sábado, 19 de abril de 2014

LA PAJARITA PECHIBLANCA (SCHERZO)























Escribe: Juan Carlos Serqueiros

La canción (duodécimo tema y no bonus track como leí por ahí) que cierra el disco Pajaritos, bravos muchachitos es La Pajarita Pechiblanca y dice: 

La Pajarita Pechiblanca (scherzo)
(Letra: Solari - Música: Bucchiarelli - Dawi - Sidotti)

Podés creer?
Yo, que maté unos pajaritos y fui muy feliz
Canté a grito pelado:
"... ojalá llueva napalm"
Pido a gritos por mi pajarita pechiblanca
Tengan piedad!
Soy cacique, un héroe ambiguo más,
jefe Toro Fumado, opiáceo y regalón
y pido a gritos por mi pajarita pechiblanca!
Yo le prometí mi amor
a la bella Mandolina
(mendigando como un perro roto y llorón)
Y no cumplí, nunca cumplí, jamás…
con mi bella heroína
con la honesta Mandolina
Mai dire mai, mai dire mai, mai piú...
Al rey del bajo fondo un mal día le grité
que era un guanaco feo con suerte
en el querer!"
Le rogué por mi pajarita pechiblanca
Tengan Piedad!
Vagabunda! los mocos me sonó!
Fracasó como lesbiana y así me profanó
Y aquí estoy pidiendo por mi pajarita
pechiblanca

Solari lo cataloga (de modo explícito; porque así lo consigna en el título) como un scherzo. ¿Y qué es un scherzo? Literalmente, un vocablo italiano que quiere decir broma; pero musicalmente, es una especie de relax, un momento festivo en una obra musical seria, pretenciosa, de cierta envergadura, como por ejemplo, una sinfonía.
El encuadre en el que sitúa el Indio la canción compuesta por él mismo en la letra y por sus ex músicos Dawi, Sidotti y Bucciarelli en la melodía es atinadísimo; porque es simple y exactamente eso: un scherzo, es decir, unos minutos divertidos, descomprometidos, en el contexto de una obra mayor, o sea, el resto del disco.
Y es a la vez una broma. Pero... ¿por qué una broma? ¿Y a quién o quiénes está dirigida?
Desde el vamos, con sólo escuchar la canción, aún sin tener la letra a la vista; puede notarse que Solari canta como en joda, lo cual se rubrica con las risas y aplausos del final. La Pajarita es un guiño de complicidad entre él y sus viejos músicos.
¿Y quién o quiénes son los destinatarios de la broma? Y... como suele ocurrir; los que son considerados -con estricta justicia- como los más boludos del batallón, ese fatalmente supernumerario segmento de imbéciles que desde su escaso bagaje neuronal pontifican sobradores y cancheros: "habla de la merca". No importa que el tema en cuestión gire alrededor de una obra cumbre de la literatura universal, o trate acerca de la engañosa y frágil paz de la Guerra Fría que asustaba a un cineasta brillante, o aborde la cuestión que nos desvela a los mortales desde el puto instante en que llegamos a este mundo al cual no pedimos venir: qué hay más allá en el supuesto caso de que haya un más allá; para ellos habla de la merca y punto, ya está.
Entonces Solari dice: "Ajá... así que para vos este tema habla de la merca, aquel otro también habla de la merca y todos hablan de la merca. OK, ahora te voy a hacer uno que sí habla de la merca, que de verdad y en verdad habla de la merca; pero ¿sabés qué?: no te vas a dar cuenta, seguro que no te vas a dar cuenta; y me voy a reír mucho de que no te des cuenta. Y les compuso La Pajarita Pechiblanca.
¡Cuánto debe de haberse reído allá en la intimidad de su Luzbola entre martinis  y tafiroles, y cuánto habrán reído sus ex compinches de ruta cuando les participó de qué venía la cosa! ¿Vieron cuando en alguna guitarreada, tipo 5 de la matina y con muchos tintillos arriba, después de haberle entrado a himnos de todos los géneros como Muchacha ojos de papel, o Cambalache, o Que seas vos; por ahí nos da por agarrar la viola y encarar scherzi tipo... qué sé yo... La Cagada Internacional, o La leyenda del Mojón versión pornográfica, por ejemplo, digamos? Bueno, La Pajarita Pechiblanca es eso. It-Eso (Stephen King dixit). Un momento de distensión del Indio y sus ex músicos, creado musicalmente por estos últimos a partir de una letra del primero inspirada en hechos y circunstancias risueñas conocidas por todos. Bueno... "por todos"... por todos ellos, quiero decir: Solari-Sidotti-Bucciarelli-Dawi... y también el que falta y la que falta. Y por algunos viejos redondos del camino que tenemos algo más que sospechas de saber de qué se trata. En fin...
Por supuesto, y dado que los pajaritos, bravos muchachitos son sus clientes de hoy y es entre sus filas que están ¿contenidos? los ¿infelices? (particularmente, descreo de que sean infelices; la estulticia suele erogar felicidad aunque sea engañosa -porque la otra, la buena felicidad dicen que no se nota-) del habla de la merca; un tipo de vasta cultura como el Indio no va a apelar, a la hora de darles con un caño, a la puteada soez (y merecida) que le dio -entre otros- al idiotín de Polimeni, el Carlitos del Sur. No, lo hace educada, sutil y risueñamente en lo que mejor maneja: su poesía. Con el bonus de que encima; no se dan cuenta; así como no se dieron cuenta cuando les encajó aquel en manos de pavotes todo el sueño quedó.
Este tema sí que habla, jocosa y festivamente, de la merca, la frula, ese polvito blanco que no deja dormir a quienes se lo zampan encima y les dilata las pupilas en ojos ciegos bien abiertos. Habla, en fin, de la mandanga; la bella y honesta Mandolina; esa pajarita pechiblanca por la que pido a gritos aún hoy (porque el mono todavía está y siempre estará); esa misma que lo llevó a la temeridad de gritarle al rey del bajo fondo (un dealer pesuti) y a implorarle por un gramo; esa a la que le sacude un vagabunda! (en el sentido de puta); esa a la que le prometí mi amor y no cumplí, nunca cumplí, jamás (porque obviamente, hay amores que han de ser socializados so pena de quemarse en ellos, y resignados en aras de otro amor, ese que surge del mandato imperioso del cuore, ¿no, Indio?, y al fin de cuentas, ella ¿por suerte? chi lo sa... fracasó como lesbiana). Aunque ella debe estar tan linda... Y qué vas a hacerle... es la inexorable ley existencialista: toda elección implica un renunciamiento. Agua y ajo.
Solari puede estar tranquilo (de hecho, lo está): le van (vamos) a perdonar que haya sido muy feliz matando unos pajaritos y que haya imprecado que llueva napalm sobre ellos. Después de todo, él es, por derecho propio, el jefe Toro Fumado, el Santo Fumador de allá, de La Plata, opiáceo (te lo creo, Indio) y regalón (esto, la verdad, se me hace un cachito más difícil de tragar, qué querés que te diga; pero bueh, tanto confío en tu honestidad intelectual, que vaya y pase también); harán caso a su pedido de tengan piedad! y se la van (vamos) a tener. Por otra parte, muchos ni se enterarán de que tienen algo que perdonarle, y por eso, precisamente por eso; se les mea de risa. Entérense.
Y festejo con vos la broma, Indio; es de innegable buen gusto y además, se la tenían (tienen) largamente merecida. Tanto la  celebro que, aún cuando soy un seco y no puedo, con la frecuencia que sería de desear, darme semejantes lujos; hasta descorché un Don Cadorna para brindar con vos: ¡à votre santé!
Me había propuesto cortarla de una vez con esto de la lírica solariana y quebranté -y por dos veces- mi promesa (la carne es débil, vaya si lo es): una fue cuando les regalé a unos pibes que me parece que le ponen mucha pila a lo que hacen, mi interpretación de Beemedobleve; y la otra, esta, porque fui incapaz de abstenerme de mi adhesión al festejo de la broma made by Indio.
Ahora sí, adieu! bye bye! aufwiedersehen! Buena vida.


