Muchos artistas han pintado cuadros, han escrito poemas y han compuesto canciones que remiten al ocaso y al renacer del sol, y a lo mágico e inefable de la noche, la luna y las estrellas. Muchos, sí...
Pero para mi gusto (que es el de un hombre nacido bajo el signo de Cáncer y que está felizmente casado con una mujer que es a la vez psicóloga, estrellera y artista), nunca nadie lo hizo tan magistralmente como Carlos Di Fulvio, quien se ha expresado acerca de todo ello en metáforas sublimes contenidas en versos que resuenan con una arrobadora musicalidad propia, más allá, incluso; de la bellísima melodía que les puso y de esos acordes rasgueados en crescendos que sacuden el alma.
EL DUENDE SOMBRERUDO
(Carlos Di Fulvio)
Con su sombrero aludo el duende chiquito
corría y corría por el arenal.
Y arriba de la noche, mil ojos de gato,
miraban, miraban al duende jugar.
Pisando en pata pila quebraba ramitas,
llevaba en las manos, grandote, un pincel
y en aquel poncho oscuro que le dio la noche,
pintaba y pintaba un amanecer.
Después se fue por el río en busca de arena,
también juntó piedras en un cañadón.
Y al sacarse el sombrero el duende chiquito,
tras de su ranchito, el sol le alumbró.
También se fue a un aljibe a tirar piedritas,
al dar un mal paso, en él se cayó.
Y a lo lejos un coro de ranas y grillos
cantaba y cantaba un largo arrorró.
Duerme, duerme, duende tu sueño,
que mañana te despertarán
por la noche mil ojos de gato
para verte en la arena jugar.
Si querés acompañarme, descorchamos un vinito y nos aprestamos a disfrutar juntos de “El duende sombrerudo”, en un trip al mundo de las maravillas.
-Juan Carlos Serqueiros-