Es muy poco lo que se sabe acerca de María Remedios del Valle o Remedios Rosas (nombre y apellido estos últimos que terminaría por usar, por propia determinación y a lo cual me referiré más adelante). No hay retrato alguno de ella y se ignoran tanto la fecha como el lugar de su nacimiento (muy posiblemente, éste haya sido en Buenos Aires; pero al no haberse –hasta ahora- hallado antecedentes al respecto, no hay tampoco certeza absoluta).
Sí se sabe que era de raza negra, ya que ha sido descripta como "parda" en la documentación oficial existente y probablemente haya sido una esclava manumitida o hija de esclavos.
Si yo viviera en Buenos Aires o tuviera los medios necesarios para encarar una investigación histórica allí, rastrearía por el lado de la familia Del Valle, ya que era común por ese entonces que los esclavos –y por ende, los hijos de éstos- tomaran el apellido de las familias en cuyas casas servían. En función de esa circunstancia, tal vez María Remedios tuviera por apellido Del Valle debido al haberse criado en casa de dicha familia. Y de ser así, entonces también quizá sabiendo en qué parroquia se registraban los bautismos de los Del Valle; se lograse hallar su fe de bautismo (lógicamente, suponiendo que haya sido bautizada, lo cual infiero debe de haber ocurrido) y encontrarse los datos relativos a su nacimiento.
Se sabe también que su familia estaba integrada por su esposo y dos hijos, uno propio y otro adoptivo (o "entenado" como se les decía por entonces a los que se criaban en casas que no eran las de sus padres, y por personas que no eran los mismos).
María Remedios del Valle actuó durante las invasiones inglesas, o por lo menos; durante la segunda de ellas. Esto lo sabemos a través de una certificación emitida por el comandante del Tercio de Andaluces, José Merelo; en la cual consta que durante la campaña de Barracas, asistió y guardó las mochilas para aligerar su marcha a los Corrales de Miserere. Esta documentación se halla en el Archivo General de la Nación: “Acuerdo del Extinguido Cabildo de Buenos Aires”, serie IV, tomo II, libros LIX, LX, LXI y LXII, años 1805 a 1807. El Tercio de Andaluces integró, durante la Defensa, la División Centro, al mando de Javier de Elío y dotada con 9 piezas de artillería; conjuntamente con los tercios de Gallegos, de Castas (integrado por pardos, morenos e indios, en el cual seguramente estaría el esposo de María Remedios), y de Catalanes (dos compañías), más un escuadrón de caballería. La campaña de Barracas mencionada por Merelo, consistió, como lo detalla Carlos Roberts en su libro Las invasiones inglesas publicado en 1938, en la concentración ordenada por Liniers de las fuerzas precedentemente descriptas, con más el agregado de las Divisiones Derecha, Izquierda y Reserva, en un punto situado en Barracas, a eso de unas tres cuadras al sur del Riachuelo. En cuanto a la marcha a los Corrales de Miserere, consistía en dirigir ese ejército al matadero de hacienda de Miserere (situado en el actual barrio Once), vadeando el Riachuelo por el paso de Burgos (actual puente Alsina).
Nada más conoceremos de María Remedios del Valle ni de su esposo e hijos, durante los siguientes tres años, hasta la Revolución de Mayo.
El 6 de julio de 1810, se terminó de reunir en el Monte de Castro (actual barrio de Floresta) la tropa que integraría la Expedición Auxiliar al Alto Perú, que sería denominada luego Ejército del Perú. Tal hecho, se producía en el marco de la disposición de la Junta de fecha 29 de mayo de 1810 por medio de la cual se reorganizaba el ejército y fundamentalmente, de la del 14 de junio, a través de la cual se urgía la conclusión de los trabajos de formación de dicha fuerza militar (ya se tenían noticias de los preparativos contrarrevolucionarios de Liniers en Córdoba). Como consecuencia, la tropa, originalmente formada sobre la base de las milicias regladas, pagada por medio de suscripción pública (“contribuciones patrióticas”, para lo cual la Junta comisionó a Miguel de Azcuénaga a fin de que recibiese donativos, ya sea en metálico o en esclavos); se engrosaría por medio de una rigurosa leva de todos los vagos y hombres sin ocupación conocida desde la edad de 18 años a 40, y también apelando a la compra de esclavos a sus amos. Se formó así un ejército de 1.150 efectivos, que fueron puestos al mando del comandante de Arribeños, coronel Francisco Ortiz de Ocampo, con el teniente coronel Antonio González Balcarce como segundo jefe, y enviados a Córdoba a reprimir la contrarrevolución de Liniers, y luego a proseguir la campaña al Alto Perú.
A ese ejército, que iniciaría su marcha el 7 de julio de 1810, era al cual se incorporarían María Remedios del Valle, su esposo y sus dos hijos. Posteriormente, ya sofocado el intento de Liniers, el mismo ejército con Antonio González Balcarce al mando de su vanguardia, se dirigiría al Alto Perú con el nombre de Ejército del Perú, quedando Ortiz de Ocampo en Córdoba, Santiago del Estero y Tucumán, para ir reclutando los contingentes con que sucesivamente se aumentarían sus efectivos, y sería puesto luego al mando de Castelli por resolución de la Junta de fecha 6 de setiembre de 1810. Después del desastre de Huaqui, quedaría al mando Pueyrredón, quien posteriormente lo entregaría a Belgrano en Yatasto el 26 de marzo de 1812.
