sábado, 15 de marzo de 2014

CUANDO ÉRAMOS ELOGIADOS EN EL MUNDO: EL RESCATE DE LA "URUGUAY"




















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Es seguro que nunca olvidaremos el pabellón azul y blanco que fue el primero en buscarnos en la hora de la angustia. (Otto Nordenskjöld, conferencia del 9 de diciembre de 1903)

Durante los últimos días de noviembre y los primeros de diciembre de 1903 la Argentina acaparó los titulares de los principales diarios de todo el mundo, que traían la buena nueva de una proeza humanitaria realizada por nuestra marina de guerra.
A fines de 1901 a bordo del Antarctic, buque de bandera sueca al mando del capitán noruego Carl Anton Larsen,  llegó a nuestro país una expedición encabezada por el científico sueco Otto Nordenskjöld, que se dirigía a explorar el continente antártico. Inmediatamente, el presidente Julio A. Roca instruyó a su ministro de Marina, capitán de navío Onofre Betbeder, para que se prestara todo el auxilio y cooperación posibles a la misma, y en ese orden de ideas se designó a un prometedor marino argentino de tan sólo 21 años, el alférez José María Sobral, para que se sumase a ella. En estas imágenes podemos ver una semblanza y una caricatura suyas publicadas en la revista Caras y Caretas en sus ediciones del 28 de diciembre de 1901 y 5 de diciembre de 1903 respectivamente:



El 21 de diciembre de 1901 el Antarctic zarpó del puerto de Buenos Aires. El 14 de febrero de 1902 llegó a la isla Cerro Nevado, cerca de la Seymour (donde se encuentra la actual Base Marambio), en la cual desembarcaron los seis científicos a quienes vemos en esta fotografía en la cual aparecen, atrás, de izquierda a derecha, Ole Jonassen, Erik Ekelöf y Gustav Akerlund; y adelante, también de izquierda a derecha, Gösta Bodman, Otto Nordenskjöld y José María Sobral:  


Luego de construída la cabaña en la cual invernarían mientras realizaban sus investigaciones y descargados los víveres e instrumentos; el Antarctic -que de acuerdo a lo previsto debía volver a la isla al comienzo de la primavera para recogerlos- dedicaría ese tiempo a investigaciones complementarias geográficas, oceanográficas y zoológicas.


Pero transcurrió la primavera, pasó el verano y parte del otoño, y el Antarctic aún no había regresado a buscar a los expedicionarios ni se tenían noticias suyas (posteriormente, se sabría que había quedado atrapado entre los hielos, naufragando el 12 de febrero; pero que todos sus tripulantes habían podido desembarcar sanos y salvos, y se habían encaminado a encontrarse con sus compañeros). Para abril de 1903 había en todos los países del globo más que fundados temores en relación a la suerte corrida tanto por los científicos que habían quedado en la isla Cerro Nevado, como por la tripulación del Antarctic. Suecia y Francia aprestaron expediciones de rescate; pero sería nuestra Argentina la que tomaría sobre sí el peso de tan tremenda responsabilidad. El ministro Betbeder ordenó al jefe del Estado Mayor General de la Marina de Guerra, capitán de navío Manuel Barraza, que se ocupara del asunto; y éste inmediatamente dispuso el acondicionamiento de la corbeta Uruguay, la cual al mando del por entonces teniente de navío Julián Irizar, zarpó del puerto de Buenos Aires el 8 de octubre siendo despedida en la dársena Norte por el mismísimo presidente Julio A. Roca. Todos los ojos del mundo estaban fijos sobre ella... y sobre nuestra patria.


 

 

