martes, 24 de enero de 2012

ESTO ES TO-TO-TODO, AMIGOS!





















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Esto es to-to-todo, amigos!
(Beilinson - Solari)

Con este bonus-track
de mierda de guerra
la Armada Buscapina
ahora va a pirar
Acabaran sus días de Cohiba
en muerte sexy
sexy demás...
Tu diablo peor
(el diablo que reza)
va a pesar su cola
en Cyberbabel
Danza macabra del Gheto de los Pibes
sexy, sexy demás.
La Sole se fue
de lo linda que era.
Cabeza de turco!
cabeza de flan!!
Pajarito loco de Cyberbabel
te perderás en abrazos de molusco
Sexy, sexy demás.
Por donde "el mister" va
chifla el falso conde
canciones heroicas para Omar Chaban
Donarán sus huevos a la ciencia
Sexy, sexy demás.

Para el título de la canción, el Indio recurre a la famosa muletilla del Chanchito Porky, con la cual terminan todos sus cartoons (“esto es to-to-todo amigos!”), porque es el último sound track de “Último bondi a Finisterre”, con él se termina el disco.
"Con este bonus-track / de mierda de guerra / la Armada Buscapina / ahora va a pirar / Acabarán sus días de Cohiba / en muerte sexy / sexy de más...": El Indio a esta canción la considera un bonus track, pero sólo en el sentido de que es la que está en la última posición del disco. En realidad, no lo es, porque el tema está incluido en el disco desde su lanzamiento; no es que se agregó con posterioridad, como un verdadero bonus track. La “Armada Buscapina” son ellos, la banda, los Redondos (lo de “Armada Buscapina” es una “jodita privada”, una broma entre el Indio y Walter Sidoti, quien al parecer, cierto día de grabación o ensayo no había aportado, entonces lo fueron a buscar y lo encontraron tratando de reponerse de una feroz resaca), y la banda "va a pirar" porque con esa canción concluye el disco. Lo de "acabarán sus días de Cohiba en muerte sexy" es en el mismo contexto de broma privada intercambiada entre el Indio y Sidoti: está aludiendo a una vivencia interna del grupo y a que a Walter (y también al resto de la banda) se le termina el período de "joda lujosa", porque la finalización del proceso de editar un disco y su lanzamiento, implican que habrá una próxima misa en la cual se presente el mismo al público; por eso es que "acabarán sus días de Cohiba" (refiriéndose a los famosos habanos, como metáfora de la buena vida).
"Tu diablo peor / (el diablo que reza) / va a pesar su cola / en Cyberbabel / Danza macabra del Gheto de los Pibes / sexy, sexy de más.": Ahora el Indio se va introduciendo en la temática principal que le va a imprimir a la canción. Obviamente, "tu diablo peor (el diablo que reza)", es la religión, y enseguida vamos a ver por qué lo de “Cyberbabel”, lo de “danza macabra”, etc.
"La Sole se fue / de lo linda que era.": "La Sole" es María Soledad Rosas, la anarquista okupa argentina que se suicidó en un hospital italiano donde estaba detenida, acusada de conspiración y sabotaje. Lo de "lo linda que era", el Indio lo dice no en un contexto de belleza física; sino refiriéndose a lo "lindo" de su pureza ideológica, de su lucha desigual, de la pelea que da por sus ideas y convicciones, todo eso...
"Cabeza de turco!": Usa esa expresión popular "cabeza de turco", en alusión a que a Soledad la usaron de chivo expiatorio; endilgándole delitos que no había cometido.
"cabeza de flan!!": Elogio solariano para la inteligencia que le atribuye a la Sole, es "cabeza de flan" porque sus neuronas "tiemblan" como un flan, se "mueven", porque persigue un ideal utópico como la anarquía.
"Pajarito loco de Cyberbabel": La Sole es un "pajarito loco" porque sus sueños anarquistas de libertad "vuelan" por Cyberbabel, es decir, el mundo actual, frenético, alocado, enquilombizado, interconectado por Internet, como la imagen bíblica de la Torre de Babel, donde nadie se entendía.
"te perderás en abrazos de molusco  / Sexy, sexy de más": La Sole se suicidó ahorcándose, por eso se "perdió en abrazos de molusco". Asimila la sábana con la cual se ahorcó, con los tentáculos de un pulpo o calamar. Y si analizamos la estrofa anterior a la mención de la Sole, vamos a ver cómo el Indio anticipa, "preanuncia", el cambio de temática en que va a incurrir en la misma letra: "Danza macabra del Ghetto de los Pibes", es el espectáculo macabro de los cuerpos colgados de la Sole y de un compañero de ella que también se suicidó como ella, ahorcándose en su celda cuatro meses antes.
"Por donde 'el mister' va / chifla el falso conde / canciones heroicas para Omar Chaban / Donarán sus huevos a la ciencia / Sexy, sexy de más.": Y cierra la canción con una estrofa en la que mezcla distintas cosas: en la primera frase de la misma, retoma el intercambio de bromas con Walter Sidoti; en la segunda, evoca una circunstancia acaecida durante los recitales de los Redondos en Cemento, allá por los años 80 (Omar Chaban es el empresario que era propietario de Cemento y del tristemente célebre República Cromañón, donde ocurrió una tragedia durante un recital de otra banda). En uno de esos shows en Cemento, las chicas que integraban por aquel entonces el coro redondo (las Bay Biscuits), le dedicaron una canción a Omar Chaban, y el Indio en esta frase recuerda esa circunstancia. El tema se llamaba “Oda a Emir Omar Chaban”, y una oda es un poema referido a un acto heroico; de allí lo de “canciones heroicas”. Y en la última frase, "Donarán sus huevos a la ciencia", vuelve a referirse a los Redo.


