Escribe: Juan Carlos Serqueiros
Dos meses después de celebrado en la villa de
Arroyo de la China (Concepción del Uruguay) el Congreso de Oriente, el general
José Artigas oficiaba en cartas fechadas el 27 y el 31 de agosto, a su hijo
adoptivo y Comandante General de Misiones, Andrés Guacurarí (quien ya firmaba Andrés Artigas), la orden de avanzar
hasta Candelaria y, previa intimación de desalojo a las fuerzas paraguayas que
la ocupaban, recuperar esa plaza, aún por las armas, si dicho requerimiento
fuese desoído.
Hasta allí, Artigas había puesto freno a las
ansias de Andresito, quien se salía de la
vaina por avanzar militarmente sobre Candelaria; prefiriendo recurrir a una
guerra de propaganda, antes que dirimir la cuestión en una batalla. En ese
orden de ideas, el 15 de junio le escribía desde Paysandú:
Igualmente quedo informado de la inacción de los paraguayos y de sus asechanzas sobre nosotros desde Candelaria. Por ahora no conviene empuñar nuestras armas, sin que ellos rompan los diques que hasta hoy los han contenido. Conténtese únicamente con hacerle guerra de papeles como hasta aquí. Escriba usted siempre a los amigos de aquel pueblo para ver si forman la revolución según usted les insinuó, o si hacen la representación que usted les dijo, a fin de que tenga yo el más poderoso motivo para auxiliar sus esfuerzos. Del mismo modo, haga usted siempre presente a los pueblos de Misiones, del otro lado, la suerte que les amenaza. Diríjales usted continuamente sus exhortos llamándolos a la unión de sus hermanos, para ver si rompen las barreras en que los contiene el despotismo. Para avanzarse a más, aun no es tiempo, entretanto que no veamos en la frontera de Portugal mayores movimientos. A pesar de sus grandes deseos, no estamos en proporción de salir de nuestro territorio. (sic).
Pero para agosto y ya constituida de hecho la
Liga Federal o Protectorado de los Pueblos Libres, Artigas se había desengañado
con respecto a la eventual ayuda que podría esperar del Paraguay del doctor
Francia. En consecuencia, el 27 de ese mes escribía a Andresito:
… debo decir á V. q.e teniendo ya mi orn. p.a avansarse sobre Candelaria, nada debe detenerle desp.s q.e V. mismo conoce lo favorable delas circunst.as. Los Paraguayos deben contentarse con mantenerse dentro de su Prov.a y repasar el Parana… Por lo mismo, q.e se avanse su Partida hasta Candelaria, y desp.s de posecionarse de ese Pueblo, dejará en él solam.te 25 homb.s de su gente de Guarn.on, y los demas, q.e se retiren al Pueblo mas inmediato, observando siempre los movim.os delos Paraguayos, q.e seg.n sus vichead.es se hallan en Tacuarem.o si ellos se atreben a salir de su Prov.a y repasan á esta Banda del Parana sabremos contrarrestarlos. El Paraguay debe contenerse en sus limites si no quiere experimentar los desastres dela guerra. Acaso él se haya movido receloso de nosotros: p.o yo me guardaria de introducirme á prov.a estraña, y por lo mismo ella no debe exederse á subyugar esos infelices con notable detrim.o de sus dros. é intereses. (sic)
Es decir, Artigas ordenaba a Andresito recuperar
el departamento de Candelaria, pero al mismo tiempo le aconsejaba no avanzar
más allá, internándose en la “prov.a estraña” del Paraguay.
El conflicto de jurisdicción sobre los pueblos
misioneros al este del Paraná venía arrastrándose desde el siglo XVIII, sin que
la corona española pudiera solucionarlo real y efectivamente; más allá de la
letra fría de las Reales Ordenanzas.
