jueves, 25 de agosto de 2016

PERICO, EL BAILARÍN




Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Cielo, mi cielito lindo,
danza de viento y juncal,
Prenda de los tupamaros,
flor de la Banda Oriental.
Con Venancio Benavides
y Perico, el bailarín,
saldremos a chuza y bola,
a gatas suene el clarín.
(Cielo de los tupamaros, Osiris Rodríguez Castillos)

Este cielito, compuesto por ese extraordinario músico popular que fue Osiris Rodríguez Castillos, hace mención a un personaje conocido como Perico, el bailarín, cuya figura histórica es muy popular en el Uruguay y en el sur del Brasil, pero prácticamente desconocida en la Argentina y en Chile; a pesar de que se trata nada menos que de un héroe de la Independencia Americana.
La composición musical (bellísima) de don Osiris, menciona en su letra como tupamaros a Venancio Benavides y a Perico, el bailarín; pero éstos no eran estrictamente “tupamaros”, ya que así llamaron (por Túpac Amaru) las autoridades coloniales españolas, más precisamente; el comandante de la escuadra en Montevideo, un tal brigadier José María Salazar -que se opuso al reconocimiento de la Junta formada en Buenos Aires durante la Revolución de Mayo, por motivos tan “ideológicos” como el de alegar que la misma había dispuesto la reducción de “los sueldos de los oidores y mañana harán lo mismo con los de los marinos” (o sea, un eufemismo para no referirse directamente a su preocupación por el sueldo… suyo)-, a los patriotas montevideanos, es decir, a los patriotas urbanos; no a los rurales, entre los cuales se hallaban Venancio Benavides y “Perico, el bailarín”. El conato de revolución montevideana de los llamados “tupamaros”, sería sofocado el 12 de julio de 1810 por este Salazar y sus esbirros. 
No obstante lo enunciado precedentemente, quedó instalada en el imaginario popular uruguayo la costumbre de llamar generalmente “tupamaros” a todos los patriotas de la Banda Oriental de ese período 1810-1811, sin distinguir entre los de la ciudad y los de la campaña.
Desechemos a Venancio Benavides, ya que su actuación en el bando patriota duró casi nada (poco después se pasaría nuevamente a los realistas), y concentrémonos en “Perico, el bailarín”.
El así apodado, era un gaúcho brasilero que se llamaba en realidad Pedro José Vieira Fernandes (que después, con el transcurrir del tiempo, se convertiría para la historiografía rioplatense, en Pedro José Viera y Fernández, apocopado luego en Pedro Viera, y como tal, lo mencionaré de aquí en adelante).
Pedro Viera había nacido circa 1779 en Viamão, una población de Río Grande do Sul, en el Brasil, de padres nativos de la misma zona y descendientes de familias procedentes de las islas Azores. Siendo todavía casi adolescente o poco más, se marchó de su casa familiar y se dedicó a las tareas rurales en el espacio geográfico comprendido por Río Grande do Sul, Santa Catarina y la Banda Oriental, desempeñando los oficios de peón, arriero, capataz (y muy probablemente, de contrabandista). En sus andanzas por esas inmensidades, conoció a  José Artigas. Alrededor de 1805, el trashumante Pedro Viera, ya convertido en un hombre vastamente conocido y respetado en la campaña oriental, ámbito en el que había logrado un bien ganado prestigio (poseía una irresistible simpatía personal, gran generosidad, notable don de gentes, y a la vez; era osado, corajudo, y sobre todo, muy diestro y rápido en el manejo del cuchillo), se aquerenció en Villa Soriano, donde en 1809 se casaría con Juana Chacón Alvarez.
Allí recibiría, al igual que el precedentemente citado Venancio Benavides, la comunicación de Artigas en la que éste les informaba que el 15 de febrero de 1811 había dejado su puesto de capitán español de blandengues, para ponerse al servicio de la causa patriota encabezada por la Junta de Buenos Aires.
Inmediatamente, Viera y Benavides convocaron en nombre de Artigas al gauchaje oriental de Mercedes y Soriano, y el 28 de febrero de 1811, ambos, junto a Francisco de Haedo, con más el apoyo de un grupo de blandengues al mando del teniente Ramón Fernández; se constituyeron en referentes de esas masas rurales, en el suceso que pasaría a la historia como el Grito de Asencio. Al respecto diría Artigas: "Desde mi arribo a Paysandú dirigí varias cartas a los sujetos más caracterizados de la campaña como de la ciudad de Montevideo… los que se ofrecieron con sus bienes y todas sus facultades a impulsarse en obsequio de nuestra sagrada causa".
A Pedro Viera -uno de los principales entre los “sujetos más caracterizados”, como los llamaba el propio Artigas en su carta, se lo conocía popularmente en la campaña como Perico, el bailarín, por varios motivos: su locuacidad, lo que llevaba a considerarlo tan parlanchín como un loro (o un “perico”); su primer nombre de pila, Pedro (así como a los José se los llama Pepe, o a los Francisco se les dice Pancho, a los Pedro es muy común que los apoden Perico); y lo de “el bailarín”, por supuesto, como no podía ser de otra manera, era por sus dotes de eximio zapateador y danzarín.
En el proceso revolucionario de la Banda Oriental, Pedro Viera (quien, dicho sea de paso, había tenido algunos roces y diferencias con Artigas) llegaría al grado de coronel, y posteriormente, se integraría en ese carácter al Ejército de los Andes al mando del general San Martín, participando en la batalla de Chacabuco.
Y de hecho, los festejos dispuestos por San Martín luego del triunfo, en medio del delirio del pueblo chileno, exultante por la victoria, fueron organizados por Pedro Viera, quien fue el bastonero de los muchos pericones (la danza conocida como pericón, tomó su nombre del bastonero que la dirigía, al que se llamaba precisamente, el perico) que se bailaron en los 3 días subsiguientes al suceso bélico.
Posteriormente, Perico, el bailarín seguiría guerreando, al mando del otro Libertador: Bolívar.
Nada más se sabría de Pedro Viera una vez finalizada la Guerra de la Independencia Americana, hasta que en 1835, producida en Río Grande do Sul la revolución farroupilha en contra del imperio, y la proclamación de la República Juliana; nos reencontramos con Perico, el bailarín, combatiendo del lado de los farrapos contra los caramurús imperiales.
Pedro Viera -se cree y acepta generalmente por tradición oral (no hay respaldo documental)- murió en 1844, en sitio ignorado, en fecha no precisada y en circunstancias desconocidas. 
Vaya este emocionado recuerdo a Perico el bailarín, oficial de Artigas, San Martín y Bolívar.

-Juan Carlos Serqueiros-