martes, 6 de febrero de 2024

ESE ENGENDRO LLAMADO CABA























Escribe: Juan Carlos Serqueiros

El país no puede ser de Buenos Aires; Buenos Aires tiene que ser del país. (Leopoldo Lugones)

Esa entelequia, esa mil veces maldita creación artificiosa designada caprichosamente como "ciudad autónoma de Buenos Aires", fue la invención más demencial y funesta del inmundo perduellis y ladrón Carlos Saúl Menem (y que no olvidar, fuera asentida, consentida y apoyada por el partido que condensa la crónica misma de la infamia: la Unión Cívica Radical).
Los historiadores en todo el mundo debaten si la historia es lineal o es cíclica. Particularmente, me parece que no es ni lo uno ni lo otro; creo que lo de "lineal" no es más que secuencias antojadizas referenciadas en figuras entre las cuales se quiere establecer forzadamente afinidades y parecidos que solamente existen en las mentes calenturientas de ciertos historiadores que procuran imponer eso como verdad revelada; y que lo que hay para que en ocasiones se nos aparezca como si fuese "cíclica", se trata simplemente de circunstancias puntuales que concurren para situarnos ante un espejismo, haciéndonos percibir erróneamente que se está reeditando el pasado. Pero no es así; lo que ocurre en esos casos no es que la historia se repita en ciclos, sino que lo que se reitera son los errores, las fechorías y las abyecciones que cometieron figuras pretéritas, en todo lo cual incurren también las vigentes en la actualidad. Porque remember: en definitiva, la historia es la política del pasado.
Tan así es, que cuando el patéticamente ridículo y engreído Bernardino Rivadavia (a) sapo del diluvio intentó avasallar a La Rioja otorgándoles a los ingleses la explotación minera del Famatina, estaba evidenciando idéntica vileza a la que hoy demuestra el psicótico incestuoso y delirante mesiánico Javier Milei profiriendo coprolálicas amenazas a los gobernadores y jactándose sin ambages de la intención de entregarle a su ídolo y amigote Elon Musk las minas de litio de Salta, Jujuy, Catamarca y San Juan. Y cuando el ensoberbecido matón Carlos Tejedor (a quien Roca llamara ese catón); el infatuado tísico Bartolomé Mitre y el marrullero botarate Felipe Cabral desataron la guerra civil de 1880 alzando y sublevando a Buenos Aires y su aliada Corrientes contra el gobierno nacional del presidente Nicolás Avellaneda, estaban cometiendo la misma depravación que hoy por hoy perpetran nefastos, siniestros y despreciables personajes como Jorge Macri y Gustavo Valdés o que hasta ayer nomás producían escorias como Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta.
No hay líneas ni la historia se repite en ciclos, no es que esos deleznables personajes del presente que acabo de mencionar sean Rivadavia, Mitre, Tejedor y Cabral redivivos, en absoluto; lo que hay es una incursión por los mismos carriles que transitaron éstos, lo cual de seguir así, indefectiblemente va a tener derivaciones trágicas idénticas a las que hubimos de lamentar antaño o incluso peores. 
Y tampoco hay un Buenos Aires versus Interior, porque la Argentina es una sola e indivisible; lo que sí hay es el pueblo (el de Buenos Aires y el del Interior) versus la oligarquía (tanto la porteña como las provinciales) que encarna el odio, la soberbia, el prejuicio, el sectarismo, la estulticia, la indignidad y la empecinada carencia de un sentido de patria.
Si los argentinos no nos demostramos decididamente dispuestos a y capaces de, concluir con ese statu quo, lo que nos aguarda no es sólo la perdurabilidad indefinida de un orden sistémico injusto, perverso e ignominioso, sino además; la espantosa posibilidad de disgregación nacional.

-Juan Carlos Serqueiros-