Cercano al chisme, que suele circular con contenido tóxico acerca de un tercero ausente, el "hablar en nombre de" suele ser un fenómeno paralelo de un grado no menor, en el que en teoría alguien funciona como la voz y en representación de un tercero que no puede / no quiere / no sabe / no contesta. En esta particular forma de pseudo conexión, hay tres partes que intervienen y cada una puede tomar una actitud diferente ante el hecho:
-Quien no quiere hablar, pide a un tercero que se comunique con la persona con quien "desea establecer comunicación". Toda una paradoja inicial, ya que es imposible querer decir o preguntar algo a alguien a quien no se dirige la palabra en forma directa, ¿no?
-Quien oficia de nexo, asume el papel de mensajero e intermediario que a su turno queda sin voz cada vez que le sea requerida nueva información por parte del receptor final del asunto. Entonces, al no poder responder por sí mismo, tiene que volver a quien representa para preguntarle qué es lo que debe contestar. De este modo, y tras que la comunicación es un fenómeno muy difícil en el que apenas dos pueden entenderse sin intermediarios (y para muestra, bastan los mensajes de texto, whatsapp, etc.), reproducimos un círculo vicioso en el que se incrementa exponencialmente el error y el mal entendido.
-El receptor de la pregunta y quien debe responderla podría, ya sea negarse a conversar con un intermediario o, como hacen muchos por no comprender en qué tipo de síntoma se están enganchando; aceptar pasivamente prenderse en la cadena del error y soportar que cada una de sus respuestas, argumentos o palabras a transmitir deban esperar la cadena de re-transmisión a la que es obligado por quien ha propuesto al intermediario que éste ni siquiera ha elegido.
La gran mayoría suele ver en la figura de quien es incapaz de dirigirse a un otro como alguien autónomo, a un pobre ser "herido" o "damnificado", e identificados con su "herida", suelen ofrecerse como apéndices corpóreos de ese “mártir” al que proyectivamente intentan ayudar. No obstante, si aguzamos un poco más la mirada, la persona que parece jugar el papel principal de la víctima y se muestra como indefensa, vulnerable, sola, con pocos medios o que padece una situación dolorosa o desventajosa; precisamente es quien pone en funcionamiento una especie de mandato que coloca en lugar de objeto tanto al intermediario como al receptor. No sólo les impone una "burocracia" comunicacional por la que deben atravesar sus palabras, sino que las retiene en un juego en el que cada uno pierde la capacidad de hablar en forma directa, pasando a depender que otro diga lo que se podría decir si no existiesen terceros que oficien de innecesarios traductores.
En síntesis, la supuesta víctima es en realidad una persona con un alto grado de manipulación que necesita medir su valor evaluando cuánto le obedecen los demás. Atrévete a negarles tu respuesta o tu intermediación, y verás cómo un silencio tenebroso o un lastimero y sobreactuado "gracias, yo sabré cómo arreglármelas solo", intentará hacerte sentir que eres prácticamente un monstruo al que nada le hubiese costado hacer un pequeño favor.
Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814
* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga. Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.
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