En esta caricatura de El Mosquito (litografía de Henri Stein), con un epígrafe que reza: "¿Dónde está el bastón? Está en el Río Negro. Roca lo fue a buscar", se ilustra, con fino y sagaz humor, la disputa, en 1879, entre los distintos personajes políticos de primera línea por llegar a empuñar el bastón de presidente de la Nación, sucediendo a Nicolás Avellaneda.
Entre los que lo buscan aparecen, de izquierda a derecha: Bernardo de Irigoyen; Victorino de la Plaza, que se vale de la ayuda de un perro rastreador; Carlos Tejedor, de gorra; a su lado, en el suelo, Dardo Rocha; más al frente, Bartolomé Mitre; detrás de éste, Domingo Sarmiento (satirizado en uniforme de general, por su obsesión de llegar a ese grado, que después alcanzaría); y Saturnino Laspiur.
Y detrás de estos dos últimos, se distingue a la República que le señala el camino a Julio A. Roca, en obvia alusión a la Expedición al Río Negro que lo catapultaría a la primera magistratura.
Pero… una de cal y una de arena (y… sí, mi querido lector, qué quiere usted; la vida toda es así: felicidad y sinsabores; pero como escribe y canta Daniel Altamirano: “Vea, chamigo: la vida es linda. / Después de todo; / nada es mejor. / Y nunca es pareja la ley del hombre / y pasa ‘e todo en la Viña ‘e Dios”): más allá del magistral humor político de El Mosquito que nos despierta admiración y sonrisas; aquellas cosas terminarían mal, porque un año después estallaría la guerra civil, con su espantable saldo de un número no determinado de muertos y una deuda de millones de pesos que como siempre, pesarían sobre las espaldas del sufrido pueblo argentino.
Desde tiempos inmemoriales los historiadores debaten acerca de si la historia es lineal o es cíclica. Particularmente, no creo que sea ninguna de las dos cosas; me hallo convencido de que no es lineal en tanto no se evidencia que el hombre (sujeto y objeto de la misma) se halle encaminado en un proceso de mejora continua de la especie, sino que sigue siendo tan glorioso y tan miserable como lo es desde siempre; e infiero que tampoco es cíclica, porque lo que se reitera no es la historia en sí misma, sino las causas que originan las catástrofes y calamidades.
Y hablando de eso, si bien Roberto Navarro no es Henri Stein, ni Horacio Rodríguez Larreta es Carlos Tejedor, ni Mauricio Macri es Mitre, ni Alberto Fernández es Nicolás Avellaneda, ni Cristina Fernández es Julio A. Roca; sí contemplo, alarmado hasta lo indecible, que el statu quo de aquella maldita guerra civil de 1880 tuvo antecedentes y alarmas (que no fueron escuchadas) pavorosamente similares a las actuales.
Así las cosas, no me queda más que rogar que si la desgracia volviera a caer sobre nosotros con toda su furia desatada; termine como terminó la de 1880: con el triunfo de la nación frente a la soberbia oligárquica y sectaria, el separatismo y la exclusión.
-Juan Carlos Serqueiros-
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