Escribe: Juan Carlos Serqueiros
Si uno no estuviese acostumbrado a la crónica afición de Páez de la Torre a mentirles la historia a los tucumanos desde el diario La Gaceta, seguramente se quedaría atónito ante su "artículo" de fecha 16.05.2012 titulado Bienes del futuro obispo, el cual pueden leer en este enlace:
Pero como a esta altura uno ya sabe a qué atenerse con respecto a este señor, entonces está curado de espanto y no se asombra ante la aparentemente inagotable capacidad que evidencia a la hora de tergiversar y manipular la historia a su gusto y paladar. Veamos:
Comienza Páez mencionando como “régimen” al gobierno de Juan Manuel de Rosas. Convengamos en que hoy por hoy, nadie que se precie de historiador serio y responsable puede llamar liviana y alegremente “régimen” a un gobierno que, al decir de uno de sus más enconados enemigos, cual lo era Sarmiento, en su Facundo: “nunca hubo un gobierno más popular y deseado ni más sostenido por la opinión que el de Don Juan Manuel de Rosas”. Pero a lo que nadie se atrevería en la actualidad so pena de ser tachado de mitómano y abiertamente tendencioso y falaz; se atreve Páez de la Torre, calificando en pleno siglo XXI de “régimen” a un gobierno que defendió la soberanía nacional y a quien debemos nada menos que la conservación de la integridad territorial, esto es, que nuestra Argentina sea geográficamente el país que hoy tenemos, y no una porción de republiquetas balcanizadas.
Continúa “ilustrándonos” acerca de que José Eusebio Colombres “se jugó a favor de sus ideas” (sic), que fue ministro de gobierno (de Tucumán, quiere decir Páez, que parece creer que con sólo poner “gobierno” ya todos deben inferir que se trata del de Tucumán, porque es sabido que la historia mundial gira alrededor de la de Tucumán, ¿no?) durante la “Liga del Norte” (se refiere a la llamada Coalición del Norte, aquel intento unitario de terminar con el gobierno de Rosas a través de una unión militar forzada en las provincias de Tucumán, Salta, Jujuy -luego del derrocamiento del gobernador Iturbe y su reemplazo por Alvarado-, Catamarca y La Rioja -y quisieron arrastrar también a la de Santiago del Estero; pero su gobernador, Juan Felipe Ibarra, no lo consintió-; luego de los asesinatos de los generales Pablo Latorre, Juan Facundo Quiroga y Alejandro Heredia, y estando el país en conflicto con Francia -a todo lo cual también omite referirse Páez de la Torre, ¿por qué será?.), para ser después “tenazmente perseguido” (sic), de que se le embargaron sus bienes, y que debiera “permanecer exiliado en el pueblito boliviano de indios de Libi Libi, hasta 1845” (sic).
Párrafo aparte para las consideraciones que debe merecernos la actitud sectaria y arrogante de Páez de la Torre cuando se refiere peyorativamente a Libi Libi (o Livi Livi o Libi-Libi; indistintamente) como “pueblito boliviano de indios”. Vaya uno a saber en qué altura se sitúa Páez de la Torre a la hora de emitir frases como esa… Quizá lo haga por estar acostumbrado a ver cotidianamente la “raza aria” con sus “característicos ojos azules y blondos cabellos”, rasgos estos tan “frecuentes” en nuestra Argentina y en especial, en nuestro Tucumán, ¿no? Y entonces, desde ese lugar de superioridad étnica que se auto atribuye, estima que puede permitirse tales comentarios, digamos, como mínimo, desafortunados. Le hubiese resultado oportuno a Páez de la Torre poner la memoria en funcionamiento antes de escribir, y tal vez entonces hubiera podido recordar que precisamente de Libi-Libi, ese “pueblito boliviano de indios” como él lo llama, salió José Andrés Pacheco de Melo, diputado por Chichas al congreso de 1816, firmante del Acta de la Independencia, abnegado patriota y valiosísimo colaborador de Güemes.
Resulta llamativamente curiosa la perspectiva de Páez de la Torre a la hora de evaluar hechos históricos, cambiando el enfoque según los hayan producido unitarios o federales. Por ejemplo, cuando cacarea escandalizado por lo del embargo de bienes a Colombres por parte de los federales; pero se “olvida” de las levas y contribuciones forzosas impuestas por los de la Coalición del Norte: Avellaneda, Cubas, Zavalía, etc.; o se “olvida” de la creación del “Banco de Crédito Hipotecario” al que se le dio la facultad de emitir billetes, billetes estos que bajo amenaza de fusilamiento se obligaba a aceptar a los ciudadanos y comerciantes; o se “olvida” también de las confiscaciones de bienes impuestas por los unitarios.
