miércoles, 29 de marzo de 2023

BOTELLA AL MAR





















Escribe: Gabriela Borraccetti *

Era una mujer muy terrenal. Sabía exactamente para qué servían cada uno de sus cinco sentidos y tenía la capacidad de venerarlos como madre natura manda sin ningún otro dios.
Llevaba en sus ojos el verde lluvioso de la selva y en su piel el rocío sobre los pétalos cuando florecen; estiraba, cual si fuese un árbol, sus brazos hacia el sol, y día a día comprobaba que el cielo de algún conocimiento se hacía asequible a sus pupilas. Nunca pudo utilizar como arma el perfume de sus flores, porque jamás reconoció como algo milagroso y supremo lo que la naturaleza le había brindado, según pensaba, tan sólo como vehículo para poder apoyar sus pies sobre la tierra y tener acceso al frío, al calor y a las caricias.
Amaba jugar con el viento furioso, y en señal de desafío, soltaba sus cabellos para darle la cara, mientras en contra de todo lo que fuese definición y opinión ajena, abría los ojos clavándolos de frente al sol justo cuando éste llegaba al cenit.
Quizá, tan sólo quizá, por confundir el desparpajo terrenal con lo exótico, ninguno se atrevió a “ganarla” desde el llano, y fueron muchos los que creyeron que un buen mercader, un rey o un gobernante, eran atributos más valiosos que ser cabal e íntegramente hombre.
Sin embargo, ella jamás se vendió; no fue un adorno ni una joya ni un símbolo de poder. Detestó con todas sus fuerzas los insultos de quienes pretendieron “honrarla” y supo que había estado mirando la vida con ojos demasiado inocentes, creyendo que el valor de las personas era superior a cualquier otro atributo, y que su género, erróneamente llamado débil, era digno de ser considerado par.
Despiadado e inclemente, el tiempo fue pasando; su primavera se volvió verano, y el verano la llevó al otoño llegando a la puerta del invierno infierno. Miró hacia atrás y vio una larga cadena de semillas perdidas, de pétalos y rocíos desperdigados y de gestos rebeldes, fuera del modelo estándar tan dócil, tan ficticiamente independiente, tan disimuladamente ambicioso y tan desconectado de la fragilidad y de la ternura; que como símbolo de última oportunidad, decidió emprender el camino con una valija llena de dolor y de amor sin dar, en la que puso una, sólo una, muda de esperanza.
Llegó a una cueva en la mitad de una montaña, y desde allí volvió al viejo y abandonado hábito de escribir. Tomó su mejor poesía, la introdujo en una botella y la arrojó al mar, como quien apuesta la vuelta en un juego de azar.
Un día, el retorno tuvo lugar, y dentro de la botella, se leía este mensaje: “Existo”.

-Gabriela Borraccetti-

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista y artista plástica. Para contactar con ella por consulta psicológica o terapia psicoanalítica, escribir a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.

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