domingo, 7 de septiembre de 2014

PONCHO VERDE. ENTRE LA HISTORIA, LA LEYENDA Y EL MITO



Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Que uno a veces dice cosas / de a dieces como de a cientos / y a'nde quiere fantasiar, / le va poniendo el acento. (José Larralde)

La ira es una locura de corta duración. (Horacio)

El arroyo Poncho Verde serpenteante y correntoso, / que a los pies del parque Mitre manotea el Paraná, / lleva el nombre de un paisano atrevido y receloso, / según cuenta en su lenguaje algún cambá. (Isidro Luciano Prado)

Cuentan que en 1810 llegó a la ciudad de Corrientes para afincarse en ella, un paisano proveniente de las Misiones, apellidado Ponccio, acerca del cual corrían mentas de su ingenio y valentía, y quien prontamente se integró a las milicias de la provincia, formando parte, con el grado de alférez, de las tropas que marcharon con Belgrano en la expedición al Paraguay dispuesta por la Junta de Buenos Aires. 
Regresado de la misma, después, ya en 1812, en el marco de los festejos de la ciudad por el segundo aniversario de la Revolución de Mayo, se lo promovió a sargento en mérito al coraje y a la audacia que había evidenciado en dicha campaña, distinción esta que el paisano celebró luego, a la noche, en un bolicho que quedaba en el hoy denominado barrio La Rosada, jugando al billar en medio de copiosas libaciones. Como había perdido en el juego, su mal talante, exacerbado por el alcohol que ingirió, lo hizo reaccionar ante el reproche airado del bolichero (un peninsular llamado don Ángel, enfadado porque Ponccio, borracho, había rasgado con la punta del taco el paño de la mesa); asesinándolo de una puñalada en el pecho. Tras cometer el crimen, arrancó el paño, y poniéndoselo a guisa de poncho, salió hacia un arroyo que por allí corría, perdiéndose entre la espesura de la vegetación de la orilla. Estuvo oculto muchos días, hasta que una partida de la guardia urbana lo ubicó y lo mató, pero no sin antes que a su vez; él abatiera a quien mandaba la misma: un sargento apellidado Piris. En el lugar donde cayó (la intersección de las hoy por hoy calle Hipólito Yrigoyen con la avenida España), su mujer y sus hijos clavaron una cruz. A partir de aquellos sucesos, los correntinos llamaron Poncho Verde al arroyo. Y eso es, en sustancia, lo que la tradición oral nos ha traído al respecto.
Supe andar mucho por Corrientes, y un día, regresando de visitar a un cliente que tenía sus oficinas en la avenida Poncho Verde (por debajo de cuyo asfalto corre hoy aquel arroyo), vine a enterarme de todo esto por lo que me contó el chofer del taxi que me llevaba. Tiempo después, en distintas circunstancias, pero siempre en Corrientes, volví a escuchar ese relato en tres oportunidades, con algunas variantes menores entre sí (el agregado de un dato por aquí, el cambio de un nombre por allá), pero esencialmente el mismo. El asunto me interesó y me propuse investigarlo.
Muchas horas pasé buscando y rebuscando en el Archivo General de Corrientes. El resultado fue: nada, ni una sola mención al suceso. 
Me extrañó, pero no me preocupé en demasía, porque inferí que los antecedentes del caso debían de haberse girado a la Junta, ya que por entonces el gobierno de Corrientes era sufragáneo del de Buenos Aires y en razón de ello; tendría que estar debidamente asentado en el Índice del Archivo del Gobierno confeccionado en 1860 por Manuel Ricardo Trelles con arreglo a la disposición emanada del ministro Carlos Tejedor. O de últimas, debería obrar en el Archivo General de la Nación, la documentación relativa al hecho. Pero otra vez fracasé, no pude hallar nada.
En principio, supuse que quizá se hubiera relativizado un asunto al que no se le asignase un grado de relevancia que ameritara su registro; pero más temprano que tarde me vi obligado a descartar esa idea, ya que sí se citaban hasta las cuestiones más menudas, como por ejemplo y entre otras muchas:

... Al Teniente Gobernador, remitiéndole una representación de D. Antonio Tomas Lopez sobre los obstáculos que esperimenta (sic) para el matrimonio que intenta contraer con Da. María del Tránsito Centurion... Al Comisionado de Mandisobí (sic), se le avisa quedar en estas reales cárceles el preso Gervasio Sequera. Al Defensor de Menores de Corrientes, dirigiéndole la instancia de Da. Francisca Paula Quiroz, relativa a la separación de su hermana Da. Dionicia (sic)... El Juez D. Francisco Portalea, instruye del escandaloso amancebamiento de las mugeres (sic) que espresa (sic) y consulta si seguirá la causa, por haber ocurrido ellas al Gobierno.

