viernes, 7 de febrero de 2025

SHERIFF (REEDICIÓN)


Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Sheriff
(Beilinson-Solari)

Sheriff! Sheriff!
Que limpio el templo está!
Sheriff! Sheriff!
si Alí Babá se vá
Sheriff! Sheriff!
todo en su sitio así!
Son tres tiros a un peso
y la guita es miel...
Sos como un fuego en un cañaveral
(un kamikaze que ameniza la función...)
Tarde en la noche... Plaza Constitución
hay sangre rancia de Tramontina tajeador.
Sheriff! Sheriff!
Tapales la nariz!
Sheriff! Sheriff!
con bollitos de tissue
Sheriff! Sheriff!
ladrá! ladrá! y mordé!
No permitas que pise mierda en mi jardín.
No tienen norte, no tienen salvación
hacé el trabajo y redimilos, por favor.
Que se mejoren allá en la eternidad...
(partiles el buñuelo y quitá mi pena así)
Sheriff! Sheriff!
Mi sheriff gigoló!
Sheriff! Sheriff!
meté bala, por favor!
Sheriff! Sheriff!
con tu gracia criminal
empezá ya la puta cosa y sé feroz...
Es un rebaño de rehenes tu porción
con un infierno en cada esquina y sin control.
Te quiero frío, despiadado y fatal
pasamontañas con buen hocico rastreador...
Afilando tu guadaña me esperás
con tu chivo taquero y rezongás.
Algún día será esta vida hermosa
y me someto por eso a tu voluntad.
Sheriff! Sheriff!

