sobre los Carrera, o se trató de algo que agregó de su propia cosecha Uvano Cloni (que dicho sea de paso, se demuestra como tan enconadamente denostador de Pueyrredón, que hasta le atribuye a éste el fusilamiento de los hermanos Carrera incluido el de José Miguel, que se produjo en 1821, cuando hacía ya dos años que Pueyrredón había dejado de ser Director Supremo—)?
Asimismo, estimo pertinente hacer notar que Paz, en sus Memorias, publicadas en 1855, se refiere sucintamente a su entrevista con Artigas de este modo:
El año 1846 he conocido al anciano Artigas en el Paraguay después de 26 años de detención ya voluntaria, ya involuntaria, y de donde es probable que no salga más. Tiene más de 80 años de edad, pero monta a caballo y goza de tal cual salud. Sin embargo, sus facultades intelectuales se resienten sea de la edad, sea de la paralización física y moral en que lo constituyó el doctor Francia, secuestrándolo de todo comercio humano y relegándolo al remotísimo pueblo de Curuguaty; el actual gobierno lo ha hecho traer a la capital, donde vive más pasablemente. Su método de vida, sus hábitos y sus maneras son aún las de un hombre de campo.
Es decir, Paz no menciona ningún comentario sobre los Carrera que haya podido hacerle Artigas, al contrario; lo considera a éste presa de la demencia senil o por lo menos, con sus facultades mentales alteradas por el prolongado confinamiento en Guruguaty al que lo había sometido el dictador Francia.
En fin... cada quien sacará sus propias conclusiones; por mi parte, me hallo inclinado a inferir que la mención a los Carrera no existió más que en la cabeza de Cloni.
A continuación transcribo completo el artículo (textual, sin correcciones y tal como fue publicado en el periódico, con las reglas, usos y costumbres ortográficos y de sintaxis de la época).

