Siempre he creído que las ucronías son meros ejercicios intelectuales de quienes las elucubran y que no sirven a ningún fin útil, pues el pasado fue tal como fue y eso no tiene remedio; no hay manera alguna de volver atrás y rehacerlo de un modo distinto al cual efectivamente ocurrió.
No es como cuando estamos aprendiendo a jugar al ajedrez y el maestro que nos enseña nos dice: “no muevas esa pieza, porque si lo hacés, te doy mate en diez jugadas, mirá: así, así y así; mejor mové otra pieza (pensá cuál) para evitar que yo pueda darte mate como te expliqué”.
Sin embargo, por más que las ucronías no sirvan para nada; no podemos evitar el deseo ferviente de que no hubiesen existido en el mundo lacras tales como dinastías degeneradas, tiranuelos inmundos, genocidas espantables y una larga lista de etcéteras la cual usted, mi querido amigo lector, engrosará incluyendo en ella a cuanto miserable personaje acuda a su memoria. Claro que, sin perder de vista ni por un instante que los buenos deseos se limitan a eso: anhelos que obran como un bálsamo sobre las heridas que las miserias humanas infligen a nuestra moral y a nuestra ética, pero que al fin y al cabo; están tan lejos de lo en verdad acontecido, como La Quiaca lo está de Tombuctú.
En fin... nada… las cosas fueron como fueron, y el solo remedio es procurar en lo posible que en el presente o en el futuro más próximo, sean al fin como desearíamos que fuesen, esto es; que terminen triunfando en la tierra el amor, la libertad, la fraternidad, la justicia y la igualdad.
Y para eso, precisamente para eso, sirve el conocimiento del pasado (del pasado REAL, quiero decir), sin falsedades ni deshonestidades a la hora de narrarlo... y sin ucronías.
-Juan Carlos Serqueiros-
Sirven como una forma de ficción.
ResponderEliminarAsí es, amigo.
Eliminarmuy lindo blog felicitaciones juan carlos!
ResponderEliminar¡Gracias por pasarte por aquí! Te esperamos siempre.
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