viernes, 13 de enero de 2012

MOTORPSICO



Escribe: Juan Carlos Serqueiros

No hay una intensidad de amor o sentimiento que no implique el riesgo de daño paralizante. Es un deber asumir este riesgo, amar y sentir sin defensa ni reserva. (William S. Burroughs)

 

Amor fati: sea este en adelante mi amor. (Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia) 



MOTORPSICO
(Beilinson - Solari)

Siempre tengo a mi lado a mi dios
(así me das más...)
Un susurro muy especial
(así me das más...)
"Motorpsico": el mercado de todo amor
Lo que debes, cómo puedes quedártelo.

Junto a la hemoglobina me fui
y ya no sangro más.
De la nada a la gloria me voy
(¡así me das más...!)
"Motorpsico": el mercado de todo amor
Lo que debes, cómo puedes quedártelo.

Voy jugando de acuerdo al dolor
(fichando de más...)
Mi dios no juega dados, quizás...
...esté a mi favor
"Motorpsico": el mercado de todo amor
Lo que debes, cómo puedes quedártelo.

Una canción que se las trae, hecha de poética directamente sublime y de melodía que se concatena con ella a la perfección de modo de acompañar y realzar la musicalidad propia de las palabras, pero sin eclipsarla lo más mínimo.
Y es —según el Indio— "el lugar más pop al que llegó Patricio Rey". Y yo agregaría que es también el lugar más nietzschiano-kunderiano al que llegó Patricio Rey, pues para mí, “Motorpsico” se le inspiró a Solari desde su lectura de La insoportable levedad del ser (1984), de Milan Kundera.
Después de todo, esa maravillosa obra que es Oktubre (1986), viene impregnada por la movida beatnik, el Mayo del 68, la izquierda americana, la psicodelia, las noches de fernet, la Guerra Fría, Tarkovsky, Orwell y, como veremos seguidamente; es también permeable a lo más revolucionario (no debemos perder de vista que el álbum fue concebido como un homenaje a todas las revoluciones trascendentales): Kundera profetizando la modalidad de amor que adoptará el hombre postmoderno: una que no tiene nada de convencional ni se rige por los valores aceptados tradicionalmente, pero que tampoco puede entenderse como reducida al mero impulso sexual.
Así, la letra de “Motorpsico” enuncia y pinta magistralmente sintetizado en versos que sugieren, permiten atisbar a través de ellos, y que a la vez resuenan como mazazos, lo abordado —y genialmente escrito— por Kundera en su novela (la cual, dicho sea de paso, se inscribe en el realismo mágico y figura, sin dudas, entre las grandes obras de la literatura universal): la tragedia del amor en la postmodernidad. Por otra parte, Solari y Kundera se hermanan en una característica: la ambigüedad; si hay ambigüedad en la poesía del uno, no la hay menos en la descripción de los personajes que hace el otro. Y más aún; la comunión macro conceptual entrambos no acaba allí, sino que se extiende a una misma visión respecto de los personajes que protagonizan sus obras: el Indio afirma: “Yo sé por qué escribí cada cosa, pero no se lo digo a la gente para no arruinarle su experiencia”; mientras que el checo espeta: “la imaginación del lector completa de forma automática la visión del escritor”.
Pero vamos a los bifes: ¿qué vendría a ser eso designado como motorpsico con lo que Solari nos taladra la marota? Y… es el motor del alma, lo que moviliza la psique, digamos; la pulsión que energiza pensamientos, sentimientos, percepciones, ideas y en fin… la revelación, lo que nos permite arribar a una certeza, una sola: la de la recurrencia, esto es, la del eterno retorno a partir de la aprehensión de la noción amor fati, amor al destino. En palabras del propio Nietzsche en Ecce Homo: “La fórmula para expresar la grandeza en un ser humano es Amor Fati: que uno no quiera que nada sea diferente, ni hacia adelante, ni hacia atrás, ni en toda la eternidad. Que uno no se limite a soportar lo que sea necesario y aún menos disimularlo —todo idealismo es mendacidad frente a lo necesario—, sino a amarlo”.