En 1803 el rey Carlos IV decidió separar los Treinta Pueblos de las Misiones Guaraníes de las Intendencias de Buenos Aires y Asunción, poniendo de gobernador a Bernardo de Velasco “para que tenga el mando de los treinta pueblos Guaranis y Tapes con tal independencia de los gobiernos del Paraguay y Buenos Aires, bajo los cuales se hallan divididos en el día por ser tan importante la creación de un Gobierno en aquel paraje”. Pero en 1805, el mismo monarca nombraba (se dijo que por sugerencia de Félix de Azara) a Velasco gobernador intendente del Paraguay, con retención del gobierno de Misiones, para terminar con los abusos del gobierno asunceno (que desempeñaba Lázaro de Rivera) contra los guaraníes; todo con el resultado (habitual en la España borbónica, por otra parte; pues sabido es que Borbón y desgracia son sinónimos) que presupone la “solución” de desvestir un santo para vestir otro.En 1809, el virrey Cisneros designó gobernador de Misiones a Tomás de Rocamora, con plena conformidad de Velasco, quien sólo se limitó a protestar por fórmula en principio, para después, en carta del 10 de enero de 1810; allanarse a la medida virreinal y aún encomiarla.
La Revolución de Mayo puso al desnudo aquello que la corona española había procurado disimular bajo el velo de una organización virreinal que se evidenciaba en la realidad tangible cada vez más como harto ineficiente. Tomás de Rocamora adhirió a la Junta de Buenos Aires; pero Velasco, en el Paraguay, proclamó la lealtad de esa provincia al Consejo de Regencia, lo cual motivó que la Junta contestara de conformidad, el 16 de setiembre, al pedido de Rocamora de separar las Misiones de la jurisdicción de Asunción, disponiendo el mismo. Tras la derrota militar (pero triunfo ideológico) del general Manuel Belgrano en la expedición al Paraguay dispuesta por la Junta de Buenos Aires, se inició en Asunción el proceso revolucionario, y consecuentemente, el 12 de octubre de 1811 se firmó entre los comisionados de Buenos Aires y Asunción, la Convención de Amistad, Auxilio y Comercio, en cuyo artículo 4° se estipulaba que el departamento de Candelaria quedaría en custodia del Paraguay hasta tanto se reuniera el Congreso General que estableciera los límites definitivos. Estaba clarísimo que dicha ocupación tenía el carácter de interina, pero frente a la actitud abierta, franca, generosa, fraternal y americanista de Belgrano; el Paraguay, a inspiración del doctor Francia, con una política sinuosa, continuaba pertinazmente empeñado en ella; porque nada era más ajeno al pensamiento e intenciones de Francia, que esa “federación” con Buenos Aires con la que tan hipócritamente cacareaba en el convenio.
Esa era la situación que al momento acerca del cual tratamos se mantenía, incluso exacerbada por los roces acaecidos entre el Dictador
paraguayo y Artigas.
El 11 de setiembre de 1815 Andresito, desde su
campamento en San Carlos, intimaba en estos términos al comandante de las
fuerzas paraguayas en Candelaria, José María Isasi:
El derecho: ese ídolo y objeto de los hombres libres por quien se ven en papados en su propia sangre, me ha obligado, solicitando ellos ntra proteccion amolestar a vmd el que se benga anosotros ó deje ese departamento al goze de sus derechos, repasando vmd el paraná con toda su guarnicion sin el armamento q.e obtienen esos terrenos para su defensa, esto lo hago como verdadero americano, y hermanos que somos ebitar todo derramamiento de sangre entre nosotros: por que los pueblos conociendo sus derechos elevan sus armas (interlineado: quejas) al protector de la liberalidad, y nosotros no hacemos mas que proteger la inociencia pues se hallan inactos para defenza: El departamento de Candelaria nadies arreconocido por frontera de la Republica, y mucho menos despues, q.e sus abitantes desengañados buscan n.tro amparo; el otro lado del paraná es la frontera de la prov.a Republicana, desde donde debemos conservar una berdadera armonia y quietud entre provincias hermanas: Espero a la mayor brebedad respuesta de esto porque mis Tpas. se aproxciman aposecionarse de esos therritorios. Dios gue. (interlineado: a vmd) ms. as. (sic)
Como puede apreciarse claramente, la firma es,
en efecto, ológrafa de Andresito, sin dudas; pero el cuerpo de la carta no está
escrito con la hermosa caligrafía del Padre fray José Leonardo Acevedo, su amigo,
compañero inseparable, consejero espiritual y secretario.
Es que Andresito se
encontraba en esos días, postrado por una enfermedad por entonces terrible y a menudo mortal: había contraído la viruela.
