Escribe: Juan Carlos Serqueiros
Menos
mal que mi amigo, el historiador Julio R. Otaño, detectó el infame engendro
publicado en mala hora por el pasquín mendocino Los Andes y me alertó sobre las
mentiras atroces que en él se vierten:
https://www.losandes.com.ar/opinion/rosas-y-la-mentira-de-su-infancia-heroica/
https://www.losandes.com.ar/opinion/rosas-y-la-mentira-de-su-infancia-heroica/
Si
no fuera trágico, lo de esta señorita —o señora, no sé— luciana sabina
(minúsculas adrede y además; peyorativas, tal como corresponde a su estatura
intelectual) sería cómico.
La
relativamente nueva tipología de personajes como la susodicha, brota de eso
llamado "redes sociales" (¡cuánto se lo extraña, ilustrísimo maestro
Umberto Eco!) como hongos después de la lluvia, y se esparce por doquier
envenenando a quienes, en su estulticia, los comen con fruición digna de mejor
causa. Y su índole verdadera es la del vedetismo mediático disimulado bajo
algún disfraz, en este caso, el de "historiadora".
En
su propósito obsesivo hasta lo cuasi demencial de denigrar, tanto como le sea posible y a como dé lugar, la figura
histórica de Juan Manuel de Rosas, se empeña ahora en atribuirle "torturar animales" y en negar la actuación
destacada que le cupo durante las Invasiones Inglesas.
Comienza, la delirante en cuestión, citando como fuente al
"historiador y médico Francisco Ramos Mejía en 1936" (sic),
confundiendo a éste (que era sociólogo e historiador) con el médico (y tan
"historiador" como "historiadora" es la propia sabina) José
María Ramos Mejía, autor (en 1878 y no "en 1936") del libelo Las neurosis de los hombres célebres en la historia argentina, del
cual ella extrajo los... contenidos, digamos, siendo buenos, que vuelca en su opúsculo, intentando
mostrarnos a un Rosas cruel y perverso ejerciendo violencia sobre indefensos
animalitos.
Pero no se para allí, sino que también confunde, en el contexto de las
Invasiones Inglesas, Defensa con Reconquista, mezclando todo, biblia y calefón. Y no satisfecha aún con su
infernal cadena de errores (¿horrores?); trascartón cita otra
"fuente" tan "confiable" como la mencionada
precedentemente: Ernesto Celesia, quien en 1948, al consultar el pertinente documento (las Actas del Cabildo obrantes en el AGN), leyó,
erróneamente, "se apartó del servicio", donde en realidad dice "se apareó al servicio". O sea, en 1948 Celesia leyó "caballo" y transcribió "mancarrón", y la "historiadora" sabina lo repite cual lorito y sin verificarlo, como si de la verdad revelada se
tratase.
Esa mujer fungiendo de historiadora es el ridículo llevado al colmo de lo patético. Lo suyo no sólo es deplorable, sino también vomitivo.
-Juan
Carlos Serqueiros-
👍👍👍
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