domingo, 26 de octubre de 2014

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA HISTORIOGRAFÍA DEL PARAGUAY. CUARTA Y ÚLTIMA PARTE








































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

¿Así que tienen ustedes aquí una corriente histórica "revisionista"? Qué extraño... la historia es revisionista por naturaleza. (Arnold Toynbee)

Teníamos entonces que, a fines del siglo XIX estaban dadas las condiciones como para que despuntara una historiografía del Paraguay escrita por paraguayos y no por extranjeros como hemos visto que hasta allí venía sucediendo.
Le correspondió a Blas Garay ser el iniciador de la misma, elaborando su propia interpretación del pasado, la cual había inducido a partir del exhaustivo estudio y el prolijo análisis de las fuentes documentales. Campeaba en ella un acendrado patriotismo pero no exento de sentido crítico, basándose en una justa valoración y hasta exaltación del ser nacional paraguayo; sin dejar al mismo tiempo de tomar acabada consciencia de que tanto causa como efecto y solución, no debían atribuirse a ni buscarse en, la otredad y el afuera; porque ellos residían en el propio Paraguay y en los hijos de ese suelo. 
En apretada síntesis, la mirada de Garay sobre la historia se posaba sobre: a) La sustentación del mito fundacional que le asigna al Paraguay un origen indigenista: el de los hermanos Tupí y Guaraní llegados "desde el otro lado del mar" y el diluvio universal del que Tupá salvó sólo a Tamandaré y los suyos. b) Una valoración negativa del período jesuítico, endilgándole a la Compañía de Jesús el haber implantado un comunismo despótico el cual, so pretexto de fines religiosos; habría acarreado "la ruina del Paraguay" y reportado "ningún beneficio para los indios". c) La etapa independentista, iconizada en la figura histórica del doctor Francia; a la que subsiguió una época dorada, la cual situaba en el período de gobierno de Carlos Antonio López y a la que identificaba como el breve lapso que duró el estado de bienestar, lo que en su visión, estaba asociado a un respetable poderío militar y al progreso representado por la creciente cantidad de escuelas, el ferrocarril y el florecimiento del comercio. d) La guerra contra la Triple Alianza en condiciones de manifiesta inferioridad, sostenida heroicamente por el pueblo paraguayo sin auxilio alguno desde el exterior, contra enemigos muchísimo más poderosos, dirigida por Francisco Solano López, a quien le adjudicaba ser acreedor legítimo a la gloria de esa "resistencia empeñadísima, sobrehumana"; pero que a la vez -afirmaba-, "no está exenta, desgraciadamente, de las manchas que sobre ella arrojan sus inauditas e innecesarias crueldades".
Blas Manuel Garay Argaña (n. Asunción, Paraguay, 03.02.1873 - m. Asunción, Paraguay, 18.12.1899), abogado, político, diplomático y periodista; fue, sin dudas ni quizás, el más lúcido y eminente de los pensadores paraguayos, un hombre excepcional, un genio con un portentoso intelecto de finísima y aguda percepción, aunado a un corazón inflamado de patriotismo. Maestro a los 11 años, telegrafista a los 14, estudió en el Colegio Nacional de Asunción y después en la Facultad de Derecho de la Universidad de Asunción para recibirse de abogado a los 21, luego de lo cual fue designado por el presidente Juan Bautista Egusquiza director de Correos, luego subsecretario de Hacienda, y en 1896, secretario de la legación paraguaya en Londres y París y encargado de negocios en España con la misión de relevar y copiar del Archivo de Indias toda la documentación atinente al Paraguay y en especial, la que se refería a sus derechos sobre el Chaco. En el transcurso de tan sólo unos meses entre 1896 y 1897, publicó en Madrid cuatro libros: Compendio Elemental de Historia del Paraguay; El comunismo de las Misiones de la Compañía de Jesús en el Paraguay; La revolución de la Independencia del Paraguay y Breve Resumen de la Historia del Paraguay.






