Solemos dar muchas explicaciones a nuestra infelicidad:
-que no tenemos la pareja que queremos
-que no tenemos el trabajo que queremos
-que tenemos problemas con nuestras familias
-que los golpes de la vida…
Y así, una larga lista de dolencias frecuentes en mayor o menor grado en la vida de los que transitamos por esta tierra.
Desde las series de T.V. y películas de cine, sobre todo las de tipo "novela", se nos empuja a creer que todo va a terminar bien simplemente esperando que sea el otro el que un día cambie o un accidente le haga comprender la realidad, o de última, que el destino ponga a la justicia a nuestro favor por arte de magia y nos reconozca como héroes y vencedores del mal y de la injusticia.
A través de esos lavajes de cerebro, “aprendemos” a llevar una vida mediocre en la que damos por sentado que como los personajes de todo lo que vemos en la gran pantalla, los problemas son a la vida lo que la sal a la comida. Pero hay gente que no puede comer tanta sal ni tolerarla y entra a buscar recetas ajustadas a su necesidad. Son las menos, pero las hay.
Y nos dan a todos la misma fórmula para vivir: ser exitosos en la carrera, en el amor, un bello cuerpo y mucho dinero. Es decir, cuatro cosas que uno comenzaría a tener a partir del consumo: salir a todas partes, de vacaciones, comprando la mejor ropa, yendo al gym para estar en forma y así ser atrayente, comprar todas las cremas anti lo-que-sea que haya, contar con un sinnúmero de “amigos” superficiales a los que no poder contarles lo vacíos que nos sentimos y una cantidad de "me gusta" por los que algunos llegan a pagar.
Ser vistos o aplaudidos y aprobados por el otro (empezando por los padres), es TODO lo que en teoría podemos hacer para que nos elijan y la vida nos coloque en el podio de alguna vidriera en la que el éxito nos aplauda sin hacer nada más que perseguir lo que nos dicen que es el camino a la felicidad. Cualquiera de esas vías propuestas por la sociedad y la cultura que hemos creado y adoptado como LA VERDAD, es aceptada como fórmula infalible. ¡Y ni nos damos cuenta de hasta qué punto!
Sin embargo, en esta profesión que tengo, no dejo de observar que la mayoría ha metido ganas a aquello que jamás amó —pareja, profesión, o lo que fuere—, anoto una y otra vez a gente que deja los bofes en la máquina de abdominales y habla de salud cuando tiene una vida profundamente infeliz, que trabaja de gerente en no sé dónde y muere de estrés, o que es estrella de algún medio y se siente un don nadie.
La última de las calamidades es pagar para que te den más "me gusta". Pero eso ni siquiera nos hace reaccionar para reconocer el punto de vacío en el que estamos y que hemos incorporado como lugar de destaque.
Lo que aquí escribo lo saben quienes lo han pasado y pudieron renunciar a sus anteriores aspiraciones para verlas como reales estupideces. Los que se animaron a dar el paso hacia sí mismos, reconocen que NADA de esos recetarios les brindó felicidad. Quienes vivieron atados a su cuerpo, su fama, su reconocimiento, su "podio artificial", no tuvieron nunca más que el efímero placer de verse reflejados en el espejo de la mirada de otro. Detrás de eso; el vacío de estar íntimamente solos.
Así —y para no abundar en la larga lista de fallos en el formulario que llenamos para tener una happy life—, la vida no nos cierra, porque la cosa no está en concurrir a las fiestas y los ritos en el pelotero, el cumpleaños, la navidad, el desfile, el after, las vacaciones y cualquier tipo de happening. Adquirir modismos, despreciar el propio idioma, la propia gracia, los propios atributos, rasgos, carácter, nariz, gustos, sensibilidad, grado de ira, enojos, respuestas naturales, muestras de disgusto y evitar desobediencias necesarias para adquirir libertad, nos fueron enjaulando en una caja en la que gana quien puede comprar una vida en vez de vivirla.
Nos peleamos con los demás para tener razón, culpamos al mundo de las injusticias y después señalamos los fallos del otro sin hacer mea culpa acerca de cuánto hemos colaborado para que algo nos suceda o le haya reventado la vida a otro. Encontramos muchas justificaciones para nosotros, pocas para los demás. Y todo eso porque no somos conscientes de verdad ni en todo momento. Algo que por cierto también sería una utopía, pero sí se puede balancear si de vez en cuando nos mirásemos la cara oculta, esa que es un poco miserable y que todos llevamos dentro.
Se necesita de mucho valor para ser uno mismo, ser igual del derecho que del revés. ¡Eso es mucho más valioso que llegar a ser millonario! Al menos, pensalo.
El mismo caso, pero a la inversa, es el del que se dedica 100% a los demás para ser querido, se coloca en último lugar y espera llegar primero. No hay más que estas dos vías para “granjearse” la infelicidad. De un extremo al otro, de la new age al egotismo, hay una gama intermedia que como siempre, se conforma con salud, dinero y amor.
Claro, uno cree saber quién es y qué quiere: "un buen auto, una casa, un buen trabajo, una buena pareja y con eso, ya me conformo". El problema es que si todos repetimos la misma receta, es porque algo está fallando. ¿Cómo, a personas DIFERENTES, con gustos DIFERENTES y formas de ser o caracteres DIFERENTES, se les generan las mismas expectativas? Y lo peor es que ni eso nos deja ver que nuestros cerebros están lavados.