El hablante lírico de la poesía (que implícitamente es Tomás, uno de los personajes descriptos en el libro de Kundera) comienza afirmando: "Siempre tengo a mi lado a mi dios / (así me das más...) / Un susurro muy especial / (así me das más...)". El chabón es un postmoderno sin Dios (así, en mayúsculas) o, en todo caso, con un dios (así, en minúsculas) propio, al cual tiene siempre a su lado: un dios suyo, exclusivo, "su" dios. ¿Y quién o qué es ese dios, ese ladero en el cual se recuesta? Pues… eso que con un susurro muy especial lo conduce a situarse en el estadio que antecede al superhombre de Nietzsche, plenamente libre y resuelto a imponer su voluntad, su facultad de decidir cuándo y cómo regocijarse en el amor, sin ataduras, convencido de que “Dios ha muerto” (porque lo mató el peor de los hombres: el débil, el decadente, el que forma parte del rebaño) y ya despojado de la creencia en que esta vida ha de ser sufrimiento y que en la eternidad nos espera una mejor.
A Tomás (un prestigioso cirujano de Praga, divorciado —con un hijo al cual ha dejado de ver—, anti kitsch furioso, dionisíaco, promiscuo, mujeriego, convencido de que la amistad erótica constituye no sólo la relación ideal con las mujeres, sino además; la única posible —lo espanta la idea de que una de ellas se quede a dormir con él después de la relación sexual— y le tiene pavura a la monogamia) que no le vengan con ese Dios del cristianismo; él es independiente en tanto pertenece a una pequeña minoría, fuerte, tiene el poder de crear su propio mundo, y tiene a su dios, eso que le da más.
Trascartón, se viene el leitmotiv de la canción: "Motorpsico”: el mercado de todo amor / lo que debes, cómo puedes quedártelo. Mercado es el sitio en el cual se intercambian cosas, donde se truecan mercancías entre sí o por dinero (que a su vez, también es una mercancía como cualquier otra). El Indio emplea el término para referirse —figurativamente, claro— al “mercado” en tanto ámbito propicio para el intercambio amoroso, pero su metáfora no se agota en eso, sino que tiene, además; implicancias nietzschianas: es en el Markt, esto es, el mercado, donde Zaratustra habla a la gente allí reunida, interpelándola, anunciándole que Dios ha muerto y predicando el advenimiento del superhombre. Y en el mercado (que en este caso, se acota al hotel y restaurante de una pequeña ciudad checa), Tomás (que de casualidad está allí, porque su jefe —el director del hospital en que trabaja—, está enfermo, no puede ir y entonces lo manda a él en su lugar), conoce a Teresa, la moza, camarera o como quieras llamarle, que también por casualidad —mmm… OK, ponele; para que no digan que soy un turro escéptico e incrédulo— atiende la mesa a la que se sienta él a comer, y días después, por… casualidad —y bueh, ponele también, pero advierto: es la última causalidad, digo, casualidad, que me banco—; Teresa se aparece a la puerta de la casa de Tomás, porque ¡oh, casualidad! ha ido a Praga en busca de trabajo, y… ¿Sabés qué?: ya me harté, ¡casualidad las pelotas!; nada había de casual en todo eso, sino que era el amor aproximándose. Sólo que Tomás… aún no lo sabía. Ah, y séame permitida aquí una digresión: ¿vos creés que es debido a eso que la gilada llama casualidad, que en Oktubre tres de las canciones que lo conforman (“Música para pastillas”, “Motorpsico” y “Canción para naufragios”) tengan letras que abordan temáticas referidas a hechos y situaciones que transcurrían durante la llamada Guerra Fría? Otra vez: ¡casualidad las pelotas!
Retomo la ilación: Tomás necesita de su motorpsico para adquirir la noción de amor fati, y entonces, a partir de la compasión; se le revela el amor que siente por Teresa, admite y toma para sí y sobre sí esa “responsabilidad”, ese “deber ser” inevitable (lo que debes / cómo puedes quedártelo), y se opera en él la metamorfosis: su vida se transforma al pasar del “amor” libertino al amor romántico. Y trágico.
