Escribe: Juan Carlos Serqueiros
En alguna noche de 1930, dos
argentinos que se hallaban circunstancialmente en Italia: Juan Carlos Marambio Catán y Horacio Pettorossi, compusieron en ese país un tango al que
titularon Acquaforte, cuya letra dice:
Acquaforte
Música: Horacio Pettorossi
Letra: Juan Carlos Marambio
Catán
Es media noche. El cabaret despierta.
Muchas mujeres, flores y
champán.
Va a comenzar la eterna y
triste fiesta
de los que viven al ritmo de
un gotan.
Cuarenta años de vida me
encadenan,
blanca la testa, viejo el
corazón:
hoy puedo ya mirar con mucha
pena
lo que otros tiempos miré con
ilusión.
Las pobres milongas,
dopadas de besos,
me miran extrañas,
con curiosidad.
Ya no me conocen:
estoy solo y viejo,
no hay luz en mis ojos...
La vida se va...
Un viejo verde que gasta su
dinero
emborrachando a Lulú con el
champán
hoy le negó el aumento a un
pobre obrero
que le pidió un pedazo más de
pan.
Aquella pobre mujer que vende
flores
y fue en mi tiempo la reina de
Montmartre
me ofrece, con sonrisa, unas
violetas
para que alegren, tal vez, mi
soledad.
Y pienso en la vida:
las madres que sufren,
los hijos que vagan
sin techo ni pan,
vendiendo "La
Prensa",
ganando dos guitas...
¡Qué triste es todo esto!
¡Quisiera llorar!
Como lo recuerda el propio Marambio Catán en su libro editado en 1972 El tango que yo viví: 60 años de tango, él y Pettorossi estaban en Milán, en un cabaret que se llamaba Excelsior, y el ambiente de ese sitio les inspiró la obra.
Parece que en aquella Italia
mussoliniana, algún tanito que quiso ser más papista que el papa (o quizá el
propio Duce), molesto con la letra del tema, permitió su estreno a cargo del
tenor local Gino Franci; pero siempre y cuando quedase previa y expresamente
aclarado que "no se trataba de música italiana, sino de un tango
argentino". Y es que el bruto aquel, sea quien fuere, había
"entendido" que sus versos constituían una crítica a la situación
social que se vivía allí por entonces.
Y debe ser, también, que la
estulticia y la estupidez son enfermedades contagiosas, porque hubo y hay
muchos en esta nuestra bendita tierra, que cojean del mismo pie, y si bien no lo
hacen para prohibirlo o restringirlo, al contrario; se empeñan en atribuirle a ese tango el
ser de "denuncia social", de "protesta" y demás
etcéteras por el estilo. Y hasta se intentó instalar en el imaginario colectivo que el tango era en realidad, autoría de Roberto Arlt.
Todas zonceras, sandeces, pavadas, voceo de otarios...
Todas zonceras, sandeces, pavadas, voceo de otarios...
La obra es, sin asomo de duda,
de Horacio Pettorossi en la música, y fue asimismo Horacio (apodado "el
Marqués") quien le llevó el tema a Gardel, que lo cantó y grabó en 1933,
acompañado por las guitarras de Guillermo Barbieri, Ángel Riverol, Domingo
Vivas y del propio Pettorossi, según pueden escuchar en este ENLACE); y de Juan
Carlos Marambio Catán en la letra.
Ah, antes de olvidarme: estoy seguro de que usted, mi apreciado lector, posee una vista de lince y se habrá percatado del pin que en la solapa de su saco exhibe Riverol (y el de Barbieri no se ve, porque en la foto lo tapa la cabeza de Pettorossi; pero lo tenía también, esté seguro de ello): es el globo de Newbery, la insignia de Huracán, que en tanto quemeros ostentaban orgullosamente ambos. Perdón por la digresión; sigo con el tema:
Y así está registrado Acquaforte en
SADAIC el 18 de octubre de 1938 bajo el código de obra 12179, ISWC
T-037005986-1, lo cual puede comprobar cualquiera que desee hacerlo, simplemente
ingresando a la web oficial de esa entidad.
