jueves, 15 de diciembre de 2022

EL DELANTERO CENTRO FUE ASESINADO AL ATARDECER







































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Porque habéis usurpado la función de los dioses que en otro tiempo guiaron la conducta de los hombres, sin aportar consuelos sobrenaturales, sino simplemente la terapia del grito más irracional: el delantero centro será asesinado al atardecer. (Manuel Vázquez Montalbán, El delantero centro fue asesinado al atardecer).

El delantero centro fue asesinado al atardecer es la novela número 14 de la Serie Carvalho, y esa ubicación en la saga de ninguna manera es casual; el genial Manolo así lo determinó, y no es muy complicado deducir los porqués: catorce fueron los años que llevaba el Fútbol Club Barcelona sin salir campeón de la Liga Española, cuando en 1973 llegó al equipo Johan Cruyff (el ídolo futbolístico de Vázquez Montalbán, quien por supuesto, era hincha fanático del Barça) para sacarlo de esa prolongada sequía de títulos; 14 era el número que solía llevar el holandés en su camiseta, y catorce fueron los goles que anotó para el Barcelona en la temporada 1976-1977.
Escrita y editada en 1988, en la novela se narra, en el marco de esa época de la historia peninsular (la España de Felipe González y el PSOE), un nuevo caso de Pepe Carvalho, un detective privado nacido en Galicia que vive en Barcelona, en el coqueto y aristocrático barrio de Vallvidrera, en las faldas del Tibidabo. Ex comunista, ex agente de la CIA norteamericana, y gourmet exquisito que se regala manjares preparados cuidadosamente en selectos restaurantes o por él mismo en su casa, en tanto consumado chef, regados con los mejores vinos y licores; Carvalho es contratado en esta oportunidad por la directiva del "club más poderoso de la ciudad, de Cataluña, del universo" (sic), en alusión implícita (que no explícita; pues el autor no lo menciona específicamente en ninguna de las páginas) al Fútbol Club Barcelona. La institución ha fichado a la estrella del balompié europeo, al jugador más cotizado del mundo: el goleador inglés Jack Mortimer, y desde su llegada al club, se han recibido retóricos e inquietantes anónimos en los cuales se afirma que "el delantero centro será asesinado al atardecer"; por eso se le encomienda al detective investigar el asunto, para lo cual tendrá que asumir el rol de psicólogo deportivo, haciéndose pasar por tal.


