lunes, 24 de diciembre de 2012

CIUDAD BAIGON





















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Ciudad Baigón
(Solari)

Porque hay un cielo que está mejor
con pooles de venecita antigua
joden y te engañan con crueldad
porque Positano es muy chico
y jamás va a alcanzar para vos
no va a ser nunca tu paraíso.
Mirá las almas a tu alrededor
mirá el amor que está a tu costado.
Muchos infiernos, diversos, ví
y sin embargo yo aquí paseo
voy apilando puteadas y sigo ofreciendo mis gentilezas.
Te obligan siempre a volar así
en bingo-fuel y ametrallado a sopapos
que la costumbre da por el mandato ruin de los muertos.
Un pobre diablo yo sé que soy
que vá a la vida con arrogancia
en fin. y gracias a dios (¡Por dios!) no sigue nadie
con mis consejos.
Y los notables dicen que envidian a la gente común como vos
y se la pasan tratado de cagar a la horma del queso viejo.
Poder. placer. poder.
Rumores oscuros que confunden la cabeza
y perturban a los corazones secos.
Y va a llegar ese día en que se desvanezcan tus alegrías
y esa llamita que, apenas, sos
se extinga y de ella no quede nada
ni la pregunta de cómo hiciste para aguantar
y gastar tu vida entre todos tus venenos
y temores que te rendían.
Y hasta el gusano que envidian todos
y que sabe muy bien que no está hecho para el amor
ríe del placer de ser tan cruel e inaccesible.