La interpretación del Mudo es
tan, pero tan elocuente, que pareciera hecha por el mismísimo Demóstenes, mire
vea... Traspasa los sentidos y se anida en la psique tornando ocioso cualquier
esfuerzo por entender qué quiso transmitir Marambio Catán en esos versos, ya que ese trabajo "intelectual" sería absolutamente innecesario, toda
vez que basta con escuchar a Gardel para comprender al autor en ese hito de
su obra.
No obstante, y habiendo tanto
pavote suelto dando vueltas, tal vez fuera mejor leer y sentir la letra en conjunto, ¿les parece? Y después de ello, espero que vuestra gentileza me disculpe el atrevimiento de algunas reflexiones.
Primero el título, porque
"a la mulita hay que agarrarla por la cabeza", como acertadamente
dijera ño Juan Manuel de Rosas: Acquaforte significa aguafuerte en italiano. Es una
técnica que se emplea en las artes plásticas para realizar grabados
sobre láminas o planchas metálicas, generalmente de cobre, con ácido nítrico
diluido en agua. Y como ese método se usaba habitualmente para estampar
imágenes costumbristas; por extensión se recurrió también al término para
rotular como aguafuertes a escritos que versaban sobre dicha temática, tal como
hizo Roberto Arlt en sus célebres, geniales, Aguafuertes porteñas, publicadas como artículos en el diario El Mundo. Y Marambio
Catán, que era —en tanto docente, actor y cantor, además de poeta— un hombre de
la cultura, contemporáneo y admirador de Arlt, escogió precisamente esa palabra para titular el tango
que había compuesto con Pettorossi. Pero en italiano, simplemente porque estaba
por entonces en Tanolandia (en SADAIC figura registrado en italiano, y
además; en francés y en español, es decir, como Acquaforte y también como
Eau-Forte y Agua Fuerte).
Vayamos ahora al cuerpo de la
letra. La primera estrofa dice: "Es media noche. El cabaret despierta. /
Muchas mujeres, flores y champán. / Va a comenzar la eterna y triste fiesta /
de los que viven al ritmo de un gotan. / Cuarenta años de vida me encadenan, /
blanca la testa, viejo el corazón: / hoy puedo ya mirar con mucha pena / lo que
otros tiempos miré con ilusión". Se advierte claramente que no hay
celebración alguna, que al cabaret que antes, "en otros tiempos",
miró "con ilusión"; hoy, con esos "cuarenta años de vida"
que lo "encadenan", lo contempla desazonado ("eterna y triste
fiesta"). ¿Y por qué? ¿Tanto cambió el cabaret desde ese tiempo que él
evoca? ¿Tan viejo está con esos cuarenta
años que carga, que un ambiente a priori festivo que antes lo atraía; ahora
sólo le produce tristeza y nostalgia?
No, es que no cambió el cabaret (o el
mundo, si vamos al caso), sino que cambió él, o mejor dicho; cambió su manera de verlo, la perspectiva desde la cual lo contempla. Entiende que muchos de esos cuarenta
pirulos que lleva sobre el lomo, los de su primera juventud, fueron una oquedad en tanto los vivió alegre y
despreocupadamente, y eso, hoy, lo apesadumbra. Está desencantado, y lo que antes
le parecía alegre y glamoroso; ahora lo ve ajado por una pátina de sordidez.
Y por eso siente "viejo el corazón".
La segunda: "Las pobres
milongas, / dopadas de besos, / me miran extrañas, / con curiosidad. / Ya no me
conocen: / estoy solo y viejo, / no hay luz en mis ojos... / La vida se
va...". Subraya la sensación de fracaso y desesperanza. Antes, esas a las
que ahora ve como "pobres milongas dopadas de besos" (en metafórica
alusión a las alternadoras drogadas); se le antojaban hadas que lo
transportaban a una dimensión mágica y placentera. Se le ocurre que esas chicas
lo "miran extrañas, con curiosidad" y que ya no lo
"conocen" como sí lo conocían aquellas, las de antes, las de su tiempo; un
tiempo irremisiblemente ido en el cual él también soñaba con integrarse a un ambiente que lo ilusionaba.
Y por supuesto, se trata sólo de una percepción
suya; porque las "milongas" esas a las que observa dopadas, no hacen
otra cosa que lo mismo que hacían las de antes: drogarse. Las de ahora se dan
con cocaína, y las otras... también se fajaban, y con morfina, además de con papusa.