Así pues, vemos que nada quedaba sin registrarse. ¿Cómo, entonces, no había cita alguna acerca de un asesinato ocurrido en una ciudad que tendría por esa época a lo sumo cinco mil habitantes, perpetrado por alguien a quien se le atribuía haber sido nada menos que oficial de Belgrano, y contra un comerciante que, por más que se tratase de un bolichero; seguramente pertenecía a la que por entonces se reputaba como clase principal y sana del vecindario?
Por otra parte, el general Belgrano en su Autobiografía, al narrar la expedición al Paraguay, no menciona a un alférez Ponccio ni a ningún otro oficial; sino que simplemente escribe "algunos vecinos de Corrientes", de entre los cuales luego individualiza a Ángel Fernández Blanco y a Eugenio Núñez Serrano:

... Por la primera vez se me presentaron algunos vecinos de Corrientes y entre ellos el muy benemérito don Angel Fernández y Blanco a quien la patria debe grandes servicios y un viejo honradísimo, don Eugenio Núñez Serrano, que se tomó la molestia de acompañarme en toda la expedición, sufriendo todos los trabajos de ella sin otro interés que el de la causa de la patria. El teniente gobernador (nota mía: se refiere a Elías Galván, a quien la Junta había designado en reemplazo de Pedro de Fondevila) me describió haciéndome mil ofertas de ganados y caballos; aquéllos me alcanzaron en número de 800 cabezas, que era preciso dar dos por una, pues estaban en esqueleto; los caballos nunca vinieron, y sin embargo me escribió que nos había franqueado hasta 4.000. (sic)

Tenemos entonces que ni en el Archivo General de Corrientes, ni en el Indice del Archivo del Gobierno de Buenos Aires, ni en el Archivo General de la Nación, ni en las memorias del general Belgrano, se menciona a un Ponccio (ni Poncio, ni Ponce, ni Pons ni ninguna otra grafía parecida), ni se cita un hecho (ni luctuoso ni de ningún otro tipo, sea éste cual fuere) por él protagonizado. Forzoso me fue, consecuentemente, concluir en que todo se trataba de una leyenda. Sin embargo, el asunto seguía dando vueltas en mi cabeza; tenía la sensación de que había algo que yo no lograba asir ni comprender. Pero... ¿qué era?
Y un día, del modo más impensado, tuve la respuesta y adquirí consciencia de qué era ese algo: estábamos una mañana en Corrientes con mi esposa paseando con nuestra perra por el parque Mitre, precisamente donde el arroyo Poncho Verde viene a desaguar en el río Paraná, cuando de repente, lo vi.