Regresado a Asunción, fundó el diario La Prensa, en cuya edición del 20 de junio de 1899, publicó una extensa nota: "A pasado de gloria, presente de ignominia", en la cual con admirable poder de síntesis, analizaba la historia resumida del Paraguay desde la independencia hasta esos días, y citaba las acciones de los gobiernos del doctor Francia y de los López, los cuales, aunque tiránicos, tal como los reconocía y calificaba Garay; habían no obstante actuado con firmeza y patriotismo en defensa de los derechos e intereses paraguayos, y las comparaba con las producidas por los de la posguerra, a los que reputaba de claudicantes, entreguistas y corruptos pese a sus presuntas condiciones de democráticos y liberales; para concluir en un lapidario: "Tal es nuestro pasado. Es el pasado de los tiranos; pero nos consuela de nuestra abyección presente... Grande desgracia, pero glorioso, fue el aniquilamiento de la nación en la guerra; desgracia mayor es su envilecimiento, que la destruye moralmente. Y para consolarnos, triste cosa, no podemos mirar el porvenir: ¡da de sí tan mezquinos frutos la juventud! ¡Hay que buscar consuelo en el pasado, en los hechos de la tiranía, que son nuestra única gloria! ¡Pobre Paraguay!".
Adscripto al Partido Colorado, no por ello Garay permitía que su pertenencia a un signo político determinado afectara ni su independencia de criterio y actitud, ni el pluralismo que evidenció al llamar a colaborar en su periódico a hombres pertenecientes a otras corrientes de opinión. En tal sentido, había manifestado claramente: "Afiliados al Partido Republicano porque sus hombres y sus obras nos merecen más confianza, como pueden a otros merecerla mayor los del partido contrario, nos reconocemos sujetos a la disciplina que en toda asociación bien regida es esencial para la consecución de sus fines. Mas, no llevamos nuestro sometimiento a las decisiones de la mayoría a tal punto que anonademos en su obsequio nuestro criterio propio". 
Persuadido de que el gran mal del Paraguay radicaba en la corrupción, Garay la combatió con denuedo denunciando públicamente a quienes incurrían en ella (es decir, casi todos quienes estaban en la política, fuesen colorados o liberales, lo cual por otra parte; le era indiferente porque jamás hizo distinciones ni se paró en pelillos de banderías partidarias llegada la hora de enrostrales sus criminales conductas). Había escrito: "Seremos firmes defensores de la ley y celadores rigurosos de la moralidad pública; y aunque llegáramos a ejercer cualquier función política, nunca habrá de ser este un motivo para que abdicásemos de nuestra independencia ni mitigáramos el rigor de la censura cuando debamos pronunciarla". Eso le costaría perder la vida.
En su diario La Prensa, Garay había acusado al ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Mateo Collar, de defraudación al fisco en la adquisición de libretas para las escuelas de todo el país; y éste a su vez, había manifestado por diversos conductos que se vengaría. El 16 de diciembre de 1899, el ministro de Guerra, Juan Antonio Escurra, celebró en su quinta de Villa Hayes una fiesta a la cual invitó a distintas personalidades entre las cuales estaba Blas Garay. En el transcurso de la misma, un joven de 17 años, Néstor Collar -hijo del que había sido denunciado públicamente por Garay- increpó e insultó a éste. Garay se limitó a propinarle un cachetazo y darle la espalda en muestra elocuente de profundo desprecio, y Collar, extrayendo un revólver de entre sus ropas, le disparó un balazo hiriéndolo gravemente. Pese a que fue trasladado de urgencia a Asunción y asistido por los mejores médicos; Garay falleció el 18 de diciembre a las 16 horas. Tenía tan sólo 26 años y su muerte fue una pérdida irreparable no sólo para el Paraguay, sino para todo el mundo hispanoamericano. Su país, por el que lo dio todo, hasta su vida; ni siquiera le brindó justicia póstuma: apenas nueve meses después, el 20 de setiembre de 1900, su asesino fue absuelto de culpa y cargo en una parodia de juicio amañada por el padre del criminal (que en esos momentos integraba nada menos que la Superior Cámara de Apelaciones), en la cual ni se preocuparon por disimular que el "proceso" era sólo una patraña en la que hasta el fiscal, sobornado, evidenció una conducta escandalosa como jamás se ha visto, absteniéndose de acusar al reo convicto y confeso. 
Decididamente, la corrupción en el Paraguay era (y lo sigue siendo) un flagelo endémico.
Tras el vacío que dejó la muerte de Garay, el debate en torno a la historia tomó cuerpo con la polémica que desde octubre de 1902 hasta febrero de 1903 sostuvieron a través de los diarios asuncenos El Cívico y La Patria, Cecilio Báez y Juan O'Leary respectivamente (este último bajo el pseudónimo Pompeyo González).

