Tenemos a Carlyle, a quien no se debe imitar. (Oscar Wilde)Puede decirse que el grito de la historia nace con nosotros y que es uno de nuestros dones más importantes. En cierto sentido somos históricos todos los hombres. (Thomas Carlyle)
En 1843, Thomas Carlyle (n. Ecclefechan, Escocia, 1795-m. Londres, 1881) escribió “El doctor Francia”, obra inscripta en su corpus doctrinario, su propio marco teórico, el cual orbita en torno al concepto de que la historia del mundo no es sino la biografía de sus grandes hombres, de los Héroes, tal como los define.
Para Thomas Carlyle —con un absoluto desprecio suyo por la otredad, dicho sea de paso— el Dictador Perpetuo del Paraguay, doctor Gaspar Rodríguez de Francia, es una especie de fenómeno natural, alguien que se produce inevitablemente dado el contexto: hay un doctor Francia porque no puede ser de otro modo; porque no puede no haberlo, digamos. Es alguien que fue electo dictador en un congreso de patanes "que no sabían distinguir la mano derecha de la izquierda, que bebía inmensas cantidades de ron en las tabernas y sólo tenía un anhelo: el de volver a montar a caballo camino de la chacra y la cacería de perdices. Los militares fueron los que apoyaron a Francia, porque el ladrón de palladiums constitucionales (es la palabra que usa) había logrado ganárselos" (sic).
Es decir, lo que hace Carlyle en esta obra (y en otras suyas) es erigirse en exégeta del dictador, cuya figura solapa la del cuerpo social, o sea, la masa, a la cual atribuye sólo capacidades… primarias, por decirlo de algún modo, y a la que niega tanto racionalidad como voluntad inexorable de virtud, propiedades éstas que, para él, únicamente residen, claro, en el héroe: el dictador al que dicha masa debe indefectiblemente subordinarse y sujetarse obedeciéndolo sin vacilar ni flaquear.
Carlyle no considera a la dictadura como un gobierno de facto impuesto por la fuerza; sino como una institución que aparece ante la ruptura del orden jurídico cuando la clase hasta entonces dominante no acierta a interpretar a la masa y/o pone en peligro la existencia misma de la patria, ante lo cual se revuelve y deposita, sin reservas, la totalidad del poder en el dictador y se somete a su voluntad.
Finalizo esta apretada síntesis, concluyendo en que Carlyle compara al doctor Francia con Dionisio de Siracusa, y lo sitúa entre "los grandes hombres de América del Sur", a la par que lo considera como diferente.
-Juan Carlos Serqueiros-