Por lo tanto, envió sus tropas desde San Carlos a Candelaria (distantes 7 u 8
leguas entre sí), comandadas por el fraile Acevedo -quien frecuentemente dejaba
de lado el hábito para vestir la casaca militar y la biblia para empuñar la
lanza-, secundado por el capitán Manuel Miño. En el ínterin, Andresito escribió
la intimación a Isasi y la mandó a Acevedo por medio de un chasque para que alcanzara
a éste antes de su arribo a Candelaria.
Me hallo inclinado a inferir que, además de la firma ológrafa; la carta es asimismo de puño y letra del propio Andresito, por los groseros errores y lapsus sintácticos (en modo alguno frecuentes en él) que la misma evidencia, causados, seguramente, por la fiebre que lo estragaba y la enfermedad que minaba su organismo, tan habituado, por otra parte, a las estrecheces y privaciones. Ausentes su secretario y su oficial principal, ¿a quién más entonces podría Andresito haber dictado la carta, en el marco de un campamento volante? Tengo para mí que la escribió él mismo y la despachó con premura para que alcanzase a Acevedo (tal como lo da a entender en sus propia palabras, como veremos a continuación). Sería conveniente hacer comparar por un perito grafólogo, la letra de la intimación a Isasi con la de algunas pocas esquelas acerca de las cuales hay certeza absoluta de que fueron escritas por él, y que se conservan en el Archivo General de la Provincia de Corrientes; de modo de confirmar si mi suposición es correcta.
Llegada que fue la tropa artiguista a
Candelaria, Acevedo solicitó parlamentar con Isasi, al
cual le exhibió la intimación, y como éste intentara ganar tiempo con pretextos
y excusas; ordenó el ataque. El parte de la batalla que dos días después
dirigió Andresito a Artigas, es harto elocuente:
Mi General haviendo llegado el día 10 del q.e rige al Pueblo de S.n Carlos, determiné mandar al Pu.o de Candelaria Doscientos y cincuenta hombres entre Infant.a yCavalleria al mando del Cap.n D.n Man.l de Miño; assoceado con miCompañero el P.e Fr. José Asevedo, para q.e este le dirigiese en todo, y lo que el dispusiere se hiciera: con el mismo Escrivi un oficio al S.or Comand.te d.n José de Isasi, q.e era el que se hallaba con el comando de este Departam.to, por haver mudado al S.or de Gonzales: que me desocupase el punto deCand.a, y que de ese modo habíamos de conservar una verdadera armonía entre hermanos repasando al otro lado del Parana; por que nadies há conocido linea divisoria el Departam.to deCandelaria y maxime quando ellos clamavan por proteccion al Gen.l Protector delos Pueblos Libres, esto lo hiso miComp.o el P.e, por haver quedado yó enfermo en el Pueblo de S.n Carlos, mandandole el oficio dos Leguas antes de llegar al Pueblo caminando el día 11, toda la Noche con la gente: el día 12, q.e fué las respuesta delCom.te deCand.a en que me decía que deseava hablar con migo, y como él P.e hiba con todas mis facultades le respondio; poniendo suCampam.to frente áCandelaria diciendole q.e lo hiciera mui en hora buena, y q.e formara sus Tropas y a su cabesa levantara su Bandera, y que batiendo Marcha saliese aun estado medio lo que se hiso, y despues de haver tratado los dos Capítulos que se siguen el primero q.e repasaría el Parana con todo su Armam:to: segundo que entrarían mis tropas al Pu.o y estar sujeto el, y su Gente alas ordenes del P.e y del Cap.n Miño, poniendo nras Guardias en todos los pasos, hasta tanto que biniese el S.or de Yegros, quien trataría con nosotros p.e era mayor felicidad le respondio el P.e que trataría con sus oficiales para determinar lo convin.te; pues todos estavan expuestos á perder la vida regreso y hiso tocar orden y juntos todos los oficiales le propuso los dos Capítulos q.e tengo expresados, y salio de ellos que repasase el Parana loque