Cecilio Báez (n. Asunción, Paraguay, 01.02.1862 - m. Asunción, Paraguay, 18.06.1941), abogado, docente, político, periodista e historiador, estaba considerado como uno de los máximos referentes intelectuales. Positivista spenceriano, adhería al Partido Liberal, del que era uno de sus más conspicuos integrantes, y fue diputado, senador, ministro de Relaciones Exteriores y presidente provisional de su país desde fines de 1905 hasta noviembre de 1906. Sustentaba la tesis de que el pueblo paraguayo, inmerso en la miseria, estaba cretinizado, lo cual achacaba a la tiranía, (es decir, el doctor Francia y los López), a España y "su legado aplastante, terrible" del período colonial, y a la guerra contra la Triple Alianza, de la cual hacía responsable a Francisco Solano López. Frente a eso, afirmaba que la solución pasaba por la educación "para que al rebaño humano lo reemplace un pueblo consciente de sus derechos" y "por decir la verdad" (verdad esta que para él, pasaba por su propio punto de vista, claro). Escribió: "Yo digo que la verdad debe decirse aún contra el crédito del propio país, porque esa es la manera de servirle y de corregir sus errores. ¿Qué mal hay en decir que el despotismo ha embrutecido al pueblo anulando su sentido moral y su sentido político? ¿Qué mal hay en decir que el tirano López ha acometido al Brasil y la Argentina sin causa justificada, acarreando al país su ruina y el exterminio de sus habitantes?... Debemos educar al pueblo para no volver a caer bajo el yugo del despotismo. Sólo los pueblos embrutecidos son pasto de las tiranías… Es necesario multiplicar las escuelas… por falta de instrucción, el pueblo no tiene todavía costumbres democráticas".

