Escribe:
Juan Carlos Serqueiros
Todas
las Navidades, uno se hace el firme propósito de ser un cachito más bueno, una mejor persona, más paciente, más tolerante. Pero... el mundo es jodido, y la
gente más jodida todavía. Y no te dejan, viejo, no te dejan...
A ver: después de
todo lo que morfó y escabió en la Nochebuena; uno no se "levanta de la
cama", sino que a duras penas se baja de ella como puede, se tiende sobre
el piso y se arrastra —literalmente— hasta la cocina; abre la heladera,
jadeando por el esfuerzo sobrehumano que hizo, y se zampa un sifón de soda con
diez sobrecitos de uvasal. Luego de hacer temblar las paredes con quince o
veinte eructos, uno repta hasta el baño y —sucesivamente y en ese orden— mea, se mete los garfios hasta la garganta, vomita, caga, se lava el culo en el bidet, se cepilla los dientes, las encías y la lengua en la pileta del ñoba, se hace gárgaras con un bidón de listerine, se
mira en el espejo para asegurarse de que todavía está vivo y, por fin; se mete bajo la ducha, quedándose ahí, con la
bendición del agua fría, mínimo una hora o más.
Habiendo
recuperado la forma humana, uno sale del baño y va hasta el dormitorio. Se
pone un short —en realidad, uno preferiría salir en bolas, pero resulta que la prima Carmen se quedó a dormir en la
casa de uno porque algún/una pelotudo/a dijo: "pobre, no la vas a dejar que se vaya sola a su casa de
madrugada en taxi, ¿no?" (a decir verdad, uno tendría más miedo por el pobre tachero al que le toque sufrir a la Carmen, que por ella, porque es más fea que apretarse los huevos con una morsa y habla hasta por los codos, pero bueno...), así que resignadamente y puteando por lo bajo; no queda otra que calzarse el puto short— y sale, dispuesto a enfrentar el día.
Uno
llega a la cocina, pone la pava al fuego, con las mejores intenciones de
tomarse unos buenos mates con unos sanguches de miga (seguramente, tienen
que haber quedado muchos, porque para eso uno se empeñó hasta el orto, sacó un
crédito y compró una tonelada). Pero hete aquí que ¡horror! entre el tío Cacho, el primo
Pepe y el gordo Cholo, se los lastraron todos, no dejaron uno ni pa' recuerdo. Y entonces uno
abre la boca para lanzar un estentóreo "¡la reput...", más en ese preciso instante, recuerda que es Navidad, y es todo paz y amor, viste; así que se muerde, se traga
la bronca, reprime los naturales instintos de ir a buscar al tío Cacho, al primo
Pepe y al gordo Cholo para bajarles lo dientes a piñas, y se resigna a tomarse los mates con un
pedazo de pan dulce que está más duro que corazón de madrastra, porque la muy
turra de la prima Raquel (que supuestamente, iba a colaborar en lo de sacar la
mesa, limpiar todo y guardar lo que sobró) lo tiró en la panera así a la que te
criaste sin siquiera envolverlo, porque "¡ay, justo me vino a buscar mi
novio, me voy, chauchis, feliz Navidad para todos!". Hija de puta...
A
todo esto, como son las once y media de la madrugada y el único subnormal que está
levantado es uno (todos los demás duermen como si no le debieran nada a nadie);
de puro aburrido y embolado que está, prende la tele. ¿Y con qué se encuentra? ¡Con "Santa Claus" (Satán Claus le puso, acertadamente, mi amigo Roberto López) en un paisaje con
nieve y subido a un trineo! A ver si nos entendemos, la recalcada concha de tu hermana: estamos en Tucumán, hace 58 grados a la sombra y andamos haciendo ski
acuático sobre los ríos de transpiración, y resulta que en la tele te ponen un gordo
cara de mascapito, vestido con pieles y manejando en la nieve un trineo
tirado por renos. Decime si no te dan ganas de rociar al mundo con napalm.
No
hay nada que hacerle: uno quiere ser bueno, pero no lo dejan, viejo, no lo dejan...
¡In-Feliz Navidad, putes! Que la pasen bomba.
¡In-Feliz Navidad, putes! Que la pasen bomba.
hijo de puta , feliz navidad y año nuevo, jajaja hace del 2011 que tenes activo este blog, sos un maestroooo!!!
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