domingo, 6 de mayo de 2012

DROGOCOP

















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

DROGOCOP
(Beilinson - Solari)

Drogocop oh!
Drogocop oh!
Su chumbo ya venia con la "bronca"
Factor argento desaparecedor...

Drogocop oh!
Juicio fantasma de los muertos queridos
y una muy larga botella de gin.

Drogocop oh!
La raya que separa vida y muerte
es tan angosta como su dolor

Drogocop oh!
Drogocop oh!


Si tuviese que elegir de entre toda la lírica solariana una poesía en la cual el Indio lleve hasta límites increíbles ese atributo excepcional que tiene de sintetizar todo un concepto en dos o tres frases de esas que golpean como arietes (y que la gilada llama "matadoras", sin siquiera tratar de entenderlas); sin dudas sería esta.
El título y el personaje están inspirados en aquella famosa película norteamericana de los 80: RoboCop. En Solari, el crear poesía a partir de películas y/o libros trascendentales, no es novedad. Y ahí están para testimoniarlo, por ejemplo, Canción para naufragios o Divina T.V. führer. Quienes tuvieron oportunidad de ver ese film, recordarán que RoboCop trata acerca de un cyborg (es decir, un organismo cibernético creado en un laboratorio), en este caso, robotizando el cadáver de un policía caído mientras combatía contra el delito; por parte de una corporación a la que el estado norteamericano de Michigan le había encomendado en outsourcing el poder de policía, ante el fracaso de ésta en detener el avance del crimen.
Sin embargo -y a diferencia de lo que había hecho antes en Canción para naufragios, en la cual cada frase de la letra se corresponde perfectamente con una secuencia de la película Offret-, allí, en esa inevitable asociación de ideas que surge del parecido fonético entre RoboCop y Drogocop, se acaba la linealidad entre película y canción; ya que en la letra, el Indio se ocupará muy bien (y ya veremos cómo y cuánto de bien) de resaltar lo deleznable de ese sujeto que es el vernáculo Drogocop. Y lo notable (o no tan notable, tratándose de alguien con tal grado de genialidad), es que lo logra arreglándoselas para no entrar en disquisiciones ideológicas y ni siquiera en "bajadas de línea". Solari no adopta en su lírica una posición ni favorable ni desfavorable a los postulados que se defienden a través de la película, no hace consideraciones respecto de si tercerización / privatización sí o no, capitalismo sí o no, corporaciones sí o no, etc.; lejos de ello, se limita a traer a cuento una viñeta de nuestra cruel realidad, tal como -con absoluta coherencia y honestidad intelectual- lo haría luego de la disolución de los Redondos, en Nike es la cultura. Veamos:
Comienza con una alusión al espanto que causa en cualquiera, el enterarse de que pueda existir alguien -en este caso, un policía- con esas características ("Drogocop oh!"); reiterada, de modo de resaltar esa sorpresa, con su carga de implícito repudio.
Seguidamente, pasa a explicarnos que "su chumbo", o sea, su arma, su pistola; ya venía de antemano con la "bronca". Es decir, ese policía que es Drogocop, venía arrastrando desde mucho antes, más precisamente desde los 70, una carga de odio. Odio este que ya había ejercido previamente contra las víctimas del estado represor impuesto por la tiranía cívico-militar que sufrimos por estas tierras desde 1976 hasta 1983, traducida en una terrible secuela de desapariciones. "Factor argento desaparecedor" le zampa Solari en un cachetazo en forma de frase metafórica que tiene la propiedad de marcar con claridad meridiana la diferencia entre el cyborg de ficción que nos muestra la película RoboCop; y ese abominable monstruo humano que es Drogocop: el "factor argento". Es decir, en el film, RoboCop actúa guiado por móviles de justicia; mientras que nuestro (sí, es nuestro, por desgracia; aunque sea duro, debemos admitir que personajes como éste, forman parte de nosotros, es un "factor argento", deplorablemente) telúrico Drogocop, lo hace impulsado por un odio cerval que lo conduce a la aberración de hacer desaparecer ciudadanos. "Pequeña" diferencia, ¿no? Y que de paso, nos dice que, a diferencia de RoboCop, que es ficcional; "nuestro" Drogocop es, por lo contrario, una tenebrosa y horripilante realidad. RoboCop no existe; Drogocop, lamentablemente, sí.
A Drogocop (recordar que Último bondi a Finisterre data de 1998, ergo, la canción es de ese año o anterior al mismo, y por esas épocas, "gracias" a lacras como el ladri sultán de Anillaco y su antecesor Alfoncínico, y a sus engendros tales como leyes de "obediencia debida", "punto final" y/o "amnistía"; asesinos como este Drogocop quedaban impunes y no eran juzgados y condenados) no lo había alcanzado la acción de la justicia humana; de modo que por sus atrocidades deberá responder ante un tribunal supremo: el que le formen los espíritus de aquellos a los cuales mató, o -para mí, lo más probable, dado que no creo en una "vida mejor" después de la existencia terrenal- directamente no comparecerá nunca ante nadie que lo juzgue ("juicio fantasma de los muertos queridos"). Y mientras tanto, va ahogando sus días en alcohol ("y una muy larga botella de gin").
A Drogocop, que a la larga lista de sus "lindezas" le adiciona la de ser un consumidor compulsivo de drogas, o sea, un inveterado falopero, el matar a una persona no le despierta el menor sentimiento de culpa y nadie es capaz de inspirarle ni un atisbo de piedad. Entre una y otra línea de cocaína que esnifa, para él hay la misma diferencia que le representa la vida o la muerte de un ser humano: ninguna; o el espacio en el que se dilata su sensación de culpa y dolor ante cada aberración que perpetra: la nada ("la raya que separa vida y muerte es tan angosta como su dolor") .
En fin, lo que se dice una verdadera pinturita el tal Drogocop que, a diferencia del cyborg de la cinematografía yanqui quien, al menos en la ficción, conservaba el espíritu del que en vida fuera Murphy, el policía a partir de cuyo cadáver fue creado; no tiene característica alguna de humanidad (o de animalidad, diríamos mejor quienes -como en mi caso- abrigamos serias sospechas acerca de que después de todo, tal vez sea cierto que seamos los humanos los mayores enemigos de la vida en el planeta).  

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-Juan Carlos Serqueiros-