ENLACE A LA CANCIÓN EN YOU TUBE: http://www.youtube.com/watch?v=tPafOHN00sU

-Juan Carlos Serqueiros-

GRAN LADY



Escribe: Juan Carlos Serqueiros


Gran lady
(Beilinson - Solari)

Llegué a transar una Vulcan roja
y allí la conocí,
en un tugurio de frontera
visteando en portuñol.
¡Gran lady!
Lionel Ritchie en el "Bar Princesa"
sonaba ensoñador
y la Gran lady se tatuaba
en una hamaca tibia al sol.
¡Gran lady!
Todo "bonito y barato"
playeras marca top
billetes rotos de lotería
sembrados por el hall.
La Gran lady te acaricia y no besa, oh! no...
(es un instante de belleza muy cruel)
mira tu suerte en los buzios,
no cobra nunca sus promesas,
quita la sal de tus mejillas, feliz.
Paredes de cartón piedra, un lujo
y el milagro sensual
de mujeres fantasmas gringas
y morenas joyón.
Botellas de Johnnie rojo
de Johnnie negro y ron
y de cachaça, doncella loca
que calma tu dolor.
¡Gran lady! 

El título alude a una adivina, que a sus servicios de predicción del futuro, les agrega el otorgamiento de sus favores sexuales. Pero no a todo el que raye, porque la Gran lady no es un prostituta más; es la madama del lugar, la que regentea las chicas del prostíbulo, y ella elige con quién transa y con quién no; no da sexo por guita.
“Llegué a transar una Vulcan roja”: Llegó a algún lugar al que se dirigió con el propósito de conseguir, a través de algún medio poco o nada ortodoxo (la “transó”, o sea, la compró a precio bajo porque tiene papeles truchos, o proviene de un choreo o un contrabando, o la permutó por algo), una moto marca Kawasaki modelo Vulcan color rojo.
“y allí la conocí, / en un tugurio de frontera / visteando en portuñol.”: La conoció en algún punto situado en la frontera uruguayo-brasilera, donde los habitantes de uno y otro lado hablan en “portuñol”, una mezcla de portugués y castellano (eso sólo se da en los pueblos fronterizos entre Uruguay y Brasil; no así en los que están entre Argentina y Brasil). El sitio debe ser el Chuy, que es el único punto fronterizo entre Uruguay y Brasil cercano al mar. Con lo de "visteaba", el Indio hace una metáfora entre el significado real de la palabra (vistear: amagar y esquivar, aludiendo a un juego muy popular antiguamente, en el cual dos personas "peleaban" con palitos a modo de cuchillos, simulando un duelo criollo), y "vistear" en el sentido de que la mina ya a primera vista evidenciaba una gran categoría recurriendo al "visteo" para esquivar los requerimientos sexuales de los chabones que van al tugurio en busca de las trolas que laburan ahí.
“¡Gran lady!”: Queda impactado por la mina: una gran mujer, una dama de muy buena presencia. Pese a su profesión de adivina -con la carga de prejuicios que eso conlleva-, de madama de un prostíbulo y a que esté en ese lugar miserable; se le nota la categoría. En la estrofa anterior, donde dice “llegué a transar", no está puesta la frase simplemente para informar lo de la moto, sino que además; quiere dejar en claro que él llegó a ese tugurio no porque pertenezca a ese ámbito, sino porque fue allí con un propósito determinado: conseguir la moto. Él no pertenece al ambiente en el que se desarrolla la situación y quiere dejarlo taxativamente establecido así. Su presencia allí es meramente casual y se siente como sapo de otro pozo en ese ambiente. Está "de paso”, digamos, y se sorprende de encontrar a alguien que está en ese lugar tan fuera de contexto como lo está él: la Gran lady. En ella, él presiente haberse topado con un “alma gemela”, con alguien que es tan incongruente con ese lugar miserable, como el tipo siente que lo es él mismo.
“Lionel Ritchie en el ‘Bar Princesa’ / sonaba ensoñador”: Alusión a los temas melódicos, predominantes en lo que canta Lionel Ritchie. Su música romántica sonaba en ese tugurio (bar, hotel y algo más) de frontera.
“y la Gran lady se tatuaba / en una hamaca tibia al sol. / ¡Gran lady!”: La mina tomaba sol tendida en una hamaca, mientras le hacían un tatuaje. Posiblemente lo de “se tatuaba” sea metafórico, en alusión a los rayos del sol que iban a tostar (o “tatuar”, digamos) su piel, y nada más, o realmente le estuvieran haciendo un tatuaje en la piel, o por ahí, la Gran lady estuviera inyectándose alguna droga -como por ejemplo, heroína-, chi lo sa… Era una mujer de gran categoría, una sorpresa fuera de contexto en ese pueblucho miserable.
“Todo ‘bonito y barato’ / playeras marca top / billetes rotos de lotería / sembrados por el hall.”: Alusión irónica y despectiva. Se refiere con sorna a las baratijas y boludeces supuestamente de marca reconocida, pero truchas en realidad, que se pueden comprar por dos mangos en esos pueblos de frontera. Y remarca la ironía designando pretenciosamente como "hall" a la entrada sucia de un tugurio barato mezcla de hotel, bar y prostíbulo. Lo de los "billetes rotos de lotería" es muy finito: no son billetes de lotería oficial, digamos, de los que se pueden comprar en cualquier agencia; sino que se trata de una lotería "casera", trucha, que arman las minas del tugurio ese para hacerse unos mangos extras, una especie de bingo no oficial. En esta estrofa, el Indio está describiendo el ambiente por la mañana, tal como quedó después de la noche anterior.
