Al referirnos a alguna personalidad destacada de nuestro país, me parece que ya va siendo hora de cortarla con la cantilena esa: "Fulano de tal: argentino de origen español” (o italiano o lo que fuere). Esa acotación (que dicho sea de paso, nadie nos la exige; la expresamos motu proprio) equivale a minimizarnos, a disminuirnos en cuanto a nuestra identidad nacional.
Y lo peor, es que eso no lo hacen los de afuera; sino que lo hacemos nosotros mismos. Nos "bajamos el precio" cada vez que escribimos, por ejemplo: "Fulano de tal: destacado científico argentino de origen...". Además, es una forma velada (y quizá inconsciente) de "pedir disculpas" por haber nacido en la Argentina o haber adoptado nuestra nacionalidad. Es como presentarse diciendo: "Soy argentino, pero mi padre (o mi abuelo o mi...) era alemán (o francés, inglés o lo que fuere)”. ¿Qué tiene que ver? ¿Qué agrega eso? Uno es por sí mismo y las naciones lo son por sí mismas.
El problema no radica en la multiplicidad de orígenes. El surgimiento se da a partir de los patres (de allí viene la palabra "patria"), es decir, los primeros ciudadanos que la concibieron (en nuestro caso, los próceres de la Revolución de Mayo y de la Independencia) e impusieron su reconocimiento. Después viene el proceso de la nacionalidad, es decir, el sentimiento y la convicción de pertenencia a una nación, o sea: soy argentino porque esta patria, en una proporción de uno sobre cuarenta y siete millones (o la cantidad que seamos), es mía. Consecuentemente, estoy integrado, soy parte de esa nacionalidad y a ella pertenezco.
El nacer en un lugar no define la pertenencia a una nacionalidad; lo que la define es la voluntad y la convicción arraigada de pertenecer a ella, independientemente de dónde hayan provenido nuestros antecesores. Y el proceso de consolidación, afirmación y expansión de esa nacionalidad es eminentemente cultural: soy argentino (por haber nacido aquí o por haber optado por serlo) y adopto esa identidad, me identifico no solamente con su tierra; sino también con su gente, su historia, sus valores, sus símbolos, su lengua, sus usos y sus costumbres.
Nadie respeta a quien no se respeta a sí mismo y nadie ama a quien no se ama a sí mismo. Asumamos y proclamemos sin ambages nuestra nacionalidad y desterremos el uso de ese acomplejado y vergonzante "argentino de origen..."; seamos ARGENTINOS y punto.
-Juan Carlos Serqueiros-