En la era de la comunicación, no hay nada más fácil que responder un mensaje, pero parece ser que esto deja al descubierto cuestiones de desinterés más que de imposibilidad. Con apretar un botón se puede hablar y atender a alguien que hace una hora o dos, un día o dos, nos envió un texto o un audio; y si hay algo realmente feo, es dirigir la palabra a quien no nos la devuelve. Es un modo de que te declaren inexistente, una especie de muerte forzosa que te lleva a colocarte en una posición hipócrita cuando te vuelvan a contactar o a desnudar la situación cuando el momento lo requiera.
Si se elige esta segunda opción, seguramente la cosa terminará mal tan sólo porque quien da la cara y no la esconde, es políticamente incorrecto, pero genuinamente frontal. Uno puede andar con "los pájaros volados" un día, dos, tres, una semana; pero no toda una vida como para no abrir la boca y dejar colgando del celular, del teléfono fijo o de la agenda, los pedidos de encuentro a los que no acudimos jamás.
Sólo pierde quien baja la persiana, quien se aísla perdiendo la capacidad de responder; mientras que del otro lado, el del receptor frustrado, existe otra responsabilidad, otra respuesta posible, y es la de quedarse en la espera o ir por un camino un poco más fluido donde sentirse correspondido y no tachado.
Suelo escuchar que los que más se quejan de este defecto en otros, padecen de la misma incapacidad y la ejercen con total libertad. Bien por ellos si lo que están evitando es ser hipócritas; pero para eso hay que contestar al menos con un "no tengo ganas de hablar contigo". O con un "me importa nada lo que me digas porque estoy en mi mundo", o quizá, "no te considero importante" al punto que "luego me olvido de que estabas intentando hablarme".
Es lógico que otra opción sea: “estoy mal y en este momento soy incapaz de ver otra cosa que no sea mi problema". Eso suele pasar en situaciones de duelo, pero si se eterniza, podría tornarse en rencor, en una defensa, en un “que me llamen si les importo”; hasta que un día, el otro se da por vencido y el primero confirma su mito: ¿”ves? ¡yo no le importaba!” (error común).
No obstante, hay un problema: la vida no es lineal y te dejará sin respuestas el día que las necesites con ansias. Suele ser así. Quien es desaprensivo recibe su dosis desde el lugar y el día menos esperados, porque ha trabajado en ello con fruición, aislándose del resto cuando el resto lo esperaba. Y el que quedó siempre a la espera, si no dejó de esperar, fabricó también su propia repuesta: "es que no valgo le pena y no me contestan".
Sin caer en los extremos del demandante veinticuatro horas y del indiferente otras veinticuatro, hay un punto que se llama prójimo-próximo. Y... ¿cuán próximo se está cuando existen semejantes distancias? Éstas no se miden en kilómetros; se miden en respuestas.
Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814
* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga. Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.
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