Y entonces lo miran, no con ojos de extrañeza como él cree, sino con los del interés; esos mismos con los cuales miran a cualquier otro cliente del cabaret al que puedan darle un poco de amor mentido, retribuido con unos pesos. ¿Y cómo puede sentirse "viejo" a los cuarenta años? Sencillamente, porque está en una edad meridiana y sumido en una crisis existencial, y contempla escéptico, lleno de abatimiento, todo lo mismo que antes miró "con ilusión".
Y entonces lo miran, no con ojos de extrañeza como él cree, sino con los del interés; esos mismos con los cuales miran a cualquier otro cliente del cabaret al que puedan darle un poco de amor mentido, retribuido con unos pesos. ¿Y cómo puede sentirse "viejo" a los cuarenta años? Sencillamente, porque está en una edad meridiana y sumido en una crisis existencial, y contempla escéptico, lleno de abatimiento, todo lo mismo que antes miró "con ilusión".
Y llegamos a las estrofas por
las cuales se pretendió y pretende clasificar a este tango como "de
protesta". La tercera dice: "Un viejo verde que gasta su dinero /
emborrachando a Lulú con el champán / hoy le negó el aumento a un pobre obrero
/ que le pidió un pedazo más de pan. / Aquella pobre mujer que vende flores / y
fue en mi tiempo la reina de Montmartre / me ofrece, con sonrisa, unas violetas
/ para que alegren, tal vez, mi soledad". Y la cuarta y última: "Y
pienso en la vida: / las madres que sufren, / los hijos que vagan / sin techo
ni pan, / vendiendo 'La Prensa', / ganando dos guitas... / ¡Qué triste es todo
esto! / ¡Quisiera llorar!".
Pero mejor vayamos por partes,
dijo Jack the Ripper, y veamos primero lo del vejete que despilfarra su guita
atosigando a Lulú con burbujas de champagne.
Seguramente, Lulú preferiría
que el efectivo, el jovino lo gastara en ella en lugar de dilapidarlo en extra
brut; pero bueno, se sabe: el dueño del cabarulo también tiene que vivir, che,
qué tanto joder... En realidad, el viejo verde que escandaliza y
entristece al personaje imaginado por Marambio Catán, no es sustancialmente
diferente a los viejos —y ya que estamos, a los no tan viejos— verdes de ese
tiempo y ese ambiente. A fines del
siglo XIX lo teníamos —por ejemplo y entre una inacabable lista de etcéteras— al príncipe de Gales tirando plata a lo pavote en los cabarets parisinos;
mientras su mamita, la reina Victoria, permitía y alentaba una moralina hipócrita
que disimulaba los miles de prostitutas que yiraban por Whitechapel y por toda Londres, el trabajo esclavo de niños en las minas de carbón, los fumaderos de
opio y las clases obreras sumidas en la miseria y el hambre; en tanto Conan
Doyle describía a su Sherlock Holmes inyectándose cocaína de aburrido que
estaba, el pobre... O sea, nada nuevo bajo el sol, bah.
Y después repara en
"aquella pobre mujer que vende flores", que fue en su tiempo la "reina de Montmartre" y que
le "ofrece, con sonrisa, unas violetas" que sirvan para
"alegrar, tal vez", esa "soledad" que lo invade.
Pero, ¿cómo puede sentirse
"solo" en un cabaret? Porque la soledad que lo embarga es metafísica,
es la soledad del alma, la que puede llegar a experimentarse aún
estando en medio del bullicio de una multitud... por más que se trate de la
multitud acotada y amarreta de un cabaret.
Inexplicablemente, a todos
quienes analizaron este tango y se distrajeron llenándose las bocas llamándolo
"progresista" y de "izquierda", les pasó inadvertido a quién se refiere Marambio Catán con lo de
"aquella pobre mujer que vende flores". Quizá si no hubiesen delirado
tanto con lo de "denuncia social", habrían reparado en que el propio
autor lo dice en la letra: a "la reina de Montmartre". Pero claro, lo
de siempre: el árbol no les dejó ver el bosque. Seamos buenos y démosles la noticia: alude a Louise Weber, apodada La Goulue (La Glotona, en
francés) por su apetito voraz y su afición a los bombones de chocolate con
menta, quien fuera la más famosa bailarina de french cancan de aquel París de la
Belle Époque, a quien llamaban "la reina de Montmartre" y
quien habiendo ganado fama y fortuna; terminó vendiendo flores por los cabarets y
muriendo en 1929 en la más desoladora pobreza y sin más compañía que los perros y gatos que rescataba de las calles. Compañía esa que, dicho sea de paso, seguramente debe de haberle deparado infinitamente más felicidad que la que experimentó con los exponentes de la especie humana que la frecuentaron. Quizá en algún momento escriba
un artículo sobre ella, mientras tanto; que baste con estas
imágenes suyas.