Por lo visto, semejantes tropelías están justificadas, según el punto de vista de Páez, que así también, se “olvida” de los miles de pesos que su tan admirado Gregorio Aráoz de Lamadrid le robó a Juan Facundo Quiroga luego de hacer marchar a la anciana madre de éste cargada de cadenas por la plaza de La Rioja, bajo el incontestable “argumento” de que “no es regular ser zonzo cuando la oportunidad (de robar) se presenta, después de haberse fregado tanto por la patria”; y hace además Páez, “generoso olvido” de los saqueos a mansalva de Avellaneda, Lamadrid y Zavalía.
Y con el mismo “criterio”, cuando entrecomilla la expresión salvajes unitarios de manera de relativizarla apelando a una ironía cuyo fino estoque no sólo no sabe utilizar, sino que además en él queda patéticamente ridícula; “olvida” que el salvajismo atribuido a los unitarios distaba mucho de ser ficticio, al contrario; era por entonces una horripilante realidad, y de allí la adjetivación. Fueron los unitarios quienes impusieron la guerra a muerte y cometieron aberraciones espantosas, luego ¿qué esperaba Páez de la Torre que evidenciaran los federales como respuesta a eso? ¿Que tiraran flores, acaso? Por favor…
Pero donde más exacerbada se ve la cínica postura de Páez es en la parte en la cual pretende minimizar las posesiones de Colombres enumerando con el tonito socarrón y canchero (o por lo menos, lo que él, que tiene menos calle que Venecia, debe reputar como "canchero") una serie de muebles y utensilios de modo de hacerlo aparecer como un hombre “frugal” (sic) y humilde que vivía en la extrema pobreza; cuando la verdad es que el por entonces presbítero (luego sería obispo) Colombres, detentaba una de las mayores fortunas de Tucumán e integraba el grupo oligárquico que hacía y deshacía a su antojo (más o menos como sigue ocurriendo hoy por hoy en Tucumán, donde la falta de conocimiento de la historia -merced a "historiadores" como Páez, justamente-; lleva en el presente a la repetición de errores del prasado).
Ah, también se “olvida” Páez de la Torre, de aclarar, en lo del exilio de Colombres en el “pueblito boliviano de indios” que duró “hasta 1845” (sic); que en ese año pudo volver... gracias a una generosa amnistía decretada precisamente por lo que él llama con sañuda contumacia el “régimen” de Juan Manuel de Rosas.
Páez de la Torre se “olvida” de muchas cosas. Y es comprensible, porque al percibir inequívocamente cuál es el orden en el que se desarrollan sus “ideas”; uno entiende perfectamente que incurra en tales “olvidos”.
Y con el mismo “criterio”, cuando entrecomilla la expresión salvajes unitarios de manera de relativizarla apelando a una ironía cuyo fino estoque no sólo no sabe utilizar, sino que además en él queda patéticamente ridícula; “olvida” que el salvajismo atribuido a los unitarios distaba mucho de ser ficticio, al contrario; era por entonces una horripilante realidad, y de allí la adjetivación. Fueron los unitarios quienes impusieron la guerra a muerte y cometieron aberraciones espantosas, luego ¿qué esperaba Páez de la Torre que evidenciaran los federales como respuesta a eso? ¿Que tiraran flores, acaso? Por favor…
Pero donde más exacerbada se ve la cínica postura de Páez es en la parte en la cual pretende minimizar las posesiones de Colombres enumerando con el tonito socarrón y canchero (o por lo menos, lo que él, que tiene menos calle que Venecia, debe reputar como "canchero") una serie de muebles y utensilios de modo de hacerlo aparecer como un hombre “frugal” (sic) y humilde que vivía en la extrema pobreza; cuando la verdad es que el por entonces presbítero (luego sería obispo) Colombres, detentaba una de las mayores fortunas de Tucumán e integraba el grupo oligárquico que hacía y deshacía a su antojo (más o menos como sigue ocurriendo hoy por hoy en Tucumán, donde la falta de conocimiento de la historia -merced a "historiadores" como Páez, justamente-; lleva en el presente a la repetición de errores del prasado).
Ah, también se “olvida” Páez de la Torre, de aclarar, en lo del exilio de Colombres en el “pueblito boliviano de indios” que duró “hasta 1845” (sic); que en ese año pudo volver... gracias a una generosa amnistía decretada precisamente por lo que él llama con sañuda contumacia el “régimen” de Juan Manuel de Rosas.
Páez de la Torre se “olvida” de muchas cosas. Y es comprensible, porque al percibir inequívocamente cuál es el orden en el que se desarrollan sus “ideas”; uno entiende perfectamente que incurra en tales “olvidos”.
-Juan Carlos Serqueiros-
jA!!!!!!!!!!!. Después nos preguntamos por qué un pueblo es como es. Si se les miente, crean anticuerpos contra determinados personajes, sobre todo cuando esos personajes son perseguidos por los malos de siempre.
ResponderEliminarque olvidadizo este muchacho..se parece a "Romerito"
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