domingo, 17 de agosto de 2014

SARAH BROWN, LA CLEOPATRA DEL ESCÁNDALO. SEGUNDA PARTE







































Escribe: Juan Carlos Serqueiros


ES CONTINUACIÓN DE SARAH BROWN, LA CLEOPATRA DEL ESCÁNDALO. PRIMERA PARTE (ENLACE)

"Je n'ai rien vu là qui m'ait choqué ou qui ait pu outrager la morale publique, bien que, par profession, je sois très severe sur ce point. Mais, monsieur le président, ce n'était pas un bal public. J'ajoute que lorsque j'etais officier de paix, j'ai assisté à bien d'autres obscénités au bal de l'Opera, et je ne sache pas qu'il y aít eu des poursuites." ("No vi nada allí que me haya chocado o que pudiese ofender la moral pública, aunque por mi profesión, soy muy severo en ese punto. Pero, señor presidente, ese no era un baile público. Debo añadir que cuando yo era un oficial del orden, asistí a muchas otras obscenidades en el baile de la Opera, y no sé que hubiera un procesamiento.")
-Garnot, comisario de policía que había asistido el 8 de febrero de 1893 al Bal des Quat'z'arts; al tribunal, 23.06.1893-
 

En su denuncia, Bérenger tuvo un impensado coequiper que se sumó a la misma: Louise-Joséphine Weber, quien era más conocida por su nom de guerre: la Goulue, y por esa época, la más famosa de entre las bailarinas del french cancanla première vedette del Moulin Rouge. 
 
 
 
 
 
Nacida en 1866 en Alsacia, de humildísimo origen, la Goulue no había tenido lo que se dice una existencia fácil. Lavandera, para escapar a la miseria y siendo aún una adolescente, alternaba ese oficio con el de la prostitución y ocasionalmente, posaba desnuda para algún fotógrafo que hacía cabinet-cards eróticas. 
 
 
Frecuentando el ambiente de la bohemia, participaba -bien que todavía como amateur- en espectáculos de danza -para la cual tenía y demostraba singular aptitud-, en 1885 conoció a Charles Desteuque, el amante de Émilie André (de nombre artístico Émilienne d'Alençon y con la cual pocos años después la Goulue mantendría una relación lésbica), quien ya empezaba a destacarse como bailarina; y también se vinculó con el pintor Pierre-Auguste Renoir, quien, además de emplearla como modelo para su cuadro Danse à la ville, la introdujo en el mundillo de los artistas y fotógrafos. Por ese tiempo, la retrataron Achille Delmaet y Louis-Victor-Paul Bacard.



 
 
Después, entre 1888 y 1889, trabajó en el cirque Fernando, que estaba ubicado en Montmartre, en la esquina del boulevard Rochechouard con la rue des Martyrs, que debía su nombre al de su propietario, Ferdinand Beert, y del cual sería, junto con el payaso español Gerónimo Boum-Boum Medrano (que fuera afrancesado en Jérôme Médrano), la máxima atracción.
 

 
En 1889, el ojo clínico del catalán Josep Oller, propietario del Moulin Rouge, se posó en ella y la contrató para integrar la quadrille de cancan de su cabaret. Muy pronto, la Goulue se convirtió en la estrella, en "la joya del lugar" (Solari dixit). Desde entonces, atrás quedaron la pobre lavandera por centavos y la oscura bataclana; adquirió fama y fortuna, era llamada ahora la Reina de Montmartre (ver a través de este ENLACE mi artículo al respecto), toda Europa hablaba de ella, leía su nombre en letras de molde en los periódicos, y hasta el príncipe de Gales acudía a ver y aplaudir su espectáculo. Y ella no tuvo empacho en decirle, mientras le enseñaba el corazón delicada, exquisitamente bordado en la entrepierna de su ropa interior y le quitaba el sombrero con la punta de su piececito: "Hey, Gales, esta noche, tú pagas el champagne".
Aquel miércoles 8 de febrero de 1893, la Goulue estaba -¡y cómo no habría de estar, justo ella!- entre los asistentes al Bal des Quat'z'arts, disfrazada de indienne (recordemos que el disfraz era condición sine qua non para poder participar del evento). Ni se inmutó cuando vio desnudarse parcial o totalmente a algunas de las modelos; pero al ver a Alice Manon Lavollé bailando la danza del vientre en traje de Eva, se exasperó y al día siguiente presentó una demanda civil contra los organizadores del baile.
Seguramente usted, estimado lector, estará preguntándose cómo podría una bataclana, una mujer divertida o de vida alegre, digamos, como la Goulue, escandalizarse ante eso; cuando ella misma había posado desnuda muchas veces y más aún: muy frecuentemente, cuando la noche del Moulin Rouge se alocaba más de lo habitual, dejaba descubiertos durante el baile sus senos, y en ocasiones, hasta permitía entrever fugazmente su velludo sexo. 
 

