No podemos ser tan ingenuos hasta el extremo de creernos Su Santidad en las intenciones, Su Excelencia en la razón o Su Majestad en cada pronunciamiento.
Apenas invertimos los roles, advertimos que lo que les criticamos a los otros; nosotros también lo hacemos. Pretender que los demás sean como satélites que orbitan a nuestro gusto, es ubicarnos en un sitio que permanentemente levanta el dedo y juzga, y que puede funcionar en la adolescencia y en ciertos grupos de adultos que no crecen y menos aún diferencian entre admiración y endiosamiento.
Criticar y defenestrar o alabar e idealizar, son los extremos que nos hacen vivir en una eterna disconformidad con todo, como si fuéramos el compendio del equilibrio, mirando de reojo o directamente dando la espalda a todos los errores que hemos cometido y que por haberlos cometido, no son pasado sino un estado humano del ser.
Tenemos definiciones para lo correcto, la bondad, el sentido común, la sensatez, la locura, la felicidad y hasta el buen gusto y la verdad; todas fabricadas por el poder y la normalización de dicho poder en nuestras vidas.
Obviamente, con esa vara, que terminamos creyendo propia, multiplicamos el modelo y vamos a medir a los demás, a juzgarlos como buenos, malos, inteligentes, idiotas, falsos, veraces... Le corregimos a alguien hasta las faltas de ortografía aunque entendamos lo que escribe. Pero nos mantenemos siempre vigilantes y en posición de policía, en este caso, del lenguaje.
¡Cómo nos gusta criticar a las fuerzas represoras sin vernos como ellas! ¿Qué tal darse una vuelta por el propio jardín para hacer una buena poda en nuestras actitudes? Algo así como vernos de tamaño humano y nunca divino, cosa de no irnos ni tan alto que un día se nos rompa el pedestal, ni tan bajo de sentirnos insignificantes hasta el límite de la invisibilidad.
Si nos podemos apreciar con el mundo de defectos y virtudes que somos, no podremos ya señalar a casi nadie. Y si bien parece fácil, es un camino contrario al que solemos seguir.
Comencemos por tomar en cuenta que toda verdad es aquella que se impone por fuerza de algún poder y partamos desde allí. En el camino se romperán muchas de las cosas que hoy, sin que las veamos, nos enferman, nos aíslan y ponen a un milímetro los bordes oscuros de una existencia sin sentido.
Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814
* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga. Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.
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