domingo, 10 de noviembre de 2013

CON VISO DE ASTUCIA... Y DE SUERTE







































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Antonio del Viso había nacido en Córdoba el 10 de febrero de 1830. Emparentado y relacionado con las familias más tradicionales de la provincia mediterránea, se recibió de abogado y comenzó a incursionar en la política local formando parte del grupo que giraba en la órbita del general Julio A. Roca, quien había sido designado comandante de frontera con asiento en Río Cuarto.
Después de Pavón se había instaurado en el país a sangre y fuego un orden cuya piedra fundamental era el centralismo a ultranza. La oligarquía porteña expresada en el mitrismo y el alsinismo ("nacionalismo" mitrista y "autonomismo" alsinista, las dos caras de la misma moneda) imponía de ese modo su voluntad caprichosa y sectaria al resto. Era ese un statu quo que no podía mantenerse indefinidamente a no ser por la fuerza; que era precisamente a través de la cual se lo había establecido. Y como toda fuerza implica la existencia de una igual pero en sentido contrario; vendría la reacción: las aristocracias provincianas reclamándole a la de Buenos Aires no sólo su porción de la torta sino además el arbitrio de cómo ésta habría de repartirse.
Alsina, que de zonzo no tenía nada, por lo contrario; se dió perfecta cuenta del peligro que representaba Roca para sus indisimuladas aspiraciones presidenciales y ya en 1872 había intentado forzar la supresión de las comandancias de frontera (de "frontera" con los indios, se entiende, y que eran solamente dos: una la del Chaco y otra la de Río Cuarto, al mando de Manuel Obligado y Julio A. Roca respectivamente) alegando "razones presupuestarias". La partida la ganó el Zorro moviendo magistralmente sus alfiles (uno de los cuales era Del Viso) colocándolos en fianchetto. En ese orden de ideas por esa época le escribió a su concuñado Miguel Juárez Celman:

"Los miembros de la comisión de presupuesto de la cámara de diputados, por insinuaciones indudables de Alsina, proponen la supresión de las comandancias generales de fronteras. El tiro es para mí... Es conveniente que Del Viso le escriba a Vélez (Nota mía: se refiere a Luis Vélez, a la sazón, diputado nacional por Córdoba) que se oponga con su voto a esta medida, que no es sino un plan político... Conviene no sólo que yo triunfe en esta cuestión, sino que aparezca con muchos amigos en el congreso." (Negritas y subrayados míos).