“La Gran lady te acaricia y no besa, oh! no... / (es un instante de belleza muy cruel)": La Gran lady posiblemente te vaya a acariciar, pero sólo en el contexto de su trabajo de adivina y de madama del bolonqui; no lo va a hacer en un marco de sexualidad, porque ella no es exactamente una prostituta, y si transa sexo con alguno; lo hace porque quiere, a su sola elección. No está disponible por guita como el resto de las minas que laburan ahí; por eso es “un instante de belleza muy cruel”, porque no está disponible para transársela… al menos; no por dinero.
“mira tu suerte en los buzios, / no cobra nunca sus promesas, / quita la sal de tus mejillas, feliz.”: La mujer le va a adivinar la suerte recurriendo a una mancia (una de las tantas artes esotéricas para la predicción de la suerte y el futuro). En este caso, se trata de la técnica afro-brasilera de los buzios (unos caracoles pequeños de color blanco con un círculo anaranjado: se toma un puñado de 9 caracoles y se los deja caer en un tablero de 12 casilleros, y luego, a partir del estudio de los caracoles que hayan caído sobre su base, y en función de la cantidad de ellos y la posición en que se hayan situado en cada casillero; la adivina escudriña el futuro del que la consulta). Pero ella es prudente: le va a augurar sólo buena suerte, y si encontrase en los buzios algo que le presagiara mala fortuna a él; se lo va a ocultar, no se lo va a decir. Va a terminar quitándole “la sal” de la cara al que consulta (metáfora del Indio para hacer una analogía entre la sal de las lágrimas que ruedan por las mejillas del tipito que se lamenta de su mala suerte, y la "sal" que le quita la Gran lady al pronosticarle cosas buenas y darle una esperanza de que su mala suerte se acabe de una vez). Ella va a compartir con él la felicidad de haberle dado esperanzas, y no le va a cobrar su servicio de adivinarle la suerte, no; eso no se cobra: el pago se deja librado a la voluntad del que consulta. Él le va a dar la cantidad de guita que crea, y ella no le pide un monto específico.
“Paredes de cartón piedra, un lujo”: Otra frase mordaz del Indio: se refiere irónica y peyorativamente a la baja calidad de la construcción del lugar, con paredes de hormigón pretensado en láminas muy delgadas, al cual asimila al cartón piedra. Una construcción bien berreta, bien de pobrillo. Todo de cuarta, digamos...
“y el milagro sensual / de mujeres fantasmas gringas / y morenas joyón. ¡Gran lady!”: El sitio ese, además de ser hotel y bar, "provee" prostitutas baratas (“el milagro sensual”), entre las cuales predominan las negras o mulatas con cuerpos exuberantes ("morenas joyón"); aunque entre ellas hay también algunas pocas rubias, loiras ("fantasmas gringas"). A las minas rubias las ve como “fantasmas” en diversos sentidos: está aludiendo a que son como fantasmas porque la gente rubia no es precisamente la que predomina en ese pueblo de frontera, pero además; porque aparte de ser de piel blanca, su tez es de palidez extrema, como fantasmagórica, debido a que al ser prostitutas, laburan principalmente de noche. Y de paso, resaltando la extrema palidez de las “fantasmas gringas”, está marcando más diferencia entre ellas y la Gran lady, está reafirmando que ésta es distinta: la pinta como de extrema belleza y tomando sol; mientras que las otras minas están adentro del tugurio, esperando obtener algún cliente que reclame sus favores sexuales en ese horario desacostumbrado, de poca actividad para ellas, ya que es de mañana. Entre todas esas mujeres, la adivina, la madama, la Gran lady, se destaca, surge relevante en su belleza y en su presencia imponente. Ella es diferente, es una gran dama...
“Botellas de Johnnie rojo / de Johnnie negro y ron / y de cachaça, doncella loca / que calma tu dolor. / ¡Gran lady!”: En ese bar y algo más, hay bebidas alcohólicas. Hay, por ejemplo, whisky Johnnie Walker del más barato y del más caro (etiqueta roja el barato y etiqueta negra el caro), hay ron y cachaça, el alcohol en que puede ahogar sus penas, y sobre todo; está Ella, que a través de la adivinanza de su suerte, le auguró cosas buenas, le "calmó su dolor" (donde "dolor" lo usa en un sentido existencialista, algo así como el "dolor de vivir"), ese que en vano intentó ahogar con la ingesta de alcohol. Ella es una "doncella" -remarcando con lo de "doncella" (doncella: mujer virgen)- que la Gran lady, no es igual a las prostitutas que hay en el lugar; ella es distinta, es una gran dama, una gran señora.
 
