sábado, 21 de enero de 2023

BORGES Y PIAZZOLLA. CUANDO CHOCARON DOS GENIOS

















Escribe: Juan Carlos Serqueiros


Lo que pasó es que fui el único que se animó a refutar a Borges. (Astor Piazzolla)

Piazzolla no siente lo criollo. (Jorge Luis Borges)

Han transcurrido ya casi 57 años desde que salió este disco: "El tango", de Astor Piazzolla y su Quinteto Nuevo Tango, con la participación de Edmundo Rivero en canto y de Luis Medina Castro en recitación. Su lanzamiento, a mediados de 1965, por el sello Polydor, coincidió (sospechosamente, si uno quiere pensar mal. ¿Operación marketinera, tal vez? A mí me lo parece, pero chi lo sa...) con la publicación por parte de Borges, a través de la editorial Emecé, de su libro "Para las seis cuerdas". 



La iniciativa de un trabajo artístico en colaboración con Borges emanó de Piazzolla, quien el 14 de marzo de ese año invitó al primero a concurrir a su departamento de la avenida Entre Ríos, a fin de hacerle escuchar las melodías que había compuesto para el disco, interpretadas por él mismo en piano y cantadas "caseramente", así “a la que te criaste”, por Odette María “Dedé” Wolff, quien era por entonces la esposa del músico.


Finalmente, Borges asistió a sólo una de las sesiones de grabación del disco (que en total fueron cuatro y que se realizaron: dos de ellas, 15 y 21 de junio, y las dos restantes, 5 y 6 de julio). Y durante esa única ocasión en que estuvo presente Borges en el estudio, Edmundo Rivero registró "A don Nicanor Paredes".


Al terminar la grabación, Piazzolla le preguntó a Borges si le había gustado, y éste respondió: "Me gustaba más como lo cantaba la chica" (refiriéndose a Dedé). Rivero (que siempre fue un cumplido caballerazo) y todos los músicos festejaron, riendo, las palabras de Borges; pero a Piazzolla le cayeron como una patada en las... amígdalas.
Y en este punto, estimo pertinente señalar que cuando Borges expresó aquello, no tenía intención de afirmar que Dedé (que no era en modo alguno una cantante profesional) cantara mejor que Rivero (que sí lo era y de excelsas aptitudes y calidad, además); sino que simplemente pretendía significar que para él, en tanto arqueólogo de la milonga, ésta debía cantarse “así nomás”, incluso hasta fuera de tono, pues lo importante radicaba en la poesía enunciante de las tragedias y las hazañas de legendarios personajes protagonistas de un tiempo irremisiblemente ido. 
Sólo que eso... no podía comprenderlo un genio musical como Piazzolla, en tanto magistral compositor de la nueva música de una gran urbe, música ésa que necesariamente venía impregnada de una síntesis pluricultural y que no iba a sujetarse a límite alguno en su evolución.
En el mundo poético de Borges se desenvolvían un Nicanor Paredes o un Jacinto Chiclana en un escenario donde los arrabales, esto es, las orillas, los extramuros de la ciudad, se hacían uno solo con el comienzo de la pampa; mientras que el alma de Piazzolla componía melodías para el abigarrado habitante de una jungla de asfalto y cemento, un taxista o un oficinista, puestos a sobrevivir esforzada y dificultosamente en un universo citadino teñido por la urgencia, la tristeza y la melancolía. Lo de Borges era la patria Buenos Aires reclamando altiva un sitial de procerato para el compadre, para el malevo; y lo de Piazzolla era la esencia misma de la música progresiva. 
Así las cosas, el choque que indefectiblemente sobrevino, se trató más de conflicto entre pasado y presente, que de confrontación entre egos exacerbados e índoles... difíciles, digamos (porque al fin de cuentas, si el estilete irónico de Borges solía ser letal; no menos peligroso era el áspero carácter que a menudo eclosionaba en las broncas de Piazzolla. De todos modos, también hubo algo de eso; aunque como elemento accesorio y no como motivación principal para el desencuentro).
Después, Borges salió a criticar acerbamente la música que había compuesto Piazzolla para sus poemas (la calificó como "una porquería") y mencionó a éste como "Astor Pianola". Y trascartón, el músico no se quedó atrás: "sordo ignorante", le espetó al poeta; "gentileza" a la cual Borges no se privó de corresponderla con un lapidario "Pianola es un bruto vanidoso".
Particularmente, me hallo inclinado a inferir que todo el asunto de aquella "colaboración" fue ideado por los gerentes de la editorial y del sello discográfico, quienes en tanto ejecutivos adoradores del dios beneficio económico y de la diosa maximización de la ganancia, no se percataron de que era imposible conciliar dos extremos como Borges y Piazzolla. Para el primero, sus poesías debían ejecutarse, a lo sumo, en formato de milonga y sólo con guitarra; mientras que por su parte, el segundo introducía elementos del canto gregoriano y del jazz. No podían entenderse, y efectivamente, no se entendieron. Y así terminó la cosa: a los capazos.
No obstante, luego de tanta esgrima verbal, y si bien no volvieron a trabajar en... colaboración, digamos (por más que haya sido aquella una "colaboración" plagada de rispideces); Piazzolla musicalizó otras poesías de Borges y también compuso la música para la película "La intrusa" basada en el cuento homónimo del gran Georgie.
En fin... sólo desencuentros entre dos genios, nada más que eso. Nosotros, mi querido lector, declarémonos neutrales en esa guerra, y obsequiemos a nuestros sentidos deleitándolos con una de las joyas de aquel disco:

 
Disfrutémosla, pues. ¡Salud y hasta la vista!

-Juan Carlos Serqueiros-