-Juan Carlos Serqueiros-

 
   ENTREVISTA DEL GENERAL PAZ CON EL GENERAL ARTIGAS EN PARAGUAY *

Era un hermoso dia de primavera, de la sexta década del presente siglo, no podemos precisar el dia, ni el año; pero fué por aquel tiempo en que, para eterno arrepentimiento, leccion y ejemplo, encontrábanse á cada paso escombros y ruinas, en el camino de esta ciudad á la Union; y que producian un efecto penosísimo en el ánimo de los viajeros, al recordar éstos que aquellos sitios yermos y solitarios entonces, habian sido en otra época el asiento, sino de un pujante imperio, de una población laboriosa y floreciente; mientras que por aquel tiempo, sombras funerarias, de millares de victimas, parecia que giraban en torno de aquellas ruinas... En uno de los "Omnibus" que salió en aquel dia, á eso de la una ó dos de la tarde, tomó en el pasaje el que estos mal aliñados renglones escribe. A poco andar notó éste que dentro de aquel mismo carruaje, iban, entre otros pasajeros, dos personas muy distinguidas. En el momento que se preguntaba á sí mismo, ¿quién serán estos dos señores? uno de ellos, aquel que con su brazo izquierdo tocaba su brazo derecho, le dirije la palabra al otro, que le quedaba vis á vis, como obedeciendo á un deber de urbanidad, preguntándole: ¿es usted el señor don Justiniano Pérez? —Si señor— le contestó éste. —¿Y podré sabér á mi vez con quien tengo el honor de hablar? —Porque nó? Soy el general Paz. En seguida se dieron la mano.
Señor Pérez, dijo el general Paz, creo que lo más agradable que podré decir á usted, es darle noticias del General Artigas. Efectivamente, repuso el primero, tendré gran satisfaccion en oírle. Después que terminé, dijo el general Paz, los asuntos que me llevaron al Paraguay, hace poco tiempo, creí que era de mi deber no salir aquel pais, sin ir ántes á saludar y ofrecerle mis servicios al General Artigas. Tomé informes y fui en efecto á visitarlo á su residencia. Me encontré con un hombre verdaderamente anciano; pero en quien existía el mas puro y sublime amor por su patria... Sólo tenia en su compaña un negro, tambien anciano, que le acompañaba desde tiempos remotos, y que me pareció ser oriundo de este pais.
Este negro hacia las veces de mucamo, cocinero, caballerizo y asistente del General, acompañándolo cada vez que salia á paseo. A penas me habia revelado, á aquel verable anciano, cuando, entusiasmado, me acedió con preguntas. ¡Con que atención oia, media y pesaba mis palabras! Era una cosa verdaderamente edificante el ver la animacion y rejuvenecimiento que recobraban de hito en hito aquel rostro y aquellos ojos. Parecia que concentraba todas sus fuerzas vitales en el sitio de la inteligencia, para manifestarme su angustia y su profunda tristeza por el estado de guerra en que se hallaban en aquel momento sus compatriotas.
¿Será posible, me decia, que no puedan entenderse unos con otros, los Orientales? ¡Oh esto es horrendo! Me ha dicho usted, General Paz, que hay estrangeros con unos y con otros. Está bien. Pero, ¿cómo es que se entienden con éstos, y no se entiendan con los suyos propios?... Para el General Artigas este punto era una cosa inconcebible, un misterio, una aberracion. El no podia esplicarse como podían los Orientales con el ejemplo de la alianza de los Scitas con los Romanos y la de los Lascaltecas con Hernán Cortés, aliarse á estrangeros ambiciosos de su patria, y relativamente mas fuertes, para hacerse la guerra.
Esto, General Paz, me desorienta, me entristece y me acibara la vida, á punto de preferir la muerte aquí, á vivir en mi tierra. Por otra parte, yo le he prometido al General Francia, mi palabra de honor, de no salir del Paraguay. Su gobierno ha tenido conmigo todo género de atenciones y hasta la de acordarme una pension.
Felizmente hoy no la necesito porque con los productos de esta chacra, tengo lo suficiente para vivir como usted lo vé, y hasta me permiten hacer donativos á los pobres de mi vecindario.
Efectivamente, señor Perez, el General Artigas en su ostracismo, atenuaba los efectos de su nostalgia, cultivando y haciendo cultivar la tierra; e imitando en esto á Cinsinati, era llamado en su comarca, el padre de los pobres.
Por no hacer, dijo el General Paz, demasiado larga mi visita, le pedí al General Artigas me acordara otra para el dia siguiente inmediato, a lo cual accedió gustoso; agregando que saldriamos á dar una vuelta a caballo, por los contornos de su chácra.
Al siguiente dia fuí a la sita, para darle al general mi adios, quizá para siempre... Al poco rato de mi llegada a su casa, víno el negro diciéndole al General, que los caballos estaban prontos.
Muy bien contestó éste; y dirigiéndose á mí, me dijo: ¡Ea, General, emprendámos la campaña! En seguida le acompañé hasta fuera de la habitacion, dándole como era natural la derecha; lo que notado por él me dijo: no use usted ceremonia.