inmediatam.te redoblo los Tambores, y salio al frente donde Marchó levantando su Bandera con dos Tambores un Clarin, y un Pito con los q.e marchó hasta el Sitio medio donde le recivio el Ayudante de ordenes con laCarta que incluyo á V.S. y regresando a suCampam.to hiso presente alos oficiales y determinó que se atacará distribuiendo él la g.te para el seguro de nra Victoria duró tres horas el fuego, y dos horas después el Parlam.to para la rendicion de Armas trató el P.e por que le pedían los Soldados para q.e repasasen el Parana: dixo que estava bueno p.r evitar mas ramen de sangre dexándole dos Oficiales para dar cuenta á V.S. de lo operado rindiendo todo el Armam.to, y todo Peltrecho de Guerra lo q.e quedó en nro poder y es dos Cañones, uno de á quatro reforzado á seis de Bronce, otro de á dos Ciento y quatro fuciles, y los demas Lanzas, q.e por todo el numero degente enemiga segun confesion del Comand.te rendido fueron trescientos. Incluyo á V.S. el num.o de gente muerta, y herida tanto de la mía, como de la enemiga, y solo deseo después de esto me haga el favor en contexto de esta incluia V.S. una Exortacion á, mis oficiales para mayor comprometim.to y que conoscan sus deveres. Yó espero que en termino de cinco días quieran imbestigarme yó he de hacer una verdadera defenza maxime quando veo á mi lado Fieras deboradoras en Defenza de su Patria.Yó remitiré á V.S. Yerva para laGente que tiene a su lado, no olvidandose de mandarme Polvora, por que fué poca la que tomé, y por estos destinos no se encuentra: no prometo á V.S. cosa de Pueblo sino lo que he tomado en rendicion despues de fuego.Es quanto tengo que exponer á V.S. sobre lo operado.Dios gue. á V.S. m.s a.s Cuartel enCand.a á 14 deSeptiembre de 1815.Andrés ArtigasP. D. Voi a juntar sobre Quinientos y mas hombres los q.e tendré ámi lado p.a la Defenza de estos Pueblos, y también remitiré á V.S. en primera ocasion los oficiales prisioneros para q.e se serciore de ellos segun lo expresado. (sic) (negritas y subrayados míos)Nota mía: lo de mencionar Isasi a Acevedo eso de “el señor de Yegros”, no alude a Fulgencio Yegros, combatiente contra la expedición de Belgrano, antiguo comandante de las Misiones y precursor de la autonomía paraguaya, quien por esa época estaba retirado de la vida pública, vivía en su estancia “Santa Bárbara” en Quyquyhó y en 1820 sería acusado de encabezar una conspiración contra el Dictador Francia y fusilado el 17 de julio de 1821; sino a alguno de sus hermanos: Antonio Tomás, José Antonio Esteban o José Agustín. Infiero que tal vez Isasi, al comprobar que sus añagazas dilatorias no conmovían a Acevedo; haya apelado a la mención del apellido Yegros, esperando que la misma resultara grata a oídos artiguistas, ya que a Fulgencio se lo tenía por amigo del Protector, y siendo presidente de la Junta Gubernativa del Paraguay había enviado auxilios a la Banda Oriental.
Es de hacer notar que Andresito le pedía a
Artigas una “exortación (por
exhortación) a mis oficiales” (que este último, efectivamente, le enviaría días
después, el 23 de setiembre), lo cual nos indica que no había entre los grupos guaraníes
una perfecta inteligencia y una absoluta comunidad de ideas, intenciones y
procederes. También es una pena que no se haya conservado la relación que,
según el parte, remitió Andresito a Artigas en lo referente a las bajas de uno
y otro bando, lo cual nos impide conocer cuántas vidas costó ese “ramen” (como
escribió por derramamiento) de sangre
en ese episodio de la guerra civil fratricida que se desarrollaba
simultáneamente a la lucha por la independencia. Diré, sí, que tras la toma de
Candelaria, en la que estableció su cuartel general; en una acción fulminante Andresito
recuperó Loreto, Santa Ana, San Ignacio Miní y Corpus.
