sábado, 25 de enero de 2020

PEQUEÑAS DELICIAS DE LA VIDA CONYUGAL







































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Maso las 8 de esta mañana sabatina en la humilde morada de los Serqueiros. Ya me afeité, me lavé los dientes, me bañé y me dirigí a la cocina a preparar el desayuno. De pronto, cuando nada lo hacía prever; aparición brujeril a mis espaldas (cualquier similitud con las que se le aparecen a Macbeth, NO es pura casualidad; es el puto destino ensañado conmigo, ¡todos los dioses del Olimpo conspirando contra Juanca!):
—Mi amor, buen día... ¿Eh? ¡¿Qué veo?! ¡¿Te estás haciendo tostadas?!
—Hola corazón, buen día. Y… sí. Si ves el tostador sobre la hornalla y dos rodajas de pan encima, ¿qué carajo voy a estar haciendo, ravioles con salsa mixta?
—Ay, che, cómo sos… Digo porque me prometiste que empezabas la dieta keto; te aviso que las tostadas están prohibidas. Ah, y la leche también, eh; tenés que tomar café solo y endulzado con stevia, ¡nada de azúcar!
—¡Pero vos sos más peligrosa que chileno haciendo mapas! A ver, aclaremos los tantos: no me comprometí a ninguna dieta keto ni la ketamil puta que lo parió; lo que sí te dije es que me iba a cuidar en las comidas y que iba a hacer una dieta ra-zo-na-ble. Puedo prescindir del azúcar, que eso me chupa un huevo. Puedo prescindir del café con leche también, si querés; me hago un mate cocido o un té solos y listo. Pero una tostada con manteca y otra con jalea de membrillo… ¡me voy a comer sí o sí! 
—Bueno, vos sabrás, che. Después de todo, soy tu esposa; no tu enfermera. Hacé lo que quieras, que ya sos bastante grandecito… Puedo psicoanalizar a mis pacientes; no a mi marido, que encima; es un gruñón.
—OK. Me parece perfecto. Y entonces ¿para qué venís a tiranizarme? No me jodas...
Espesos nubarrones presagiaban el estallido de la tormenta, pero resuelto a no entrar en conflictos y con la sacrosanta paciencia del mundo, agarré la bandeja con mi “desayuno” e hice mutis por el foro. Estaba tomando mi “exquisitez”, ese "excesivo festín" de una taza de mate cocido con dos putas tostadas, cuando:
—Mi amor, ponete un short y una remera, aunque sea; que ya le aviso a María (la encargada de la limpieza del edificio) que suba a desayunar acá, y vos estás desnudo.
—Che, y digo yo: ¿no podés esperar cinco minutos para decirle que suba, así termino mi “desayuno” de mierda y me encierro en el escritorio a leer?
—¡Ay, no, pobre María! Ya sabés que llega al edificio a las 6 de la mañana sin tomar nada, pobre, y que todos los días desayuna acá. No seas malo, dale…
—Sí, ya sé todo eso. Conmigo no te vengas a hacer la Evita, que soy peronista desde los huevos de mi viejo y la panza de mi vieja. Me parece bárbaro y me pone muy feliz que María desayune acá; sólo te estoy diciendo que esperes un minuto que me zampo el mate cocido y listo. ¿Se entiende eso?
—Bueno… ‘tá bien. Apurate entonces. Pero... ¿hay necesidad de que andes en bolas como si esto fuera una playa nudista? ¿Qué te creés, que estamos en Ibiza? Ah, y no te olvides que después tenemos que ir al supermercado, eh. Vestite, dale.
—Ufa... en Ibiza ya quisiera estar yo. Y  más lejos también. OK, llamala nomás a María que ya me visto.
Maso una hora después y encontrándome en ese lugar sagrado al que acude tanta gente:
—¡Mi amor, tenemos que ir al super!
—Sí, mi cielo, aguantá que estoy en el baño.
—¡Ya sé que estás en el baño, si te estoy hablando desde el pasillo, y siento olor a cigarrillo, sale el tufo del tabaco por debajo de la puerta, así que estás fumando!
—Y después de un milenio de estar casados, ¿todavía no sabés que cuando cago me fumo un cigarrillo? Es el mejor remedio contra la constipación, lo leí en un libro de Lawrence…
—No empieces con tus citas literarias que son un plomo. Y no seas ordinario, ¿no podés decir simplemente "estoy en el baño”, en vez de contestar esa asquerosidad de “estoy cagando”?
—Seguro que puedo. Si fue exactamente lo que te respondí; pero después empezaste a joderme con lo del pucho. Y además, ¿qué tiene de malo decir “estoy cagando”? Claro… porque vos debés cagar Chanel N° 5, ¿no? Andaaaá… dejame cagar tranquilo y no me rompas los huevos, querés…
Más tarde, en el auto, y ya rumbo a la deliciosa “excursión” al supermercado que tanto placer me provoca siempre:
—Mi amor, te adoro, por más que tengas un carácter de mierda.
—Yo también, corazón, te amo. Por más rompebolas que seas; te quiero con locura.
—Porque supongo, imagino, quiero creer, que no vas a negar que tenés un carácter de mierda, ¿no, gordo? Reconocelo.
—Claro… porque vos sos modosita, suave, tierna, una seda, un terciopelo mire vea.
—Odioso.
—Hinchapelotas.
—Te amo, bobo.
—Te quiero hasta el cielo, jabru. Y me volvería a casar con vos.

-Juan Carlos Serqueiros-

Imagen: Lado Tevdoradze, "მეუღლეები (Cónyuges)", óleo sobre tela, contemporáneo