Paralelamente a todo esto, otro club catalán, el Centellas, que si bien posee una antigua y valiosa cancha ubicada en un barrio de Barcelona que se ha tornado muy apetecible para los grandes consorcios (¿mafias?) dedicados a emprendimientos urbanísticos millonarios, y ostenta un pasado pleno de pretéritas (y cuasi olvidadas) glorias deportivas; está en franca decadencia, por lo cual, en un aparentemente denodado y supremo esfuerzo por evitar la venta de su estadio y sus consiguientes liquidación y desaparición, ha contratado a un centro delantero: Alberto Palacín, quien otrora fuera un renombrado futbolista español y que tras haber sufrido una grave fractura y haber pasado por el fútbol mexicano, se halla, a sus treinta y seis años, en el ocaso de su carrera deportiva.
Vázquez Montalbán ha plasmado una intrincada trama en la que, so pretexto de abordar y tratar -lo cual hace magistralmente, dicho sea de paso- la temática del fútbol, tanto el de élite como el de divisiones menos favorecidas e infinitamente más modestas; se mete en los entresijos mismos de la sociedad de aquella Barcelona preolímpica, para volcar en las páginas de esta novela (que muy apropiadamente abre con un párrafo de Carl Gustav Jung en El hombre y sus símbolos) su particular visión sobre ella. Los personajes, una joven puta y su chulo, Marta y Marçal, ambos drogadictos y delincuentes de poca monta; doña Concha, una ex trotacalles que tras haber sido la querida de unos cuantos, ha escalado, a expensas de los cuartos que les sacó a esos cuantos, hasta convertirse en una respetable matrona (a la que todavía de cuando en cuando le acomete la urgencia del deseo sexual), dueña de una pensión en la calle San Rafael a la cual va a dar con sus huesos Alberto Palacín, aquel crack que en sus tiempos supo hacer enronquecer las gargantas de los aficionados que festejaban sus goles; el aristocrático Basté de Linyola, mandamás del club poderoso, un empresario y ex político acerca del cual Vázquez Montalbán estampa que "había hecho de la presidencia del club una cuestión de penúltima significación social… le convertía en un poder fáctico y amaba el poder como único antídoto contra la autodestrucción"; y el presidente del club modesto y en riesgo de desaparición, Juan Sánchez Zapico, un comerciante en chatarra y pequeño fabricante de peladillas y garrapiñadas que bajo su apariencia de benefactor y mecenas del bastión deportivo de la barriada, está metido hasta el cuello en la mafia de los especuladores de tierras, son maravillosamente descritos, sueltan parrafadas imperdibles y podría merecer, cada uno de ellos, un sesudo tratado de psicología.
En cuanto al protagonista principal, José Pepe Carvalho Larios, el autor nos lo representa más viejo, hastiado, escéptico, egocéntrico y cínico que nunca, a punto tal que en todo el desarrollo de esta novela, sólo tiene sexo una vez con Charo, no lo intenta con ninguna de las mujeres que aparecen en la trama, y más aún -¡inaudito!- ya ni siquiera se masturba en el baño como solía hacerlo antes; limitándose ahora a engullir cantidades industriales de exquisitos manjares y trasegar hectolitros de finísimos vinos. Su familia está compuesta por Rosario Charo García López, una call-girl, una puta de citas por teléfono, que recibe a sus clientes en su pisito del barrio Chino de Barcelona, que ahora en El delantero centro fue asesinado al atardecer, tiene cada vez menos trabajo, las carnes más pesadas, las formas más macizas, el cuerpo más relleno, y que es la... ¿novia? de Carvalho, quien la conoce desde 1971, y es la única mujer hacia la cual él experimenta una especie de afecto mezclado con atracción, costumbre, paciencia y compasión, mélange esa que, dada su índole egoísta, es lo más aproximado al amor que él es capaz de sentir; José Biscuter Plegamans Betriu, "un feto rubio y nervioso condenado a la calvicie", con "facciones de hombre que no ha crecido demasiado" y con "cabeza de hijo de fórceps", en las poco amables palabras del propio Vázquez Montalbán (que ha volcado, inadvertidamente o adrede, vaya uno a saber, mucho de sí mismo en el personaje) a quien Carvalho conoció en los 60, en la cárcel a la cual habían ido a dar él por comunista y Biscuter por ratero, y a quien años después, en 1974 o 1975, reencuentra en Barcelona, saca de las calles para que no se convierta nuevamente en víctima propiciatoria para la prepotencia policial y en carne de prisión, y lo hace su devoto y fiel ayudante; Enric Fuster, persona cultísima, solitario empedernido y de profesión gestor, combinación de abogado y contador, que tiene su casa situada también en el exclusivo barrio de Vallvidrera, a pocos metros de la del detective, de quien es amigo, asesor legal y contable -el único contacto que mantiene Carvalho con el ámbito de las leyes comunes y los impuestos, esos de los que reniega y que invariablemente tarda hasta la morosidad en pagar-, y compinche de juergas gastronómicas y etílicas que invariablemente culminan en memorables borracheras; y Francisco Bromuro Melgar, un personaje insólito, falangista y fascista enragé, xenófobo, ex soldado de Franco y ex legionario, devenido en lustrabotas y confidente de Carvalho, a quien le suministra preciosos datos referidos al submundo de la marginalidad y el hampa de Barcelona, que vive con la obsesión de que los poderes de turno le echan bromuro (de ahí su apodo) al agua, como estupefaciente destinado a adormecer las entendederas y reprimir la sexualidad de la gente.
Precisamente, la muerte del pobre Bromuro, acaecida sobre el final de la compleja trama, es uno de los indicadores que nos ponen de manifiesto a las claras que El delantero centro fue asesinado al atardecer no es simplemente una novela más de entre las de la Serie Carvalho; sino que el autor la considera uno de los hitos fundamentales de la saga.
En resumen, una viñeta crudelísima (quizá demasiado), una novela extraordinaria que, pese a las más de tres décadas transcurridas desde su concepción y publicación; conserva una sorprendente actualidad, con un desenlace (no se preocupe, que no voy a contárselo) inesperado y... descorazonador, desesperanzador, dirán algunos, tal vez. El genio del bueno de Manolo Vázquez Montalbán (al que sólo puedo encontrarle un par de defectos: haber sido comunista y no haber nacido argentino -que largamente merecía serlo-), raya aquí a gran altura, palabra de honor.


Mire, no se lo pierda, es un buen libro, ¿sabe? Y por si usted -Dios no lo permita- pertenece al club de los miserables que se resisten a gastar unos pocos pesos en una de esas obras que hay que leer sí o sí; siempre le queda el recurso de delinquir en complicidad conmigo, pidiéndome que se lo mande por e-mail en formato electrónico.
Como sea, empéñese en ser bueno consigo mismo: regálese el placer de disfrutarla. Amén.

-Juan Carlos Serqueiros-

lunes, 5 de diciembre de 2022

CHAMPAÑA PARA UNO


Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Champaña para uno (Champagne for One, en el original inglés), escrita y editada en 1958, es una novela policial de Rex Stout (n. 01.12.1879 - m. 27.10.1975, EE.UU.) protagonizada por el personaje por él creado: Nero Wolfe.