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-Juan Carlos Serqueiros-

MELCHORA CUENCA, ENTRE CONCORDIA Y MACONDO














Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Pero vino el adiós y la tristeza. / El General no quiso que siguieras / sus pasos de león agonizando: / para saber derrotas se bastaba; / sin testigo es mejor la mala suerte. (Artigas Compañero, José María Rondan Martínez)

Concordia, en el Entre Ríos urquicista, primavera de 1850. Un oficial del ejército paraguayo se presenta en la casa del coronel Santiago Artigas Cuenca, y le hace entrega de una carta que a éste le dirige el presidente del Paraguay, Carlos Antonio López. El portador exhibe muestras de estar exhausto, y en efecto lo está. Y no es cosa extraña que así sea: muchas leguas recorrió para cumplir su cometido. Sin embargo, su apostura grave y marcial, se impone a su agotamiento físico; y disciplinada, solemnemente, con gesto adusto entrega al destinatario su correspondencia.
Santiago lee el pliego y las expresiones de su rostro acusan el impacto provocado por una infausta nueva: en el papel, el gobierno paraguayo lamenta tener que cumplir con el penoso deber de informarle el fallecimiento de su padre, don José Artigas, acaecido en Asunción el 23 de setiembre; y le expresa sus condolencias. Santiago cae ahora prisionero de la duda: ¿qué hacer? ¿Ha de transmitirle o no a su madre la noticia?
Al fin se decide, y la entera. “-Es mentira" -dice tranquila, reposada, calmosamente la mujer luego de escuchar a su hijo. “-Mentiras de los enemigos. Pobres mentiras. Ya le verás llegar por este mismo camino".
¡Ah! ¡Cuán garcíamarqueciana se me antoja esa negación de Melchora Cuenca (pues de ella se trata)! ¿O no serían esas las expresiones que perfectamente podrían haber emanado de doña Ursula Iguarán, la Eva que el genial colombiano nos presenta en el génesis de la estirpe de los Buendía? No me digan que no, porque no admitiré un “no” por contestación (no se figuran ustedes lo terriblemente tozudo y  tirano que puedo llegar a ser en mis antojadizas analogías; las que adquieren para mí, el carácter de verdades reveladas y que como tales, no han de soportar objeción alguna, ¡he dicho, carajo!).
Pero, ¿quién era esta señora Melchora Cuenca y en qué contexto se daba la escena descripta?
Para la primera pregunta, debo advertir, a riesgo de decepcionarles, que sólo tengo respuestas amarretas, y eso no debe achacarse a afán de laconismo; ya que es muy poco lo que comprobadamente se sabe de ella: era nacida circa 1790-1795 en Asunción del Paraguay en fecha, mes y año exactos ignorados, del matrimonio conformado por Gaspar Cuenca y Martina Pañera. Gaspar Cuenca, español, era “un carrero” según algunos, o un comerciante” según otros; y Martina Pañera  era española, afirman algunos, o “una india guaraní”, de acuerdo a la opinión de otros. La tesis de que haya provenido Martina Pañera de esa etnia, es la que a la larga prevaleció en el imaginario popular, y en función de ello, atribuirle a su hija Melchora Cuenca una supuesta pertenencia a ella, sirvió para ensalzarla o ningunearla según fuese la óptica de cada quien (como si la sola circunstancia del origen étnico de una persona indicase algo a priori, ora positivo, ora negativo).
Por mi parte (y ateniéndome al único retrato de Melchora Cuenca que se conoce), debo decir que creo percibir en él a una mujer blanca, de nariz recta y afilada y de labios finísimos; todas características estas que –hasta donde me es dable conocer- no son precisamente las de los rasgos distintivos predominantes en el tipo guaranítico, ¿no? Pero bueno, quizá algún amigo versado en la ciencia de la antropología quiera aportar algo. Claro, eso sí: en tanto y en cuanto ese “aporte” no sea como el de Luis A. Thevenet, quien en La estirpe de Artigas nos dice que había en Melchora “cierta esbeltez que conservó como fiel tributo de la raza guaranítica” (sic). No quiero ni imaginarme las dificultades y trabajos que debería pasar el amigo Thevenet si alguien lo invitara a fundamentar y ejemplificar la esbeltez que se empeña en adjudicarles a los  guaraníes…