-Juan Carlos Serqueiros-  

sábado, 12 de abril de 2014

NOSTALGIA


NOSTALGIA
(Poema de Juan Carlos Serqueiros)

Nostalgia mía de lo que no guardé
Obnubilado por lo que pudo ser
Tuve aquello que en verdad fue
Epílogo trágico de amanecer.

Nostalgia mía pretérita y gastada
Sombra doliente de implacable reproche
Te volviste hiriente puteada
Y recuerdo candente de perdidas noches

Nostalgia mentirosa de evocar el barro
Desde el reflejo cegador del asfalto
Asesino de romances y sueños de barrio
¡Ilusión vana la de ser el más alto!

Nostalgia mía que va encadenada
Extraviando el norte de mi pensamiento
Queriendo parecerte a un hada
Fuiste de cierto fatal presentimiento.

Nostalgia fiel y a la vez puta
Tus caricias lastiman y queman tus besos
De humo gris maldita voluta
Nublando sentidos en letal embeleso.

Nostalgia empecinada que va conmigo
Trocando nuevos desengaños viejos
En bálsamo de recuerdos que se fingen amigos
De pasadas copas y gramos añejos.

Nostalgia antigua mía y querida
Mecida en cuna de segunda mano
Vinagre vertido en labios de herida
Dolor acuciante de fracaso humano.

Nostalgia engañosa contracara del futuro
Cancerbera tenaz guardando paciente
Tras gruesos barrotes y prepotentes muros
La condena a muerte de un tiempo presente.

-Juan Carlos Serqueiros-

Imagen: Gary Bunt, "The Attic (El ático)", óleo sobre tela, contemporáneo

domingo, 6 de abril de 2014

AHÍ NO HABÍA UN MANSO PA' ACOLLARAR UN ARISCO. SEGUNDA PARTE
























































Escribe: Juan Carlos Serqueiros


La razón de los números no es la razón del entendimiento. (Matías G. Sánchez Sorondo)

Preparar la reorganización institucional de la República mediante reformas a la Constitución que nos defiendan en el futuro de los peligros del personalismo, del centralismo, de la oligarquía y de la demagogia. (José F. Uriburu)

La revolución como fuerza y como régimen desaparecerá totalmente. (Agustín P. Justo)