Estaba el general Artigas con las riendas en las manos, agarrando con estas la crin, fue el negro y le puso el estribo en el pie, dio un salto el general y quedó arriba.
Acto continuo entonando la voz la dirige a mí y me dice: Ahora si general Paz; ¡QUE VENGAN PORTUGUEZES: QUE VENGAN PORTEÑOS!!
El General Artigas notó al momento que habia alguna inconveniencia en esa última palabra, y la corrigió diciendo, no que vengan REALISTAS. En el paseo, aunque someramente, algo se habló de :política. El que habia sido el Primer Jefe de los Orientales, y protector de Entre Rios, Corrientes, Santa Fé y Córdoba habló en aquel momento, imitando con sus palabras el último canto del Cisne.
Dijo, General Paz, yo no hize otra cosa que responder con la guerra, á los manejos tenebrosos del Directorio, y á la guerra que él me hacia por considerarme enemigo del centralismo el cual sólo distaba entonces un paso del realismo. Tomando por modelo á los Estados Unidos, yo queria la autonomía de las Provincias, yo queria que fueran Estados, y no Provincias, lo cual se aviene mejor con el sistema confederado; —dándole á cada Estado, su gobierno propio, su Constitución, su bandera, y el derecho de elegir sus Representantes, sus Jueces y sus Gobernadores, entre los ciudadanos naturales de cada Estado. Esto era lo que yo había pretendido para mi Provincia, y para las que me habian proclamado su protector.
Hacerlo así, habria sido darle á cada uno lo suyo, erijiendo al mismo tiempo un monumento á la Diosa Libertad, en el corazon de todos. Pero los Pueirredones y sus acólitos, querían hacer de Buenos Aires, una nueva Roma imperial mandando sus procónsules á gobernar, las Provincias militarmente, y despojárlas de toda representación política, como lo hicieron rechazando los diputados al Congreso que los pueblos de la Banda Oriental habían nombrado, y poniendo á precio mi cabeza.
El fusilamiento de José Miguel Carreras, y el manifiesto de sus hermanos, á los Chilenos, serán eternamente mi mejor justificativo: —Llegado que hubo el Omnibus a la Unión, el General Paz y el señor Pérez se despidieron; y el autor de esta narración, que no ha vuelto a ver, ni á uno ni á otro de estos dos señores, ha conservado en la memoria las palabras del primero, como un recuerdo imperecedero—. Para terminarla agregará —Nunca la histonia (sic) será demasiado severa, por mucho que repruebe y estigmatice las veleidades y tendencias políticas de aquel célebre Director;— al menos la historia nacional.
La Banda Oriental fue sacrificada, diezmada y desmenbrada, por la mano de un conquistador estranjero para saciar el odio de aquel Directorio contra Artigas. Mientras tanto forzoso es reconocer hoy que el General Artigas tenia razon, desde que, despues de medio siglo de guerra civil, la República Argentina ha adoptado su sistema político; sino completamente, como lo hará más tarde en su mayor parte. Artigas debe ser considerado como el Bayardo de América. Por defender el suelo donde habia nacido, él peleó contra los Ingleses, Españoles, Argentinos y contra los Portugueses, durante catorce años. Estos últimos, aprovechándose de la ocasión que le ofrecía el tener la Banda Oriental sus mejores fuerzas en el Peru, á las órdenes del General don José de San Martín; de hallarse Artigas en entredicho con el gobierno de Buenos Aires, no teniendo escuadra, ni elementos bélicos suficientes, y con solo reclutas ignorantes y pobres, sin instrucción militar ni alianza alguna, invadieron la Banda Oriental con tropas regulares sitiándola por mar y tierra, y contando además con el criminal concentimiento del Directorio de Buenos Aires... Artigas y los suyos pelearon como espantarnos (sic) contra los Portugueses, como lo declara o confiesa el mismo mariscal Saldanha. Era tal, el empuje y el valor de estos indómitos proclamadores DA LIBERDADE, dice en su memoria este mariscal, QUE CUANDO GAHAVAMOS NOS AS BATALHAS, SAIAM0S DO CAMPO, EU, E OS NOSSOS, TODOS TINGIDOS DO SANGUE E MIOLHOS D'ELLES.
Los Orientales somos hoy, la víctima espiatoria del odio entrañable y tradicional del Lusitano contra el Castellano, y del odio de los Puyrredones y sus acólitos contra Artigas. Ninguna de las Repúblicas Hispano-Sud-Americanas, limítrofes del Brasil, ha sufrido tanto las consecuencias de ese odio, como la Banda Oriental. Véase un mapa geográfico, de los terrenos al Oriente del Uruguay, y se convendrá en que la Banda Oriental tiene hoy á penas poco más de la mitad del área superficial que debería tener por derecho. Si Artigas hubiera vencido, la República Oriental del Uruguay, tendría al presente trece mil leguas cuadradas de territorio —que son las que le corresponden por el tratado preliminar de paz, celebrado entre las cortes de España y Portugal en 1777; pero vencido Artigas, los Gobiernos de Portugal primero, y los del Brasil después, han hecho de nuestra patria lo que han querido; sacando beneficio astutamente, de nuestros estravíos políticos y de nuestra des-unión.
Uvano Cloni