Éste es un detective de origen montenegrino radicado en Nueva York, que además de ser un genio; es un consumado gourmet, reputado como uno de los más exigentes del mundo. Vive en una sólida y espaciosa casa de piedra rojiza situada en la calle 35 Oeste, cerca del Hudson, en compañía de sus empleados: su ayudante, Archie Goodwin; su cocinero, el chef alemán Fritz Brenner y su jardinero Theodore Hortsmann, y cultiva orquídeas en el invernadero de su terraza. Increíblemente gordo, antipático, excéntrico, lector empedernido y erudito, misógino, cuasi misántropo, incansable bebedor de cerveza y consumidor sólo de los deliciosos platos que para él cocina su chef; no sale jamás de su casa ni modifica sus inflexibles reglas, tiene solamente un amigo al cual ve en las contadísimas oportunidades en que acude a comer al restaurante de éste, el Rusterman, y se vale para sus investigaciones de su ayudante, que es como sus ojos, brazos y piernas.
En esta oportunidad, Archie Goodwin es invitado a un evento, una fiesta anual que una dama que hace filantropía da en honor de las madres solteras a las que ha ayudado y durante el cual una de ellas muere. ¿Suicidio o asesinato? Muy a pesar suyo, pues detesta verse obligado a trabajar; le tocará a Nero Wolfe resolver el misterio en el que su ayudante se ha visto envuelto. Una trama interesantísima y densa que atrapa de principio a fin.
Lamentablemente, no hay nuevas ediciones de la obra de Rex Stout, por lo cual quien desee leer la novela; deberá buscarla en alguna librería de viejo o bien, si lo prefiere, pedirme que se la envíe vía e-Mail en formato digital, a lo que desde luego, accederé muy gustoso.
Hasta la próxima y que disfruten de la lectura.

-Juan Carlos Serqueiros- 

miércoles, 23 de noviembre de 2022

TMO Y VAR ¿SON LO MISMO?








Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Leí en las redes sociales muchos comentarios en los que se procura asimilar el VAR (Video Assistant Referee) del fútbol al TMO (Television Match Official) del rugby, los cuales derivaron en el debate acerca de si VAR sí o no. ¿Son lo mismo TMO y VAR? ¿Son necesarios? Veamos.
El incremento exponencial de la velocidad en el juego, tanto en el fútbol como en el rugby y otros deportes, trajo aparejada la necesidad de apelar a la tecnología para atenuar el inevitable error humano a la hora de impartir justicia deportiva. Entonces hay, claro, una similitud, pero ojo al piojo: similar no es igual, y además; la similitud entre VAR y TMO tiene también algo de aparente, porque se agota en lo meramente tecnológico (e incluso eso; hasta por ahí nomás).
En rugby, la adopción de la tecnología por parte de la IRB se hizo con dos objetivos fundamentales: ayudar a evitar o por lo menos reducir al mínimo posible las incorrectas decisiones arbitrales, y para preservar aún más la integridad física de los jugadores. ¿Puede ese aguantadero de delincuentes llamado FIFA decir lo mismo? Sí, claro, puede declamarlo hasta el hartazgo; lo que no puede, es evidenciarlo en los hechos concretos, demostrarlo en la realidad efectiva.
El TMO del rugby tiene una diferencia sustancial, enorme, con el VAR del fútbol, y ella reside en que la comunicación entre el árbitro y el oficial es pública, es decir, la escucha todo el mundo, y además; todo el mundo puede ver las imágenes, tanto el espectador que se encuentra en el estadio, a través de las pantallas gigantes; como también el que está en su casa mirándolo por la tele. O sea, las eventuales dudas y controversias se resuelven allí mismo, en el partido, independientemente del tiempo que demande hacerlo, es decir hay TRANSPARENCIA, cosa que en el fútbol no hay.
Por supuesto, eso no significa que la IRB sea un mundo ideal y utópico en el que no hay incorrección, injusticia y/o deshonestidad alguna; pero allí esas miserias humanas están acotadas, son la excepción y no la regla corriente como ocurre en la FIFA.

-Juan Carlos Serqueiros-

sábado, 12 de noviembre de 2022

NO SIEMPRE



























NO SIEMPRE
(Poema de Juan Carlos Serqueiros)

No siempre es tan seguro
El puerto que creemos seguro,
No siempre el “para siempre”
Es en verdad para siempre;
Hay tempestades en los puertos
Y “para siempre” son instantes.

No siempre es el sol
Dorado abrigo para los pobres
Cuando abrasa la razón
Y se encienden las pasiones,
Cuando se nublan los ojos
Velados tras mil dolores.

No siempre guarda el pasado
Historias para contar
Y hay páginas borroneadas
Que uno prefiere olvidar,
Tachaduras y frases cortas,
Sombras, llanto y soledad.

No siempre ha de ser la luna
Un plateado medallón de ausencia;
Suele obsequiar con la presencia
Gentil de una hija suya
Y a todos prodiga la magia
Esa que hace subir las aguas.

No siempre es helado agosto
Ni siempre es bochornoso enero;
Yo supe arder en invierno
Y me he congelado en verano,
Y fue en abril que mis sueños
Con otros sueños se encadenaron.

-Juan Carlos Serqueiros-

lunes, 24 de octubre de 2022

UTOPÍA, DISTOPÍA, HISTOPÍA






















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

El pasado 9 del corriente, una publicación de historia: la revista Histopía, subió a su página en Facebook la misma foto que oficia de portada de este opúsculo, acompañada con el siguiente epígrafe: “Cancha de Newell's Old Boys en Santa Fe. General José Felix Uriburu, Leopoldo Lugones y Lisandro de la Torre en el palco oficial presenciando el encuentro Newell's - Unión de Santa Fe, 1931” (sic).