Los propósitos de Uriburu eran introducir reformas en la constitución y el sistema electoral, y llevar a Lisandro de la Torre a la presidencia de la Nación en 1932.
Para ello, planeaba desplazar por el tablero del ajedrez político a sus alfiles en fianchetto: Guillermo Rothe, interventor en la provincia de Santa Fe, el uno; y Carlos Meyer Pellegrini en la de Buenos Aires, el otro, de modo de terminar dando, con la dama (su ministro del Interior, Matías Sánchez Sorondo), el jaque mate a lo que reputaba como centralismooligarquía: conservadores, radicales no peludistas y socialistas independientes. Consideraba que al personalismo y a la demagogia, que creía encarnados en Yrigoyen, ya los había derrotado él en la anterior partida; la del 6 de setiembre de 1930.
Por su parte, los sectores militares (los oficiales superiores) que lideraba Agustín P. Justo, y los partidos políticos nucleados en la Federación Democrática, no coincidían con Uriburu en sus postulados de reforma constitucional. 
Rothe, que era habilísimo, perceptivo, ducho y curtido en camándulas y elecciones con "cuarto oscuro pa' algunos, pa' otros iluminao" (José Larralde dixit), se dio cuenta que hacer triunfar a los demócrata progresistas en Santa Fe iba a ser cuesta arriba, y así se lo advirtió a Uriburu; pero éste creía que con su apoyo personal y explícito a De la Torre lo lograría, para lo cual se proponía ir a Rosario en marzo (de 1931). Así lo hizo, en efecto, y el recibimiento que tuvo fue apoteótico; en cada acto al que asistió, congregó multitudes.
Y lo mismo había sucedido el mes anterior cuando visitó Salta (su ciudad natal) y Tucumán. Uriburu se sentía confiado y seguro. Estaba exultante y eso se reflejaba aún más en su talante abierto y expansivo (como "áspero" lo define el pseudo filósofo José Pablo Feinmann, quien debe haber "estudiado" historia y psicología en algún Resumen Lerú). Había sorteado exitosamente un intento revolucionario de los radicales y una conspiración anarquista (menudearon las torturas, lo cual si bien no empañó su popularidad; sí afectó a Sánchez Sorondo, ministro a cargo del gobierno al que se sindicó como responsable y quien al año siguiente, en marzo, sostendría en el Senado un debate al respecto con Alfredo Palacios), se lo aclamaba en todas partes, y su ministro del Interior había logrado desarmar —como vimos en la primera parte— la Federación Democrática (lo cual significaba en la práctica el fin de las aspiraciones de Justo).
Con esos naipes en la mano, creyó oportuno echar la falta envido y truco, y le encargó a Sánchez Sorondo que diagramara la convocatoria a elecciones, comenzando por las tres provincias donde los candidatos que gozaban del favor presidencial ganarían seguro. El 5 de marzo firmó el decreto llamando a comicios en Buenos Aires para el 5 de abril, para dos semanas después en Santa Fe y para el 24 de mayo en Córdoba. La realidad le demostraría que a seguro se lo llevaron preso.
Los radicales, que no querían presentarse y que fueron inducidos a ello por Meyer Pellegrini y Sánchez Sorondo (tan convencidos estaban ambos de ganar al galope y sin rebenque) consiguieron una (dificultosa y más aparente que real) unidad entre yrigoyenistas y alvearistas, y levantaron la fórmula Honorio Pueyrredón - Mario Guido. Por su parte, los conservadores llevaron a Antonio Santamarina y Celedonio Pereda. Contra todas las previsiones (las palabras son del propio Sánchez Sorondo), ganó el radicalismo. Ese fue el principio del fin para Uriburu.
Los oficiales superiores del ejército y la marina pidieron la inmediata salida del gabinete del ministro del Interior, a quien señalaron como el responsable principal de una política equivocada. Caballerescamente, Uriburu quiso sostenerlo, y al no conseguirlo, dijo que renunciaría. No era el caso ni podía hacerlo; había involucrado a las fuerzas armadas y debía quedarse hasta que se produjera la normalización institucional. La consecuencia fue el resurgimiento, y esta vez con fuerza que resultaría indetenible, de la candidatura presidencial de Agustín P. Justo, impulsada por el ejército y los conservadores, socialistas independientes y radicales antipersonalistas.
Las elecciones en la provincia de Buenos Aires que habían dado el triunfo al radicalismo, fueron anuladas (otro error grosero y que sentaría funestos precedentes), y las que debían realizarse en Santa Fe y Córdoba, postergadas.
Uriburu, cada vez más huérfano de apoyos —hasta Lisandro de la Torre (en una actitud no compadecida con la nobleza de alma y los deberes de la amistad) lo abandonó y no se limitó a eso, sino que además; lo atacó con saña—, con el ánimo por el suelo y enfermo de gravedad, cayó en excesos deplorables como ser la Legión Cívica Argentina, creada para sustentarlo y formada a inspiración de los fasci mussolinianos; aunque con el insalvable contrasentido de su índole elitista y despectiva de lo popular. El absurdo de un fascismo... sin masas. Para colmo, y a raíz de "cositas" como esa, pasó a la historia como fascista; pero sin serlo. Ni el tiro del final te va a salir...
No obstante, se empeñaba en propugnar su tan anhelada reforma constitucional, principalmente vía la pluma de su pariente, amigo y colaborador Carlos Ibarguren. Tampoco cuajó. Después de otros varios desatinos, de otras tantas marchas y contramarchas y de una revolución en Corrientes encabezada por el teniente coronel Gregorio Pomar que se atribuyó al radicalismo y en la que anduvo Justo moviéndose entre bambalinas; debió llamar a votaciones para electores de presidente, las cuales se verificaron el 8 de noviembre de 1931.
Abstenido en ellas el radicalismo (producto de haberse impugnado a sus candidatos Marcelo T. de Alvear y Adolfo Güemes), concurrieron: la Alianza Civil (demócrata progresistas y socialistas) postulando al binomio Lisandro de la Torre - Nicolás Repetto, y el Partido Demócrata Nacional (formado con los conservadores, socialistas independientes y radicales antipersonalistas) con la fórmula Agustín P. Justo - Julio A. Roca (h), que sería la triunfante en unas elecciones con denuncias de vicios por parte de los perdedores.
Los argentinos hemos optado por barrer debajo de la alfombra a la revolución del 30 y a su jefe, y si acaso nos vemos forzados a recordarlos; nos limitamos a rechazarlos en bloque, esgrimiendo, con incomodidad evidente y como restando importancia, las archisabidas muletillas, ajadas y deslucidas a fuerza de tanto cacareo: "see... el primer golpe de estado que tuvimos", "un militar fascista, torturador y asesino", y etcéteras similares; "olvidándonos" del pueblo acompañando y vivando a la columna de los cadetes del Colegio Militar en su marcha hacia la Rosada, del inmenso gentío congregado en la plaza de Mayo aclamando a la revolución, de las multitudinarias manifestaciones de apoyo a Uriburu en todo el país y demás. Y es comprensible: a nadie le gusta que lo pongan frente a un espejo que le devuelve reflejada una imagen en la que se denotan sus miserias y lacras y en la que cree percibir representado lo peor de sí mismo, como si se tratase del retrato de Dorian Gray. Sí, "mejor no hablar de ciertas cosas" (Indio Solari dixit)...
Y sin embargo, todo forma parte de nosotros y sería mejor hacernos cargo de ello, pues solamente conociendo el pasado podremos resolver el presente.
El 20 de febrero de 1932 Uriburu traspasó los atributos presidenciales a Justo, y además de la banda y el bastón; le hizo entrega del proyecto de reformas constitucionales. Este último lo tomó en sus manos con displicencia y sonrisa canchera y sobradora. Su destino habrá sido el que usted, estimado lector, estará imaginando: el cesto de los papeles. "La revolución como fuerza y como régimen desparecerá totalmente", dijo. A buen entendedor...
Comenzaba la década infame (José Luis Torres dixit), y los argentinos, ese maldito año 1932, sufriríamos el flagelo de la desocupación y conoceríamos, por primera vez en nuestra historia, lo que es el hambre. Y no en sentido figurado, no la simple escasez y carestía de algunos productos; sino el azote de la hambruna real, terrible. Nadie como Celedonio Esteban Flores, el Negro Cele, supo pintar la situación como él lo hizo en los versos de Pan, una viñeta desgarradora y crudelísima: 