 
La impudicia no era en ella algo extraño, antes bien; era la regla corriente. ¿Y cómo, entonces? Ah!, es que no hay fortuna que más tema perderse, que la detentada por quien antes supo recorrer el siempre penoso camino de la pobreza extrema. Al ver a los hombres enfervorizados, plenos de excitación ante la desnudez sensual y danzarina de Manon; la Goulue sintió amenazado seriamente su propio métier, y por eso radicó la denuncia. Y de ese modo, en ella tuvo el puritano senador Bérenger justamente al más inimaginable de los aliados en su cruzada moralizadora.
El 23 de junio de 1893 tuvo lugar la audiencia judicial, en la cual no solamente se debatió la causa contra le Bal des Quat'z'arts; sino además una incoada contra le Bal du Fin de Siècle, un evento que el 1 de marzo había organizado la revista de ese nombre en el salón del Élysée-Montmartre, y al cual habían asistido, entre otras 3.000 personas más (y pensar que hay quienes dicen todavía que el París de la Belle Époque no era la joda loca), la Goulue, la Macarona (otra de las vedettes del Moulin Rouge), Antoinette Rouvière (llamada Mademoiselle d'Harfeuille), Marie de Lorme (una hetaira que utilizaba para su correspondencia un lujoso papel de cartas con la leyenda "Me abro de noche", y que fue por esos días amante del poeta Rubén Darío -pagando éste por sus favores, por supuesto; amor grato pero no gratutito, o a ver si algún colgado cree que se trató de uno desinteresado- y cuyo nom de guerre era "Marion", por asociación obvia entre su apellido y el drama en verso y la ópera epónimos de Víctor Hugo y Amilcare Ponchielli respectivamente) y Alice "Manon" Lavollé (¡otra vez Manon!, se ve que esta damisela no se perdía ninguna festichola, che), en la cual los imputados eran precisamente ella, junto con Mlle. d'Harfeuille y quien dirigía el semanario: Émile Mainguy; y por último, otro juicio por el caso llamado Le banquet Lemardelay, una "amena y excitante velada" organizada por 20 hombres que habían llevado a la bacan... digo, a la cena, a nada menos que ¡278 mujeres!, en la cual, so pretexto de una apuesta, emborracharon con champagne y luego desvistieron a una tal Mlle. Manach, a la que hicieron recorrer el salón desnuda, montada sobre los hombros de uno de los "caballeros", para luego mandarla a su casa "vestida" sólo con su enagua, reteniéndole el resto de sus ropas en "pago de la apuesta que había perdido". La policía la detuvo durante tres días, tras los cuales la joven intentó sucidarse dos veces, por suerte, sin lograrlo; por lo cual fue condenada a dos meses de prisión (¡?). El escándalo que provocó ese fallo, llevó a que el tribunal volviera a examinar el caso, debido a que "el público se mostró sorprendido de que condenemos a la mujer, mientras que los verdaderos culpables, es decir, los organizadores del banquete, no fueron inquietados por la justicia". En fin...
 
 

El papel de la Goulue durante la audiencia no fue muy lucido que digamos. Según las crónicas periodísticas, denotó una actitud poco seria, distante, como si a pesar de ser una de los denunciantes y testigo de cargo, además; no hubiera tomado consciencia cabal de la cuestión. Y no me parece extraño que así haya sido: la Goulue bataclana, procaz y hasta guaranga, por lo menos era un tipo de persona; en cambio, la Goulue en el rol de "escandalizada" ante una supuesta obscenidad de otras mujeres, era directamente un grotesco personaje.
Las alternativas de la audiencia, acusaciones, testimonios, alegatos, interrogatorios y declaraciones de los imputados y testigos (que frecuentemente provocaron gran hilaridad en la gente que asistió al tribunal ese día); podemos verlos en detalle en el diario parisino Le Matin en su edición del 24 de junio de 1893, que transcribió íntegramente lo publicado en la Gazette des Tribunaux de esa fecha.
 
 
Y si alguien, para evitarse el tener que andar ampliando la imagen para ver los textos; prefiere acceder a la versión de archivo electrónico en formato pdf para mayor comodidad en la lectura, puede hacerlo a través de este ENLACE.
El tribunal dio su veredicto el 30 de junio. En la causa Bal des Quat'z'arts, condenaba a los imputados Henri Guillaume, Marie-Florentine "Sarah Brown" Royer, Emma "Suzanne" Denne, Alice "Manon" Lavollé y Clarisse "Yvonne" Roger al pago de una multa de cien francos cada uno, sentencia esta que dejaba en suspenso. En el juicio Bal du Fin de Siècle, condenaba a los acusados: Émile Mainguy, a un mes de prisión; Antoinette "Mademoiselle d'Harfeuille" Rouvière, a 8 días; y Alice "Manon" Lavollé, a 15 días. En cuanto a la causa Le banquet Lemardelay, los periódicos no dieron información, probablemente debido a que el fallo acerca de la misma, no se pronunció el mismo día que los de las otras dos. Aquí podemos ver las sentencias, publicadas por Le Matin en su edición del 1 de julio de 1893.
 
  

El veredicto era condenatorio sólo en la apariencia, en la formalidad estricta; porque en la realidad, a todos los efectos prácticos, de la cotidianeidad, podía considerárselo un fallo absolutorio, ya que la sentencia quedaba en suspenso y las penas no eran de cumplimiento efectivo. Y tan así fue, que de ese modo lo tomaron los imputados, Guillaume y Roques los primeros, quienes al salir del tribunal, declararon a la prensa que al año siguiente volverían a organizar el Bal des Quat'z'arts, y que lo harían otra vez en el Moulin Rouge.
Y como dijo Víctor Abel Giménez: Y ahí... ahí se podría decir / que aquí se terminó el cuento. / Pero ocurre que la historia... se alargó. / Pa' no creerlo...
Entonces, si no es mucho abusar de su paciencia, querido lector; en la tercera parte veremos cómo siguió y terminó la cuestión.
 
Continuará