Encima, doblemente trágico, porque Tomás y Teresa mueren (como mueren también Tristán e Isolda, Romeo y Julieta y demás etcéteras), y también porque Tomás experimentará la angustia existencial de debatirse entre amor y libertad (libertad esa que se agota en el sexo sin implicancias sentimentales ni morales y tanto mejor cuanto más guarro y sucio; y amor verdadero, pleno, imperfecto, que dista de la idealización y que no tiene pretensión alguna de ser idílico, sino que es la comprensión del otro —comprender es amar—, pero no desde el ego sino desde la mismísima otredad, desde el otro como otro).
Y preparate para la maravilla, pues vamos a asistir a un par de metáforas del Indio que son antológicas, de esas que a uno lo dejan sin palabras que acierten a calibrarlas y ensalzarlas en toda su inconmensurable riqueza, porque a ver; desafío a cualquiera, aún al más pintado, a que las emparde: "Junto a la hemoglobina me fui / y ya no sangro más. / De la nada a la gloria me voy / (así me das más)". Tomás no sangra más porque obviamente, no puede seguir sangrando un organismo que ya está exangüe, que se fue junto a “la hemoglobina” (y es hermosa en su perfección la forma de expresarlo poéticamente). Pero lo que está muerto es sólo lo que hasta entonces fue un débil y decadente humano: el Tomás-hombre, que fenece para que emerja en toda su portentosa plenitud el übermensch, el suprahumano, el Tomás-superhombre. Y es este último, el Tomás heroico, el que se va de la nada a la gloria. ¿Y cómo lo hace? Pues… trascendiendo el nihilismo (del latín nihil: nada), es decir, la "voluntad a la nada", para alcanzar la gloria asido al deseo del eterno retorno, amando la "fatalidad de todo lo que fue y lo que será". 
Y en la última estrofa se viene la frutilla del postre, la corona para el monarca (y hablando del monarca, ¿te acordás del logo de PR?). En Tomás, a la angustia existencial derivada de la batalla entre amor y libertad que todavía se desarrolla en su interior, se suma el dilema de vivir en un país socialista en el cual ha pasado, de ser un intelectual militante entusiasta de la causa; a ser un perseguido por un régimen que se evidencia como ferozmente opresivo y represor, ya que tras la breve Primavera de Praga, en represalia, las tropas soviéticas invaden Checoslovaquia. Él la va piloteando como puede mientras le es dable hacerlo ("voy jugando de acuerdo al dolor”) y después, cuando las cosas se ponen peor; se decide por aumentar la apuesta (“fichando de más…”). Así, tiene innumerables amantes, se curte a cuanta mujer se le cruce y si es con penetración anal y facesitting incluidos, mejor que mejor. Y manifiesta su oposición al régimen publicando en una revista para intelectuales un artículo sobre Edipo Rey que es una crítica al gobierno. Cuando le piden que lo enmiende y que delate a los editores del artículo, él se niega, lo cual provoca que lo echen de su puesto de cirujano primero, y que le impidan ejercer la medicina después. Entonces, Tomás se gana la vida trabajando de limpiavidrios. Hasta que un día, Teresa sugiere que vayan a vivir al campo y él accede. Pronto, traban relación con los escasos habitantes de la pequeña aldea cercana, Teresa cuida las pocas vacas que tienen y Tomás (que en cierto modo ha recuperado la relación con su hijo, al que había dejado de ver años atrás) maneja el viejo y destartalado camión de la cooperativa local. Una noche, mientras bailan, Teresa le confía a Tomás sus remordimientos: se culpa de que por causa de ella; él, un reputado cirujano, se vea condenado por un régimen oprobioso que lo reduce a manejar un camión y a enterrarse en vida en una aldea. Y él responde: “Teresa ¿no te has dado cuenta de que aquí soy feliz?”. Es que Tomás sabe que nada hubo de casualidad (“mi dios no juega dados, quizás… / … esté a mi favor”, escribe Solari —parafraseando a Einstein, porque la frase Dios no juega a los dados con el universo es suya—).