En cuanto a su padre, don Gaspar Cuenca, debe de haber sido un pequeño comerciante ambulante, de aquellos que llevaban las mercancías en carretas propias (tal vez de allí surja lo de que algunos lo definieran –erróneamente- como “carrero”). Gonzalo Abella afirma que en sus carretas, Gaspar Cuenca llevaba en 1812 víveres enviados a Artigas por parte de la Junta del Paraguay al campamento del Ayuí (sitio éste ubicado en el cajón de los arroyos Ayuí Grande y Ayuí Chico, a unas siete leguas de Concordia, en Entre Ríos, donde se había establecido el pueblo oriental luego del Éxodo), y que fue allí donde Artigas conoció a una todavía adolescente Melchora. Particularmente, creo que no deben haber sido víveres lo que llevaba Gaspar Cuenca (lo único que abundaba en el Ayuí, además de la miseria generalizada y el heroísmo de todo un pueblo; era la carne); sino artículos como naipes, yerba, caña, alguna que otra bayeta ordinaria u otro género barato, y… cuerdas de guitarra (Artigas siempre tuvo buen cuidado de que jamás faltasen). Y si por ese entonces Melchora acompañaba a su padre, ello me lleva de paso, a inferir que Gaspar Cuenca había enviudado, o había abandonado a su mujer, o bien ella lo había abandonado a él; ya que es muy poco probable que en su traqueteada vida de proveedor ambulante llevara a su hija consigo, exponiéndola a peligros de toda clase; de no mediar alguna circunstancia que lo forzase a ello.
En mayo de 1815, Artigas instaló su cuartel general y la cabecera de la Liga Federal en la Villa de la Purificación, en el Hervidero (una parte del río en que éste se angosta, "hirviendo" en remolinos, de allí el nombre del paraje, y ¿hasta allí habrá llegado Gaspar Cuenca, siempre con su hija Melchora a su lado, como proveedor del ejército artiguista, ya no por encargo de las autoridades paraguayas; sino por cuenta propia, o el travieso Cupido había lanzado antes de eso su flecha, y la bella Melchora ya acompañaba al Protector? En cualquier caso, se casaron en Purificación, probablemente en diciembre de 1815. De esa unión nacerían dos hijos: Santiago Artigas Cuenca en 1816, y María Artigas Cuenca en 1819, como mayoritariamente se sostiene. Aunque ¿será verdura el apio? Veremos…
Y aquí amigos, empieza la milonga ¿Por qué? ¡Ah! Sencillamente porque como todo prócer llevado al bronce, Artigas fue prolijamente preservado de cualquier factor que en la opinión de los cancerberos del buen nombre y honor pudiera afectar su memoria (es tan poco sentimental el bronce), y entonces a partir de allí, cualquiera que pretenda aunque más no fuere, insinuar, que el Protector pudiese haber cometido “aberraciones” tan humanas como cantar, jugar a las cartas, bailar, reír, llorar, defecar, tocar la guitarra o hacerle el amor a una mujer; debe inmediatamente ser condenado a arder en la hoguera sin más trámite; pues con toda seguridad, el alma de quien osara incurrir en semejante sacrilegio, no tiene salvación posible ¡Así aprenden, qué tanto joder! Y resulta que, para espanto de muchos “moralistas”, cuando Artigas se casó en 1815 con Melchora Cuenca, hete aquí que… ya estaba casado desde el 23 de diciembre de 1805, con Rosalía Rafaela Villagrán. Entonces, estos pundonorosos pibes optaron por hacerse los boludos (cosa que poco laburo les costó siempre) ignorando a Melchora Cuenca y omitiendo cuidadosamente referirse a ella, o por ningunearla haciéndola aparecer como un desliz sin mayor importancia, pero “olvidándose” (tienen una memoria tan frágil) de ciertos detalles, tales como el que nos relata María Esther de Miguel en El general, el pintor y la dama: que Melchora Cuenca, en tanto esposa de Artigas, amadrinó el bautismo de Concepción, la primera hija de un mozalbete llamado Justo José de Urquiza, habida de sus relaciones con una mujer