Las tropelías de los paraguayos en las Misiones se reiteraron en 1817, en que aprovechando que Andresito se hallaba empeñado en la guerra contra los luso-brasileros, saquearon y destruyeron todos esos pueblos; continuando, durante la dictadura francista, con la fortificación y concentración de tropas en la Trinchera de San José (la actual Posadas). Muerto el doctor Francia, Carlos Antonio López, enfurecido porque Rosas se negaba a reconocer la independencia paraguaya, había celebrado, a fines de 1844, un tratado de comercio con la provincia de Corrientes (prolegómeno de la guerra que declaró a Rosas a fines de 1845) y enviado un ejército de 4.000 hombres a las órdenes de su hijo (a quien había nombrado general a los 18 años) a "auxiliar" a José María Paz, quien era a la sazón, el jefe del ejército de Operaciones (y quien calificó a la columna paraguaya de "masa informe con la que no se puede contar por el momento; sin instrucción, sin arreglo, sin disciplina e ignorando hasta los primeros rudimentos de la guerra"). Derrotada por Rosas a través de Urquiza la intentona paraguaya, Francisco Solano López escapó a su país con sus fuerzas. Por su parte, Carlos Antonio López buscó adquirir armas al imperio del Brasil, y a mediados de 1849 volvió a las andadas contra la Confederación Argentina y puso a Franz Wilhelm Edgar Wisner von Morgenstern, un mercenario austro-húngaro, al frente de un ejército de 6.000 hombres. Su plan se trataba, a la par de hostilizar a Rosas; de mantener abierta la antigua línea comercial entre Itapúa (la actual Encarnación) y San Borja (la actual São Borja), en las Misiones. Se sucedieron entonces los actos de depredación, incendios y saqueos cometidos por los paraguayos en el puerto de Hormiguero y en Santo Tomé, y la ocupación de Tranquera de Loreto y Trinchera de San José. Finalmente, los latrocinios llevados a cabo por los propios paraguayos, fueron los que esterilizaron el comercio que se proponía activar López.
Recién en la guerra de la Triple Alianza los
argentinos recuperamos una porción (porque el resto lo perdimos
irremisiblemente) de ese inmenso territorio que fueron los Treinta Pueblos Guaranis
y Tapes: la que conforma la actual provincia de Misiones y parte de la de
Corrientes.
Deberíamos ser capaces ya, a dos siglos de emerger como nación, de bucear en nuestro pasado no para erigirnos en tribunal que juzgue a las figuras que lo protagonizaron y quedar empantanados -como lo estamos- en los pretéritos odios; sino para comprenderlo cabalmente de modo de poder al fin sintetizar nuestra historia, explicarnos este presente y llevar a cabo las acciones que nos conduzcan a los grandes destinos que avizoraron nuestros fundadores.
Deberíamos ser capaces ya, a dos siglos de emerger como nación, de bucear en nuestro pasado no para erigirnos en tribunal que juzgue a las figuras que lo protagonizaron y quedar empantanados -como lo estamos- en los pretéritos odios; sino para comprenderlo cabalmente de modo de poder al fin sintetizar nuestra historia, explicarnos este presente y llevar a cabo las acciones que nos conduzcan a los grandes destinos que avizoraron nuestros fundadores.
Y así como debemos al general Martín Miguel de
Güemes la conservación para nuestro suelo patrio de Jujuy y Salta; debemos a
Andresito la mil veces feliz posesión de Misiones. ¡Gloria eterna a esos
próceres!
-Juan Carlos Serqueiros-
Imagen de portada: Lucas Braulio Areco, “Andrés
Guacurarí. Comandante General de Armas de Misiones”, 1945
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REFERENCIAS DOCUMENTALES Y BIBLIOGRÁFICAS
Archivo General de la Nación, Montevideo, Uruguay. Fondo ex Archivo y Museo Histórico Nacional. 1815. Caja 11.
Lavalle, Jorge Luis. Andresito y la Melchora. La historia de un amor en guerra. Creativa, Posadas, 2007.
Mitre, Bartolomé. Historia de Belgrano y la Independencia Argentina. Félix Lajouane Ed., Buenos Aires, 1887.
Ramos, Antonio. La Independencia del Paraguay y el Imperio del Brasil. Conselho Federal de Cultura e Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro, Río de Janeiro, 1976.
Ribeiro, Ana. El Caudillo y el Dictador. Editorial Planeta, Montevideo, 2004.
Rosa, José María. Historia Argentina. Editorial Oriente, Buenos Aires, 1965.
Sala de Touron, Lucía; Salom, Ana y Sala, Niurka. José Gervasio Artigas. Obra selecta. Biblioteca Ayacucho, Caracas, 2000.
Trelles, Manuel Ricardo. Cuestión de límites entre la República Argentina y el Paraguay. Imprenta del Comercio del Plata, Buenos Aires, 1867.
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