miércoles, 30 de agosto de 2023

UN CUADRO MAGNÍFICO Y CONMOVEDOR
























Escribe: Juan Carlos Serqueiros

En esta obra de Daniel Santoro, titulada “Evita protege al niño peronista”, ejecutada en 2002 con técnica óleo, acrílico y dorado a la hoja, el artista nos pinta una Evita “sencilla”, despojada absolutamente del glamour de los vestidos de Jamandreu o de Dior, como así también de sus joyas; al tiempo que la sitúa en una dimensión, digamos… mítica, incluso con aura (asimilada al sol incaico de nuestra bandera), como inmersa en un universo onírico, cobijando y protegiendo a eso que para el Estado Peronista de Bienestar, se constituye en lo único que ha de ser privilegiado: la niñez, es decir, la corporización en el presente de lo que será el ciudadano argentino del futuro.
Es un cuadro sin dudas magistral en tanto en él se significa el cambio de destino que Evita concede a un niño pobre al igualarlo, equipararlo, al de un niño rico. Si los bíblicos magos de Oriente citados en el evangelio según San Mateo, guiados por la estrella de Belén llevaron al Niño Jesús su ofrenda de oro, incienso y mirra; esa Evita Protectora dispone que el niño peronista duerma en una cama de oro, con sábanas pulquérrimas de una blancura inmaculada, en una habitación que en magnificencia nada tiene para envidiarle a la de un palacio, mientras ella se dispone a arroparlo con un manto celestial estrellado. ¿Puede alguien imaginar una riqueza tan inconmensurable?
En contraste con todo eso, por detrás de la ventana aparece, contemplando la escena, una figura icónicamente opuesta a la de Evita: la de la escritora Victoria Ocampo, representada con sus anteojos negros de armazón blanco y sosteniendo libros, los cuales confrontados a las alpargatas blancas que se muestran en primer plano junto a la cama de oro del niño peronista, remite a aquello de “alpargatas sí, libros no”, esgrimido como respuesta contestataria a la concepción elitista de quienes se consideraban a sí mismos como depositarios en exclusiva de la cultura, haciendo gala de su desprecio por lo popular y masivo.
Me encantan todos los cuadros de Santoro, pero este en especial, conmueve mis sentidos y me labura planos altísimos de la psique.

-Juan Carlos Serqueiros-

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