llamada Encarnación Díaz, de lo cual se desprende que Melchora era, a todos los efectos prácticos y para la gente -iglesia incluida-, la esposa de Artigas, porque el Protector no era hombre de tomar a la ligera esas cosas; para él, los compadrazgos y madrinazgos eran asunto delicado y que consideraba seriamente. La realidad era que la pobre Rosalía Rafaela (prima de Artigas, por otra parte), se había vuelto irremediablemente loca, estado de demencia ese del que jamás podría retornar; de modo que el Protector, consciente de ello, se casó con Melchora Cuenca (según la tradición oral, el casamiento -que no pocos festejos debe haber provocado en Purificación- lo ofició nada menos que fray José Benito Monterroso).
Pero ojo al piojo: esa no es una calle de una sola vereda, eh, para nada; porque así como están los artiguistas “del bronce”; también están los del “otro wing”, los artiguistas que queriendo ser más papistas que el papa, elevan a Melchora al Olimpo de las divinidades, adjudicándole los atributos y méritos de ser nada menos que una "amazona lancera de Artigas", una heroína que despertaba con la sola mención de su nombre el terror en las filas enemigas. Un absurdo total, y sin una sola prueba documental que avale semejante delirio. Que Melchora fuera  mujer de carácter y capaz de pelear cuando las papas quemaran, no necesariamente significa que fuera lancera en el ejército de la Liga Federal; de hecho, todas o la inmensa mayoría de las mujeres de los campamentos artiguistas tenían esas características, ¿o hay alguien que crea que la vida en Purificación era coser y cantar?
Me complace, y mucho, evocar e historiar al Artigas de carne y hueso, al patriota revolucionario que encarnó un proyecto de país integrado a los demás pueblos suramericanos, democrático, igualitario, federalista y multiétnico; más no al Artigas hecho de bronce o convertido en mito que se disputan insensatamente éstos y aquellos. Y se pelean, discuten y se tiran con tal o cual elemento de la heurística, batiéndose luego en feroz batalla hermenéutica, en épicos combates en los cuales riñen por el título de exégeta único del Protector; pero eso sí: sin tener ni la más p… álida idea de maldita la cosa.
Retomo la ilación. Decía que (según se acepta generalmente; no en mi caso) en 1819 nació María, la segunda (reitero la aclaración anterior) de los hijos habidos entre el general Artigas y Melchora Cuenca (no en Purificación, como erróneamente consignan muchos, ya que ésta había sido ocupada por los portugueses -previa evacuación ordenada por Artigas- el 9 de abril de 1818); así que María debió de nacer en otra parte (personalmente, infiero que en Entre Ríos o Santa Fe).
Por ese entonces, luego de abandonar Purificación, en una casa situada cerca del Queguay, vivían el Protector, Melchora y los hijos habidos entre ambos: Santiago y María. Se produjeron conflictos en el matrimonio, debidos a que Melchora no era precisamente una dócil damisela dispuesta a dejarse arrear con el poncho -por más que el arriero fuese nada menos que el Protector- y a que Artigas no era ciertamente un modelo de fidelidad conyugal y mucho menos hombre proclive a tolerar desplantes y reclamos femeninos (los cuales, por otra parte, parece que eran más que justos). Y si a todo eso le sumamos que para 1819, la situación de la Liga Federal era harto difícil, entonces ya tenemos un cóctel explosivo.
De todas maneras, a Melchora se le debe haber pasado el berrinche, porque después, cuando ya la estrella del general declinaba inevitablemente -"Dios es tan poco cortés" (Solari dixit)-; ella, en febrero o marzo de 1820, se dirigió a Mandisoví (Entre Ríos) para estar a su lado en el peor momento de su carrera y de su vida. Pero Artigas no permitió que Melchora lo acompañase en los últimos capítulos de su derrota y caída, y dispuso su retorno a la Banda Oriental.
