martes, 20 de febrero de 2024

SEA AMABLE: NO ROMPA... MI SILENCIO

















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Como dijo el gran José Larralde: "pa' qué iba a andar palabreriando", si total; veo, analizo y cavilo mucho mejor absteniéndome de participar en conversaciones triviales y debates estériles.
Por ejemplo: "hace frío, ¿no?" o "¡qué calor!", son comentarios que, vertidos insensatamente en invierno o en verano, marcan nítidamente la grosería y la estupidez supina de quien los emite, además de una prodigalidad inadmisible de palabras y un abuso intolerable del tiempo, de la atención y la paciencia de quien se ve obligado a escucharlos. Podrían justificarse si, por caso, hiciera un calor agobiante en julio o un frío inusual en enero, y si se tiene una explicación de ello para dar o la intención de buscar las razones en otra persona; pero si hacen pocos grados en invierno y muchos en verano, ¿no es eso lo lógico y esperable, acaso? ¿Para qué, entonces, la idiotez de semejantes "aportes" orales?
Y por favor, no intente modificar mis ideas y convicciones tratando de abrumarme con argumentos en favor de las suyas; prefiero mil veces equivocarme solo, antes que errar inducido por terceros (a los cuales, encima; no les requerí su opinión). Si tiene algo que decir, pues hágalo, de manera clara y concisa, y procure no ofender mi inteligencia infiriendo que si no me larga un extenso alegato; soy bruto, necio e incapaz de discernir por mí mismo.



Si me observa recluido en el silencio, es porque hay flotando en él cientos de melodías a cual más sublime; quédese callada/o y déjeme descubrirlas y disfrutarlas. No rompa el silencio si no tiene algo amable, inteligente y/o constructivo que decir. Recuerde que las palabras, cuando no son estricta y comprobadamente necesarias; representan una miserable pérdida de tiempo por su parte, y además; la mala educación de ocupar el de los demás sin ton ni son.
En boca cerrada no entran moscas ni gérmenes. Tenga en cuenta que el ambiente está lleno de ellos, por lo tanto; permítame preservarme de absorberlos y presérvese usted mismo, de paso.
La conversación incesante produce en un amante del silencio el mismo efecto que la enorme extensión del desierto en un caminante exhausto, y si eventualmente algunas palabras pueden ser piedras preciosas; el silencio siempre es oro puro.
No hay amistad más fuerte que la cimentada en el respeto profundo de la comunicación silenciosa. Y si yo no me atribuyo la potestad de condenar su cargante e insufrible verborragia, ¿por qué diablos se arroga usted el derecho a meterse con mi silencio interrumpiéndolo?
Sea amable: no turbe la paz de mi silencio; no me ponga en la triste obligación de tener que mandarla/o al órgano sexual de su progenitora.

-Juan Carlos Serqueiros-