Consta la participación de María Remedios del Valle en las batallas de Huaqui (Bernardo Anzoátegui atestiguó que por orden de Viamonte, condujo a María Remedios del Valle hasta Potosí, haciéndole entrega de veinte pesos); de Tucumán (en la víspera de la cual María Remedios del Valle le solicitó al general Belgrano autorización para asistir a los heridos en las primeras filas, denegándole éste dicho permiso; no obstante lo cual ella conseguiría confundirse entre las tropas de reserva y luego acceder al campo de batalla, donde su comportamiento fue tan heroico y abnegado socorriendo a los heridos, que el general Belgrano la designó capitana y los soldados y oficiales comenzaron a llamarla “Madre de la Patria”); de Salta; de Vilcapugio y de Ayohuma.
Fue herida gravemente varias veces, recibiendo sablazos y balazos, estos últimos, en seis oportunidades. Estuvo en capilla a punto de ser ejecutada por el enemigo. En la derrota de Ayohuma, herida de bala, no pudo escapar y cayó nuevamente en poder de los realistas. María Remedios del Valle fue una más entre los quinientos prisioneros que el enemigo logró capturar, siendo condenada por el general español Joaquín de la Pezuela, a ser azotada en público durante nueve días consecutivos por conducir correspondencia e influir a tomar las armas. Pero María Remedios del Valle, pese a los atroces castigos que recibió; consiguió fugar.
A esas alturas su frenesí patriótico, su dedicación, su coraje y su abnegación eran ya legendarios. No había sacrificio o penuria pasados o por pasar, capaces de hacerla cejar en su lucha, curando heridos, remendando uniformes de soldados y oficiales y derramando amor a raudales en una tierra que pugnaba por su libertad. Era, para todos, la Madre de la Patria.
Pero ya estaba sola en el mundo: su esposo y sus dos hijos habían perecido en la Guerra de la Independencia, y María Remedios del Valle emprendió el regreso a Buenos Aires, a vivir pobre y olvidada en un mísero ranchito de los arrabales de la ciudad, tan humilde y relegada como el general que la había hecho capitana: Manuel Belgrano.
Así, transcurrieron siete largos años que pasó vendiendo pastelitos y tortas fritas en la Recova y pidiendo limosna en los atrios de las iglesias para subsistir.
Hasta que un día, el general Juan José Viamonte, al salir de su casa, tropezó con una anciana negra, encorvada, desdentada y llena de horribles cicatrices, reconociéndola instantáneamente. “-¡Pero… si es la Madre de la Patria!”- exclamó. A partir de allí, el general Viamonte, tomó a María Remedios del Valle bajo su protección, e hizo que ésta reclamara al gobierno por el otorgamiento de la pensión a la que era más que justicieramente acreedora.
Luego de una primera presentación, que fue rechazada, subsiguió otra en la que, tras larguísimos debates, se resolvería favorablemente la pensión a Remedios del Valle y la erección de un monumento en su homenaje. En el Diario de Sesiones de la Honorable Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires: tomo VI, sesión del 18 de julio de 1828, puede leerse la intervención de Tomás de Anchorena, que cerraría la discusión y tras la cual se votarían la pensión y monumento a la Madre de la Patria: “Yo me hallaba de secretario del general Belgrano cuando esta mujer estaba en el ejército y no había acción en que pudiera tomar parte, que no la tomase y en unos términos que podían ponerse en competencia con el soldado más valiente. El general Belgrano no permitía a las mujeres que siguieran al ejército en campaña. Al pasar el río Pasaje sólo admitió en sus filas a la Madre de la Patria. Una mujer tan singular como ésta debe ser el objeto de la admiración de cada ciudadano de todas estas provincias y adonde quiera que vaya de ellas, debía ser recibida en brazos y auxiliada con preferencia a un general”.
Pero todo quedaría en expresiones de buenos deseos e intenciones y nada más; porque María Remedios del Valle jamás llegaría a cobrar su pensión, postergada invariablemente por otras “urgencias” y sepultada en una laberíntica burocracia.
En 1829 vino un criollo en esta tierra a mandar: don Juan Manuel de Rosas, quien reintegraría a María Remedios del Valle a la nómina del ejército con rango y sueldo de sargento mayor. Agradecida al general Rosas, María Remedios del Valle decidió llamarse Remedios Rosas.
Y sería gracias a la escrupulosa y férrea contabilidad de la administración rosista, que hoy podemos saber cuándo murió la Madre de la Patria, ya que de otro modo; seguramente ese dato permanecería tan ignorado como el de su nacimiento. En efecto, en la Lista del Ejército de Rosas, correspondiente al 8 de noviembre de 1847, se consigna la baja por fallecimiento del Mayor de caballería Dña. Remedios Rosas (sic).
Estimado lector, ya le conté quién era Remedios Rosas, y ahora que lo sabe; espero que en cada fecha patria, la enorme dimensión de su figura histórica le despierte un emocionado recuerdo.
Particularmente, soy de la idea de que así como en muchas de nuestras ciudades se elevan monumentos en honor a la memoria de los Padres de la Patria, los generales don Manuel Belgrano y don José de San Martín; debieran asimismo levantárselos en homenaje a doña Remedios Rosas, la Madre de la Patria.
-Juan Carlos Serqueiros-
Imagen: Ramiro Ghigliazza, "María Remedios del Valle, La Madre de la Patria", técnica digital, contemporáneo.
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