sábado, 11 de julio de 2020

LAS MENTIRAS DE LUCIANA





















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Menos mal que mi amigo, el historiador Julio R. Otaño, detectó el infame engendro publicado en mala hora por el pasquín mendocino Los Andes y me alertó sobre las mentiras atroces que en él se vierten:

https://www.losandes.com.ar/opinion/rosas-y-la-mentira-de-su-infancia-heroica/

Si no fuera trágico, lo de esta señorita —o señora, no sé— luciana sabina (minúsculas adrede y además; peyorativas, tal como corresponde a su estatura intelectual) sería cómico.
La relativamente nueva tipología de personajes como la susodicha, brota de eso llamado "redes sociales" (¡cuánto se lo extraña, ilustrísimo maestro Umberto Eco!) como hongos después de la lluvia, y se esparce por doquier envenenando a quienes, en su estulticia, los comen con fruición digna de mejor causa. Y su índole verdadera es la del vedetismo mediático disimulado bajo algún disfraz, en este caso, el de "historiadora".
En su propósito obsesivo hasta lo cuasi demencial de denigrar, tanto como le sea posible y a como dé lugar, la figura histórica de Juan Manuel de Rosas, se empeña ahora en atribuirle "torturar animales" y en negar la actuación destacada que le cupo durante las Invasiones Inglesas. 
Comienza, la delirante en cuestión, citando como fuente al "historiador y médico Francisco Ramos Mejía en 1936" (sic), confundiendo a éste (que era sociólogo e historiador) con el médico (y tan "historiador" como "historiadora" es la propia sabina) José María Ramos Mejía, autor (en 1878 y no "en 1936") del libelo Las neurosis de los hombres célebres en la historia argentina, del cual ella extrajo los... contenidos, digamos, siendo buenos, que vuelca en su opúsculo, intentando mostrarnos a un Rosas cruel y perverso ejerciendo violencia sobre indefensos animalitos. 
Pero no se para allí, sino que también confunde, en el contexto de las Invasiones Inglesas, Defensa con Reconquista, mezclando todo, biblia y calefón. Y no satisfecha aún con su infernal cadena de errores (¿horrores?); trascartón cita otra "fuente" tan "confiable" como la mencionada precedentemente: Ernesto Celesia, quien en 1948, al consultar el pertinente documento (las Actas del Cabildo obrantes en el AGN), leyó, erróneamente, "se apartó del servicio", donde en realidad dice "se apareó al servicio". O sea, en 1948 Celesia leyó "caballo" y transcribió "mancarrón", y la "historiadora" sabina lo repite cual lorito y sin verificarlo, como si de la verdad revelada se tratase.
Esa mujer fungiendo de historiadora es el ridículo llevado al colmo de lo patético. Lo suyo no sólo es deplorable, sino también vomitivo.

-Juan Carlos Serqueiros-

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