martes, 18 de agosto de 2020

LOS QUE VEN LA PAJA EN EL OJO AJENO, PERO NO LA VIGA EN EL PROPIO

 



Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Abájese nomás, no tenga miedo, / que es mejor abajarse que lo abajen. (José Larralde)

A ciertos sujetos metidos a historiadores, que proclaman a gran estrépito y con suelta de globos incluida, perogrulladas tales como “resulta imprescindible estudiar nuestro pasado con seriedad”, y se empeñan en presentarse como altamente indignados contra quienes —según ellos—, no proceden así; es harto probable que los veamos después, incurriendo a su turno en lo mismo que antes condenaban. Pero eso sí: condenaban... en otros, claro; porque ven la paja en el ojo ajeno, más nunca perciben la viga en el propio.
Tal es el caso del auto definido como “abogado, docente y escritor” Julio C. Borda, quien en una nota periodística publicada en el diario correntino Época, se dedica, con encomio digno de mejor causa, a atacar y descalificar a aquellos a quienes sindica como integrantes de una nueva corriente de ficción “histórica” (sic), atribuyéndoles, parado sobre vaya uno a saber qué pedestal, perseguir el objetivo de “desacreditar el heroísmo de aquellos hombres que pelearon por la independencia” (sic) e imputándoles el propugnar “un punto de vista diferente” (sic). 
Detengámonos un minuto en esa suerte de lapsus-confesión (involuntaria, claro está, en tanto sincericidio surgido de su inconsciente): ese “punto de vista diferente”, o sea, el proponer una mirada sobre el pretérito que sea distinta a la canónicamente estipulada (¿estipulada por quién o por quiénes vendría a ser?), constituye para Borda, en sus propias palabras, una “deformación de la historia” (sic). Lo cual en su opinión, “ya forma parte de la decadencia de nuestra patria” (sic). 
Patria esa de la cual, desde luego, Borda se erige —tal vez por mandato expreso de alguna divinidad— en guardián insobornable e inclaudicable; porque él se cree asignado a la sagrada misión de “advertir a las nuevas generaciones que no deben acercarse a esas obras dañinas que, sin ningún rigor científico, sólo buscan imponer la ficción” (sic). Si el Can Cerbero cuidaba las puertas del Hades; Borda, por su parte, ha de asegurarse que no sean traspuestas las de la Historia, negándoles a los muertos la salida del inframundo y a los vivos la entrada al mismo. Una construcción del pasado que ha de ofrecerse —e imponerse— escrita en piedra al colectivo, para que no pueda masticarla ni asimilarla. Y mucho menos, objetarla. 
De semejante amenaza "subversiva" como la representada por esos a los que tilda de “historiadores de pacotilla” (sic) que son “los que confunden, los que engañan, los que falsean de manera irresponsable; son los que, en busca de notoriedad, realizan afirmaciones disparatadas y sin sentido” (sic), ¿quién podrá salvarnos? ¡Pues claro que el Chapulín Borda! No contaban con su astucia. 
De no ser por el gorilismo visceral que en vano procura disimular recurriendo a alusiones (que él presume veladas cual metáforas, pero que a la postre resultan tan evidentes como la marca que lleva en el orillo), como esa de “la Argentina que hoy sufrimos” (sic); uno hasta podría reírse de los patéticamente ridículos dislates que ese tipo “sustenta” en su mesianismo. 
Veamos ahora, estimado lector, los puntos que a la hora de narrar él mismo la historia argentina, calza ese Borda que se arroga el derecho de achacar a los demás escribir “obras repletas de inexactitudes y datos falsos” (sic). 
En la edición correspondiente al mes en curso de la revista Histopía, ese tipo publica un opúsculo en el que hace una sucinta biografía de Martín Miguel de Güemes, consignando, en los párrafos finales: “Al día siguiente de su muerte, un diario de Tucumán se regocijaba de su desaparición escribiendo con una enorme falta de respeto ‘Ya tenemos un cacique menos que atormente al país’.” (sic). 
Se ve que para Borda, en junio de 1821 ya existía en Salta el telégrafo (o el telex o el teléfono o el fax o el automóvil), únicos medios por los que podría haber llegado la noticia a Tucumán a tiempo de ser publicada allí “al día siguiente” de la muerte de Güemes. Digamos también que por entonces no había en Tucumán ningún “diario”; todo lo que había —y habría hasta la segunda mitad del siglo XIX— eran unas hojas que se editaban en la imprenta encargada por Belgrano en 1817 (de la cual se había incautado Bernabé Aráoz en 1819, luego de elegirlo gobernador el cabildo, tras el derrocamiento de Mota Botello por parte de Abraham González) y que reunidas en formato de periódico se publicaban mensualmente todos los 14: El Tucumano Imparcial
Es decir, el supuesto “diario de Tucumán” que según Borda festejó la muerte de Güemes, sólo existe en su universo onírico. Y seguramente, la noticia la deben de haber recibido allí por whatsapp.
Pero seamos buenos, querido amigo lector, e ilustremos al tal Borda: el que hizo lo que ese pseudo historiador cita tan errónea e irresponsablemente, fue el periódico (semanario; no diario, y porteño; no tucumano) Gazeta de Buenos Ayres, en su edición del jueves 19 de julio de 1821. 
¡Y ése es el sujeto que se asigna a sí mismo la potestad de imputar a los demás carencia de rigor científico! Mala cosa es criticar el rancho del vecino cuando se tiene el propio lleno de alimañas y tapado por el yuyal. 
Pero no debemos desesperar: puede que a partir de ahora, el susodicho tenga motivos para mostrarse en adelante más humilde y para aprender que siempre se es dueño de lo que se calla y esclavo de lo que se dice. Quizá hasta tengamos, en esta nuestra tierra bendita, la suerte de que se le pase el berretín de historiador. Más le valdría dedicarse a la abogacía y a la docencia (y eso último, siempre y cuando la materia que “enseña” no sea Historia, claro; porque si no, pobres alumnos...). 