-Juan Carlos Serqueiros-

LA PUERTA


























LA PUERTA
(Poema de Juan Carlos Serqueiros)


Veces hay en que se cierra
Como hermética, inescrutable
Para que no conozca yo el arcano
Que me desvela, inefable

Veces hay en que se abre
Generosamente
(Engañadora, embustera)
Y entonces, libremente
Pareciera que me es dable
Saber cuanto yo quisiera

Pero las más de las veces, entornada
(¿Entreabierta?)
Se aparece; y entonces
Con mi psique atormentada
Fluctuando entre el saber que ignoro
Y la ignorancia sabida
En eso, después de todo, en eso
Se me va… la Vida!

Ignorar que sé
Saber que no conozco
No sé que sé
O presumo que conozco
Y al final, sólo soy
Humano, eso solo
Nada más, nada menos!

Porque no nos atrevemos
A empujar la puerta
Porque la dejamos permanecer así
Entornada
Cuando podríamos lograr
Que ella esté… siempre abierta
Para ir más allá, hasta donde nos mintieron
Que está prohibido llegar!


-Juan Carlos Serqueiros-

HISTORIAS DE CANCIONES: I PUT SPELL ON YOU



 
 
Escribe: Juan Carlos Serqueiros
 
Una de las grandes, inmortales canciones en la historia de la música del siglo XX es, sin dudas, I put spell on you. compuesta por el bluesman y creador del estilo shock rock Jay Hawkins, cuya letra (en inglés y en castellano) pueden ver a continuación:

I PUT SPELL ON YOU
(Jay Hawkins)

I put a spell on you
Because you're mine.
You better stop
The things that you're doing.
I said "Watch out”!
I aingt lying, yeah!
I aingt gonna take none of your
Fooling around;
I aingt gonna take none of your
Putting me down;
I put a spell on you
Because you're mine.
All right!

PUSE UN HECHIZO EN TI
(Jay Hawkins)

Puse un hechizo en ti
Porque eres mía
Es mejor que dejes
Las cosas que estás haciendo
Te digo “Ten cuidado!”
No estoy mintiendo, yeah!
No voy a tomar en cuenta
Tus tonterías
No voy a tomar en cuenta
Cuando me quieras menospreciar
Puse un hechizo en ti
Porque eres mía
Así es!

Su autor creó la canción a fines de 1955 y la grabó en 1956. Era una especie de reclamo a una novia suya para que volviera con él, ya que ella lo había abandonado.
Hay quienes sostienen que originalmente era una balada y que el productor de la compañía discográfica que editó el tema (una subsidiaria del sello Columbia); Arnold Maxin, pretendía que la canción sonara más contundente, a lo cual Hawkins se negaba, apelando entonces Maxin a organizar una festichola pantagruélica en la cual emborrachó a Hawkins y a todos sus músicos y después los hizo tocar el tema, quedando de esa manera versionado como se lo conocería masivamente; y ya no como la balada que supuestamente había sido en principio.
Pero también muchos afirman que no hubo tal cosa, sino que simplemente el día de la grabación, tanto Hawkins como el resto de la banda estaban absolutamente alcoholizados y que la versión que ese día salió; es la original tal como la concibió su autor.
Después se instaló en el imaginario colectivo la idea de que la canción había sido prohibida y censurada, por entenderse que metafóricamente su temática aludía al canibalismo. Las escenificaciones que hacía Hawkins contribuían no poco a esta creencia. Personalmente creo que todo eso fue sencillamente parte de una gran campaña publicitaria.
Sea como haya sido, se convirtió en un hit (el único en la carrera de Hawkins, por otra parte), y a partir de allí, el hasta entonces cuasi ignoto músico (ex boxeador y ex un montón de cosas más), pasaría a ser conocido como Screamin Jay Hawkins, es decir, Gritón Jay Hawkins. La canción sería versionada posteriormente por una gran cantidad de artistas en todo el mundo (The Rolling Stones, Creedence Clearwater Revival, Nina Simone, Joe Coker, The Animals y muchísimos más), a punto tal que es uno de los temas que con más covers cuenta en la historia de la música.
Particularmente, la versión que más me gusta es la de Creedence Clearwater Revival, a la cual pueden acceder a través de este enlace:

I PUT SPELL ON YOU - CREEDENCE CLEARWATER REVIVAL

Y a continuación, un enlace a la versión del propio autor del tema, Jay Hawkins: