El designio de ser felices que nos impone el principio del placer es irrealizable; mas no por ello se debe —ni se puede— abandonar los esfuerzos por acercarse de cualquier modo a su realización. Al efecto podemos adoptar muy distintos caminos, anteponiendo ya el aspecto positivo de dicho fin —la obtención del placer—, ya su aspecto negativo —la evitación del dolor—. Pero ninguno de estos recursos nos permitirá alcanzar cuanto anhelamos. La felicidad, considerada en el sentido limitado, cuya realización parece posible, es meramente un problema de la economía libidinal de cada individuo. Ninguna regla al respecto vale para todos; cada uno debe buscar por sí mismo la manera en que pueda ser feliz. Su elección del camino a seguir será influida por los más diversos factores. Todo depende de la suma de satisfacción real que pueda esperar del mundo exterior y de la medida en que se incline a independizarse de éste; por fin, también de la fuerza que se atribuya a sí mismo para modificarlo según sus deseos. (Sigmund Freud)
Estimé pertinente introducir, a modo de ejemplo y como preámbulo de lo que a continuación voy a expresar, este fragmento de “El malestar en la cultura”, de Sigmund Freud (ed. 1930), porque… ¿has notado con cuánta frecuencia vemos publicados en las redes sociales, cartelitos con frases suyas cuando no transcripciones de párrafos aislados?
Freud —el Tata, como suelo referirme a él afectuosamente y con admiración en tanto padre del psicoanálisis— fue, es y seguirá siendo un grande; pero diría que de él hay que tomar lo que uno realmente quiere y no tragárselo todo según lo consuma la mayoría.
En el acápite citado precedentemente, Freud enuncia que en la medida en que el individuo deja de esperar del mundo y se independiza de él, es más feliz. Ahora, en relación a “modificarlo según sus deseos”, esa… ¡ya es una tarea un poco más difícil!
Porque —“pequeño” detalle— para lograr hacer eso, uno debe saber muy bien quién es, ya que estamos convencidos de desear aquello que lamentablemente nos han inoculado como deseo. Pero ocurre que el deseo pasa a ser inconsciente. Y al pasar al inconsciente, se mantiene allí por represiones sucesivas.
El deseo no es eso cuyo cumplimiento se le pide a la flor de panadero o a una estrella fugaz. El deseo es algo que de cumplirse, nos traería mil conflictos, y es por eso que un día nos "olvidamos" de él. Todos creemos hacer lo mejor con nuestras vidas, pero muchas veces olvidamos e incluso amputamos mediante represión aquello que hemos resignado y extirpado de nuestro mundo, con tal de ser aceptados, aprobados, queridos y reconocidos.
Y así, vivimos una vida que no es la nuestra, convirtiéndonos en lo que llamamos "yo", cuando en realidad, no es sino el vestigio de las enseñanzas de otro. Entretanto, a ese al que miramos al espejo, lo desconocemos por completo.
Parece mentira, ¿no? ¡Pero es real!
Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814
* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga. Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.
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