* Se transcribe tal como fue publicado originalmente.

miércoles, 7 de julio de 2021

PROLEGÓMENOS Y EPÍLOGO DE UTRECHT








































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Los dos últimos reinados de la casa de Habsburgo o Austria (Felipe IV y su hijo, Carlos II el Hechizado) significaron una calamidad para España, marcaron el inicio de su ocaso como potencia rectora en el orden mundial y fueron el prólogo del derrumbe del imperio hispánico.


El primero hubo de afrontar, además de la guerra con Francia; una severísima crisis económica, la independencia de Portugal (la cual fue lograda con —Paul McCartney dixit una pequeña ayuda de mis amigos: Inglaterra y Francia) y los intentos de secesión de catalanes y andaluces.
El segundo, raquítico, de naturaleza enfermiza y para colmo, estéril; debió soportar el lento pero sostenido despojo que de sus posesiones en Europa le hacían los franceses, y como consecuencia de la independencia portuguesa del brazo de su patrón (¿o amo?) comercial, Inglaterra; se produjo, por orden emanada del infante Don Pedro al capitán general de Río de Janeiro, Manuel de Lobo, la expedición lusitana al Plata que desembocó en la fundación de la Colonia del Santísimo Sacramento, en territorios que en virtud de lo estipulado en el tratado de Tordesillas, eran de España. El objetivo de Portugal estaba claro para todo el mundo, menos para la corte del desdichado Carlos II: establecer una cabecera de playa para los contrabandistas ingleses y apoderarse de la Banda Oriental.
La América española daría a los portugueses una lección de hidalguía, fidelidad y bravura; y a la metrópoli, un ejemplo de cómo debían defenderse las posesiones del monarca: el gobernador de Buenos Aires, un vasco cabeza dura: José de Garro, no quiso saber nada de extranjeros, y sin escuchar sus cantos de sirena ni tomar en consideración las frases almibaradas con que procuraban empaquetarlo, los intimó a retirarse, y al no hacerlo los portugueses; remontó un ejército integrado por 500 efectivos entre trinitarios o porteños, cordobeses, riojanos, santafesinos y correntinos, el cual engrosado con 3.000 indios guaraníes aportados por las Misiones, puso al mando del maestre de campo Antonio de Vera y Mujica. El 7 de agosto de 1680, éste entró a sangre y fuego en la ciudad recién fundada, y luego de ocasionarles a los lusitanos 112 bajas, tomó prisionero al resto, incluido Manuel de Lobo; tras lo cual procedió a arrasarla. 
¿Cuál fue el pago de la corte de Carlos II a tanto heroísmo y tanta lealtad? ¡Pues firmar con los portugueses el 7 de mayo de 1681 el inicuo tratado de Lisboa de resultas del cual se les devolvía Colonia del Sacramento!
Fallecido el Hechizado el 1 de noviembre de 1700, se desencadenó la Guerra de Sucesión, la cual se inició en 1702 y duró hasta su conclusión en 1713 con la firma de los tratados de Utrecht, y se desarrolló no sólo en Europa sino también en América, donde otra vez Buenos Aires dio el ejemplo reconquistando el 16 de marzo de 1705 Colonia del Sacramento con un ejército de guaraníes que al mando de Baltazar García Ros puso el gobernador Alonso Juan de Valdés e Inclán.
A partir de Utrecht la debacle española sería indetenible. En vano América se prodigaría otra vez en el valor de sus hijos en Cartagena de Indias con su resonante victoria frente a la armada británica; en vano sería la sabia y atinada sugerencia del conde de Aranda al pusilánime e inepto Carlos III (ver en este ENLACE mi artículo Un consejo desestimado); en vano sería la inteligente, firme y ejecutiva política de Pedro de Cevallos, y en fin; en vano sería el heroísmo de Buenos Aires rechazando en 1806 y 1807 sendas invasiones inglesas. 
No hay peor ciego que el que no quiere ver ni peor sordo que el que no quiere oír. Y yo agregaría: ni peor enfermo que el que no quiere curarse.