Para todos tienen que ser buenos el yoga, la dieta vegana, la crema antiarrugas o cualquier cosa que se ponga de moda (sin querer decir con esto que alguna de estas disciplinas sea mala en sí). Lo que es malo, es cargar en ellas el secreto de la happy and wonderfull life. Felicidad enlatada para la venta y el consumo de la "auto superación". A nadie se le da por pensar que su camino no es el que otro transitó. Todos tratan de seguir recetas, y ese sí, señoras y señores, ES EL PROBLEMA DE LA INFELICIDAD.
La eterna espera del dinero que no llega nos hace meter la pata hasta la yugular, porque hasta votamos pensando en que si lo que nos prometen es dinero; ¡pues ahí vamos! No nos importa si queremos vivir siendo artistas. No nos interesa si somos sensibles y no hay un lugar para un alma de ese estilo en un mundo cuyo dios tiene la cara del dólar. No se nos cruza por la cabeza que sentarse a conversar con otro de cosas que tengan sentido, es mucho más pleno que plantarse en una mesa cada uno con su celular. No pensamos que quizá nosotros no seamos proclives a tener pareja. Ni se nos ocurre evaluar en muchos casos si realmente nos interesaría ser gerentes de algún lugar. Solo aspiramos a las carnadas que como peces, perseguimos para ser pescados y sacados del agua. Envidiamos al que vemos todo el día de fiesta, pero jamás imaginamos la soledad que siente, porque tanto él, que puede consumir; como vos, que no podés, padecen del mismo desencanto.
¿Sabés qué sucede?: TODOS olvidan ser quienes son. Todos siguen patrones que nos alimentan TODO EL DÍA por vías que creemos que ni nos tocan ni nos influyen. Pero si sos infeliz en algún sentido, tenés que saber que sos esclavo de ese juego como así también del juicio ajeno.
Tememos que alguien nos escuche gritar o plantarnos en la cola del banco o del super para reclamar nuestro tiempo a los que se erigen en nuestros amos. Ni se nos ocurre carajear al médico porque nos deja en su sala de espera como si fuéramos muñecos sin vida, dispuestos a dejarlo todo para que nos atienda el dios de guardapolvo blanco. No se nos ocurre que tenemos un valor, una autoridad, una forma de ser. Sólo leemos por todos lados que hay que ser políticamente correcto y no tomar nada en serio porque “eso te da paz”.
El silencio, callar el dolor que te causa que otro te pise el pie, ¿te da paz? ¡Por favor! ¿De verdad te da paz gritar en silencio hasta que se dignen a atender tu dolor en una guardia médica? No. Pero te callás. ¿De verdad te da felicidad un vestido nuevo? No, pero lo pasás por alto. ¿De verdad te creés más importante porque te pusieron más "me gusta" en algo que publicaste en las redes sociales? Sí, pero te das cuenta de que no te dio felicidad. ¿De verdad te creés un winner porque tuviste sexo con 700 y vivís una vida sin verdadera compañía? Ni lo querés pensar. Por ahí, mejor te tomás un lexotanil… ¿De verdad pensás que pagar los impuestos es la meta de tu vida? No, pero te deja tranquilo de que la "autoridad" tenga un motivo menos para encerrarte.
Van Gogh, Mozart, Beethoven y una larga lista de genios con una vida bastante difícil, han tenido sólo una cosa cuando la vida les pasaba terribles facturas: su fórmula secreta, su "hobby" (eso que en esta sociedad se desprecia porque es la amenaza más grande que puede encontrarse para el consumo) y que está bien cercana al corazón. Tener una vocación o el deseo irrefrenable de hacer algo en concreto, tener las ganas de poner afuera lo que uno es por dentro, ser creadores de verdad, es haber llegado a conocer qué es lo que somos, qué queremos, qué es lo que más nos importa.
Ya no necesitamos compañía como chupetes, ni alcohol para escapar, ni drogas para irnos lejos. No necesitamos viajar al otro lado del mundo para sentirnos gente de mundo. Podemos vivir en un cuadrado, que allí colocaremos nuestro propio atril.
Parece muy tonto o muy fácil. Pero cuando pasás por el infierno y te quitan toda la bijou, los anillos de oro, la casa, el dinero, la familia, los hijos, la crema anti age, las cámaras de televisión o lo que sea que creas que has logrado para estar en alguna vidriera; queda algo inamovible que NADIE puede quitarte. A ese algo, se llega después de todo el despojo al que la vida nos somete hasta que nos vemos por dentro y nos prestamos atención.
Ya deja de importar si al otro le gusta mi carácter o no. Ya interesa un bledo si mi cuadro es considerado un objeto de exposición. Ya se cae la expectativa de gustar a todos y resulta mucho más eficaz el saberse poseedor de tal o cual gusto/don/modo de ser/carácter que puede encajar mucho, poco o nada en el mundo en que vivimos. Pero sabemos quiénes somos. No nos mueve cualquier tormenta, ni nos mata la soledad. Tampoco nos preocupa no tener el romance que vemos en la tele ni esperamos que sea el destino el que nos salve: nos salvamos nosotros porque hemos comenzado a desobedecer al molde. Empezamos a conocernos.
Despertar no es abrir los ojos a otra realidad, sino cerrarlos para mirar por dentro.
¿Querés ser feliz?: DESPERTATE, SÉ QUIEN SOS, ANDÁ POR LA VIDA QUE VOS QUERÉS; aunque todo y todos te digan que eso es una utopía. No lo descalifiques, no lo calcifiques, no lo desprecies; porque lo que despreciás de vos, también lo desprecian los demás.
Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814
* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista y artista plástica.
Para contactar con ella por consulta psicológica o terapia psicoanalítica, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.
No hay comentarios:
Publicar un comentario