miércoles, 8 de enero de 2025

SARMIENTO Y YO







































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Mucha gente está convencida de que yo me propuse hundir a Sarmiento… Sin embargo, quien me lea con cuidado podrá observar mi imparcialidad. (Manuel Gálvez)

Recuerdo perfectamente cómo fue que formé mi criterio sobre Sarmiento (el cual mantengo, en tanto es el mismo que sustento hoy, cincuenta y un años después): mi padre tenía en su biblioteca "Vida de Sarmiento. El hombre de autoridad", de Manuel Gálvez, y un buen día, a mis 18 años, se me ocurrió leerlo (debo aclarar que por entonces yo era acérrimamente anti sarmientista y consideraba al cuyano lisa y llanamente un vendepatria).


Más aún: yo había visto la película "Su mejor alumno", de Lucas Demare con guión de Homero Manzi y Ulyses Petit de Murat, y me preguntaba cómo el gran Homero había podido hacer esa semblanza tan positivamente valorativa, elogiosa y hasta exaltadora de Sarmiento, lo cual, a qué negarlo, me jodía y no poco (aunque confieso que la película me había encantado).


Antes de leer el libro de Gálvez, yo tenía el preconcepto de que éste había escrito la biografía de Sarmiento con toda la intención de descalificarlo y denostarlo. Y precisamente fue eso lo que me llevó a leerlo. Pero al hacerlo, para mi sorpresa, no encontré nada que exacerbara en mí el sentimiento anti sarmientista que venía arrastrando ni pude aumentar mi bagaje de denuestos contra el sanjuanino con nuevos argumentos inducidos a partir de lo escrito por su biógrafo, al contrario; hablando en el lenguaje del rioba, "se me llenó el culo de preguntas" tales como estas (por citar sólo dos o tres): si Sarmiento era un vendepatria (como yo me empeñaba en seguir creyendo aún después de su lectura y a pesar de ella), entonces ¿por qué y para qué creó el Colegio Militar, la Escuela Naval y el Observatorio Astronómico? ¿Por qué le pidió a Avellaneda que le mandase los tratados internacionales de Rosas? ¿Por qué había llamado en su ayuda a Bernardo de Irigoyen, designándolo Procurador del Tesoro?
Leer a Gálvez me llevó a plantearme otros varios interrogantes, pero sobre todo; aprendí que si me proponía ser intelectualmente honesto, tal como pretendía serlo, lo que debía hacer era cuestionar todo, sí, TODO, pero empezando por cuestionarme a mí mismo antes que a los demás.
Pude así mirar las cosas desde otra perspectiva, lo cual me condujo no a convertirme en panegirista de Sarmiento; pero sí a comprenderlo, a empatizar con él en la pena lacerante de haber perdido a su hijo en la guerra del Paraguay, y a entender que, lejos de ser un vendepatria; aquel hombre genial había sido un megalómano lleno de contradicciones, un ególatra insoportable; pero también que su gran enemigo había sido... él mismo. Porque Sarmiento era intrínsecamente una constante lucha entre su portentosa inteligencia y su propia índole, su propio carácter. Todo en él era exagerado hasta el paroxismo: pasión, pensamiento y obra, sencillamente… porque él era un exceso en sí mismo. Hasta en su fealdad.
Y "mágicamente", ya no pude odiarlo; aprendí a admirar en él lo mucho que de prodigioso tuvo, y a entender aquellos aspectos que torpemente, en mis prejuicios había pasado por alto.
Pero infinitamente mejor que el don nadie que soy; puede explicarlo el mismísimo Gálvez, tal como podrá usted apreciar, mi querido amigo lector, cliqueando sobre el link que pongo a continuación (consejo: si el enlace no abre instantáneamente -ignoro por qué motivos suele ser "remolón"-, actualícelo hasta que abra, porque más allá de ese inconveniente, le aseguro que sí funciona).



-Juan Carlos Serqueiros-