-Juan Carlos Serqueiros-  

martes, 15 de junio de 2021

MERCEDES PUJATO CRESPO. PATRIA, MUJER Y POESÍA



















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

¿Acaso se piensa que el trabajo intelectual femenino no merece remuneración? (Mercedes Pujato Crespo, discurso en el Primer Congreso Patriótico de Mujeres, 1910)

Mercedes Constancia Pujato Crespo, nacida en Santa Fe, el 23 de setiembre de 1871, en el hogar formado por el doctor Cándido del Rosario Pujato, egregio y abnegado médico higienista y destacado político y filántropo; y doña María del Rosario Crespo, una dama de las más linajudas familias de rancio abolengo de la provincia; fue una poetisa, escritora e historiadora que consagró su vida a las letras, a la asistencia a los más humildes y necesitados, y a la afirmación permanente de la nacionalidad y sus valores; al tiempo de bregar infatigablemente por los derechos de las mujeres y de contarse entre las precursoras que formaron parte de las organizaciones defensoras de los mismos.
Dotada de una despierta inteligencia, un especial gracejo y un encantador savoir-faire, comenzó a publicar sus poesías en 1899 en las revistas El Correo Argentino y Pirámide, bajo el pseudónimo Reina Topacio. Y en enero de ese año, el diario santafesino Nueva Época anunciaba que en ocasión de una velada en el teatro Politeama al efecto de recaudar fondos con destino a la construcción del nuevo hospital, "la señorita Mercedes Pujato Crespo declamó Marina, poesía de la que es autora, obteniendo un triunfo tan ruidoso como sostenido" (sic).
Pero a Mechunga, como la llamaban sus familiares y amistades, no le bastaba con que la élite de aquella vieja Santa Fe pacata y cancerbera de las antiguas tradiciones hispano-criollas le "permitiera" escribir poemas y participar (y sólo hasta donde lo legitimaran los cánones por entonces establecidos, desde ya) en actividades ligadas al quehacer socio-cultural; quería algo que trascendiese la acotada multitud de una tertulia, algo en lo cual poder volcar el fuego patriótico que en su pecho ardía. La oportunidad para ello se le había presentado el año anterior. Y no la desaprovechó.
Para 1898 el conflicto con Chile se había agudizado al punto de hacer presagiar la guerra, debiendo tomar el gobierno nacional presidido por José Evaristo Uriburu las medidas tendientes a lograr la equivalencia en cuanto a poderío naval con el vecino país de allende la cordillera. Entonces, la tesonera voluntad y el acendrado nacionalismo de Mercedes Pujato Crespo la llevaron a concebir y concretar, el 24 de marzo de 1898, la iniciativa de fundar la Asociación Pro-Patria, con el propósito de recaudar fondos para ese fin. Se formó así dicha asociación, con sede en Santa Fe, y de la cual se procedió a constituir inmediatamente una comisión especial en Buenos Aires y delegaciones en doce provincias (después, en 1908, se trasladaría la central a Buenos Aires). En 1900, el semanario Don Quijote le rendía homenaje en esta ilustración:




Mechunga publicó en 1903 su primer libro de poesía, titulado Albores, al cual subseguirían uno de sonetos bajo el título Flores del campo, editado en 1914; Liropeya, en 1928, poema dramático en tres actos basado en una leyenda indiana y dedicado a Leopoldo Lugones; Días de sol, en 1929, un poema en prosa, y el que sería su contribución a la historia: La provincia de Santa Fe. Escribió, además; en los diarios santafesinos Unión Provincial y Nueva Época, y también en publicaciones de Uruguay, Colombia, Guatemala y España.
Incansable en sus múltiples actividades, aparte de ejercer la presidencia de la Asociación Pro-Patria; formó parte desde el nacimiento del mismo, del Consejo Nacional de Mujeres, teniendo a su cargo la comisión de prensa. 
Ese Consejo, presidido por Albina Van Praet de Sala, fue el que en 1908 (presidencia de José Figueroa Alcorta) organizó la Fiesta del Libro, con un concurso literario cuya entrega de premios se realizó el 15 de junio. Después, en 1924, por decreto del presidente Marcelo T. de Alvear, se instituyó aquel evento como Feria del Libro; y en 1941, el presidente Roberto M. Ortiz dispuso que en dicha fecha se celebrase el Día del Libro.
En 1926, Mercedes Pujato Crespo apoyó entusiastamente el proyecto Primer viaje aéreo al Polo Sur, abocándose a la tarea de conseguir y allegar recursos para su realización (que lamentablemente, no se concretó), con insistentes llamados al espíritu nacional y al despertar de una conciencia antártica.
En 1948, el presidente Juan Domingo Perón dispuso, a través del Ministerio de Guerra, que se le cediese a la Asociación Pro-Patria el local en que funcionaba.
Mercedes Pujato Crespo falleció en Buenos Aires el 19 de octubre de 1954.   
Vaya uno a saber por cuáles rumbos habrán tomado mis pensamientos como para ponerme súbitamente a evocar, sin ninguna razón —o por lo menos, sin ninguna razón consciente a una mujer (gran mujer, por otra parte) que creció, vivió y murió inclaudicable en su sentimiento profundo de argentinidad.
Es que se ha machacado tanto, que se logró instalar en el imaginario colectivo la idea de que las inquietudes en pos de los derechos civiles y políticos de las mujeres se deben exclusivamente a iniciativas de aquellas que fueron socialistas o anarquistas; y a las que no lo fueron... ni pa' vela, como dice Larralde. Y es ese un mito que continúa difundiéndose más y más, producto de la ignorancia de nuestro pasado y del desdén por conocerlo. Porque ¿sabe usted, querido lector?, también se miente la historia cuando se ocultan partes de ella y se soslaya la participación de determinadas figuras. 
Así que quizá, tal vez, haya estado influido mi subconsciente por la intención de hacer notar que las cosas no fueron como algunos pretenden hacernos creer que ocurrieron.
Vaya uno a saber...

