Tinta roja en el gris / del ayer… (Cátulo Castillo)
Andábamos precisando un espejo de esos llamados “de cuerpo entero”, pero como con alarmante frecuencia suele ocurrir en el matrimonio Borraccetti-Serqueiros, estábamos algo... escasos de esos papelitos rectangulares conocidos como billetes. Así que dado que integrábamos un grupo (peroncho, por supuesto) de trueque, anunciamos en él que canjeábamos un ventilador de pie por un espejo.
Al ratito nomás, nos contestó una cumpa diciendo que necesitaba el ventilador y que poseía un espejo para trocar, pero (en sus propias palabras) “les quiero aclarar que está bastante cachuzo” (lo cual era cierto); y adjuntaba unas fotos del elemento en cuestión. A pesar del notorio estado de deterioro que en él se evidenciaba, a mi esposa y a mí nos gustó; así que cargamos el ventilador, fuimos hasta el domicilio de la dueña del espejo y efectivizamos el canje.
Lo trajimos a casa en el asiento de atrás del auto poco menos que entre algodones (la verdad sea dicha, medio desarmándose, habida cuenta de lo estropeado que estaba). Y ni bien llegamos, Gabriela se puso, con infinito amor y mucha paciencia, a la tarea de restaurarlo.
Si bien sabíamos que el espejo era antiguo, no creímos que lo fuera tanto como después podríamos comprobar. En la parte de atrás tenía la etiqueta del fabricante, que el paso del tiempo y la mugre acumulada sobre ella habían tornado imposible de leer en detalle; pero luego de limpiarla esmeradamente, pudimos distinguir nítidamente el nombre del establecimiento (D. Bianchi y Hno.), la dirección exacta de donde estaba situado (calle Paso 661, Buenos Aires), y su número de teléfono (1946).
Por ese último dato (el número de teléfono), a priori calculé que el espejo debía de ser aproximadamente de entre 1925 y 1930; pero seguí investigando y me di con que la firma D. Bianchi y Hno. ya aparecía con anuncios en la guía La Rural en su edición XIV del año 1912, y también en el Anuario Kraft correspondiente a 1913. Y cuando Gabriela terminó de limpiar la etiqueta, descubrimos, escrito en tinta roja, el año en que se fabricó: 1918.
Como puede verse en la imagen de portada, así quedó Don Bianchi (como lo bautizamos), ya restaurado y cargando orgullosamente sus juveniles 107 añitos.
-Juan Carlos Serqueiros-