jueves, 7 de marzo de 2024

CARVALHO: PROBLEMAS DE IDENTIDAD










































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Esto es una mierda, pero hasta el más miserable se aferra a ella. (Carlos Zanón, "Carvalho: problemas de identidad")

Me aconteció uno de esos casos —raros, por fortuna— en que la lectura por mi parte de una muy buena novela no significó, ni mucho menos, una acertada elección literaria. Quiero decir, no precisamente para la tarde-noche de un miércoles, espacio temporal ese en que lo mejor que uno puede hacer es llegar a su casa, figurarse que el coprolálico psicótico incestuoso con delirio mesiánico Milei y su banda no están en el gobierno, olvidarse que tiene los grilos más flacos que nunca, servirse una copa de lo mejor que le haya quedado en stock y sumirse en la lectura de algo que lo transporte muy lejos de tan espantable y opresiva realidad. Algo... light, digamos, descomprometido, si se quiere.
Pero resultó que este libro es lo menos a propósito para ello, porque es una novela negra, no sólo por tratarse de un thriller; sino porque es negra en serio, crudelísima y lacerante: “Carvalho: problemas de identidad” (Editorial Planeta, 2019).
Carlos Zanón reflota a Carvalho, el personaje fetiche de Manuel Vázquez Montalbán, pero trayéndolo al presente, y nos lo muestra más cínico, descreído, sarcástico e irónico que nunca, achacoso al punto de ir al médico (¿podés imaginarlo? ¡Carvalho acudiendo a la consulta de un doctor!), sin su maestría de chef y sus deleites de refinado gourmet en compañía de su amigote el gestor Fuster y —para colmo— sin Charo, "su" puta. Aunque parezca mentira, ha tomado a una secretaria: Estefanía Briongos, e incluso —cosas veredes— ya ni siquiera se aguanta a su fiel escudero, el pobre fetillo Biscuter. Si bien sigue quemando libros y odiando la música (no podía ser de otro modo); el bueno de Pepiño se ha visto obligado —concesión cruel a los tiempos que corren— a instalar computadoras en su agencia y, consiguientemente, a tener que bancarse a un cráneo informático. Y como si en su vida no tuviera ya bastante con todo eso; se ha enredado con una mujer que está casada, la buena señora, con un personaje que se las trae).
A la par de sumergirse en una angustiosa búsqueda de sí mismo; Carvalho deberá investigar los casos de una prostituta deficiente mental desaparecida y un horrendo crimen familiar.
La novela es muy buena; lo único malo fue el momento que elegí para leerla: me sacudió fuerte. Igual, la disfruté intensamente, porque —es sabido y tendré que admitirlo de una vez— en el fondo, soy un masoquista.
Ah, léanla, vale la pena.

-Juan Carlos Serqueiros-