Debo decir por mi parte, querido lector, que una revista supuestamente especializada en historia, no tendría que incurrir en errores tan groseros como confundir los personajes históricos y asignarles identidades falsas. Porque quien aparece en la foto, no es "Leopoldo Lugones", como se consigna en el epígrafe; sino Alejandro Carrasco, quien por esa época, era el comisionado municipal de Rosario. Además, los retratados no están en “el palco oficial", sino simplemente sentados a la vera del campo de juego, y no es la “cancha de Newell’s Old Boys en Santa Fe”, sino, en todo caso; "la cancha de Newell’s Old Boys en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe".
Pero mejor, veamos cuál es la verdad: la foto fue tomada el domingo 29 de marzo de 1931, en ocasión de disputarse un partido de fútbol amistoso entre el primer equipo del club anfitrión y su similar de Unión de Santa Fe, cotejo en el cual el puntapié inicial lo dio Lisandro de la Torre. En ella aparecen, de izquierda a derecha: Guillermo Rothe, interventor del gobierno de la provincia de Santa Fe; José Félix Uriburu, quien se auto atribuía el cargo de “presidente provisional” de la República luego de la revolución que depuso al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen; Lisandro de la Torre, creador y jefe del partido Demócrata Progresista, y (por entonces) amigo personal de Uriburu; y Alejandro Carrasco, comisionado municipal de Rosario.
El contexto era el siguiente: Uriburu había convocado, a través de su ministro del Interior, Matías Sánchez Sorondo, a elecciones en todo el país, las cuales se realizarían de manera escalonada, principiando por la provincia de Buenos Aires, donde estaban previstas para el domingo 5 de abril; y continuando con la de Santa Fe, donde se anunciaron para dos semanas después de las de Buenos Aires, el domingo 19 de abril. La intención de Uriburu era que Lisandro de la Torre llegara a la presidencia de la República; entonces, el interventor por él designado en Santa Fe, Rothe, creía necesaria su presencia allí, de modo de prestigiar con ella la candidatura demócrata progresista de Luciano Molinas y que así se evidenciara públicamente el apoyo presidencial a De la Torre. Uriburu accedió de buen grado y viajó a Rosario el 28 de marzo, en que concurrió a una cena protocolar, y al día siguiente, domingo 29, a la cancha de Newell's.
A veces, Histopía se empeña en demostrarnos lo difícil —o imposible— que resulta transformar la utopía (en este caso, lo utópico sería la pretensión de que la historia sea narrada correctamente) en una realidad tangible. Quizá sea por eso que recurre a la representación ficticia, esto es, la distopía.
En fin... "Así son los sabios: no saben", escribió certeramente Julio Verne en Veinte mil leguas de viaje submarino. 

-Juan Carlos Serqueiros-

sábado, 15 de octubre de 2022

PREGUNTAS POR LLANTO





































PREGUNTAS POR LLANTO
(Poema de Juan Carlos Serqueiros)

¿Cómo habrá sido la muerte
De las hojas caídas que piso?
¿De qué muerte habrán muerto
Las horas muertas que vivo?
¿Acaso habrán sido mis héroes
En alguna ocasión malvados?
¿Qué jirones de mi piel
Me habrá arrancado la infancia?
¿A dónde habrán ido los besos
(Digo, aquellos que no di
Y aquellos que no me dieron)?
¿Qué ecos tendrán mi silencio?
¿De qué estarán hechos mis sueños?
¿Por qué no puedo apresar el viento?
¿Por qué he de sufrir el hastío
Insoportable de mi tiempo?
¿Tanto me ama esta tristeza
Que siempre viaja conmigo?
¿Qué vino bebieron los labios
Que se negaron a compartirlo?
¿Para qué navegar tantos mares
Sin anclar en ningún puerto?
Preguntas que se hacen llanto
(Llanto que llorar no puedo)
Palabras que son olvido
Respuestas que son misterio
Sin embargo; mi alma espera
Y te presiento día y noche
Aunque nunca te haya visto
Y aunque a tu nombre lo ignore.

-Juan Carlos Serqueiros-

Imagen: Adrian Borda, “Please Don't Break Now (Por favor no te rompas ahora)”, óleo sobre tela, contemporáneo.