-Juan Carlos Serqueiros-

miércoles, 26 de mayo de 2021

TRENZAS

 


Escribe: Juan Carlos Serqueiros


"Trenzas", esa maravillosa poesía del genial Homero Expósito a la que puso melodía Armando Pontier, es un tango nada sencillo de cantar, al contrario; es muy difícil. Aunque claro, difícil... si es que se quiere hacerlo no sólo correctamente, sino además; con nivel de excelencia. Digo esto porque lamentablemente, algún que otro desvergonzado caradura también se ha atrevido a "cantarlo" (es un modo de decir), como por ejemplo, el Chino Hidalgo y el Chino Laborde. Pareciera que esos dos, apodados con la nacionalidad de los hijos del celeste imperio, estuviesen resueltos a asesinar al tango. No se enojen, muchachos, va de onda y con humor; pero dejen tranquilo a ”Trenzas”, ¿sí? Que no es pa’ tuitos la bota ‘e potro.

TRENZAS
(Tango, 1944)
Música: Armando Pontier – Letra: Homero Expósito)

Trenzas,
seda dulce de tus trenzas,
luna en sombra de tu piel
y de tu ausencia.
Trenzas que me ataron en el yugo de tu amor,
yugo casi de blando de tu risa y de tu voz...
Fina
caridad de mi rutina,
me encontré tu corazón
en una esquina...
Trenzas de color de mate amargo
que endulzaron mi letargo gris.

¿Adónde fue tu amor de flor silvestre?
¿Adónde, adónde fue después de amarte?
Tal vez mi corazón tenía que perderte
y así mi soledad se agranda por buscarte.
¡Y estoy llorando así
cansado de llorar,
trenzado a tu vivir
con trenzas de ansiedad... sin ti!
¡Por qué tendré que amar
y al fin partir!

Pena,
vieja angustia de mi pena,
frase trunca de tu voz
que me encadena...
Pena que me llena de palabras sin rencor,
llama que te llama con la llama del amor.
Trenzas,
seda dulce de tus trenzas,
luna en sombra de tu piel
y de tu ausencia,
trenzas,
nudo atroz de cuero crudo
que me ataron a tu mudo adiós...


