sábado, 2 de junio de 2012

VISITA, FRANCESA Y COMPLETO







































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Visita, francesa y completo es el segundo de los cinco libros -al "segundo de los cinco" editados, me refiero; porque se dice que escribió otro que permanece inédito- del escritor tucumano Eduardo Perrone.
Perrone es (o mejor dicho, era; porque falleció en 2009) lo que llamaríamos un "escritor marginal". Nacido en Tucumán, tuvo mil oficios, hasta que se vio involucrado en una acusación por violación que lo llevó a estar preso dos años y medio, hasta que lo absolvieron por falta de pruebas en su contra. 
En ese lapso (1969-1972) escribió su primera novela, Preso común, publicada en 1973. Le sucedería, en 1974, Visita, francesa y completo, y luego vendrían: Días para reír, días para llorar, en 1976; Los pájaros van a morir a Buenos Aires, en 1984 y La jauría, también ese mismo año.
La temática de Visita, francesa y completo gira en torno a las sordidez y marginalidad tucumanas de los 60 y 70, y en ella se narra, con lenguaje crudelísimo, la vinculación entre la corrupción policíaca y la trata de blancas, la prostitución y la droga (drama ese el cual, dicho sea de paso, en cuarenta años no ha tenido solución). 
El título, más que explícito, surge de la escala de tarifas estipuladas por ese tiempo en los lupanares tucumanos, las cuales dependían de la prestación que requiriese el cliente. Previsiblemente, en el contexto de una tiranía militar como la que soportamos los argentinos entre 1976 y 1983, semejante novela tenía que ser prohibida. Y efectivamente, así ocurrió en 1976. 
Y se impone aquí, mi estimado lector, una aclaración: si sus preferencias literarias pasan por las frases bien cortadas, la corrección en la sintaxis, la riqueza metafórica y demás; entonces olvídese de Visita, francesa y completo. No va a encontrar en esa novela nada de ello, porque no se trata de un libro "bien escrito"; sino de uno en el que campea la crudeza narrativa en grado superlativo. Parafraseando a Calamaro, yo le diría, mi querido amigo, que este es un libro concebido con honestidad brutal. Esa misma que -por ejemplo- llevó a su autor a no seguir a su pareja (la escritora y guionista Aída Bortnik) en su exilio, por preferir quedarse en Tucumán a cuidar a su madre enferma.
Noctámbulo y bohemio empedernido, después de codearse con la fama y el reconocimiento; Eduardo Perrone volvió a la pobreza y a la marginalidad. Vivió diez años en un vagón de tren abandonado, en compañía de su inseparable gato y de varios perros callejeros. Lo encontraron muerto, tirado a un costado de las vías, a unos metros de su vagón, el 18 de julio de 2009. Tenía 69 años. 
Vale la pena leerlo, se lo aseguro.

-Juan Carlos Serqueiros-