Pan
(Tango, 1932)
Música: Eduardo Pereyra -
Letra: Celedonio Flores

Él sabe que tiene para largo rato,
la sentencia en fija lo va a hacer sonar,
así -entre cabrero, sumiso y amargo-
la luz de la aurora lo va a saludar.

Quisiera que alguno pudiera escucharlo
en esa elocuencia que las penas dan,
y ver si es humano querer condenarlo
por haber robado... ¡un cacho de pan!...

Sus pibes no lloran por llorar,
ni piden masitas,
ni chiches, ni dulces... ¡Señor!...
Sus pibes se mueren de frío
y lloran, habrientos de pan...
La abuela se queja de dolor,
doliente reproche que ofende a su hombría.
También su mujer,
escuálida y flaca,
con una mirada
toda la tragedia le ha dado a entender.

¿Trabajar?... ¿En dónde?... Extender la mano
pididendo al que pasa limosna, ¿por qué?
Recibir la afrenta de un ¡perdone, hermano!
Él, que es fuerte y tiene valor y altivez.

Se durmieron todos, cachó la barreta,
se puso la gorra resuelto a robar...
¡Un vidrio, unos gritos! ¡Auxilio!... ¡Carreras!...
Un hombre que llora y un cacho de pan...


Pero en el justismo también venía enrolado un por entonces capitán, quien trece años más tarde se convertiría en la figura rectora de la política argentina durante tres décadas. "Cuando la noche es más oscura / se viene el día en tu corazón" (Indio Solari dixit).

-Juan Carlos Serqueiros-


miércoles, 2 de abril de 2014

AHÍ NO HABÍA UN MANSO PA' ACOLLARAR UN ARISCO. PRIMERA PARTE


Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Es necesario que no vivamos copiando servilmente las instituciones de tal o cual pueblo, porque las instituciones son producto de la costumbre y las necesidades reales. (José Félix Uriburu)