Por esa época, el Jefe de los Orientales le escribía desde Mandisoví a su hijo Juan Manuel (habido de su convivencia con Isabel Sánchez) el 20 de agosto de 1819:  "Ya le he dicho a Carvallo te entriegue los Bueyes, las Carretas, las Yeguas y los cavallos de los Colorados qe. Deber traher. Todo lo demás debes recivirlo y tratar de conservarlo, qe. Si lo cuidas tendrás como mantenerte, y si lo echas por áy pa. Ti lo harás. No te encargo más, qe. Me cuides a Santiago, y lo mires como qe. Es tu hermano. No permitas qe. El pase necesidad. Socorrelo, qe. Al fin poco puede Ser. Si Melchora se aburriese de estar áy, y quisiese ir a otra parte no me permitas en manera alguna, se lleve al Niño. Tu sabes qe. Por eso la mantengo y mientras quiera subsistir áy te encargo se lleven bien , y no la incomodes, ni se le prive nada delo qe. Ella tiene. Para ello se le dio y qe. Disponga como le paresca, menos de Santiago. A este deberas cuidarlo y recogerlo en cualqr. Caso. Procura cuidar de las pocas Bacas qe. hayan quedado. El viejo Techera tiene las ovejas Si las necesitas puedes recogerlas, y cuidarlas. Tambn. te prevengo, qe. El Viejo Techera tiene una carreta, y otra Dn. Feliz Rodrígz. Es regular las necesiten. Dejasélas, pero sabrás qe. Te pertenecen y qe. Puedes recogerlas, quando ya no las necesiten. También te entregará Carvallo a Tío Jorge, y a Francisquillo pa. Qe. Te ayuden a cuidar, y tu procura cuidarlos y hacerlos trabajar. Express. A Juanita y tu recibe el afecto de tu Pe. Mandisoví, 20 de Agto. de 19. – José Artigas" (sic).
Desilusionada y despechada por no haberle permitido Artigas seguir a su lado y compartir su suerte, Melchora Cuenca volvió al Queguay. Y cosa rara (o no tanto), los artiguistas “del bronce” coinciden con los del “otro wing”, en atribuir la negación de Artigas a que Melchora lo acompañase, a que “seguramente el general no quiso exponerla a los peligros”, a que “buscó privilegiar  la seguridad de Melchora”, bla bla bla… Muchachos ¿y si prueban alguna vez con decir la verdad y dejarse de macanas? La gloria del Protector no va a disminuir ni una pendejésima de pulgada por el hecho de que ustedes reconozcan lo que hasta un niño es capaz de percibir: la pareja se rompió por desavenencias entre los cónyuges y porque por parte de Artigas se terminó el amor o la atracción que antes sentía, tan simple como eso. Y ello de ninguna manera significó que el Jefe de los Orientales desatendiera (siempre que sus medios se lo permitieron) sus obligaciones de padre y de ex marido, como lo prueba la carta precedentemente transcripta. Asimismo, en ella queda perfectamente estipulado que –fuera de su preocupación por cuidar de que Melchora no quedase desamparada-, a don José poco le importaba lo que ella hiciese de allí en adelante, salvo en lo referente a su hijo Santiago; ya que con todas las letras le dice a Juan Manuel: “Si Melchora se aburriese de estar áy, y quisiese ir a otra parte no me permitas en manera alguna, se lleve al Niño”. Más clarito, echale agua.  
Y si van a falsear las cosas y torcer antojadizamente las interpretaciones, por lo menos háganlo con algún fato estudiao, como dice la milonga, y no con gansadas como esa de que Artigas no la llevó porque quiso evitar que su mujer corriera peligro, porque hasta un gil se daría cuenta de que si ese hubiera sido el caso; nada ni nadie le habría impedido a Artigas llamar a Melchora a su lado después, cuando ya estaba asilado en el Paraguay, cosa que no hizo ni por asomo. ¿Y por qué creen ustedes que no lo hizo? Por favor, no jodamos…
En el Queguay vivió Melchora con sus hijos Santiago y María, en la casa cuyas ruinas pueden verse en la imagen adjunta, todos protegidos y sostenidos económicamente por Juan Manuel Artigas, en cumplimiento de lo indicado por su padre. Hasta que allá por 1824-25, Juan Manuel, ya sea por hartazgo de soportar el difícil carácter de Melchora o por los motivos que fueren, se trasladó al Arroyo de la China (la actual Concepción del Uruguay, en Entre Ríos), quedando en consecuencia Melchora y sus hijos librados a sus propios medios. La apechugó, porque no era mujer de amilanarse ante la adversidad, y subsistió lavando y planchando para afuera y haciendo ponchos para vender. 
