Escribe: Juan Carlos Serqueiros
En otros tiempos eran los Flaherty y los Conneeley quienes mandaban en esta zona. Y lo que hicieron fue pelear entre sí hasta aniquilarse. Pero aun así todavía queda algún Flaherty en el pueblo, y Conneeley también, por supuesto. Y otros que ya conocerá. Pero para cuestiones de historia hay que hablar con Padraic Yorke. El sabe todo lo que hay que saber, y lo cuenta con una voz que contiene la música, la risa y el llanto de la gente de esta tierra.
“El pasado vuelve a Connemara” (Debolsillo, 2010) es la sexta de las novelas cortas que componen la serie Historias navideñas, de Anne Perry.
Emily Radley, una hermosa y rica aristócrata londinense —los lectores habituales de Anne Perry saben que se trata de la hermana de Charlotte Ellison, quien a su vez es la esposa del inspector Thomas Pitt (que, conjuntamente con el otro suyo: William Monk; son los personajes fetiche de la autora)—, se apresta a pasar la Navidad en Londres, con su marido y sus hijos, pero sus planes se trastocan al enterarse de que Susannah, una tía con la cual ella y su familia hace muchos años han perdido todo contacto y que reside en Connemara, un pueblecito de Irlanda; se está muriendo y la requiere para que pase con ella dicha festividad. La primera reacción de Emily es tendiente a rechazar la petición, pero convencida por su esposo, Jack Radley, de que su deber consiste en ir; accede a ello.
Emily es anglicana, mientras que su tía se ha convertido al catolicismo después de casarse con Hugo Ross, un irlandés, lo cual fue acerbamente criticado por su hermano, es decir, el padre de Emily, quien lo tomó como una traición a la nacionalidad, pues en su concepto “ser anglicano es una cuestión de lealtad; la patria es lo primero”. Sin embargo, cuando Emily llega a Connemara, percibe que la cuestión que inquieta a Susannah no pasa precisamente por lo religioso ni tiene que ver con el viejo conflicto familiar desencadenado tras su matrimonio; sino que ella anhela, ante la inminencia de su muerte, conocer lo que hubo en torno a un hecho ominoso acaecido allí siete años atrás: la muerte de Connor Riordan, un joven que sobrevivió al naufragio de un barco frente a las costas del pueblo, y que permanecía en él mientras duraba su convalecencia y aún se prolongaba después de la misma.
En aquella pequeña comunidad, todos se conocen y viven en paz y armonía: Brendan Flaherty y su madre, Colleen; Padraic Yorke, el historiador del pueblo; Maggie O'Bannion y Fergal, su hosco marido; el cura párroco, padre Tyndale; Mary O’Donnell y los demás… Pero esa situación sólo es aparente; en la realidad, reina la desconfianza, que infecta la aldea con los miasmas de la ignorancia en que esas pobres y torturadas gentes permanecen acerca de las circunstancias en que murió Connor, y de la sospecha de que fue asesinado. La mitad de los pobladores se ha marchado. La fe del padre Tyndale tambalea, pues siente que no sólo no pudo preservar la vida del joven, sino que tampoco pudo salvar el alma de quien lo haya matado.
En ese contexto, las fuerzas de la naturaleza se desbocan una noche, y una terrible tempestad se desata sobre el pueblo. Y otra vez, como hace siete años, el mar embravecido vuelve a exigir tributo en la forma de otro barco que naufraga. De entre quienes lo tripulaban, sólo sobrevive Daniel, un joven que, salvado por Emily con la ayuda del resto de la gente, deberá ser cobijado en casa de Susannah, tal como había ocurrido antes con el malogrado Connor.
Los fantasmas sobrevuelan Connemara, que parece un polvorín pronto a estallar. ¿Corre peligro la vida de Daniel? ¿Cuál era, en verdad, la índole de Connor y quién lo asesinó? ¿Sospecha Susannah que fue Hugo, su ya fallecido esposo? ¿Fue, quizá, un Fergal enloquecido de celos el homicida? ¿O fue Brendan, quien mantiene con su madre una enfermiza relación? ¿Por qué Yorke ha forjado un relato falso, amañado, de la historia del pueblo y se ha apoderado de sus mitos, embelleciéndolos con la introducción de falsos héroes cuyos defectos hace aparecer como virtudes dignas de ser admiradas? ¿Y por qué toleran los aldeanos la impostura y más aún; se aferran a ella cual si fuese la verdad de su pasado?
Emily se decide, por fin, a procurar el esclarecimiento del misterio. ¿Lo conseguirá o habrá de perder la vida en el intento?
Una muy bien lograda novela, que pinta cabalmente los perniciosos efectos que sobre una comunidad provoca la manipulación del pasado, tanto del remoto como del más cercano, y que (requisito imprescindible, dada su característica de corta) fluye con una continuidad que no da tregua.
Si usted todavía no la leyó, regálese el placer de hacerlo. La va a disfrutar intensamente, se lo aseguro.
-Juan Carlos Serqueiros-
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