Juan Emiliano O'Leary (n. 13.06.1879 - m. 31.10.1969), periodista, poeta, político e historiador, estudió Medicina en Buenos Aires y Derecho en Asunción; pero no finalizó ninguna de estas carreras. Al principio adhirió al Partido Liberal, condenó al gobierno de Francisco Solano López (a quien por entonces llamaba "el tirano" y hacia quien proclamaba su "odio eterno"; pues su madre había sido perseguida y desterrada a los confines del Paraguay por aquél, y sus hijitos -O'Leary era fruto del segundo matrimonio de ésta- habían muerto de inanición durante esa marcha forzada) y declaró su admiración por Cecilio Báez (al que consideraba su maestro); pero después, cuando empezó a trabajar en el diario de Enrique Solano López (uno de los hijos que el mariscal había tenido con Elisa Lynch), varió de opinión, convirtiéndose en el principal panegirista del que antes tildó de tirano, y se volcó al Partido Colorado (sin que molestara a su conciencia el aceptar todos los importantes y bien remunerados cargos que desempeñó durante los gobiernos liberales). Su visión del pasado (la difusión de la cual se constituía en su apostolado, dicho en sus propias palabras), según la cual López habría sido un héroe y la guerra tendría causales en la "voracidad" argentina (?) y brasilera; le había sido inspirada a partir de la influencia que en él tuvieron las ideas del francés Charles Maurras. 
Para colmo, terció en la polémica, en apoyo a O'Leary, Manuel Domínguez, con su disparate acerca de la "raza superior paraguaya", delirio este que "fundamentaba" en su "alta estatura promedio", su "mayor capacidad mental" y una serie de virtudes que le atribuía, traducidas en ventajas, todo lo cual según él, la hacían "superior a sus vecinos en lo intelectual y en lo físico". En síntesis, un mamarracho de conferencia que, para su fama póstuma, más le hubiera valido abstenerse de pronunciar.
¿Quién tenía la razón, Báez u O'Leary? Ni uno ni otro, pues lo cierto es que la polémica, que aparentaba girar sobre la historia; era en realidad una puja por la primacía en la construcción del relato de la memoria histórica que habría de imponerse y luego impartirse al colectivo, antes que por la investigación seria del pasado a través del análisis de la heurística. Se tiraron con Garay y con Alberdi (a quienes no entendieron ninguno de los dos, dicho sea de paso), se tildaron recíprocamente de "mistificador", "farsante" y "traidor", se imputaron mutuamente de incoherencia y de incurrir en contradicciones y mudanzas de criterios, y de todo, resultó ganancioso O'Leary; pues con el correr de los años, fue su historia amañada la que se impuso como oficial (aunque la "victoria" de éste no se haya obtenido a expensas de Báez; sino del pueblo paraguayo, que continúa debatiéndose entre las tinieblas sin poder echar luz sobre su pasado). 
Fue aquella una lid entre dos extremos: el cinismo (Báez) y la hipocresía (O'Leary), pero sin que ninguno haya atinado a situarse en el justo medio (el cual por otra parte, tenían disponible en el sendero que empezó a recorrer Garay; sólo que no lo comprendieron). 
Y sin embargo, ese debate absurdo, inconducente y estéril; marcó el clivaje historiográfico paraguayo que hoy por hoy, sigue dividiendo aguas y que a priori, pudiera ser tomado como el mismo que exhibe la Argentina, porque al fin y al cabo, nuestra historiografía se identifica, la erigida en oficial, con la postura sustentada por Báez; y la revisionista, con la que sostuvo O'Leary. 
Claro que sólo en apariencia; pues -extraña paradoja- en el Paraguay es revisionista lo que en nuestro país es oficial. Tal vez sea llegada la hora en la cual debamos convenir en que en aquella guerra del Paraguay contra la Triple Alianza, que fuera muy a menudo llamada de la triple infamia, esta condición ha sido en rigor de verdad, cuádruple; pues a las infamias de Bartolomé Mitre, Pedro II y Venancio Flores, hay que adicionar la de Francisco Solano López, un tiranuelo megalómano, violador, dipsómano, ladrón, paranoico, fratricida y cuasi matricida, al que se intentó (y en cierta medida se logró) transmutar en héroe, un héroe tan falso como falsos fueron el nacionalismo impuesto por el mitrismo, la bonhomía del emperador brasilero, la cruzada libertadora del inicuo Flores, la civilización que llevaron al Paraguay los aliados y el liberalismo de los gobiernos que allí implantaron a sangre, fuego, exterminio y saqueo. 
Después de todo, la diferencia entre la historia (Garay) y la literatura (Báez, O'Leary y demás etcéteras) es lo que pueda quizá justificar que João Ubaldo Ribeiro haya expresado este sacrilegio: "Toda la historia es falsa o medio falsa y cada generación que llega resuelve lo que aconteció antes de ella y así la historia de los libros es tan inventada como la de los diarios". 
El caso del Paraguay -y ya que estamos, también el de Argentina- parecieran desmentirlo, al menos; en cuanto a eso de "cada generación que llega".

-Juan Carlos Serqueiros-