jueves, 6 de octubre de 2022

EN CIERTAS CIRCUNSTANCIAS, HASTA LAS ANTÍPODAS PUEDEN CONFLUIR



Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Decía el general Perón que todo aquel que luchara por la misma causa que el peronismo era un compañero, pensara como pensase. 
Si buceamos en nuestra propia historia, encontraremos varios ejemplos de cómo hombres que se encontraban en las antípodas del pensamiento los unos de los otros, supieron oportunamente dejar de lado sus diferencias cuando entraron a tallar cuestiones humanitarias o percibieron el llamado de un interés que atinaron a comprender como trascendental a todos los demás: el del país.
Así, el ultraliberal y antirrosista Nicolás Avellaneda no trepidó en designar en el ministerio de Relaciones Exteriores primero, y después en la cartera de Interior, al doctor Bernardo de Irigoyen, quien no sólo jamás renegó de su rosismo; sino que además hasta tenía el salón de su casa pintado de rojo punzó. Y cuando Avellaneda tuvo que responder a las feroces críticas de los diarios por "tener el tupé" de nombrar canciller a "un mazorquero", al "albacea de Cuitiño"; quien salió a defender a Irigoyen fue nada menos que Héctor Varela, hijo de Florencio, rabioso unitario.
Y ya que mencioné a don Bernardo de Irigoyen, cabe agregar que su adhesión a Rosas y a su política, no le impidió estimar y valorar a Sarmiento, nada menos; quien por otra parte, cuando fue presidente no dejó que su antirrosismo visceral lo privase de nombrar a Irigoyen procurador del Tesoro, para defender el interés de la nación frente a las pretensiones de la corona española que pretendía que la indemnizáramos por los perjuicios económicos que sus súbditos habían debido sufrir en tiempos de la revolución de Mayo y la guerra por nuestra independencia.
Más cerca en el tiempo, cada vez que así lo demandó el provecho del país, dos ilustres estadistas argentinos tuvieron la grandeza de hacer a un lado sus profundas, abismales, diferencias, y de subordinar cualquier oportunismo político a los supremos intereses de la patria: a mediados de 1912, Roque Sáenz Peña, por entonces presidente de la República, designó a Julio A. Roca ministro plenipotenciario ante el Brasil, en el marco del convenio al que se había arribado con dicho país para limitar ambas naciones la adquisición de nuevos acorazados, luego de superar una etapa especialmente difícil y de gran tensión en las relaciones bilaterales. Así, no vacilaron el uno en llamar a su mayor enemigo político para encomendarle una alta misión; y el otro, en aceptarla y cumplirla porque así lo requería el deber para con la nación. Y cuando en 1913 Sáenz Peña, ya muy aquejado de la enfermedad que lo llevaría finalmente a la tumba, pidió al congreso licencia por tiempo indeterminado; Roca, en un gesto que enaltecerá por siempre su memoria, pidió a los senadores y diputados que respondían a su orientación política que la concedieran, destacándose incluso el discurso en tal sentido de su propio hijo, a la sazón diputado por Córdoba. El 9 de agosto de 1914 falleció el presidente Roque Sáenz Peña y en sus funerales, que se realizaron el 11, uno de los que llevaban los cordones de la cureña que transportaba el féretro, era el general Roca.
Y diré más: el propio Perón no vio inconveniente alguno, por lo contrario; en elegir a un otrora enconado crítico suyo y tenaz opositor a su gobierno: el doctor Vicente Solano Lima, para acompañar en la fórmula a Cámpora. Y después, durante su última presidencia, lo designó como su secretario general. Idéntico criterio siguió Perón cuando hizo ministro de Economía de Cámpora y luego suyo, a José Ber Gelbard, que era comunista.
Contrastando con lo antedicho, hay que recordar que en 2012 los partidos de la oposición rechazaron la invitación que se les hizo para acompañar a la por entonces presidenta de la República, Cristina Fernández de Kirchner, a la reunión del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas en que se trató la cuestión Malvinas. Y por estos días, al perpetrarse un atentado contra la vida de la actual vicepresidenta, esos mismos no sólo se negaron a repudiar y condenar semejante aberración, sino que además; todo parece indicar que han sido los instigadores y financistas del intento de magnicidio.
Imagino, estimado lector, que coincidiremos en que la causa Malvinas hace al supremo interés nacional, y en que la pretensión de suprimir mediante el asesinato a la principal figura política del país es lisa y llanamente miserable, ¿no? Bueno, algunos no lo entienden así, y prefieren mostrar la peor de sus aristas, la más ruin, privilegiando conveniencias partidarias en procura de oscuros intereses sectoriales.
Que lo parió, dijo Mendieta.