Exactamente un mes después, el 8 de noviembre, la Uruguay encontraba en la isla Cerro Nevado a los seis científicos y a tres integrantes de la tripulación del Antarctic, y al día siguiente, esos esforzados hombres volvían a emocionarse con la llegada al sitio del capitán Larsen con seis hombres más, anoticiándose de que los restantes se hallaban en la isla Paulet todos sanos y salvos a excepción del marinero Ole Wenneesgard, quien había fallecido de una cardiopatía durante el invierno.
Así, rescatados y embarcados todos los expedicionarios, incluidos los perros que tiraban de los trineos y el gato que era la mascota del grupo; la Uruguay emprendió el regreso. Todavía tendría que sortear, el 15 de noviembre, un terrible chubasco que le arrancó el palo mayor y el trinquete. El 22 de ese mes fondeaba en Puerto Santa Cruz (último punto austral del país que contaba con oficina de telégrafos de resultas del viaje presidencial de principios de 1899 a la Patagonia, durante el cual el general Roca se comprometió a la extensión de las líneas de ese servicio, tal como consigné en mi artículo Cuando el Chubut quiso ser británico. Tercera y última parte, al cual pueden acceder a través de este ENLACE) y desde allí, a las 21 hs. en punto, el comandante Irizar envió un telegrama al ministro Betbeder comunicándole la feliz conclusión de la empresa. Pocas horas más tarde, la noticia salía en primera plana en todos los diarios del mundo, que unánimemente ensalzaban la actitud humanista del pueblo y el gobierno de la República Argentina, y el arrojo y la pericia de sus marinos.
El 2 de diciembre de 1903 la corbeta Uruguay entraba al puerto de Buenos Aires desarbolada pero gloriosa en su heroísmo. El recibimiento que se le preparó fue apoteótico: una inmensa multitud de más de cien mil personas se había volcado a las calles para esperarla; en el momento mismo de desembarcar, el comandante Irizar fue ascendido a capitán de navío por el propio ministro Betbeder; y la gente, al paso de los expedicionarios, oficiales y tripulación, prorrumpía en vivas y arrojaba sobre ellos flores desde los balcones y las veredas:


La revista Caras y Caretas en su edición del 5 de diciembre de 1903 ilustraba en la tapa el acontecimiento, con un epígrafe que rezaba: Buenos Aires con júbilo sincero / recibió a la "Uruguay" y parecía / que en su entusiasta aplauso traducía / el ¡viva! colosal del globo entero.


Un mes después, el explorador escocés William Bruce, reconocido a la Argentina por la ayuda y el apoyo recibidos, transfería a nuestro país las instalaciones e instrumental que había dejado en la isla Laurie, de las Orcadas del Sur. Y dos años antes, el gran Julio Verne había escrito su monumental novela El faro del fin del mundo, con elogiosos conceptos hacia la República y con personajes argentinos. 
En fin, eran tiempos en los que rayábamos a gran altura en el concierto de las principales naciones del mundo...

-Juan Carlos Serqueiros-

sábado, 8 de marzo de 2014

FIGURITAS: LA REVISTA ESCOLAR PATRIÓTICA




Escribe: Juan Carlos Serqueiros

A mediados de 1936 salió el primer número de Figuritas, revista de 56 páginas, bicromática (al principio; luego incluiría páginas a todo color), de frecuencia semanal (los viernes) y formato de 20 x 28 cm (hasta 1941, en que cambió al de 26 x 33 cm). Duró sólo hasta el año 1943, pero dejó en muchos argentinos recuerdos imborrables, de esos que suelen añorarse con el hondo y emocionado respeto de los grandes afectos de la infancia.



En general, se ha aceptado que su editor, Roque Livieri, buscaba disputarle a Billiken el sitial de privilegio que ocupaba en el segmento de revistas dirigidas a la niñez (el cual por otra parte, si exceptuamos las importadas -fuera del alcance de la mayoría-; estaba circunscripto a esa sola publicación). Particularmente, y más allá de que apuntaban al mismo sector de mercado y los precios de tapa eran idénticos (20 centavos); no me parece que las cosas hayan sido así, o por lo menos, no tan así. Billiken -tal como se declamaba en su propio postulado editorial- era La Revista de los Niños:

 

Mientras que Figuritas llevaba por lema La Revista Argentina del Escolar:

 

Y no era una diferencia menor, en modo alguno. Hasta bien entrados los años treinta, Billiken no traía en sus contenidos material didáctico; era toda historietas, cuentos y publicidad:





 
Por su parte, Figuritas traía asimismo historietas y aventuras, pero a diferencia de Billiken; se declaraba revista argentina y la mayoría era de producción nacional, de artistas locales como por ejemplo Manuel Alejandro Martínez Parma, Rosario Marino, Carlos Clemen, Federico D'Aloisio, Emilio Cortinas, Pedro Gutiérrez, Carlos Linares Quintana, Juan Oliva, etc.:







 
Y también contenía publicidad, dirigida tanto a los niños (bicicletas, útiles escolares, productos de higiene personal), como a sus madres (cremas, por ejemplo); porque al fin y al cabo, una revista, por más escolar que sea, en tanto editorial es una empresa, es decir, una asociación de capitales y personas que como tal, debe obtener su justa y razonable ganancia de modo de consolidarse, evolucionar y reinvertir para hacer cada vez mejores productos y generar más empleo, ¿no?:


