domingo, 4 de diciembre de 2011

HISTORIAS DE AMISTADES MÁS ALLÁ DE LA MUERTE: EL PERRO BOBBY

Ignoro quiém habrá narrado esta historia; pero la comparto porque es excelente.

El perro Bobby era el fiel compañero de un policía llamado John Grey quien vivió en Edimburgo, Escocia; alrededor de 1856.  John y el perro se convirtieron en amigos inseparables hasta 1858, cuando John murió de tuberculosis y fue enterrado en el cementerio anexo a la iglesia de Greyfriars. Su perro Bobby se hizo famoso porque durante 14 años permaneció en la sepultura de su amo durante todas las noches, hasta su propia muerte (encima de la tumba de John) en 1872. Bobby era un skye terrier, raza esta oriunda de la isla de Skye, reconocida por su lealtad y compañerismo. Los skye terriers se popularizaron entre la nobleza de Escocia, debido a esas cualidades.





Una tradición conectada a “Bobby” y el castillo de Edimburgo, es la del disparo de la batería de cañones de las 13 horas. Se dice que a fin de sincronizar los relojes de toda Edimburgo, a las 13 hs., se disparaba una batería (tradición esta que aún hoy se mantiene). Al tiempo de que esta costumbre comenzó, Bobby –que ya no tenía amo, pues su dueño John Grey ya había fallecido tiempo antes- vagabundeaba siempre en las cercanías del castillo; y en los cuarteles de éste, se hizo amigo de un sargento llamado Scott. El sargento Scott presentó a Bobby a sus compañeros, y todos le dieron la bienvenida al nuevo camarada peludo. Una de las responsabilidades del sargento Scott era la de ayudar a disparar el cañón, y Bobby siempre lo seguía a las rampas del castillo para ser testigo de la acción. Inmediatamente después del disparo de la una en punto, Bobby se dirigía a un restaurante llamado “The Eating House”, donde el dueño regularmente le daba a Bobby su almuerzo. Muy pronto, se convirtió en una atracción diaria para la gente, ver a Bobby ir a pedir su comida. Y además, una multitud frecuentemente se reunía en la entrada del cementerio para esperarlo, porque Bobby no perdía tiempo: inmediatamente después de comer en el restaurante, corría hacia el cementerio para sentarse pacientemente al lado de la tumba de John Grey, su amo fallecido.
Debido a que Bobby es una parte querida de la rica historia de Edimburgo, su collar y su plato se preservan en la Casa Huntly, el museo dedicado a la historia de la ciudad. La Casa Huntly es una casa restaurada que data del siglo XVI. Después de una amplia renovación, el museo se abrió en 1932. El collar que pertenecía a Bobby y que está en la Casa Huntly es más que un collar típico: después de la muerte de John Grey, Bobby no tenía dueño oficial. Era amado y regularmente alimentado por las familias y comerciantes situados alrededor del cementerio, pero nadie había pagado su patente; y por ello, Bobby había visto la muerte de cerca en varias ocasiones, debido a que carecía de licencia. El Sr. James Brown, viejo cuidador del cementerio, contó como  Bobby se encontraba acostado sobre el túmulo funerario, a la mañana siguiente al entierro. A los perros no se les permitía entrar al cementerio, por lo tanto, el Sr. Brown debía perseguir al perrito hasta sacarlo de allí, pero, a la mañana siguiente, el perro volvía. Una segunda vez  Bobby fue ahuyentado, sólo para encontrarlo nuevamente en el lugar habitual, tiritando sobre el suelo frío y húmedo de la tumba de Gray. En ese momento, el cuidador sintió pena por el perrito y le permitió quedarse. Aún en los días de clima más horrible, Bobby no abandonaba su posición, a menudo, aullaba a aquellos que intentaban convencerlo de que se quedase en sus casas. Bobby no tenía licencia y estaba en peligro de muerte. Afortunadamente para Bobby, el alcalde de la ciudad, Sir William Chambers era un amante de los perros. Como jefe del municipio, era un hombre poderoso y cuando el asunto de la licencia de Bobby surgió, pidió conocer al perrito. Sir William quedó encantado con Bobby y así fue como decidió pagar por su licencia indefinidamente. A Bobby se le dio un nuevo collar, el que hoy se encuentra en exhibición, y un plato de bronce con la siguiente inscripción: “Greyfriars Bobby del Alcalde, 1867, autorizado”. Bobby murió en 1872, y fue enterrado a poca distancia de la tumba de su amo. Posteriormente, en el sitio donde están los restos del perro, se colocó una lápida:


Un año después de la última guardia de Bobby sobre la tumba de su amo John Gray; la Baronesa Angela Georgina Burdett-Coutts, conmovida al conocer la historia del perro, hizo esculpir en su honor una estatua y una fuente para conmemorar la vida de un perro devoto y la historia de una amistad que superó la muerte. A unos pocos pasos del cementerio de la iglesia de Greyfriars, se encuentra la famosa estatua de “Bobby”. Enfrente, hay un pub que lleva el nombre de “Bobby” en su homenaje.


























Nota mía: En nuestro país, el Indio Solari, de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, creó una canción (inédita) titulada “De aquellos (estos) polvos futuros lodos”, en cuya estrofa inicial se menciona metafóricamente la fidelidad de Bobby. La letra de la canción comienza con la frase: “El perro Bobi es un servicio de amor a todo rock”.

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