Sublime, directamente. No en vano dijo, acerca de Homero Expósito, el ilustre poeta del elegante verso piantao, el quemerísimo Horacio Ferrer: “Su obra poética, que causó verdadera sorpresa en el momento de su aparición, queda, por su indiscutible calidad, a la vanguardia de los clásicos del tango”.
Y es tal cual. “Trenzas” es uno de los puntos más altos de la lírica tanguera. La tríada dialéctica, esto es, tesis: encuentro con y presencia de, la mujer amada, que se da a entender como felicidad debida al acaso: (me encontré tu corazón / en una esquina); antítesis: la ausencia de ésta, derivada de su alejamiento, el cual se representa en el cuasi oxímoron mudo adiós; y síntesis: el dolor experimentado por el bien perdido, con la inevitable carga de ansiedad y llanto que eso conlleva. Conjuga elementos sensoriales, de lo visual (luna en sombra), de lo táctil (seda) y de lo gustativo (dulce). Y hace contrastar aquello de trenzas que me ataron en el yugo de tu amor, o sea, la primigenia ligazón por medio de esas trenzas que lo uncen a la mujer que las lleva; con la pena profunda y la evocación dolorosa del amor truncado, sumiéndolo en una soledad que se agranda por buscarte y que se le antoja —como literalmente lo enuncia— un nudo atroz de cuero crudo, y que al fin lo conduce a la queja-protesta ante lo que siente como una inexplicable y cruel sinrazón: ¡Por qué tendré que amar / y al fin partir!, vomitada desde los entresijos de un alma transida de frustración. Pero que al mismo tiempo, y a pesar de la angustia infinita que la embarga; es un alma que se demuestra como incapaz de evidenciar resentimiento, porque su aflicción es una pena que me llena de palabras sin rencor.


Desde lo musical y vocal, la mejor —y por lejos— de las versiones de este tango, es la del maestro Horacio Salgán con Edmundo Rivero como cantante. Un verdadero obsequio para los oídos.


Pero hay un… problemita, digamos. Resulta que el Ofe Rivero tenía la costumbre de alterar las letras de los tangos que interpretaba en su muy extenso repertorio. Tanto así, que en su osadía, hasta llegó a hacerlo con ese sublime himno suburbano que es "Sur", de Homero Manzi (otro hincha de Huracán, y van...): en lugar de tu nombre florando en el adiós; cantó "tu nombre 'flotando' en el adiós", y en vez de y mi amor y tu ventana; "y mi amor 'en' tu ventana". ¡Sacrilegio!
Dicen los que saben (o presumen de saber), que cuando lo empezó a cantar, con la orquesta del Gordo Troilo, y éste se percató de los cambios que introducía Rivero en la letra, le dijo: "Mire, Leonel, antes de que lo grabemos, mejor va y le pregunta a Homero qué opina de esas variaciones". Rivero (siempre según los que dicen que saben) fue y le consultó a Manzi si autorizaba las modificaciones que había introducido; y aparentemente, aquel tipazo hecho todo de corazón y de bondad que fue Homero, le dio el OK.
Particularmente, me parece una atrocidad. La metáfora de Manzi tu nombre florando en el adiós (siendo —según los tiranos presuntuosos y fanfarrones nucleados en el aguantadero llamado RAE— “florar: dar flor una planta o un árbol”), ilustrando la despedida entre un joven y su novia, en la cual poéticamente, el nombre de la amada se torna flor en el adiós; es infinitamente más bella que el torpe “flotando” que le zampa Rivero. Y ni hablar de eso de “y mi amor EN tu ventana” en lugar de la exquisitez y mi amor y tu ventana que escribió Homero. Porque a ver: ¿qué carajo vendría a ser eso de amor EN la ventana de alguien? El poeta se refiere a la silueta de la novia que se deja adivinar a través de la ventana, saludándolo al llegar y aprestándose a ir a su encuentro, ¿o acaso Rivero creyó que Manzi era Romeo escalando hasta el balcón de Julieta para meterse en su alcoba y cogérsela? Por favor…
Detestable y deplorable esa manía de cambiar los versos. Máxime, si se lo hace so pretexto de que “el público no comprendía el significado; por eso alteré la letra”. Un horror… Encima, agravado con la arrogancia de pontificar, asignándole a los demás una presunta imposibilidad de entender. Ni más ni menos que endosar al otro un defecto o incapacidad propia: identificación proyectiva, que le dicen. Por otra parte, no alcanzo a discernir porqué a Rivero debería interesarle si el público entendía o no la letra de Manzi, toda vez que a éste, que era el autor, no le importaba lo más mínimo. Lo cual es lógico, porque ¿dónde se ha visto que a un poeta le preocupe si la gente comprende o no exactamente lo que él quiso expresar y si lo interpreta en el mismo sentido que él pretendió darle? Como certeramente dijo el Indio Solari: “Una buena canción (su lírica) debe parecer que no pudo ser escrita de otra manera. Debe tener poder de seducción y comportarse como un enigma del cual uno presenta, para su resolución, sólo indicios”.
En el caso de “Trenzas”, a Rivero no le fue tan bien como le había ido con el bueno de Manzi cuando se atrevió a enmendarle a éste la plana en la letra de ”Sur”. En cuanto Expósito se enteró de que el Ofe, en lugar de trenzas de color de mate amargo; cantaba “trenzas con sabor de mate amargo”, estalló: ¡¿Cómo “con sabor de mate amargo”?! ¡¿Pero qué se piensa ese hombre, que yo chupo trenzas?!
Y razón para chivarse, no le faltaba ¿no? Porque convengamos en esto: en tanto resulte afectado lo simbólico, no estamos ante una cuestión menor, sino ante algo muy grave, porque el daño infligido no se limita al afeamiento de lo estético; sino que representa una alteración sustancial de lo expresado en el verso. Rivero, o no atinó a decodificar lo hermético de la lírica de Expósito, o si lo hizo; se cagó en ello. Y así, se demostró impermeable, ya fuere a la aprehensión o a la valoración cabal, del significado de la metáfora de color de mate amargo, que es ilustrativa de lo amarronado de las trenzas de la mujer, las cuales por un efecto óptico, de pronto adquieren reflejos verdosos (y que está en correspondencia perfecta con la tonalidad mate asignada a su tez, expresada poéticamente en luna en sombra de tu piel). Al reemplazarlo por el elemento gustativo “con sabor de mate amargo”, incurrió con ello nada menos que en la irreparable destrucción de la sinestesia elaborada por Homero en su genialidad.


