jueves, 15 de octubre de 2020

TAPA DE LA REVISTA "EL GRÁFICO", 1936

 



Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Una tapa de El Gráfico finísima y graciosamente humorística con sana picardía de barrio, y elocuentemente hermosa en su simbolismo, que nos convoca a la añoranza de un tiempo en el que éramos clásico y no enemigos, como lamentable y deplorablemente algunos se empeñan que ocurra en esta degradante, espantable, actualidad "gracias" al accionar odioso y violento de grupúsculos nefastos integrados por lúmpenes desaforados y energúmenos que nada tienen de hinchas y sí todo de delincuentes. 
En la imagen aparecen dispuestos al "duelo" dos de los ídolos máximos de quemeros y cuervos, respectivamente: Herminio Masantonio, delantero ("centroforward" o “centrofobal”, como se le decía popularmente al 9) de Huracán; y Diego García, delantero ("entreala izquierdo" como se citaba al 10) de San Lorenzo de Almagro. 


García, representado como un gaucho de Boedo, con su facón quiere pincharle el globo a un nenito hincha del quemero: “Se lo dije al gurí bobo / que le iba pinchar el globo, / entonces ¿por qué lo trujo?”; y Masantonio caracterizado como un guapo de la Quema, salta a defender a la criatura y se arremanga, aprestándose a pelearlo al desafiante García: “Aquí no admito retobo, / y eso de pincharle el globo / ¡se lo va a pinchar si es brujo!”.
Aquel año 36, Huracán y San Lorenzo se enfrentaron dos veces, ganando cada uno un partido: el 3 de mayo triunfó el Globo 1 a 0, y el 13 de setiembre ganó el Ciclón 2 a 1. 


Eran épocas de una limpia y sana rivalidad —que incluso trascendía lo deportivo y abarcaba lo artístico, lo cultural; porque ambos barrios eran caldos de cultivo del que surgían figuras muy altas de la inteligencia nacional—; épocas en las cuales en cada familia de Parque de los Patricios, Pompeya, Soldati, Boedo y Almagro, había simpatizantes de uno y otro club. Y los sembradores del odio y de la xenofobia aún no se habían adueñado de la fiesta del fútbol "obsequiándonos" con su funesta presencia. 
Como canta el Indio Solari, bebamos de las copas lindas, brindando por la vuelta de las familias a las canchas. Y recordá siempre que para huracanenses y sanlorencistas, el más ansiosamente esperado de los cotejos es... EL clásico; porque somos eso: RIVALES CLÁSICOS; NO ENEMIGOS. 


No comulgo ni comulgué jamás con el tan mentado todo tiempo pasado fue mejor; pero eso no debe ser confundido con cerrar los ojos a una triste realidad: la de que el hiper profesionalismo ha traído aparejadas secuelas que nada tienen de auspiciosas, y que de no ser combatidas con una batería de antibióticos en forma de ética, moral, principios, honestidad y racionalidad; persistirán hasta devorarlo todo, no sólo ajando y degradando la belleza y la magia en lo lúdico, sino también la pasión por la divisa deportiva, que en ciertos sectores ha degenerado en una violencia demencial cuya escalada preanuncia no tener fin.
Lo popular es invariablemente alegre y festivo; no conoce de odios. No dejemos que nadie nos robe la felicidad. 

-Juan Carlos Serqueiros-

martes, 13 de octubre de 2020

LA GARCHETA Y SU CLUB DE FANS

 



Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Quedate con el vuelto, / mula de la enfermedad. / Pobrete que sos tropa / de la guita y chimpancé. (Carlos Indio Solari, "Queso ruso")

El diario La Garcheta (copia, reflejo y virtual sucursal —desde la “línea editorial” hasta el formato, pasando por los gases mefíticos que emanan de sus páginas— del repugnante pasquín La Nazión) es un libelo inmundo orientado a "lectores" de un segmento social desgraciadamente vasto, cuyas características más distintivas son su bajo cociente intelectual, su paupérrimo nivel de inteligencia emocional, su propensión al odio, su estrechez de miras y su prácticamente inagotable capacidad para absorber todo cuanto de patógeno provenga del pseudo periodismo ejercido desde ese periodicucho infecto.
El lector promedio de La Garcheta es, en síntesis, bruto, tilingo, sectario, prejuicioso e impermeable a toda virtud. Además, con llamativa y alarmante frecuencia, también suele ser un borderline y un misógino. Y es fundamentalmente gorila y oligarca, más allá del estrato social del que provenga y del poder adquisitivo alto o bajo que detente.
Es que el efecto residual del veneno que a diario inocula La Garcheta en sus "lectores" es tan, pero tan letal, que logra que un comemierda cuasi esclavo que a duras penas malvive a costa de dejar los riñones durante doce o más horas manejando el taxi de otro, cobrando dos mangos con veinte y encima en negro, salga a manifestarse en contra de los derechos laborales y de los planes sociales, lleno de odio visceral contra esos a los que llama "negros vagos" y a los cuales espeta “agarrá la pala”, mientras él, ufano en su estulticia, se considera a sí mismo un "emprendedor". 
O que una ridícula piruja ordinaria como inodoro 'e porlan y devenida en rubia a fuerza de peróxido, con raíces indisimulablemente oscuras, (ese “rubio” amarillo caca de hepatitis mal curada, viste), que atiende un kiosco pedorro en su casa o vende Avon y que en toda su miserable existencia leyó otra cosa que no fuera la revista Hola ni asistió jamás a ninguna manifestación cultural como no fuesen los nauseabundos programejos de la momia Legrand o de la hetaira jubilada Gusana Gipenes, vomite su desprecio sobre esas a las que llama "negras choriplaneras" y les enrostre el consabido “se embarazan para cobrar un subsidio”; mientras ella se ve a sí misma como el arquetipo de la mujer “de éxito”. 
O que un repulsivo lumpen, parásito portador de apellido “de abolengo", badulaque experto en explotar gente, ducho en artilugios y camándulas para pagar salarios de hambre, evasor impositivo consuetudinario y crónico que “administra” la quincuagésima sexta quiebra de un ingenio azucarero que hogaño está obsoleto y en ruinas, y que antaño fundara su tatarabuelo, se la pase con el culo en los bares boqueando contra la "excesiva presión tributaria que nos está matando a los industriales que forjamos la riqueza de este país" y clamando en favor de la "flexibilización laboral"; mientras presume de ser el más fidedigno exponente de una “meritocracia” a la que adscribe sin reservas y se considera un "esforzado empresario". 
Así como La Nazión es el lado oscuro de la luna porteña proyectada sobre todo el país a través de la imposición del odioso, cipayo y sectario centralismo mitrista a sangre, fuego, destrucción y muerte; La Garcheta es la cara oculta de la luna tucumana (y no precisamente aquella de la bellísima y arrobadora zamba de Don Ata). 
¿Sabés qué? Dan mucho asco.
Damas y caballeros que frecuentan este ghetto, lo hasta aquí enunciado es ficción. El problema radica en que siempre esa... ficción... se ve superada por una realidad que espanta.

-Juan Carlos Serqueiros-