Estoy releyendo Soy Roca, de Félix Luna. Debe ser la quinta o sexta vez que lo hago, y siempre me pareció un libro entretenido —Luna escribe bien en prosa—; aunque de escaso (o mejor dicho; nulo) valor histórico, debido a lo cual está —más que apropiadamente— catalogado en este rubro del contrasentido: "novela histórica". Y digo del contrasentido porque, a ver, no jodamos: si es novela no es historia, ¿estamos de acuerdo?
Seguramente debido al mil veces maldito ILVEM de lectura rápida que en un concurso televisivo de preguntas y respuestas gané cuando pibe, a mis 12 años, y que cargo como un estigma, se me escapó el párrafo que cito a continuación y en el cual acabo de reparar. En su imaginación (a veces afiebrada), Luna le atribuye a Roca estas palabras acerca de sí mismo: "No fui ni soy un jefe de partido. No tengo pasta de caudillo. No soy un tribuno. No se dan en mi persona esos mágicos atributos como los que hicieron de Mitre o Alsina (o años más tarde, de Alem) figuras idolatradas por las masas." (sic)
Obviando el hecho indisputable de que se necesita poseer el don de una portentosa fantasía para aceptar que Mitre haya calado en las "masas"; yo diría más bien que si Mitre o algún mitrista tomó en cuenta alguna vez la palabra "masa", eso debe de haber sido en el contexto de un libro de física o de una visita a una panadería o confitería; porque de otro modo... Vaya y pase lo de Alsina (siempre y cuando aceptemos como "masas" a algunos grupos de orilleros y compadritos encorsetados en el lumpenaje de los comités autonomistas a fuerza de asado, taba y vino; pero bueno...). Y vaya y pase también lo del fundador de esa crónica de la infamia que ha sido —y que sigue siendo— la UCR: Alem, de innegable popularidad (aunque particularmente, yo deba confesar que esa popularidad me jode bastante y la acepto sólo porque la evidencia en tal sentido es abrumadora: el tipo —en mi opinión, un incurable romántico, borrachín y maníaco depresivo que vivía en una realidad paralela habitada por sus propios fantasmas—, era incuestionablemente popular y eso es un hecho histórico innegable e insoslayable; por más que a mí me hubiera gustado que la cosa fuese distinta).
Pero lo que más me llamó la atención de ese párrafo, es lo de "figuras idolatradas por las masas"; porque es exacto, exactísimo. El que Luna haya escogido el verbo idolatrar, es decir, adorar a un ídolo, esto es, a una deidad (por más que se trate de una “deidad política" como Mitre) FALSA; tiene forzosamente que haber sido un sincericidio que su inconsciente estimó imprescindible.
No obstante, si en su faceta de historiador son lamentables los errores (¿horrores?), los “olvidos” y las manipulaciones en que Luna incurrió —de todo lo cual el párrafo que cité es sólo el botón de muestra o apenas la punta del iceberg—; sería injusto y además estaría absolutamente reñido con la honestidad intelectual negarle méritos a los que resulta más que justo acreedor en su condición de fundador, editor y director de la revista Todo es Historia, en la cual escribieron historiadores de distintas corrientes interpretativas y se publicaron los trabajos de muchísimos de ellos que en tanto provincianos, no habían tenido hasta entonces en la gran urbe capitalina la difusión que largamente merecían.
En cuanto al Luna poeta, qué quiere que le diga... A mí me conmueve su lírica y la considero bellísima. Juana Azurduy, Alfonsina y el mar, Zamba de usted, La peregrinación… me parecen maravillosas y me laburan planos muy altos de la psiquis.
Qué sé yo… volvé, Falucho, dale. Por más que como historiador te haya re puteado hasta en chino mandarín (¿y quién no?); comparado con espantos tales como Romero, Canale, Balmaceda, O'Donnell, Pigna, Chumbita y demás especímenes de similar laya que andan pululando por ahí, debo admitir que sos Heródoto. Y extraño tu poesía, más aún si es musicalizada por tu correligionario Ariel Ramírez.
-Juan Carlos Serqueiros-
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