Entre las muchas mentiras que en mala hora la historiografía convertida en oficial ha logrado establecer como verdad revelada, está la de hacer aparecer a la Revolución de Mayo como la concreción de las aspiraciones de un grupo de abogados y tenderos porteños a la libertad de comercio; en oposición a una España bárbara y atrasada que supuestamente se empeñaba en mantenernos en el oscurantismo y la miseria, apelando para ello al monopolio sostenido a sangre y fuego por un tirano cruel y déspota apellidado Cisneros (que vendría a ser así el malo de la película). Unos terribles guachos estos españoles, mire vea. De las garras de tan siniestro personaje, nos rescató la “Primera Junta” (con la ayuda "desinteresada" de Inglaterra, claro; porque como todo el mundo sabe, los ingleses son buenos, generosos, altruistas y tienen la vocación de libertar pueblos), encarnada principalmente en su presidente, Cornelio Saavedra; y en su secretario, Mariano Moreno. Pero... ocurrió que siendo Saavedra timorato, débil de carácter y, en suma, “conservador”; el "verdadero revolucionario” vendría a ser, entonces; Moreno, que pretendidamente era inteligente, generoso, preocupado por la cultura del pueblo, luchador por los oprimidos y desposeídos, abnegado hasta el sacrificio y convencido demócrata. A todo esto, dicen que el pueblo estaba en la plaza, soportando estoicamente la lluvia y gritando a viva voz en defensa de los derechos ciudadanos conculcados por el malo de Cisneros, monstruo maldito el muy turro... En apretadísima síntesis, esa es la versión oficial de la cosa, la cual sostenidamente nos fueron metiendo en la marota, Billiken mediante primero y “manuales” primarios, secundarios y universitarios después.
Y en el kiosquito de enfrente encontramos la otra historieta, esa en la cual ¡oh, sorpresa! la tortilla se da vuelta y Moreno pasa a ser un jacobino, un terrorista, un teórico elitista; mientras que el aristocrático Saavedra, ya purificado en las aguas del Jordán revisionista, se convierte como por arte de magia nada menos que en “el primer peronista de la historia” (?). Que lo parió, che…
Pero en algo son coincidentes las "veredas opuestas": en que para ambas, en la Revolución de Mayo el pueblo no existió. Para una, “pueblo” eran sólo los escasos tenderos y demás comerciantes congregados en la plaza, guarecidos de la lluvia por sus costosos paraguas (artículo de boato por aquel entonces); y para la otra, “pueblo” eran los hidalgos señorones paladines de la sociedad; mientras que el verdadero pueblo vendría a ser para las dos algo así como una chusma desaforada que sólo servía para carne de cañón y para defender la sagrada propiedad de sus amos.
Y lo sorprendente (o pensándolo bien, no tanto) es que dos siglos después, muchos argentinos siguen creyendo en alguna de las dos versiones; porque como dice el tango de Gorrindo: “No pensar, ni equivocado… ¡para qué! / Si igual se vive”. Total…
La verdad es que ni la Revolución de Mayo se hizo solamente para obtener libertad de comercio ni para terminar con un monopolio (que por otra parte, España no estaba ya en condiciones de implantar ¿o por qué creen que Cisneros autorizaba la venta de mercaderías inglesas, de zonzo que era, nomás?), ni la mayoría del pueblo estaba en la plaza (estaba en los cuarteles, lo cual es bastante obvio ¿o en qué otro lugar podrían estar las milicias urbanas en 1810, tratándose de una revolución?), ni —por lo menos, tan taxativamente— Saavedra era “conservador” y “oligarca”, y Moreno era “radical” y “democrático”.
Lo de Saavedra y Moreno (la “semilla de desunión que yo no podía atajar”, como escribió Belgrano), se trató de un choque de egos entre temperamentos opuestos —que databa del año anterior— y de representación de sectores distintos. Por ejemplo: el supuestamente “conservador” Saavedra era nada menos que el jefe de los Patricios, sin cuyo concurso no hubiera sido posible la revolución; y el “radical”, el “fogoso” Moreno, el 25 de Mayo de 1810 estaba en su casa, ajeno a todo. Y la orden de fusilamiento de Liniers la firmaron todos los integrantes de la Junta, con la sola excepción de Alberti dada su condición eclesiástica; así las cosas ¿dónde quedan el “jacobino” y “despiadado” Moreno, y el “magnánimo” y “clemente” Saavedra? ¿O será que Moreno le puso a Saavedra una pistola en la cabeza y le dijo “firmá o te mato”? No jodamos, che; seamos serios, por favor…
Otros delirios son lo del “protounitario” Moreno y el “protofederal” Saavedra; lo de vincular una acción meramente profesional de Moreno como lo fue la célebre Representación de los Hacendados (¿o de qué creen que vivía Moreno si no era de su bufete de abogado? ¿de la caridad pública?), con su ideología; y mejor, ni hablemos del divague de Felipe Pigna alias Pifia sobre el supuesto asesinato por envenenamiento de Moreno a manos de los “esbirros” de Saavedra, lo cual viene a convertirlo en el “primer desaparecido de nuestra historia”. Las cosas que hay que leer…
Pero eso sí, a nadie (o a muy pocos) se le ocurre preguntarse, entre otros “pequeños" detalles, por cuáles “misteriosas leyes del destino” se lo mandó a Belgrano al Paraguay…
En fin, no doy consejos —y mucho menos, los que nadie me pidió— porque no soy quién para hacerlo, ni bajo línea porque soy todavía menos quién; pero propongo, humilde y modestamente, que pensemos en esta posibilidad: ¿y si tiramos al cesto de los papeles todo lo que hasta aquí nos han “enseñado” y nos dedicamos a reflexionar un rato por nosotros mismos en lo que fue y representó la Revolución de Mayo? ¿No sería más productivo y conducente a conocer de dónde venimos para saber a dónde queremos ir?
Digo, me parece, qué sé yo…
-Juan Carlos Serqueiros-
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