Vnus erat tribus in secreta lectulus herba; / quaeris concubitus? Inter utramque fui. (Un solo lecho para tres, en la hierba, apartado / ¿Mi lugar para el coito? Entre las dos mujeres).-Sexto Aurelio Propercio-
Sexto Aurelio Propercio fue un poeta elegíaco de vida muy corta (n. Asís, 47-48 a.C. - m. Roma, 15 a.C). Pero a pesar de ello; su talento le alcanzó —aún en la implacable brevedad de su existencia— para gozar del patrocinio de Mecenas.
Sus poemas versan sobre lo patriótico y la mitología romana; pero serían sus elegías, inspiradas en su amor por Cintia, las que harían que la posteridad lo convirtiera en un clásico.
Al parecer, Cintia no era precisamente lo que diríamos un modelo de castidad y fidelidad: "¿Es verdad, Cintia, que en toda Roma eres difamada y que vives en conocida lascivia? / ¿Merecí esperar esto? Pérfida, me las pagarás, / y el viento, Cintia, me llevará a alguna parte", escribió Propercio en una de sus elegías.
Y entonces, él se "vengaba" de ella en algunos de sus versos, como por ejemplo, los que cité a continuación de la imagen que oficia de portada en este opúsculo, en los cuales, despechado, le contaba a Cintia lo de un trío sexual que formó él con dos mujeres, u otros en los que que se burla de sí mismo por el sufrimiento que le provocaban sus amores contrariados.
Propercio parece haber exorcizado su furia canalizándola en su poesía. En otros versos le dice a Cintia que merece que la mate, pero que no hará tal cosa, y en cambio; le echa maldiciones y le profetiza un destino de vieja arrugada, solitaria y amargada (como vemos, nadie, ni siquiera los poetas del tango y del blues, inventó nada nuevo en materia de lírica relativa a amores contrariados; ya lo habían hecho los latinos): "¡Pero que a ti te abrume la vejez con años disimulados / y lleguen las siniestras arrugas a tu figura! / ¡Que entonces ansíes arrancar de raíz los cabellos blancos, / ay, mientras el espejo te reprocha tus arrugas. / Y, rechazada, tengas que sufrir en propia carne la soberbia altivez / y vieja, te lamentes de lo mismo que tú hiciste! / Estas maldiciones funestas te ha cantado mi poesía: / ¡aprende a temer el fin de tu hermosura!".
En fin... yo le habría dicho al bueno de don Sexto Aurelio que dejara de andar por la vida con la bronca en las tripas y que más bien siguiera enganchado en tríos como esos en los que se solazaba con dos paicas o se integrara a una buena partuza. O, mejor aún; que se quisiera a sí mismo y reencontrara el amor en su propio corazón. Se me ocurre, qué sé yo...
-Juan Carlos Serqueiros-
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