-Juan Carlos Serqueiros-

lunes, 3 de octubre de 2022

QUINTETO DE BUENOS AIRES







































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Otra novela del gran Manolo Vázquez Montalbán. Y también de la serie Carvalho, el detective gallego afincado en Barcelona, que vive en el coqueto barrio de Vallvidrera, tiene un ayudante ex presidiario: Biscuter, y una novia call girl: Charo, y ya sea que haga un frío de helarse o un calor de morirse; igual mantiene el rito de encender religiosamente la chimenea de su casa, quemando en ella cada noche un libro, hasta agotar su biblioteca.
En esta oportunidad, Pepe Carvalho accede al pedido de un "tío de América" (como sabrá usted, mi querido lector, todo español que se precie de tal, necesaria y obligatoriamente tiene que tener un tío en América, desde luego), quien recurre a sus cualidades detectivescas en pos de encontrar a su hijo (y por ende, primo de Carvalho), quien se salvó de morir a manos de los genocidas de la tiranía cívico-militar que asoló la Argentina desde 1976 hasta 1983, para terminar desapareciendo en plena democracia.
Así, Pepe llega a esa Buenos Aires post dictadura, arrullada ahora por los tangos que canta la Gata Varela, y entre sus infaltables y consabidos deleites de gourmet se van sucediendo los personajes: ex guerrilleros y ex represores, en una melange que nos pinta la situación de aquella Argentina recientemente vuelta al orden constitucional.
Carvalho está más cínico y escéptico que de costumbre (lo cual no es poco decir). Se siente cansado y abrumado por una vejez que se le antoja inminente, y para colmo; Charo lo abandonó.
En fin, para quienes somos compulsivamente adictos a Carvalho, se trata de una novela imperdible —como todas las que protagoniza—. Y para quienes no lo son, si no leyeron aún el libro, entonces háganlo; les aseguro que no se van a arrepentir.

-Juan Carlos Serqueiros-

miércoles, 28 de septiembre de 2022

DE TRANSMISIONES PRESIDENCIALES TRAUMÁTICAS







































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

El 12 de octubre de 1922, el presidente saliente, Hipólito Yrigoyen, aguardó en la casa de gobierno al entrante, Marcelo T. de Alvear (electo tras haber ganado, in absentia, los comicios nacionales del 2 de abril y ser proclamado por los colegios electorales el 12 de junio), quien venía dirigiéndose a la Casa Rosada para la tradicional ceremonia de traspaso de los atributos presidenciales, luego de haber jurado el cargo ante la Asamblea y pronunciado su discurso inaugural en el Congreso.



El mes anterior, Yrigoyen, rompiendo el protocolo, había ido al puerto a recibir en persona a Alvear, que regresaba al país en el buque Massilia, estrechándolo en un abrazo. Una abigarrada y entusiasta multitud saludó al electo y lo aclamó hasta el delirio.


Parecía que la estima y el afecto profundo que mutuamente se profesaban, había primado por sobre las antiguas diferencias habidas entrambos, limándolas definitivamente. 
Resulta difícil imaginar extremos tan opuestos, antípodas tan distantes, como Alvear e Yrigoyen, conviviendo en armonía en un mismo espacio político. Aristócrata, mundano, conciliador, expansivo, generoso, temperamental, enfant terrible, el uno; enigmático, inflexible, desconfiado, tenaz, personalista, intransigente, caudillo, el otro.
Retomando la ilación, decía entonces que parecía que los pretéritos desencuentros entre ellos, habían llegado a su fin. Parecía. Más temprano que tarde se vería que no era así.
Aquel 12 de octubre, un Yrigoyen circunspecto, grave, adusto, al frente de su gabinete en pleno, aguardó en el Salón Blanco a un Alvear exultante, le colocó la banda (correctamente, quiero decir; luego de enmendar el fallido de ponérsela al revés, tal como se ilustra en la caricatura de Caras y Caretas que oficia de portada de este artículo), le entregó el bastón, le estrechó la mano y se retiró inmediatamente. Poco menos que en andas, lo sacaron a la plaza de Mayo, desbordada de radicales enfervorizados que coreaban su nombre. Dificultosamente, consiguieron que accediera a meterse en un automóvil, del cual descendió en la avenida de Mayo para entregarse al delirio de la gente que lo aclamaba. A partir de ese momento, se torna nebuloso determinar exactamente cómo siguió el día de Yrigoyen después del traspaso presidencial, porque algunos cronistas consignaron que "por fin, después de inmensos esfuerzos se consigue que suba" (al automóvil con un neumático de repuesto en el techo que podemos observar en la imagen, se refieren); mientras que otros afirmaron que "tomó un tranvía rumbo a Palermo, dispuesto a pasear" (el que también aparece en la foto, con una publicidad de anís Flor de Siria).