 
La misión, el cometido, la razón de ser de Figuritas, era la publicación de material didáctico escolar destinado no sólo a los niños de nivel primario, esto es, los educandos; sino también a sus educadores, los maestros y maestras que lo utilizaban de apoyo para impartir sus clases:







Pero la característica distintiva de Figuritas era su impronta decididamente patriótica. La veneración de los símbolos nacionales, la exaltación de los valores argentinos y la celebración de las fechas trascendentales de nuestra historia constituían en ella la prédica constante. Asimismo, la revista dedicaba amplios espacios a virtudes como la honestidad, el aseo, el ahorro, etc.; y en los relatos y aventuras que incluía, invariablemente el bien triunfaba en su lucha contra el mal, la pluralidad sobre el despotismo, la justicia vencía a la arbitrariedad, la nobleza se imponía frente a la ruindad, la rectitud derrotaba a la venalidad, la ilustración campeaba victoriosa ante la estulticia, lo local primaba  por sobre lo foráneo y el orgullo del deber cumplido aniquilaba a la molicie:






Y esa línea editorial se acentuaría aún más con la llegada a la revista de Manuel Alejandro Martínez Parma en 1938. Este ilustrador, especializado en láminas didácticas, era muy nacionalista, estaba particularmente consustanciado con la causa Malvinas y en 1935 hacía para el diario La Razón una historieta que se titulaba Cosas de negros en la cual aparecía un simpático personaje llamado Alelí, que se convertiría en el protagonista principal de la tira, al punto de merecer una propia en Figuritas. El negrito Alelí, además de su tierno y reo humor, se distinguía y destacaba por una particularidad: pintaba en los muros la frase Las Malvinas son argentinas:


La afirmación de los derechos argentinos sobre las Malvinas fue en Figuritas una norma y no se limitaba sólo a las pintadas de Alelí y a notas al pie de la historieta; sino que era proclamada en todas las secciones de la revista:



Asignarle a Figuritas una postura pro fascista asimilada a los postulados del nacionalismo católico de la tercera década del siglo XX es tan ridículo como quienes acuñaron esa "interpretación". Y asimismo lo es la crítica que se le hace desde el presente, en el sentido de que "limitaba el rol de la mujer al ámbito doméstico" y que "dejó incólume la galería de próceres del liberalismo". Juzgar severamente a una revista destinada a la escolaridad y entretenimiento de niños de entre 7 y 12 años por no proclamarse feminista y no encarar la revisión de nuestro pasado histórico es lisa y llanamente un delirio. Aberración agravada, si encima se lo hace desde los paradigmas vigentes en la actualidad.
Figuritas en tanto publicación vinculada al quehacer pedagógico y dirigida a educandos primarios y sus maestros, era lógicamente subsidiaria de los contenidos curriculares que prescribía el ministerio; y en tanto semanario orientado a la lectura y entretenimiento infantil, era un producto de su época; un buen producto, por otra parte. Tan sencillo como eso, "un negocio tan pequeño y simple como vos" (Solari dixit).
En un país "aluvional" como lo era la Argentina post Caseros y Pavón, asimilar a esta nacionalidad (para colmo, naciente) a todas las identidades foráneas que llegaban a nuestra tierra; fue una de las responsabilidades delegadas en la enseñanza pública, obligatoria y gratuita diseñada en la ley N° 1420. Y en ese orden de ideas, el aporte de Figuritas sin dudas excedió largamente el consabido granito de arena. Creo que si pusiéramos en una gran mesa revistas infantiles editadas en todas y cada una de las naciones del mundo, previamente quitados de ellas los textos y cualquier otra indicación del idioma en que fueron publicadas, simplemente con sólo hojear su contenido gráfico; resultaría patente que Figuritas era de Argentina. Innegable y fuertemente argentina, además.
Impregnada de patriotismo, preconizando el ideal de una identidad colectiva (que aún estamos buscando consolidar), un mal día de 1943 Figuritas dejó de salir. Vaya este emocionado recuerdo en su homenaje.

-Juan Carlos Serqueiros-

sábado, 1 de marzo de 2014

KY CHORORÓ: CUANDO DIALOGAN HOMBRE Y AVE




















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Los pájaros cruzan de un lado a otro; muchos comen en Uruguay y por la noche las bandadas van al otro lado del río y ahí duermen. Esas aves no tienen cédula de identidad, no las detienen las aduanas, ni las banderas... ni a mis canciones. (Aníbal Sampayo)

Del genio creativo de Aníbal Sampayo (Aníbal Domingo Sampallo Arrastúe, n. 06.08.1926, Paysandú, Uruguay - m. 10.05.2007, id., id.) surgió, allá por la década de 1950, este sobrepaso o rasguido doble:

Ky chororó

Pasa mi río...
caminito de cristal.
Mi dulce río...
canto azul que busca el mar.
Tataupá...
Ky chororó,
ky chororó,
ky chororó.

