El 4 de junio de 1946, Edelmiro Farrell traspasaba los atributos presidenciales a Juan Domingo Perón. Había entre esos dos hombres una amistosa y respetuosa relación que se asentaba en cuatro factores.
Uno de ellos era que a Farrell le gustaba mucho (como decimos los argentinos) la joda: la noche, el faso, el cabarute, el escabio y las minas, y paralelamente; tenía muy poco apego al laburo, con lo cual Perón (infatigable y que era no sólo su mano derecha sino además; su hombre de máxima confianza) era el que trabajaba efectivamente, quedando reservadas para Farrell las exterioridades y formalidades del poder. Pero ojo: esto último de ninguna manera debe tomarse en el sentido de que Farrell no lo ejerciera, al contrario; el presidente era él y las decisiones pasaban por él, y eso que tanto se ha reiterado hasta el hartazgo: lo de que Perón "hacía con él lo que se le ocurriera" nace de una (a mi juicio, incorrecta) interpretación de las cosas por parte del historiador norteamericano Robert Potash en su libro "El Ejército y la política en la Argentina", en el que ningunea a Farrell atribuyéndole "escasas dotes intelectuales" y lo muestra poco menos que como un títere de Perón.
Otro de los factores (y quizá el más considerable) era que Farrell se había separado de su esposa, con todo lo que ello implicaba en esa época en el Ejército, ante lo cual muchos de sus camaradas chismorreaban y lo criticaban acerbamente a sus espaldas, además de moverle el piso de todas maneras posibles; contrariamente a lo que hacía Perón, que frente a esa circunstancia de Farrell, (seguramente por sentirla en carne propia, debido al rechazo que sus camaradas evidenciaban hacia Evita) estrechó aún más su amistad con él. Y aquí me veo obligado a traer de nuevo a colación al amigo Robert Potash, quien volvió a errar el vizcachazo emitiendo juicios erróneos, cuando tenía a su alcance todos los elementos necesarios como para justipreciar adecuadamente la situación y despejar la verdad histórica, toda vez que él mismo cita la respuesta del general Eduardo Ávalos a una pregunta que se le formulara en 1965 en el marco de una entrevista periodística acerca de lo que lo había determinado a exigirle a Farrell el alejamiento de Perón el 9 de octubre de 1945, en la cual contesta taxativamente que lo que lo había movido a ello había sido la relación de Perón con Evita: "era algo que nos molestaba mucho, tanto que quizás hoy pocos puedan comprenderlo" (sic). En fin... se le escapó la tortuga a don Robertito Potash: tenía la verdad delante de su nariz, pero desgraciadamente. era demasiado ñato para darse cuenta.
Y el último factor (tal vez tan importante como el que cité en segundo término), es que existía entre los dos una absoluta comunidad de criterios en cuanto al rumbo que querían imprimirle al país, tanto en lo atinente a la política nacional, como así también a la internacional.
-Juan Carlos Serqueiros-
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