Pero (que lo parió, las pulgas del perro flaco), como los luso-brasileros (recordemos que la Banda Oriental estaba invadida por ellos) la perseguían encarnizadamente (y claro, la mujer de Artigas, suelta, no era moco ‘e pavo, así que lógicamente, querían prenderla), por lo cual Melchora y sus hijos se veían obligados a ocultarse en los montes para evitar que los atraparan. Y ahí (parece cosa 'e Mandinga), apareció en escena el pardejón Fructuoso Rivera, que se había pasado (otra vez, y van…) del bando patriota al de los portugueses, que estaba convertido, en función de esa pasada, en oficial de confianza del general portugués Lecor, y que en un rapto de generosidad, protegió a Melchora y a sus hijos, y hasta se llevó (parece que a instancias de su esposa, Bernardina Fragoso) a Santiaguito Artigas, que desde entonces se criaría en casa de los Rivera (después, Bernardina le pediría a Melchora que le diese también a María para criarla ella; pero Melchora se negó). Con el tiempo, Santiago Artigas seguiría la carrera de las armas y se convertiría en oficial riverista, pasando luego a ser, en Entre Ríos,  uno de los hombres de confianza de Urquiza (él es el Santiago Artigas Cuenca del principio del relato, el que recibió la comunicación oficial paraguaya acerca de la muerte de su padre, José Artigas).
Circa 1829, Melchora volvió a casarse; esta vez, con un correntino llamado José Cazeres o Cáceres, ignorándose qué sucedió con ese matrimonio, ya que en 1846, cuando su hijo Santiago se trasladó a vivir a Concordia, ella lo siguió, con María, y del correntino... ni noticias.
En 1861, Santiago falleció en Concordia, y en la misma ciudad, durante el invierno de 1870, murió Melchora a consecuencia de las emanaciones tóxicas de un brasero que imprudentemente había dejado encendido en su pieza cerrada. En cuanto a María, murió también en Concordia, el 3 de mayo de 1889. Su partida de defunción reza: "En la ciudad de Concordia, a los cuatro días del mes de mayo de mil ochocientos ochenta y nueve, compareció en esta oficina D. Martín Almada, vecino de esta ciudad y domiciliado en la calle San Luis y dijo: que el día tres de mayo del corriente mes y año, a las nueve y media a.m. y en la casa de la familia Artigas, sita en la calle Tucumán, falleció una persona llamada María Artigas, oriental, de setenta y cinco años de edad, de estado viuda, que falleció de hipertrofia del corazón, según certificado médico que en este acto presenta; que la persona muerta es hija legítima de José Artigas y de su esposa Melchora Cuenca, oriental el primero y paraguaya la segunda. Concurrieron como testigos D. Pedro Seguí y D. Lucas Olivera, domiciliados el primero en la calle Córdoba y el segundo en la del 25 de Mayo quienes vieron a la persona muerta a que se refiere. Leída que le fue la presente acta, ante los mencionados testigos, se afirmó y ratificó en ella, firmándola conmigo." (sic).
Como puede apreciarse, el documento dice “de setenta y cinco años de edad”, ergo; si Pitágoras no estaba mamado, eso significa que María no había nacido en 1819 como generalmente se acepta; sino en 1814. Y quiere decir también que no era la menor de los dos hijos del matrimonio Artigas - Cuenca, sino la primogénita, y además; que el Protector y Melchora ya tenían una hija cuando se casaron en 1815. Las otras posibilidades son: o se equivocó el funcionario del Registro Civil al redactar la partida, o incurrió en mendacidad (ya sea involuntariamente o a sabiendas) el denunciante Almada, o bien mintió la propia María acerca de su edad (lo menos probable, porque si bien es relativamente frecuente que hayan mujeres que mientan respecto a la edad que tienen, generalmente lo hacen para quitarse años; no para aumentárselos).
¿Entonces? Chi lo sa

-Juan Carlos Serqueiros-