Súbitamente, todo adquirió una prístina claridad. Allí estaban, límpido el cielo del criollismo, refulgente el sol del paisanaje; desde la noche de los tiempos me llegaba, bronco, aquel grito rebelde y glorioso de la revolución traído en sones de bravura añeja. Y allí estaban, en fin; todos los personajes de aquella leyenda, como fantasmas sacudiéndose el polvo del olvido. 
¡Cuán torpe e imbécil me había evidenciado al no entenderlo antes!
La historia, la leyenda y el mito, tratan de explicar el pasado. La primera, desde la heurística, y la leyenda y el mito, desde la tradición trasmitida de generación en generación a partir de un suceso determinado al cual se le agregan elementos imaginativos y/o fantásticos. Pero además, aplicados a un medio local (un país, una provincia, una ciudad, etc.), tanto la historia como la leyenda y el mito, tienen en común el propósito de fundar, cimentar, enaltecer y ostentar ante el resto del mundo, la pertenencia a ese medio local.
No me había quedado falta sin cometer, y por eso no lograba desentrañar el "misterio", misterio ese que yo mismo creé donde no lo había. En este caso, mi error original fue no haber acertado a situarme en tiempo, lugar y circunstancias, "pecado" en el que solemos incurrir (muchas veces, inconscientemente y a pesar de querer, desde la honestidad intelectual, evitarlo cuidadosamente) quienes nos abocamos a tratar de comprender y narrar la historia. Y todos los demás, habían sido la consecuencia lógica de esa falla. En mi zoncera presuntuosa quise analizar desde el rigor histórico a un personaje que debí haber notado de entrada que era de leyenda y al cual identifiqué como central en la trama de la misma, cuando estaba muy lejos de serlo. 
En síntesis, yo estaba meando a miles de kilómetros de un tarro que se hallaba en Tombuctú.  Por eso, en virtud de algún intrincado mecanismo de la inteligencia, al estar in situ, las fuerzas telúricas llevaron a mi espíritu a entender la cuestión.
La Revolución de Mayo no fue un acontecimiento al cual se adhirieron en masa todos quienes habitaban el territorio del virreinato del Río de la Plata; sino que existieron, en Buenos Aires y también en las demás ciudades y pueblos, marchas, contramarchas, vacilaciones y... oposiciones. Y Corrientes no fue la excepción, porque hubo en el seno de su sociedad una profunda división en torno a ello. Y allí está, como mudo testigo de aquellas disensiones, exhibida en una vitrina del Museo Histórico Provincial, la camisa ensangrentada de Félix Ponciano de Llano, español peninsular muerto a puñaladas por patriotas exaltados el 27 de mayo de 1812 por vivar a Fernando VII. Para quienes estén interesados en profundizar en esa temática, la misma está exhaustivamente tratada en un excelente libro de un muy concienzudo y prestigioso historiador correntino: el esquinense Dardo Ramírez Braschi, cuya lectura me atrevo a recomendar, titulado Patriotas y Sarracenos. La lucha revolucionaria en la provincia de Corrientes (1810-1812).
La leyenda de Poncho Verde es una alegoría precisamente a esa problemática, una metáfora que nos la ilustra a través de los distintos personajes que simbolizan las facciones en pugna. 
La tesis: el criollo Poncho Verde viene a ser así la exaltación del patriotismo, el alma misma de la correntinidad  en eclosión magnífica y enancada a una nacionalidad que se apresta a surgir, radiante, a partir del proceso revolucionario. Se lo pinta como proveniente de las Misiones, de modo de significar los derechos que se atribuía Corrientes sobre ellas, y como capaz de heroicidades y arrojos en la expedición al Paraguay, de manera de diferenciarlo claramente de los sarracenos que se habían soliviantado como consecuencia de la invasión paraguaya de abril de 1811 a Corrientes; y como osado, belicoso y corajudo, prendas esas que todo correntino que se precie, considera características suyas por antonomasia.
La antítesis es don Ángel, español peninsular, el sarraceno odioso contra el cual todo estaba permitido y justificado, incluso el asesinato. 
La síntesis es Piris, asimismo criollo, el que mata a Poncho Verde en quien ve la sinrazón, la falta de ley, el exceso, lo que es preciso encauzar (por eso es un arroyo) so pena de ahogarse en una revolución que, una vez conseguida la libertad que el sarraceno conculcaba; ha de dejar paso al imperio de un nuevo orden. Pero así como Piris acaba con Poncho Verde; él también debe morir en la demanda, y a manos de éste, pues su sangre, fundida con la del paisano y con la de don Angel, es la ofrenda que la tierra reclama para pacificar los espíritus alterados por las pasiones en conflicto. Y la mujer y los hijos de Poncho Verde simbolizan el pueblo, aliviado en su tragedia por la fe religiosa traducida en la cruz que clavan.
Hallé pues, la explicación que tan afanosamente había buscado, no obstante lo cual debía subsanar una omisión mía: no había consultado las actas capitulares del cabildo de Corrientes. ¿Y si después de todo, había en ellas alguna mención? Era muy improbable; pero tenía que estar seguro. Me decidí entonces a escribir a quien tuvo a su cargo, justamente en el Archivo General de Corrientes, organizar y catalogar los documentos que fueran recopilados por Manuel Florencio Mantilla, y quien es, además; Director de Investigación de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Nacional del Nordeste: el doctor Dardo Ramírez Braschi, al que mencioné más arriba y quien, gentilmente, me confirmó que en efecto, tampoco él había podido hallar nada (y aprovecho para reiterar aquí el especial agradecimiento que oportunamente le expresé).
Lo de Poncho Verde es a la vez historia, leyenda y mito. Es historia por cuanto emana de eventos históricos reales y comprobados (adhesión de Corrientes a la Revolución de Mayo, Expedición de Belgrano, Invasión del Paraguay a Corrientes y luchas intestinas entre patriotas y sarracenos); es leyenda etiológica en tanto su construcción lleva el aporte de elementos que surgen de la fantasía popular y que fueron transmitidos sucesivamente a través de la tradición oral; y es mito histórico-cultural pues remite a un tiempo primordial y cumple con la condición de opuestos reconciliados en una síntesis superadora del antagonismo primigenio.
Poncho Verde es, además; folclore regional. Tanto así, que fue hecho chamamé, compuesto y registrado debidamente en SADAIC el 17 de julio de 1973 bajo el código 208042, a favor de Avelino Flores en la composición musical y de Isidro Luciano Prado en la autoría poética.
Y desde ahora, ya podrá usted saber, entonces, estimado lector, de qué le estarán hablando en Corrientes cuando le mencionen a Poncho Verde.
¡Hasta la próxima!

Imagen de portada: Octavio Gómez (1916-2014), "El Poncho Verde", óleo sobre tela, 1963

-Juan Carlos Serqueiros-