¡Y vaya si triunfó Roca en esa oportunidad y si habrá hecho bien los deberes Del Viso! La cuestión se dirimió por 50 votos en contra del proyecto, contra sólo 8 a favor. El Zorro se quedó en su comandancia en Río Cuarto y Alsina, muy a su pesar, desde el ministerio de Guerra debió tascar el freno; porque Roca, con astucia, se recostó en el presidente Avellaneda y se dedicó a influir en los gobiernos de las provincias cuyanas.
En ese contexto se desarrollaron en Córdoba en 1877 los comicios para gobernador. Roca había hecho elegir senador provincial a Juárez Celman y apoyaba sus aspiraciones al ejecutivo. Pero aconteció que entre Alsina y Mitre -con el beneplácito de Avellaneda, a quien habida cuenta de lo débil de su posición la matufia le convenía largamente- habían urdido una conciliación (eufemismo empleado para designar lo que era a todas luces un pacto espurio) en función de la cual ambos partidos se obligaban a apoyar candidaturas previamente consensuadas.
Así las cosas, se convino en lanzar para las elecciones de las que habría de surgir el sucesor del gobernador Enrique Rodríguez una fórmula encabezada por el doctor Clímaco de la Peña. Y claro, la situación provincial era autonomista, y lógicamente Alsina (cuya mira era suceder a Avellaneda en la presidencia de la nación) no podía resignarla en favor del mitrismo; por eso se optó por De la Peña, hombre de prestigio en las clases populares, de fluída y excelente relación con el presidente Avellaneda y cuya postulación conformaba a todos, autonomistas y mitristas. A Roca no le quedó más remedio que allanarse, tragar amargo y escupir dulce; pero como su infuencia en la región era un factor de peso muy considerable, logró en ese juego reservarse la designación del segundo término de la fórmula, el cual hizo recaer en Del Viso.
El Zorro debió extremar esfuerzos (y también componendas y camándulas) para que cuajara Del Viso, porque Avellaneda propugnaba para vice a Felipe Díaz, que era un puntal del mitrismo. Y las jugarretas del destino: Del Viso pertenecía a la tradicional familia de los Bulnes y Felipe Díaz era hijo del coronel José Xavier Díaz, quien fuera el primer gobernador federal de Córdoba, que había mantenido un precario equilibrio entre artiguistas y directoriales y que en 1816, al negarse a prestar ayuda a Santa Fe invadida por Buenos Aires; había sido combatido y derrotado por Juan Pablo Bulnes. Sesenta y un años después de aquellos sucesos, la política argentina volvía a enfrentar a un Díaz contra un Bulnes. 
Celebrados los comicios el 19 de noviembre de 1876, el 17 de enero de 1877 se reunió la Asamblea Electoral compuesta por 38 delegados y proclamó electos gobernador a Clímaco de la Peña por 32 votos contra 6 para Cayetano Lozano; y vicegobernador a Antonio del Viso por 21 votos contra 16 para Felipe Díaz (ajustada victoria que muestra a las claras cuánto debió de haberse esforzado Roca para sostenerlo al primero) y 1 para Jerónimo del Barco; fijándose el 17 de mayo como fecha en la que habrían de recibirse de sus cargos.
Sin embargo, no iba a ser así, o por lo menos no tan así. El 5 de mayo De la Peña concurrió a un almuerzo al que había sido invitado en casa de un médico italiano, el doctor Luis Rossi. Concluído el ágape, se retiró a su domicilio y al poco rato se sintió indispuesto, falleciendo en cuestión de minutos. Lo súbito del deceso dió pábulo a los chismes y pronto empezó a correr el rumor de que había sido envenado; lo cual era un dislate sin asidero alguno.
La muerte de De la Peña variaba sustancialmente la cosa. Y es que era liberal, sí, pero un liberal "conservador", católico practicante (cuestión no menor, tratándose de Córdoba) y de índole poco proclive a las mudanzas bruscas como las que propiciaba el ala más "radical" del liberalismo cordobés encarnada en Del Viso, Juárez Celman, etc.
Cuenta Ramón José Cárcano en su Recordando el pasado que la noche misma del velatorio de Clímaco de la Peña, en un carruaje que llevaba a sus casas al referente principal del mitrismo cordobés, Cleto Peña; al vicegobernador electo Antonio del Viso y a Miguel Juárez Celman; se abordó la discusión sobre qué  correspondía hacer: si el 17 de mayo debía recibirse de la gobernación Del Viso (que estaba dubitativo), como sostuvo Juárez Celman; o si era el caso de llamar nuevamente a elecciones, como especulaba Peña. Llegados a la casa de Del Viso, Juárez Celman redactó un telegrama dirigido a su concuñado el general Roca que estaba en Río Cuarto y éste llegó al día siguiente a Córdoba matando caballos
Por su parte, al gobernador saliente Enrique Rodríguez (que se había desempeñado de manera muy eficaz durante su mandato, dicho sea de paso) le había complacido en grado sumo lo de la conciliación y la postulación de Clímaco de la Peña (que pensaba de manera muy similar a él) y en cambio no le gustaban ni un poquito así los liberales al estilo Del Viso, Juárez Celman, Bouquet y Zavalía (este último, vicegobernador suyo); de modo que a la muerte del primero, decidió someter el asunto a consideración de la Asamblea Electoral, solicitando a ésta que volviera a reunirse para elegir un nuevo gobernador  por fallecimiento del electo. Pero claro, no justipreciaron adecuadamente ni Rodríguez, ni Cleto Peña y mucho menos los hermanos Luis e Ignacio Vélez la capacidad, la energía y la astucia de Roca, que el mismo día que arribó a Córdoba empezó a fabricar la escalera que llevaría a Del Viso hasta el despacho de la gobernación; mientras los otros perdían el tiempo en consultas e idas y vueltas sin que atinara ninguno de ellos a evidenciar firmeza y decisión en el criterio que sustentaban ni hacer nada práctico y efectivo para ponerlo en planta.
Por indudable influencia del Zorro, el presidente de la Asamblea Electoral, Belindo Soaje, le respondió a Rodríguez que ese cuerpo ya había cumplido con el cometido para el que había sido convocado, al momento de votar y proclamar electos a De la Peña y Del Viso para gobernador y vice, y que no veía motivos para que el organismo tuviera que reunirse otra vez. En buen romance equivalía a decirle: "Señor, el problema del fallecimiento de un gobernador electo y quién debe sustituírlo no es electoral sino político, y deben resolverlo los políticos, para eso están". Rodríguez, decepcionado por la respuesta de Soaje, delegó el gobierno en Fernando de Zavalía y se fue al campo.
Roca jugó hábilmente sus naipes, tirando y aflojando (esto último más en la apariencia que en la realidad efectiva). Se entendió rápidamente con Zavalía a quien prometió apoyarlo en su candidatura a senador tras lo cual, dando una voltereta en el aire; negoció con Luis Vélez que a cambio de aceptar éste que Del Viso fuese gobernador, finalmente resultara él electo senador. Pero ni siquiera ese cabo quiso dejar suelto el Zorro, que no daba puntada sin hilo; porque por esos días le escribía a Juárez Celman:

"Siento que no haya sido Zavalía el senador. Desearía hablase usted con Vélez y le diga que soy yo el iniciador de su candidatura y que siempre ha sido mi candidato para ese cargo y para todos los de la República inclusive el de arzobispo (Nota mía: lo de "inclusive el de arzobispo" era una sutil ironía para referirse al acendrado catolicismo de Vélez). A cada momento necesita uno el voto de esos señores senadores."

No se engañaba Roca en su percepción, y o bien no debe haber resultado Juárez tan efectivo en el cumplimiento del encargo, o bien Vélez no era tan ingenuo como para tragarse ese cuento; porque andando el tiempo se pasó del autonomismo al mitrismo y sería enconado opositor tanto del Zorro como de su concuñado.
El 17 de mayo de 1877 Del Viso asumía la gobernación prestando juramento ante la legislatura provincial. Instalado en su despacho, inmediatamente designó en las carteras de Gobierno y de Hacienda a Miguel Juárez Celman y Carlos Bouquet respectivamente.
Hacer gobernador a Del Viso le significó a Roca sin dudas poner la piedra basal de su primera presidencia en 1880, pues llevó adelante este último una muy buena gestión y administración (si bien opacada un tanto por la cesión de grandes extensiones a pocas personas al querer darle solución definitiva al problema de la tierra fiscal que era desaprensivamente utilizada sin que reportara rédito alguno al estado provincial, lo cual daría origen a latifundios), pero además de ello; afianzó y acrecentó las relaciones con los gobiernos de las provincias cuyanas (sobre las cuales había influído Roca, como vimos antes) constituyendo una liga de gobernadores que a poco se engrosaría, convirtiéndose en la fuerza impulsora y sostén principalísimo de la candidatura presidencial del Zorro. Cuando éste, siendo el flamante ministro de Guerra de Avellaneda luego de la muerte de Alsina, creyó que no podría llevar adelante sus pretensiones de ser presidente; pensó en apoyar la candidatura de Carlos Tejedor, reservando la vicepresidencia para Del Viso. En ese orden de ideas, el 24 de julio de 1878 le escribía a Juárez Celman en obvia alusión irónica a la suerte que había tenido Del Viso al acceder a la gobernación de Córdoba por el fallecimiento del titular electo y especulando con la posibilidad de que Tejedor (que era de edad avanzada) muriese también:

"Daremos la presidencia, pero reservaremos la vicepresidencia para el doctor Del Viso que de derecho le corresponden todas las vices, y tiene tanta suerte que todavía se le han de morir otros. También reservaremos el ministerio de la Guerra y algo más si se puede." (Negritas y subrayados míos).

Llegado en 1880 al término de su período gubernamental en Córdoba, el doctor Antonio del Viso fue electo senador. Y después, al acceder el general Roca a la presidencia de la Nación; fue designado por éste ministro del Interior. 
Nombrado ministro plenipotenciario de nuestro país ante Italia, falleció en Roma el 11 de marzo de 1904.

-Juan Carlos Serqueiros-