Derrocado que fue el 6 de setiembre de 1930 el gobierno de Hipólito Yrigoyen por la revolución encabezada por José Félix Uriburu, éste asumió la presidencia de la Nación y designó ministro del Interior a Matías Guillermo Sánchez Sorondo. El que debía acometer desde esa cartera era un trabajo de Hércules: tratar de plasmar en la realidad efectiva el pensamiento y los propósitos de Uriburu, pero morigerados y complementados con los suyos propios —y no le estoy haciendo un cargo; cualquier ministro, por más identificado que esté con su presidente (y Sánchez Sorondo lo estaba lealmente con Uriburu), busca agregarle al estofado algún condimento de su preferencia— y lograr para el gobierno que integraba, el apoyo, o al menos; el asentimiento, de los referentes principales de los partidos opositores al yrigoyenismo (conservadores, socialistas independientes y radicales antipersonalistas, ya que de los demócratas progresistas se encargaría el propio Uriburu a partir de su amistad con Lisandro de la Torre; y el apoyo popular, aquél lo tenía desde que estalló la revolución); para todo lo cual, imprescindiblemente debía negociar con los mismos en procura del alcance de consensos básicos. El ministro cumplió eficazmente su cometido, pero aún así; a Uriburu todo le salió mal.
El gran drama de la revolución de 1930 fue la carencia de virtud política en toda la clase dirigente. El predominio de intereses sectarios (y espurios muchos de ellos) fue la constante, y la ausencia de firmeza y habilidad en Uriburu para sostener los postulados que la misma propugnaba, fueron los clavos que remacharon la tapa de su ataúd.
Figueroa Alcorta hizo que el eclipse de Roca —el forjador del estado argentino moderno y la figura preponderante de la política vernácula durante un cuarto de siglo— fuera definitivo. Y luego de una transición ordenada y acordada; el presidente Roque Sáenz Peña, a través de su ministro Indalecio Gómez, habilitó el sufragio de las masas, hasta entonces postergadas. En 1916, al acceder, de resultas de ello, el radicalismo al gobierno, faltó grandeza en los conservadores para aceptar el inevitable engrosamiento del número de actores políticos y para asimilar a los recién llegados al sistema. Había que procurar llevar al gobierno a los mejores y paralelamente, ir introduciendo los cambios tendientes a elevar el nivel de vida de las clases desposeídas mediante una distribución más equitativa de la riqueza, y avanzar en la industrialización del país. Algunos de ellos —la mayoría— no quisieron; y otros —los menos— no pudieron.
Sí, faltó grandeza en los conservadores. Pero también faltó grandeza en los radicales, quienes luego del período alvearista, volvieron a llevar a Yrigoyen a la presidencia, "olvidando" que era ya un anciano de 76 años con sus facultades notoriamente disminuidas, lo cual exacerbaría sus fallas y defectos. Un anciano a quien hacían vivir en un mundo de fantasía, llevándole mujeres jóvenes a las cuales galantear y manosear, censurándole la correspondencia e imprimiéndole un diario del cual se habían expurgado previamente todas las malas noticias (que no eran pocas; al contrario): La Época. El segundo gobierno yrigoyenista (que duró menos de dos años) fue lisa y llanamente un desquicio.
Se ha afirmado y se continúa haciéndolo, que Uriburu era fascista. Inexacto. En todo caso, "Von Pepe" no era liberal y sí corporativista, al menos; en el sentido de que quería introducir en la constitución reformas que llevaran a las bancas del congreso a "representantes genuinos de los verdaderos intereses sociales en todas sus capas", de modo de atenuar y aún impedir la supremacía del "profesionalismo electoral", es decir, los políticos a los cuales despreciaba profundamente. Y se proponía dejar sin efecto la ley Sáenz Peña, ya que estimaba que era impracticable e incompatible con "un país que tenía un 70% de analfabetos" (dato ese que dicho sea de paso, era erróneo; ya que los mismos representaban alrededor del 20% del padrón electoral). Proveniente de una antigua familia del patriciado salteño, consideraba al gobierno yrigoyenista como una calamidad hecha en una coctelera en al que se misturaban venalidad, demagogia y mediocridad; características estas que atribuía también al resto de los partidos, incluido el conservador. Admiraba a Lisandro de la Torre, con quien mantenía una amistad de cuarenta años, y estaba resuelto a llevarlo a la presidencia de la Nación.