Rema que rema...
palita de iguïratá.
La luna llena...
medallón en el palmar.

Potro del agua...
canoíta que te vas.
Camino que anda...
hombre, río y soledad.

Sampayo nos transporta a un mundo al cual pinta en frases cortadas en brevedad de rara belleza y, que al mismo tiempo de definir un marco; sugieren, atisban, y que tienen una sonoridad propia tan poderosa, que aún sin la melodía; impactan en los sentidos y en el espíritu tal como lo hace una eufonía perfecta.
Sin embargo, el juglar no se queda anclado a ese universo minimalista;  sino que en su pasión creadora lo trasciende, introduciendo en el mismo al hombre, contextualizado allí en una mímesis inefable.
Ese hombre, obviamente un pescador, ha salido a ganar su sustento "galopando" enancado a ese potro del agua que es su canoa, por el río; ese caminito de cristal que se le antoja un canto azul que busca el mar. Tiende su mirada sobre la orilla y ve la luna pendiendo como un medallón en el palmar. Se siente cansado y deja momentáneamente esa palita de igüiratá, es decir, el remo; y entonces, en la quietud de la canoa, el río discurre como un camino que anda... hombre, río y soledad
Sampayo conjuga así lo visual y lo paisajístico, con lo metafórico; pero va aún más allá, agregando lo fonético: en la silente soledad, el pescador busca alivio a la misma dialogando. Y... ¿con quién dialoga? Pues, con un ave. "Tataupá...", la llama, y le llega la réplica de ésta, que en su silbo pareciera instarlo a seguir bogando a pesar de la fatiga: "ky chororó".
El tataupá (que en idioma guaraní significa fuego apagado) es un ave de la familia de los tinámidos, que debe su nombre al tono grisáceo ceniciento, de su plumaje. Emite un silbo en tres notas, y de allí que Sampayo en su lírica lo asimile a ky-cho-roró.
En cuanto a la melodía, dejemos que sea un músico (¡y qué músico!) quien nos ilustre al respecto: Leopoldo Polo Martí, extraordinario guitarrista, compositor, director, arreglador y docente que de muy joven integrara el conjunto de Sampayo. Esto es lo que tiene para decirnos al respecto:
  
Esta canción, con ritmo de sobrepaso (o rasguido doble), incorpora muy pocos elementos melódicos, de extracción modal: solo tres notas para el motivo inicial (si-sol-la), agregando la nota mi al final: “Pasa mi río / caminito de cristal; mi dulce río / canto azul que busca el mar”. Luego, al decir “Tataupá; ky chororó, ky chororó, ky chororó”, incorpora otro giro netamente modal (con las notas fa#-mi-fa#-re-mi). La armonía incluye dos acordes para la primera frase, Mim–Lam, y ReM–Mim para la siguiente. Son relaciones armónicas modales, sin sensibles tonales, ni melódica ni armónicamente.
En el libro “El canto elegido”, Sampayo nos dice: “El río (…), como todo elemento natural, tiene su propio ritmo: pausado y ondulante, factor preponderante que determina en el hombre de las riberas, en este caso el compositor, su influyente fuerza creadora…”.
Por eso en esta obra encontramos una sonoridad que nos suena como más “antigua”, que otorga en su melodía una sensación de blandura y ondulación que nos remite al ondular del río, de ese “camino fluvial”, como dice el propio compositor.
Además, es probable que Sampayo haya incorporado esos pasajes modales (presentes en muchas de sus obras) desde su vinculación con el arpa, instrumento diatónico que, cuando se toca música en modo menor (como el caso de Ky chororó), le imposibilita incluir sensibles (salvo la utilización de alguna llave especial que algunos arpistas han incorporado). En el caso del “Ky chororó”, la melodía y armonía pueden tocarse perfectamente en el arpa (afinada en SolM o Mim).


En suma, Ky chororó es una canción arrobadora, ensoñadora, que conmueve nuestros sentidos y nos lleva a un mundo de realismo mágico en el que hombre y ave pueden conversar. Y es, sin dudas, una de las grandes creaciones de Aníbal Sampayo.
En este ENLACE pueden escuchar la canción versionada por el propio Sampayo con su conjunto.
Y en este otro ENLACE, disfruten el cover (para mí, hermoso) que hicieron Los Olimareños.

-Juan Carlos Serqueiros-