No hay que buscar en
el tema una traducción ideológica de lo que el autor manifiesta líricamente. Marambio Catán tenía algo para decir, y lo dijo en los versos de ese
tango, tal como hace cualquier artista que pretende dar su visión sobre alguna
cuestión: con el arte; a través de la poesía, de la plástica, de la actuación,
de la prosa o de la música.
Y lo hace desde lo individual,
no desde lo colectivo. Acquaforte es el lamento angustioso de alguien conmovido por algo; no la
protesta de un cuerpo social doliente. El tango —como cultura, digo; que no meramente
como género musical— proviene de una pasión creadora que es pura individuación.
Y si el alma tiene un lenguaje, seguro que ese lenguaje es el tango.
La repulsa, el esplín, la
desazón y el desconsuelo que al personaje creado por Marambio Catán le provocan
unas coperas drogadas; un viejo verde que por un lado explota miserablemente a
un obrero que labura para él y por otro agasaja con champagne a una puta; una
bataclana que viene de una añeja decadencia y vende flores para no desterrarse
definitivamente del lugar que fue testigo de su pretérito triunfo; el asistir a
la desgarradora contemplación de pibes desangelados que venden diarios para ganar dos
chirolas ante la resignación obligada y sufriente de sus madres, es moral, es
existencial, es desespero y es llanto; y no el llamado a armar un sóviet
comunista, ni a la revolución proletaria, ni la instigación a poner una bomba
anarquista, como deliran ciertos trasnochados.
Acquaforte no es un tango
"revolucionario". No podría serlo, por cuanto revolución
socio-política e individuación se dan de patadas y se excluyen mutuamente. No es tampoco de
"denuncia social" ni de "protesta" ni "izquierdista". Es sí, un tango (un gran
tango, por otra parte) moral y ético; porque el pathos del personaje de Marambio Catán deriva de su ethos. Y salvador, porque precisamente en la
tristeza infinita que experimenta; está implícita su
redención.
El autor se vale de dos
grandes escalones para situarse a una distancia suficiente, de modo de poder
contemplar en perspectiva ese cabaret porteño que no frecuentaba, y escribir
versos que resuenan musicalmente por sí mismos, aún con prescindencia de la
melodía creada por Pettorossi: uno es la lejanía geográfica: Milán distante de
Buenos Aires; y otro, el bagaje intelectual que traía consigo —porque era
hombre que venía del teatro, el folclore y la docencia— y que le posibilitaba
saber muy bien a qué atenerse con respecto al esplendor del cabaret parisino de la Belle
Époque y tener mentas de personajes como La Goulue. El resultado es esa viñeta
ácida de una realidad lastimosa y doliente, es decir; un aguafuerte. De nacionalidad
argentina, parición italiana y ascendencia francesa.
No pueden comprender la lírica y se quedan en una mera intelectualidad estéril quienes montan el caballo de una soberbia guaranga y prejuiciosa que los lleva a creer erróneamente que
justicia social e izquierda político-filosófica son ineludiblemente sinónimos.
Marambio Catán falleció el 15 de febrero de 1973, al año siguiente de editarse su libro El tango que yo viví: 60 años de tango. Tengo para mí que se debe haber muerto para evitarse el espectáculo de ver a tanto zonzo que no entendía nada de nada.
Lo cual seguramente le provocaría una tristeza mucho más profunda que la experimentada por el personaje de su magistral tan-ga-zo Acquaforte.
-Juan Carlos Serqueiros-
Lo cual seguramente le provocaría una tristeza mucho más profunda que la experimentada por el personaje de su magistral tan-ga-zo Acquaforte.
-Juan Carlos Serqueiros-
La soledad del Alma? Que entendes por alma Juan Carlos?
ResponderEliminarLo inmaterial que hay en cada ser, ¿o de qué otra manera puede entenderse alma?
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