Una viñeta con “contenido social” (como la definió el propio Solari en un reportaje concedido a la revista Rolling Stone), sobre la vida que se lleva en las grandes urbes con la polución, la contaminación ambiental y todo eso con que nos "fumigan" a diario a quienes vivimos en ciudades densamente pobladas.
El título, siempre tan importante en la lírica solariana, es una sutileza del Indio: apela a la reminiscencia de la marca de cucarachicida más conocida del mundo (el popular "Baygón", de la Bayer, cambiando la "y" por la "i", posiblemente para no tener problemas legales, no sé...), para "graficar" mejor la idea de cómo nos envenenan todos los días tanto material como espiritualmente. Y a la vez, está implícita la asimilación de la gente que vive en grandes ciudades, a cucarachas. 
Y bien pensado, hay en eso un mensaje esperanzador: por más que nos envenenen condenándonos a vivir en ciudades contaminadas, la gente que habita en ellas va a sobrevivir; porque las cucarachas existieron desde siempre. Y porque la manera más cruel y despiadada de fumigarnos, no es el Baygón, ni el glifosato, ni los transgénicos; es el desamor.
“Hay un cielo que está mejor”, que es más puro que el de las ciudades contaminadas: el cielo del Mediterráneo (más adelante vamos a ver por qué es el Mediterráneo). A ese cielo que “está mejor”, algunos lo reemplazan con el sucedáneo mentiroso  de “pooles de venecita antigua” con los que “joden y te engañan con crueldad”. Porque en las grandes ciudades contaminadas no hay un mar puro; por eso hay que conformarse -en el mejor de los casos- con una piscina (pool, en inglés). La venecita es un material utilizado en la construcción para revestir piscinas; unas cerámicas, unas mayólicas pequeñas de 2 x 2 cm., y lo de "antigua" es porque antiguamente, hace varias décadas, se usaban esas mayólicas, y luego las modas y tendencias en arquitectura fueron dejando de lado ese material que hoy vuelve a usarse, como símbolo de lujo, distinción y buen gusto.
El cielo limpio podrá ser reemplazado, si tenés guita y cierta dosis de poder, con la ilusión de una piscina revestida en venecita; pero eso no alcanza para salvarte de la fumigación con el más poderoso pesticida jamás “inventado”: la ausencia de amor; porque “Positano es muy chico / y jamás va a alcanzar para vos / no va a ser nunca tu paraíso”. Positano es una pequeña y paradisíaca ciudad del sur de Italia, ubicada cerca de Nápoles sobre el mar Mediterráneo en la costa amalfitana. Es un sitio muy exclusivo, donde no se permiten nuevos residentes permanentes ni edificaciones; sólo las tres mil personas que viven en la ciudad y nada más. No se puede ir a Positano, comprarse un terreno y edificar, por más guita que se tenga; sólo se puede ir de turismo y al tiempo tenés que pirar. Por eso dice "Positano es muy chico y jamás va a alcanzar para vos".  
Y, ¿quién es ese “vos”? Las letras supuestamente “crípticas” que se le achacan a Solari son un mito; ellas siempre pueden entenderse si nos dejamos traspasar por la lírica. Y por si la menesunda de sensaciones y pensamientos nos llevara a perdernos por algún rumbo extraviado; ahí está otra faceta artística del Indio: la gráfica, que oficia de mapa. En este caso, el arte que acompaña a la canción nos muestra una dama veneciana con un antifaz (la impostura, el aparentar ser lo que en realidad no se es), a las puertas de la CIA. El director de la CIA, con su guita y poder, podrá tener una lujosa piscina revestida con venecita antigua; pero eso no lo exime de la prohibición que representa el hecho de que Positano jamás va a ser su paraíso; él nunca podrá vivir allí. A menos, claro, que lo invada, lo conquiste y lo acapare para sí; pero entonces… Positano ya no sería Positano. El Positano verdadero, real, ese… nunca será para él.
Trascartón nomás, insta, conmina casi, a un interlocutor imaginario: “Mirá las almas a tu alrededor / mirá el amor que está a tu costado”, le dice; porque El tesoro de los inocentes / Biengo-fuel es un disco de amor. Nada de él puede comprenderse sin convenir previamente en ello.
El Indio viajó mucho, vió muchas grandes metrópolis contaminadas (“muchos infiernos, diversos, ví”); no obstante, sigue moviéndose en esa Nueva York que le encanta (“y sin embargo yo aquí paseo”, siendo ese “aquí”, Nueva York). Una ciudad a la que ama, aún a pesar de su manifiesta hostilidad (“voy apilando puteadas y sigo ofreciendo mis gentilezas”).
Y es que después de todo, “vivir sólo cuesta vida”, y hay que vivir, no queda otra; por más que la vida se empeñe en cagarte a palos (“te obligan siempre a volar así / en bingo-fuel y ametrallado a sopapos”).  La gran ciudad es así y tenés que vivir así; a los pedos y siempre al límite ("bingo-fuel" es la expresión que usan los pilotos de aviones aludiendo a que tienen el combustible justo para llegar, están al límite. Y de paso, es una de las dos frases que dan título al disco El tesoro de los inocentes / Bingo-fuel; lo cual nos lleva a que esta canción en particular sea, junto a El tesoro de los inocentes, el tema "principal" del disco, para el Indio).
Y esa “manía” de vivir de ese modo infernal, nos viene de nuestros antepasados, siempre fue así la cosa (“que la costumbre da por el mandato ruin de los muertos”).
Resaltar la impostura y el desamor de una señora detrás de su antifaz y del director de la CIA, no va a cambiar el mundo, una canción no va a cambiar el mundo, el rock no va a cambiar el mundo; pero sí tal vez cambie tu forma de ver el mundo (“un pobre diablo yo sé que soy / que va a la vida con arrogancia”). Y se felicita de que nadie siga su opinión: [“en fin. y gracias a dios (¡Por dios!) no sigue nadie / con mis consejos”]. De paso, hay veladamente una referencia al descreimiento del Indio en Dios (notar que pone "dios" así en minúsculas). Son reiteradas sus declaraciones en el sentido de que no cree que haya vida después de la muerte como sostienen todas las religiones; él cree que te morís y listo, chau ("cuando este velador Solari se apague, se apaga y nada más, no hay otra cosa después" es una de su frases predilectas).
Y se viene un garrotazo a los hipócritas que reniegan de su posición, lujo y notoriedad (“y los notables dicen que envidian a la gente común como vos / y se la pasan tratando de cagar a la horma del queso viejo”). A él no le gusta ser notable, no disfruta de eso; pero tampoco le va hipocresía de los que dicen que la gente común vive mejor que ellos, que son notables; eso le parece una mentira. Y por supuesto, es una mentira.
La verdad / consecuencia “poder. placer. poder.”, es innegable. El poder está concatenado al placer, así como el desamor, en tanto incapacidad de sentir y dar amor (“rumores oscuros que confunden la cabeza / y perturban a los corazones secos”); está implícito en la soledad del poder: es el precio a pagar.
Cuando ya el placer y el poder no signifiquen nada (“y va a llegar ese día en que se desvanezcan tus alegrías”), va a ser tarde para que te preguntes por qué te quedaste con esa vida de mierda, tan limitada y envenenada (“ni la pregunta de cómo hiciste para aguantar y gastar tu vida entre todos tus venenos”), no te va quedar ni el recuerdo de la rebeldía adolescente; porque vaya a saber qué miedos (“y temores que te rendían”) te impidieron mandar todo al carajo. Y el Indio está aquí apelando a un recurso muy frecuente en su lírica: el de utilizar una misma metáfora con múltiples significaciones; ya que también alude a su carencia de fe y a su propio convencimiento de que no hay vida después de la muerte como sostienen todas las religiones (asimila lo de “esa llamita que, apenas, sos / se extinga y de ella no quede nada”; con la frase del velador citada anteriormente y que siempre anda pronunciando).
Cuando llegue ese momento, decía, será irremisiblemente tarde para “vos”. Tan terriblemente tarde, que hasta excederá esa tardanza expresada por el Ofe Rivero en Pucherito de gallina, cuando decía “hoy han pasado los años y no encuentro calor de hogar, familia y juventud”. Será muy tarde para "vos", ¿sabés?; porque “hasta el gusano que envidian todos / y que sabe muy bien que no está hecho para el amor / ríe del placer de ser tan cruel e inaccesible”. O sea, tan tarde será…; que ni tiempo para el arrepentimiento tendrás. Lapidario.
Por eso, chabón, no pierdas de vista que El tesoro de los inocentes / Bingo-fuel es un disco de amor. Y sabido es que “si no hay amor que no haya nada entonces, alma mía ¡no vas a regatear!”.

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