Pero si Uriburu era la antítesis de la política, o por lo menos,  de la política electoralista; De la Torre, que sí era un político de raza, patriota, incorruptible, corajudo e intelectualmente muy dotado, no aceptó ser presidente de la mano de Uriburu y no sólo eso; sino que ni siquiera quiso acompañarlo. Y desechó todos los ofrecimientos que éste le hizo.
Por su parte, los conservadores, socialistas independientes y radicales no peludistas, se "unieron" y lanzaron el 27 de setiembre de 1930 la Federación Nacional Democrática, orientados más o menos encubiertamente por el general Agustín P. Justo. En público, llamaban a apoyar al gobierno de Uriburu y decían esperar la vuelta a la normalidad institucional "a la brevedad posible" (huelga aclarar que descontando la exclusión del yrigoyenismo y para llevar al gobierno a los capaces de ejercerlo, o sea, ellos mismos); mientras que en privado echaban sapos y culebras contra el presidente provisional y su fascismo. Con ellos debía negociar Sánchez Sorondo.
Lo hizo con habilidad, porque era un político nato y poseía una nada desdeñable dosis de astucia, la cual le valdría el triunfo que, paradojalmente, sería desaprovechado por el propio Uriburu. 
El 12 de noviembre, Sánchez Sorondo convino con los federados en que éstos no se opondrían a la coexistencia del gobierno de facto con el congreso constitucional y apoyarían en este último las reformas impulsadas desde el ejecutivo, las cuales se acordó que serían: la remoción de los jueces que estuviesen cuestionados, la atribución del congreso para auto convocarse, el establecimiento de limitaciones para la facultad del gobierno de intervenir las provincias, y la autonomía financiera de éstas. A cambio de todo eso, el gobierno se comprometía a abandonar el barco del corporativismo.
Los federados creyeron que sobre esas bases, más temprano que tarde el gobierno volverían a ejercerlo ellos de la mano de Justo; porque lo que se proponían secretamente con la posibilidad de auto convocatoria del congreso, era que éste se reuniera, y en una antojadiza interpretación del artículo 75 de la constitución, designara a Uriburu presidente interino por acefalía —recordemos que de resultas de la revolución, el presidente Yrigoyen y el vice Martínez (cuya actuación durante el proceso de caída del gobierno radical no fue precisamente un modelo de claridad y lealtad) habían sido forzados a renunciar—, con lo cual, si bien le otorgaba una legalidad que no tenía; paralelamente lo obligaba a ceñirse al marco constitucional, a abstenerse de propiciar reformas, y hacía pender sobre él la espada de Damocles del juicio político. ¡Cómo deben de haber reído y festejado sus añagazas de avechucho los federados y cuánto deben de haberse burlado de la supuesta candidez de Sánchez Sorondo! El diario La Nación celebró el acuerdo alcanzado. Uriburu, extrañado, llamó a su ministro. ¿Qué era eso de "abandonar el corporativismo"? ¿Se había vuelto loco o qué?
Sánchez Sorondo se lo explicó detalladamente: lejos, muy lejos de haberse dejado empaquetar por los federados, había sido él quien los había embalurdado a ellos; porque en ningún párrafo del acta firmada se estipulaba que el gobierno debía limitar las reformas sólo a los puntos acordados. Una vez reunido el Congreso (que estaría sometido a su influencia como ministro del Interior y que obviamente votaría todo lo que le exigiera); nada le impediría al gobierno someter a su aprobación todas las demás reformas que quisiera introducir. Que creyeran nomás que lo habían embaucado; llegado el momento, él los pondría frente a la realidad y allí se evidenciaría quién había sido el jodedor y quién el jodido.
Como decía mi abuelo: "ahí no había un manso pa' acollarar un arisco".
Pero ocurrió un imponderable: Uriburu no era baúl pa' andar guardando secretos, y su índole franca, abierta, expansiva y enemiga de los rodeos y medias tintas, le jugó en contra: ni bien terminó de felicitar entusiastamente a Sánchez Sorondo por su ingenio y por la manera en que "los había embromado a esos politiqueros"; no se le ocurrió nada mejor que llamar a conferencia de prensa y declarar ante los periodistas todo lo que su ministro se había propuesto mantener en la más estricta reserva.
El gobierno perdió así la ventaja que había conseguido el ministro del Interior; porque los federados cayeron entonces en la cuenta de que vivían en una burbuja y que Sánchez Sorondo los había chasqueado bajo el farol de haberse dejado timar por ellos, y pusieron el grito en el cielo declamando a los cuatro vientos que mantendrían su oposición a cualquier reforma constitucional o del sistema electoral.
Pero eran una bolsada 'e gatos, y en enero del año siguiente acabaron disolviéndose.