Como para no enojarse… Encima, siendo Expósito un poeta refinado y obsesivo con su arte hasta el extremo de revisar y corregir innumerables veces sus propios versos. El Mimo no era meramente un rimador que escribía letras para ser aplicadas a una melodía, sino un eximio creador de poemas en los cuales las frases poseen una musicalidad propia que conmueve los sentidos resonando en planos muy altos de la psiquis. Por eso, su bronca era más que legítima, claro que sí.
Cabría preguntarse por qué, siendo los dos Homeros, Manzi y Expósito, poetas enormes y trascendentales, y ambos con más yeca que Buenos Aires, más brolis que la biblioteca de Salamanca y más noche que Drácula; el primero accedió sin chistar a las modificaciones de Rivero, mientras que el segundo hizo tronar su disconformidad. Tengo para mí que ello no se debió única, solamente, a diferencias de temperamento, sino también —y fundamentalmente— a modos distintos de considerarse y de situarse a sí mismos ante la poesía. Manzi (quien en la grandeza de su dimensión fue, además de poeta; guionista, cineasta, gremialista y político) dijo en su modestia: “Preferí hacer letras para los hombres antes que ser un hombre de letras”. En tanto que Expósito (poeta, y por añadidura; filósofo, políglota, escritor, compositor y rugbier) aseveró: “Nadie puede escribir un tango si no sabe escribir un soneto”.
Pero le propongo, querido lector, que le “levantemos la sanción” a don Leonel (que por otra parte, más allá de ese pecado que cometía al alterar las letras; era un caballerazo y un tipo más bueno que el pan). Después de todo, la historia no debe juzgar, en tanto no es un tribunal de justicia póstuma. Además; el Ofe fue, sin dudas ni quizás, un cantante de esmerada formación académica, de virtuosismo superlativo y de mérito extraordinario. No por nada se lo mencionaba como “el feo que canta lindo”. Y ni le cuento si, como en este caso, canta acompañado por la maravillosa orquesta de ese gran maestro, ese excepcional músico, que fue Horacio Salgán. Lo invito, pues, a que oigamos juntos su versión de “Trenzas”.


¿Escuchó? Superior, ¿no? Espero haya disfrutado tanto como yo. ¡Hasta la próxima!

-Juan Carlos Serqueiros-

Imagen de portada: Luis Cejas, “Homero Expósito”, caricatura, contemporáneo.