Mientras todo esto ocurría, Alvear dispuso para sí un alto en los actos protocolares (los cuales se hallaban en el punto de los plácemes, felicitaciones y buenos augurios que, con un apretón de manos, era de estilo brindar al flamante mandatario), para poder contemplar a través del ventanal del despacho presidencial, el espectáculo de la plaza con la gente rodeando a Yrigoyen. Y José María Rosa agrega un comentario: "Tal vez en lo íntimo comparará la cola escueta de quienes felicitaban al que entraba con la eclosión desbordante a quien se va". 
Puede que así haya sido, chi lo sa; pero particularmente, no coincido con esa percepción del venerable maestro don Pepe: Alvear no era envidioso, la cola de los que estrechaban su mano de ningún modo era "escueta"; sí estaba, lógicamente, limitada por la capacidad del salón, y entre los que ovacionaban a Yrigoyen, seguramente no se contaban los familiares de las víctimas de la tristemente célebre Semana Trágica.
Volvamos a Alvear: lo sacó de su contemplación desde los ventanales la urgencia apremiante del escribano de gobierno que lo instaba a proseguir con los actos oficiales, tomando juramento a los ministros de su gabinete. 
Y es hora de consignar que la asunción presidencial de Alvear fue la primera en nuestro país en ser transmitida en vivo por aquella Radio Argentina, propiedad del iniciador de la radiodifusión nacional, Enrique Susini, quien había sido elogiado y felicitado por Yrigoyen un par de meses antes.
Existe la creencia, por tradición oral principalmente, de que concluidas ya todas las ceremonias, sobre las 20 hs., el presidente que acababa de asumir el cargo llamó por teléfono a su esposa Regina Pacini, quien lo aguardaba en el palacio Fernández Anchorena (actual sede de la Nunciatura Apostólica), en el 1605 de la avenida Alvear, que había sido cedido para Residencia Presidencial provisoria, avisándole que se proponía "ir a cenar a lo de Hipólito para charlar a solas con él". 
¿Comieron juntos Yrigoyen y Alvear esa noche en la mítica cueva del Peludo situada en Brasil 1039 del barrio de Constitución? Es probable que así ocurriera; por lo pronto, la objeción formulada acerca de la supuesta imposibilidad de ello en razón de que los actos oficiales de asunción presidencial implicaban la asistencia del nuevo mandatario a la tradicional velada de gala en el teatro Colón, no tiene asidero: la misma se realizó, sí, y concurrieron Alvear y su esposa; pero dos días después, en la noche del 14 de octubre, ocasión en que se representó la ópera Aida, de Verdi. 
Sea como fuere, lo real y concreto es que más allá del tradicional acto de transmisión del mando; aquel 12 de octubre volvieron a reunirse en algún momento, tal como en sus Memorias Íntimas lo cita el ministro de Relaciones Exteriores de Alvear, Angel Gallardo. Narra éste que ese día Yrigoyen le pidió de favor a Alvear que lo dejara rubricar una serie de decretos de nombramientos diversos que "no había tenido tiempo" (?) de firmar antes, los cuales se publicarían en el Boletín Oficial con fecha antedatada al 12 de octubre. La natural bonhomía de Alvear lo impulsó a consentir en ello, y -siempre según Gallardo- "con ese pretexto constituyó Yrigoyen un segundo gobierno en la casa de Salaberry, desde donde pretendía seguir manejando el país".
Lo del gobierno paralelo que había instalado Yrigoyen (y que Alvear desmontó con mano firme) es un hecho histórico absolutamente comprobado y significó, si no una fisura insoldable en la relación entre ellos; sí el nacimiento de una marcada desconfianza hacia el primero por parte del segundo, la cual incluso se exacerbó, si tenemos en cuenta los relevos y cambios que introdujo el último en Campo de Mayo a partir del rumor que corría acerca de una conspiración militar yrigoyenista. 
La ruptura del radicalismo en personalistas (yrigoyenistas o peludistas) y antipersonalistas (alvearistas o azules, después llamados "contubernistas" por los yrigoyenistas, por su acercamiento a los conservadores) comenzaba a ser notoria. Y pasaría a evidenciarse como una realidad tangible.


Seis años después, el 12 de octubre de 1928, la escena de transmisión de la presidencia se repitió, y con los mismos actores, pero invertidos sus roles: el presidente entrante era Yrigoyen (que había ganado el 1 de abril las elecciones en todo el país excepto en San Juan -donde se abstuvo-, y que había sido proclamado por los colegios electorales el 12 de junio); y fue Alvear quien tuvo que hacerle entrega de los atributos.
Y una vez más la ceremonia fue traumática: luego de colocarle la banda a Yrigoyen y depositar en sus manos el bastón; Alvear se retiró por la explanada que da a Rivadavia. Allí lo esperaba una nutrida concurrencia de radicales peludistas que se habían convocado (por propia iniciativa o vaya uno a saber instigados por quién) para "saludarlo" con una estruendosa silbatina y "bendecirlo" con el grito de "¡traidor!". Alvear, que no era de los que se arrean con el poncho, se les fue encima como chancho a la batata. Sólo la oportuna intervención de sus ministros que lo acompañaban, evitó que aquella tragicomedia ridícula se tornara drama.
El que no pudo eludir el drama fue nuestro país, porque usted bien sabe, estimado lector, que lo que comienza mal, suele terminar peor: menos de dos años duró el gobierno de Yrigoyen que fue derrocado por la revolución del 6 de setiembre de 1930. Ni él pudo concluir su mandato, ni Alvear (que si bien no aplaudió la destitución de Yrigoyen; sí la entendió como esperable y lógica -"tenía que ser así", dijo- y no se privó de abundar en consideraciones sobre la ineptitud del Peludo y de emitir un lapidario "gobernar no es payar") pudo coronar su anhelo de volver a ser presidente.
Pese al agua que corrió bajo el puente, después de muchos desencuentros traducidos en tantos mandobles como se cruzaron Alvear e Yrigoyen; el primero visitó al segundo tres días antes de su muerte, el 3 de julio de 1933, y a su fallecimiento, presidió los actos populares de su entierro.
No por nada el sagaz e irónico Matías Sánchez Sorondo había pronunciado en 1925 aquella frase ferozmente mordaz: "Los radicales son como los esposos mal avenidos: se pelean todo el día, para acostarse juntos de noche".