-Juan Carlos Serqueiros- 
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REFERENCIAS 

BNMM. Gazeta de Buenos Ayres, edición de fecha 19.07.1821. 
Diario Época. Edición de fecha 28.11.2012. 
Nanni, Facundo. El primer periódico tucumano. Bernabé Aráoz y la reutilización de la imprenta belgraniana (en Americanía. Revista de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Pablo de Olavide n° 4 jul-dic. 2016, Sevilla). 
Revista Histopía. Año II n° 9, agosto 2020, ps. 48 a 57.

miércoles, 12 de agosto de 2020

GUARDA CUANDO TE DICEN QUE SOS BUEN ANFITRIÓN

 

Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Hete aquí que el pibe este, Anfitrión, era un general tebano que fungía de rey de Tirinto. El chabón, en tanto nieto del semidiós Perseo, era nada menos que bisnieto de Zeus, es decir, el capo di tutti capi en el Olimpo; así que en orden a su ilustre prosapia e imitando a Mambrú, se fue a la guerra. Guerra esa de la que regresó victorioso y con muchas ganas —en todos los sentidos— de reencontrarse con su esposa, Alcmena, que lo esperaba muy ansiosa. 
Esta chica Alcmena era, según la mitología, un minón que rajaba la tierra. Hermosa y con un lomazo infernal. 
Zeus —que parece que era bastante golfo y le gustaban todas, si era mujer, mejor— estaba en el Olimpo watcheando la tele, y en eso vio en la pantalla que Anfitrión se aproximaba a su casa. Cambió de canal y se enfocó en Alcmena, y cuando la vio, dijo: "¡Zás, esta es mía, muejejejeeee!". Adoptó la figura y la forma de Anfitrión, y se presentó ante Alcmena. Ésta, que estaba caliente como pava 'e lata y ya re podrida de usar su vibrador, obviamente encantada se lo llevó pa' la zapie, creyendo que era el dorima. Zeus, que no era ningún gil, hizo que el sol se ocultara durante 72 horas, para tener más tiempo de solazarse con Alcmena, y de ese modo se fabricó una "noche" que duró... ¡tres días! Tres días de meta y ponga con Alcmena. No te puedo contar lo que fue eso... Ni todas las películas juntas del canal Venus te darían una idea. Al fin satisfecho, Zeus rumbeó pa'l Olimpo. Y en eso, llegó Anfitrión, que con la prolongada abstinencia que traía encima, la cazó de la cintura a Alcmena, y de una, se la llevó a la catrera. Ésta, después del trajín de la "noche" de tres días que había pasado con Zeus, estaba más fría que el interior de una heladera Siam de los 60. Extrañado, Anfitrión le preguntó qué joraca le pasaba, y Alcmena le contestó: "¿Después de la sesión que tuvimos anoche todavía tenés ganas? No jodas, querés, que tengo la chichi hecha flecos y el orto me quedó haciendo pucheros". Enfurecido, Anfitrión prendió una hoguera para quemar en ella a Alcmena, pero Zeus, que desde el Olimpo vizcacheaba todo, hizo llover, apagando la hoguera, y bajó para explicarle a Anfitrión que el que se había trincado a su esposa era él, el jefe de los dioses. Anfitrión, lejos de ofenderse; se sintió muy honrado y le dijo a Zeus que en adelante, podía encamarse con Alcmena cuantas veces quisiera. Así armaron un ménage à trois que te la voglio dire, y vivieron felices un toco; hasta que se enteró Hera, la jermu de Zeus, y armó terrible bardo. Pero esa es otra historia que algún día te voy a contar. 
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. De ahora en más, cuando alguien te diga que sos buen anfitrión, ojo al piojo, porque en realidad; lo que te quiere decir es que sos flor de cornudo, y además, te está saltando el tapial. 
Sabelo.

-Juan Carlos Serqueiros-