miércoles, 26 de abril de 2023

MENTIROSOS DE CABOTAJE

















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Cuenta Salvador Ferla que su colega, el historiador inglés Arnold Toynbee, al visitar nuestro país allá por los 60, se extrañó de que tuviéramos aquí dos grandes corrientes historiográficas: la "oficial" y la "revisionista". Y que no se privó de expresar su asombro, bien que con esa proverbial flema que se les atribuye a los británicos: "De modo que tienen ustedes una línea revisionista. Qué raro... si la historia es revisionista per se", dijo.
En tanto inglés, Toynbee no podía entenderlo, porque ciertamente los ingleses mienten profusamente hacia fuera de sus fronteras en todo aquello que convenga a sus intereses y, claro está, son capaces (como lo han hecho, efectivamente) de inventar leyendas negras acerca de otras naciones. Pero eso sí: nunca se mienten a sí mismos acerca de su propia historia.
Y es precisamente eso lo que el bueno de Toynbee reprochaba a sus colegas de la Europa occidental, y especialmente; a sus compatriotas: mentir hacia fuera, partiendo desde una visión egocéntrica, en procura de instalar la idea de una civilización única: la europea.
Los argentinos, en cambio; seguimos teniendo compulsión a la mentira a la hora de aprender y narrar nuestro pasado. Pero lamentablemente, somos mentirosos de cabotaje nomás: nos encanta mentirnos a y entre nosotros mismos.
Sin perjuicio de lo enunciado; no se debe perder de vista que hay cierta lógica en que así ocurra. Algunos se inclinan a creer que se debe a lo religioso: mayoritariamente anglicanos ellos, los ingleses; mayoritariamente católicos nosotros, los argentinos. Particularmente, no coincido; más bien creo que en todo caso, eso podría —y séame aquí permitido recalcar lo condicional de podría— de alguna manera explicar que hoy por hoy, buena parte del mundo continúe deglutiendo y tragándose ese embuste urdido por ingleses y holandeses en nefasta sociedad: la leyenda negra española con su sarta de patrañas ensalzando el triunfo de Elizabeth I al rechazar los embates de la “Armada Invencible” de Felipe II (otro engaño, porque jamás los españoles de aquel tiempo llamaron a su flota de guerra “Armada Invencible”, sino Felicísima Armada, pero bueno…).
Por mi parte, querido lector, prefiero dejar lo religioso a los teólogos y descansar en la convicción de que la lógica que mencioné precedentemente emana de algo mucho más… terrenal y miserablemente humano, digamos: mientras los ingleses se pasaron cinco siglos de su historia robando afuera y llevando a Inglaterra; los argentinos nos pasamos los escasos dos siglos de la nuestra robando en nuestro país y llevando afuera.
Y si pese a todo, mi apreciado amigo, insiste usted en seguir apegado a una explicación cuyo vector pasa por lo religioso; entonces admita que a estas alturas, ya los argentinos deberíamos reparar en que hay sobrada evidencia de que Dios, en caso de que exista, no debe de tener nuestra misma nacionalidad, como nos empeñamos en creer hasta ahora. Pero consuélese: si al final resulta que Dios no es argentino, al menos su vicario en la tierra, el querido compañero Pancho Bergoglio; sí lo es. Lo cual, bien mirado, no es poco, ¿no le parece?

-Juan Carlos Serqueiros-