-Juan Carlos Serqueiros-

viernes, 23 de septiembre de 2022

URGENCIA Y CALMA
























URGENCIA Y CALMA
(Poema de Juan Carlos Serqueiros)

Nos desnudamos entre besos
Ya avanzada una mañana
Para satisfacer esa urgencia
Que la distancia postergara
Y me conocí por fin tuyo
Y pude al fin sentirte mía
Por esa magia que nunca supo
De temores ni de dudas.

Se borraron los ayeres
Los callejones, los fantasmas
Y al viento esparcimos cenizas
De dolores que atormentaban.

¡Cuántos años han pasado
Vieja y fiel amiga mía
Desde aquella mañana avanzada!…
Pero es hoy la misma magia
Cuando la sangre se enciende
Y el deseo nos arrebata
Cuando en tu puerto de ensueño
Se queda anclada mi barca.

Luego apoyas tu cabeza en mi hombro
O la mía descanso en tu seno
Y celebramos con besos calmos
Este milagro de amor perpetuo.

-Juan Carlos Serqueiros-

lunes, 19 de septiembre de 2022

ESCRITO EN CELESTE Y BLANCO






















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Es un grave error —y hasta diría que una estupidez abjurar del nacionalismo en aras de un cacareado universalismo que, por desgracia y para vergüenza y oprobio de la humanidad, no existe todavía traducido en una realidad tangible en tanto se trata (al menos, hasta ahora y previsiblemente también en el futuro más o menos inmediato) de un postulado, una aspiración. Noble, loable y deseable, claro, desde luego, pero de todos modos; sólo un mero anhelo.
Obviamente, me refiero a nacionalismo en el estricto sentido del término, esto es, el ejercicio efectivo y la defensa de, la nacionalidad; siendo ésta la convicción y el sentimiento de que se pertenece a una comunidad determinada, la cual habita un mismo territorio, utiliza los recursos que hay en él, y comparte con sus semejantes los valores, símbolos, idioma, tradiciones, usos y costumbres que la distinguen entre las demás naciones del mundo.
Entonces, la nacionalidad viene a ser así la consciencia plena de que, ya sea por haber nacido allí o por haber optado por vivir en él e integrarse al mismo; ese país nos es propio, nos corresponde, en una proporción de uno sobre la cantidad de habitantes que lo pueblen. Es decir, mi patria, la Argentina, es mía en proporción de uno sobre cuarenta y cinco millones. Y en ese convencimiento la siento y razono.
Asimismo, la nacionalidad es perenne y no caduca ni siquiera en la extrema circunstancia de haber desaparecido su expresión jurídica; porque es, en definitiva, nada menos que la comunión entre el alma y las fuerzas telúricas en el altar del amor al propio pueblo.
Y si es repudiable (que lo es, sin duda) la exacerbación del nacionalismo hasta caer en lo repugnante y odioso de la xenofobia, de lo declamatorio y estéril del patrioterismo, y de lo patéticamente ridículo del chauvinismo; no lo es menos el incurrir en el desprecio por la nacionalidad y en la infamia de negarla o traicionarla.
Hay una herida a restañar. Hay una derrota a trocar en victoria. Hay una patria a la que le falta una parte. Y por lo tanto; hay una porción de tierra nuestra, tuya, mía y de todos, a recuperar.

-Juan Carlos Serqueiros-

viernes, 16 de septiembre de 2022

DESENCANTO



































DESENCANTO
(Poema de Juan Carlos Serqueiros)

Yo sabré acallar mis pasos
Para que de ellos no llegue
Ni tan siquiera su eco sordo
Denunciando que me marcho
A mis labios les pondré candado
Para no pronunciar un “te quiero”
Y adelgazaré mis palabras
Hasta que se tornen silencio.

Que no se guarde de lo que fui
Ni los jirones de algún recuerdo
Cuando me adentre en la noche
Más helada de este invierno.

Cerraré fuerte los ojos
Cuando los quiera anegar el llanto
Para que sean los sentimientos
Mi secreto mejor guardado
De mi sangre sujetaré las ansias
No manifestaré ningún deseo
Y un espeso manto de niebla
Tenderé sobre lo que pienso.

Me volveré todo de piedra
Y me pondré un corazón de acero
Para no traslucir emociones
Aunque yo... muera por dentro.

-Juan Carlos Serqueiros-

domingo, 11 de septiembre de 2022

QUIERO









































QUIERO
(Poema de Juan Carlos Serqueiros)

Quiero que ardan mis versos
En la hoguera de mis anhelos
Quiero que surja una flor
De la tumba del pensamiento
Quiero habitar un universo
Hecho todo de sentimientos
Quiero vivir para siempre
Siendo esclavo de mis sueños
Quiero arrebatarle a un fantasma
La caricia que no me ha dado
Quiero borrar la memoria
De la noche de mi pasado
Quiero que rompa la aurora
Con todo lo trajinado.

-Juan Carlos Serqueiros-