Hay muchas formas de auto engañarnos y de alimentar los mitos que nos confirman aquello que queremos creer de nosotros y de los demás.
Por ejemplo, quien valorice en forma extrema el conservar los amigos de la infancia, la casa de toda la vida, los roles que siempre ha sostenido, etc., suele ser una persona a la cual le parece que en general, cambiar es síntoma de "inestabilidad", de poca fiabilidad y de inseguridad.
Son personas que sostienen "mejor malo conocido que bueno por conocer", y es por ello que siempre encontrarán al agente de los cambios bajo la forma de "otro" o de destino proveniente desde el exterior. Los demás serán entonces esos agentes "desestabilizadores", que podrían amenazar con dejar nuestra vida patas para arriba si los dejamos de controlar; pero indefectiblemente, la palabra "control" y "manipulación", no sonará bien en nuestro diccionario, y por supuesto, la endilgaremos a alguien más, para que nosotros sigamos siendo esas personas limpias que sólo tratan de mantener el orden.
De este modo, dejamos fuera del diccionario de nuestras definiciones aquello que implica la parte más nefasta de nuestras elecciones, y vamos forzando a que en nuestra novela, se forme siempre la misma frase: "yo soy un manantial de seguridad y tranquilidad; los locos, controladores, desestabilizadores, imprevisibles e irresponsables, son los demás". Poco a poco, vamos arrumbando en el cuartito de los cachivaches del hogar o de la mente; aquello que desentona con el mobiliario de la casa o con la personalidad; dejando a la vista sólo lo que deseamos ver.
Aquello que quede delante de nuestra nariz, será el libreto que hemos elegido creer respecto de nosotros mismos. No obstante, lo que hemos suprimido, tendrá el rostro de las personas que nos enfrentan a la necesidad de cambiar.
Dicho esto, no es extraño escuchar a muchas personas esgrimir que han cambiado profundamente, no obstante seguir viviendo del mismo modo, con el mismo entorno e idénticos conflictos antes vividos con sus padres y ahora con sus hijos.
Uno de los más prácticos (y no mejores ni únicos) modos de evaluar nuestro nivel de cambios internos, es mirar las circunstancias, personas y problemas que nos rodean.
El cambio interno suele tener un espejo en el afuera, y ello puede demostrarnos hasta dónde hemos hecho modificaciones de forma o de fondo. Los personajes pueden cambiar (y esto sería una modificación de forma); pero si los problemas que nos solían aquejar se han alejado, puede ser que como una gran ola, nuestras nuevas perspectivas hayan removido un fondo que era necesario limpiar.
Como siempre, conviene no engañarse con la mirada.
Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814
* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga.Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.
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