-Juan Carlos Serqueiros-

Continuará

sábado, 15 de marzo de 2014

CUANDO ÉRAMOS ELOGIADOS EN EL MUNDO: EL RESCATE DE LA "URUGUAY"























Escribe: Juan Carlos Serqueiros


Es seguro que nunca olvidaremos el pabellón azul y blanco que fue el primero en buscarnos en la hora de la angustia. (Otto Nordenskjöld, conferencia del 9 de diciembre de 1903)

Durante los últimos días de noviembre y los primeros de diciembre de 1903 la Argentina acaparó los titulares de los principales diarios de todo el mundo, que traían la buena nueva de una proeza humanitaria realizada por nuestra marina de guerra.
A fines de 1901 a bordo del Antarctic, buque de bandera sueca al mando del capitán noruego Carl Anton Larsen,  llegó a nuestro país una expedición encabezada por el científico sueco Otto Nordenskjöld, que se dirigía a explorar el continente antártico. Inmediatamente, el presidente Julio A. Roca instruyó a su ministro de Marina, capitán de navío Onofre Betbeder, para que se prestara todo el auxilio y cooperación posibles a la misma, y en ese orden de ideas se designó a un prometedor marino argentino de tan sólo 21 años, el alférez José María Sobral, para que se sumase a ella. 
El 21 de diciembre de 1901 el Antarctic zarpó del puerto de Buenos Aires. El 14 de febrero de 1902 llegó a la isla Cerro Nevado, cerca de la Seymour (donde se encuentra la actual Base Marambio), en la cual desembarcaron los seis científicos.
Luego de construida la cabaña en la cual invernarían mientras realizaban sus investigaciones y descargados los víveres e instrumentos; el Antarctic (que de acuerdo a lo previsto debía volver a la isla al comienzo de la primavera para recogerlos) dedicaría ese tiempo a investigaciones complementarias geográficas, oceanográficas y zoológicas.
Pero transcurrió la primavera, pasó el verano y parte del otoño, y el Antarctic aún no había regresado a buscar a los expedicionarios ni se tenían noticias suyas (posteriormente, se sabría que había quedado atrapado entre los hielos, naufragando el 12 de febrero; pero que todos sus tripulantes habían podido desembarcar sanos y salvos, y se habían encaminado a encontrarse con sus compañeros). Para abril de 1903 había en todos los países del globo más que fundados temores en relación a la suerte corrida tanto por los científicos que habían quedado en la isla Cerro Nevado, como por la tripulación del Antarctic. Suecia y Francia aprestaron expediciones de rescate; pero sería nuestra Argentina la que tomaría sobre sí el peso de tan tremenda responsabilidad. El ministro Betbeder ordenó al jefe del Estado Mayor General de la Marina de Guerra, capitán de navío Manuel Barraza, que se ocupara del asunto; y éste inmediatamente dispuso el acondicionamiento de la corbeta Uruguay, la cual al mando del por entonces teniente de navío Julián Irizar, zarpó del puerto de Buenos Aires el 8 de octubre siendo despedida en la dársena Norte por el mismísimo presidente Julio A. Roca. Todos los ojos del mundo estaban fijos sobre ella... y sobre nuestra patria.
Exactamente un mes después, el 8 de noviembre, la Uruguay encontraba en la isla Cerro Nevado a los seis científicos y a tres integrantes de la tripulación del Antarctic, y al día siguiente, esos esforzados hombres volvían a emocionarse con la llegada al sitio del capitán Larsen con seis hombres más, anoticiándose de que los restantes se hallaban en la isla Paulet todos sanos y salvos a excepción del marinero Ole Wenneesgard, quien había fallecido de una cardiopatía durante el invierno.
Así, rescatados y embarcados todos los expedicionarios, incluidos los perros que tiraban de los trineos y el gato que era la mascota del grupo; la Uruguay emprendió el regreso. Todavía tendría que sortear, el 15 de noviembre, un terrible chubasco que le arrancó el palo mayor y el trinquete. El 22 de ese mes fondeaba en Puerto Santa Cruz (último punto austral del país que contaba con oficina de telégrafos de resultas del viaje presidencial de principios de 1899 a la Patagonia, durante el cual el general Roca se comprometió a la extensión de las líneas de ese servicio, tal como consigné en mi artículo Cuando el Chubut quiso ser británico. Tercera y última parte, al cual pueden acceder a través de este ENLACE) y desde allí, a las 21 hs. en punto, el comandante Irizar envió un telegrama al ministro Betbeder comunicándole la feliz conclusión de la empresa. Pocas horas más tarde, la noticia salía en primera plana en todos los diarios del mundo, que unánimemente ensalzaban la actitud humanista del pueblo y el gobierno de la República Argentina, y el arrojo y la pericia de sus marinos.
El 2 de diciembre de 1903 la corbeta Uruguay entraba al puerto de Buenos Aires desarbolada pero gloriosa en su heroísmo. El recibimiento que se le preparó fue apoteótico: una inmensa multitud de más de cien mil personas se había volcado a las calles para esperarla; en el momento mismo de desembarcar, el comandante Irizar fue ascendido a capitán de navío por el propio ministro Betbeder; y la gente, al paso de los expedicionarios, oficiales y tripulación, prorrumpía en vivas y arrojaba sobre ellos flores desde los balcones y las veredas.
La revista Caras y Caretas en su edición del 5 de diciembre de 1903 ilustraba en la tapa el acontecimiento, con un epígrafe que rezaba: Buenos Aires con júbilo sincero / recibió a la "Uruguay" y parecía / que en su entusiasta aplauso traducía / el ¡viva! colosal del globo entero.
Un mes después, el explorador escocés William Bruce, reconocido a la Argentina por la ayuda y el apoyo recibidos, transfería a nuestro país las instalaciones e instrumental que había dejado en la isla Laurie, de las Orcadas del Sur. Y dos años antes, el gran Julio Verne había escrito su monumental novela El faro del fin del mundo, con elogiosos conceptos hacia la República y con personajes argentinos. 
En fin, eran tiempos en los que rayábamos a gran altura en el concierto de las principales naciones del mundo...

-Juan Carlos Serqueiros-

sábado, 8 de marzo de 2014

FIGURITAS: LA REVISTA ESCOLAR PATRIÓTICA


Escribe: Juan Carlos Serqueiros

A mediados de 1936 salió el primer número de Figuritas, revista de 56 páginas, bicromática (al principio; luego incluiría páginas a todo color), de frecuencia semanal (los viernes) y formato de 20 x 28 cm (hasta 1941, en que cambió al de 26 x 33 cm). Duró sólo hasta el año 1943, pero dejó en muchos argentinos recuerdos imborrables, de esos que suelen añorarse con el hondo y emocionado respeto de los grandes afectos de la infancia.
En general, se ha aceptado que su editor, Roque Livieri, buscaba disputarle a Billiken el sitial de privilegio que ocupaba en el segmento de revistas dirigidas a la niñez (el cual por otra parte, si exceptuamos las importadas -fuera del alcance de la mayoría-; estaba circunscripto a esa sola publicación). Particularmente, y más allá de que apuntaban al mismo sector de mercado y los precios de tapa eran idénticos (20 centavos); no me parece que las cosas hayan sido así, o por lo menos, no tan así. Billiken -tal como se declamaba en su propio postulado editorial- era La Revista de los Niños:


Mientras que Figuritas llevaba por lema La Revista Argentina del Escolar:


Y no era esa una diferencia menor, en modo alguno. Hasta bien entrados los años treinta, Billiken no traía en sus contenidos material didáctico; era toda historietas, cuentos y publicidad.  Por su parte, Figuritas traía asimismo historietas y aventuras, pero a diferencia de Billiken; se declaraba revista argentina y la mayoría era de producción nacional, de artistas locales como por ejemplo Manuel Alejandro Martínez Parma, Rosario Marino, Carlos Clemen, Federico D'Aloisio, Emilio Cortinas, Pedro Gutiérrez, Carlos Linares Quintana, Juan Oliva, etc.:








Y también contenía publicidad, dirigida tanto a los niños (bicicletas, útiles escolares, productos de higiene personal), como a sus madres (cremas, por ejemplo); porque al fin y al cabo, una revista, por más escolar que sea, en tanto editorial es una empresa, es decir, una asociación de capitales y personas que como tal, debe obtener su justa y razonable ganancia de modo de consolidarse, evolucionar y reinvertir para hacer cada vez mejores productos y generar más empleo, ¿no?:



 
La misión, el cometido, la razón de ser de Figuritas, era la publicación de material didáctico escolar destinado no sólo a los niños de nivel primario, esto es, los educandos; sino también a sus educadores, las maestras y los maestros que lo utilizaban de apoyo para impartir sus clases:




Pero la característica distintiva de Figuritas era su impronta decididamente patriótica. La veneración de los símbolos nacionales, la exaltación de los valores argentinos y la celebración de las fechas trascendentales de nuestra historia constituían en ella la prédica constante. 


Asimismo, la revista dedicaba amplios espacios a virtudes como la honestidad, el aseo, el ahorro, etc.; y en los relatos y aventuras que incluía, invariablemente el bien triunfaba en su lucha contra el mal, la pluralidad sobre el despotismo, la justicia vencía a la arbitrariedad, la nobleza se imponía frente a la ruindad, la rectitud derrotaba a la venalidad, la ilustración campeaba victoriosa ante la estulticia, lo local primaba  por sobre lo foráneo y el orgullo del deber cumplido aniquilaba a la molicie.


Y esa línea editorial se acentuaría aún más con la llegada a la revista de Manuel Alejandro Martínez Parma en 1938. Este ilustrador, especializado en láminas didácticas, era muy nacionalista, estaba particularmente consustanciado con la causa Malvinas y en 1935 hacía para el diario La Razón una historieta que se titulaba Cosas de negros en la cual aparecía un simpático personaje llamado Alelí, que se convertiría en el protagonista principal de la tira, al punto de merecer una propia en Figuritas
El negrito Alelí, además de su tierno y reo humor, se distinguía y destacaba por una particularidad: pintaba en los muros la frase Las Malvinas son argentinas:



La afirmación de los derechos argentinos sobre las Malvinas fue en Figuritas una norma y no se limitaba sólo a las pintadas de Alelí y a notas al pie de la historieta; sino que era proclamada en todas las secciones de la revista:




Asignarle a Figuritas una postura pro fascista asimilada a los postulados del nacionalismo católico de la tercera década del siglo XX es tan ridículo como quienes acuñaron esa "interpretación". Y asimismo lo es la crítica que se le hace desde el presente, en el sentido de que "limitaba el rol de la mujer al ámbito doméstico" y que "dejó incólume la galería de próceres del liberalismo". Juzgar severamente a una revista destinada a la escolaridad y entretenimiento de niños de entre 7 y 12 años por no proclamarse feminista y no encarar la revisión de nuestro pasado histórico es lisa y llanamente un delirio. Aberración agravada, si encima se lo hace desde los paradigmas vigentes en la actualidad.
Figuritas, en tanto publicación vinculada al quehacer pedagógico y dirigida a educandos primarios y sus maestros, era lógicamente subsidiaria de los contenidos curriculares que prescribía el ministerio; y en tanto semanario orientado a la lectura y entretenimiento infantil, era un producto de su época; un buen producto, por otra parte. Tan sencillo como eso, "un negocio tan pequeño y simple como vos" (Solari dixit).
En un país "aluvional" como lo era la Argentina post Caseros y Pavón, asimilar a esta nacionalidad (para colmo, naciente) a todas las identidades foráneas que llegaban a nuestra tierra; fue una de las responsabilidades delegadas en la enseñanza pública, obligatoria y gratuita diseñada en la ley N° 1420. Y en ese orden de ideas, el aporte de Figuritas sin dudas excedió largamente el consabido granito de arena. Creo que si pusiéramos en una gran mesa revistas infantiles editadas en todas y cada una de las naciones del mundo, previamente quitados de ellas los textos y cualquier otra indicación del idioma en que fueron publicadas, simplemente con sólo hojear su contenido gráfico; resultaría patente que Figuritas era de Argentina. Innegable y fuertemente argentina, además.
Impregnada de patriotismo, preconizando el ideal de una identidad colectiva (que aún estamos buscando consolidar), un mal día de 1943 Figuritas dejó de salir. Vaya este emocionado recuerdo en su homenaje.

-Juan Carlos Serqueiros-