En primer lugar, habría que definir qué es un "sheriff": un funcionario político-policial (y en oportunidades, también judicial) de los países anglosajones. En la Inglaterra antigua, que es donde se origina la figura del sheriff, era un tipo que cumplía las funciones de delegado del rey en los condados: recaudaba los impuestos (por lo general expoliatorios en desmedro de los vasallos) para la corona, aplicaba la ley (según su criterio), impartía "justicia" primaria (también según su capricho) y ejercía el poder de policía (por lo general siempre en contra de los más débiles). En suma, en la mayoría de los casos se trataba de alguien deleznable, omnipotente, matón, alcahuete, asesino y servil. 
La figura más acabada de sheriff que nos trae la literatura es la del de Nottingham, el enemigo mortal de Robin Hood. Y entre otras cosas, por eso usa el Indio la expresión sheriff; porque pinta un contexto socio-político en una determinada etapa del país: había terminado el menemato (recordar que un chiste muy popular en ese entonces decía que Menem era "Hood Robin" o sea Robin Hood al revés, porque les robaba a los pobres para darles a los ricos) y empezado el circo de Pepeto de la Ruta y Chacho Hábil, apodos con los cuales Solari designa a De la Rúa y Chacho Álvarez.
Solari aplica lo de sheriff en el mismo sentido que lo hace el imaginario colectivo en Argentina: alguien excesivamente estricto en el cometido de sus funciones reglamentarias o policiales, que va bastante más allá de sus atribuciones y que se distingue (malamente) por pasarse de rosca, por abusar.
Pero curiosamente, el personaje central de la canción a quien pretende referirse el Indio, no es el sheriff; sino alguien que reclama "mano dura", que pide que la policía "meta bala", que reclama más represión. Solari en Momo sampler presenta distintos personajes de la "murga" (es decir, la sociedad argentina), y en este caso específico, el personaje es una señora gorda de la devaluada clase media de 2000, que mientras mira la telenovela de la tarde o revuelve la olla, pide "mano dura"; sin detenerse a pensar que la próxima víctima de esa mano dura puede ser su propio hijo, que chorea motos sin que ella lo sepa.
Bueno, esa señora gorda (y de cerebro chico, con escaso bagaje neuronal) es la que, influenciada por politicastros como el ladri de Anillaco o el otro quincho impresentable de Ruckauf o quizá el represor torturador y asesino de Patti; exige "mano dura". Es por eso que la letra de la canción está en primera persona, porque quien pide que exista el sheriff que "meta bala", es justamente el personaje que el Indio simboliza en esa señora de clase media.
“Sheriff! Sheriff! / Que limpio el templo está! / Sheriff! Sheriff! / si Alí Babá se va”: La señora gorda le dice al sheriff que el "templo" (o sea el país), estaría limpio si no hubiera ladrones (personificados en el personaje del cuento oriental Alí Babá y los 40 ladrones). Lo de asimilar al país con un templo -como la hace aparecer "pensando" a la señora gorda- es una metáfora muy finita: se siente un poco "dueña" del país porque ella es una persona que puede consumir, pasear, comprarse las tentaciones que ofrece el orden sistémico, en cambio; para el chorro (para el cual ella pide mano dura), su propia vida no vale ni medio centavo; entonces mucho menos va a valer para el marginal la vida de la persona a quien robe, asalte o secuestre. Total, el tipo vive, como dice Solari, "en el puto suelo de la miseria". Jamás puede pensar el marginal como hace la señora gorda, que este país sea un "templo" que debe estar "limpio" de personas como él.
“Sheriff! Sheriff! / todo en su sitio así! / Son tres tiros a un peso / y la guita es miel...”: Le pide al sheriff que "ponga orden" ("todo en su sitio así!"), y le da carta blanca para matar ("son tres tiros a un peso"), total, para ella los chorros son como moscas que se dirigen a la "miel que es la guita" 
“Sos como un fuego en un cañaveral / (un kamikaze que ameniza la función...)”: La señora gorda quiere ver al sheriff siendo como un "fuego en un cañaveral", es decir, un fuego que se expande rápidamente. Ella sueña con un país donde haya muchos como el sheriff que sean "kamikazes que le amenicen la función"; es decir, gente que haga el "trabajo sucio" por ella.
“Tarde en la noche... Plaza Constitución / hay sangre rancia de Tramontina tajeador.”: Le pone al sheriff ejemplos de lo que pasa en lo cotidiano en ciertos lugares de Buenos Aires (en la mentalidad paupérrima de la señora gorda, lo delictivo está asociado sólo a determinados escenarios), como por ejemplo Plaza Constitución, donde ocurren hasta muertes originadas en asaltos a cuchillo ("sangre rancia de Tramontina tajeador")
“Sheriff! Sheriff! / Tapales la nariz! / Sheriff! Sheriff! /con bollitos de tissue”: Muchos ricoteros (ricoteros; no redondos) creen que la señora le pide al sheriff que "les tape la nariz con bollitos de papel tissue" para que los marginales no esnifen cocaína; pero en realidad, la frase es un poco más terrible que eso: lisa y llanamente le está pidiendo al "sheriff" que los mate (a los cadáveres se les tapan los orificios nasales para que no drenen por allí la sangre o algún otro fluido corporal).
“Sheriff! Sheriff! / ladrá! ladrá! y mordé! / No permitas que pise mierda en mi jardín.”: Acá le pide al sheriff que no sea como un perro guardián, que al principio ladra, alertando sobre la proximidad de algún peligro; sino que le exige ir más allá: que "muerda" (o sea que mate), que no deje ni siquiera aproximarse a su casa a un marginal ("no permitas que pise mierda en mi jardín")
“No tienen norte, no tienen salvación / hacé el trabajo y redimilos, por favor. / Que se mejoren allá en la eternidad... / (partiles el buñuelo y quitá mi pena así)”: En la mentalidad de la señora gorda, un marginal no tiene salvación posible. Para ella, la vida del delincuente no vale nada porque es una vida que "no tiene norte", o sea que no tiene objeto que el chorro viva. Por lo tanto, lo mejor para ella es que el sheriff los amasije a todos, que los mande "a la eternidad", que "les parta el buñuelo" y le quite a ella la "pena" que siente al ver así a "su amado país", a su "templo" lleno de delincuentes. 
“Sheriff! Sheriff! / Mi sheriff gigoló! / Sheriff! Sheriff! / meté bala, por favor! / Sheriff! Sheriff! / con tu gracia criminal /empezá ya la puta cosa y sé feroz”: La señora gorda está "enamorada" de lo que representa para ella el sheriff; por eso es para ella un gigoló, alguien que le va a "hacer el servicio" (un gigoló le da un "servicio" a mujeres adineradas que pagan por sexo, en cambio; en este caso el "servicio" para la señora gorda pasa por otro lado: ella quiere que su gigoló "empiece ya la puta cosa", quiere que sea "feroz", es decir que reprima con mano dura y meta bala). 
“Es un rebaño de rehenes tu porción / con un infierno en cada esquina y sin control. / Te quiero frío, despiadado y fatal / pasamontañas con buen hocico rastreador...”: Terrible estrofa, si ello fuera posible; aún más terrible que las anteriores. Para la señora en todas las esquinas hay marginales "sin control", por eso le dice al sheriff que no hay límites para su territorio de acción ("tu porción"), que sea "despiadado y fatal"; y (lo más horroroso) que si es necesario, reprima oculto, fuera de la ley y a quien se le ocurra ("pasamontañas con buen hocico rastreador").
“Afilando tu guadaña me esperás / con tu chivo taquero y rezongás.”: Se relame la señora gorda "viendo" al sheriff  "afilar su guadaña", es decir, cómo siembra la muerte a su paso, e hipócritamente, lo imagina "rezongando con tu chivo taquero" (la yuta habitualmente se queja de que "su alta misión de cuidar a la ciudadanía no es valorada adecuadamente"), y de paso, con lo de “chivo taquero” alude a los patrulleros marca Chevrolet (“chivo”) que usa la policía.
“Algún día será esta vida hermosa / y me someto por eso a tu voluntad.”: Tremendo lo de la señora gorda: está dispuesta a resignar sus derechos ciudadanos, a vivir en una tiranía; con tal de que el sheriff le "limpie" la sociedad en que vive, para que ella pueda llevar "algún día" una "vida hermosa", es decir, una vida sin delincuentes.
“Sheriff! Sheriff!”: Termina evocando y ensalzando esa figura de quien es su "héroe", su gigoló: el "sheriff". 


-Juan Carlos Serqueiros-


lunes, 3 de febrero de 2025

¿SABÍAS QUE...




















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

... luego del combate de San Lorenzo actuaron, atendiendo a los heridos de nuestro bando, tres médicos?
Uno de ellos, llegado al escenario de los sucesos el día siguiente a la acción, era el doctor Manuel Rodríguez y Sarmiento, español, protomédico de Santa Fe. Era tan gordo que no podía montar a caballo, y por eso hubieron de llevarlo al convento de San Carlos en un carro. Una de sus hijas, María Josefa del Pilar Rodríguez del Fresno, se casaría en 1819 con el gobernador de Santa Fe, Estanislao López. Y asimismo, fue el doctor Rodríguez quien en 1821 embalsamó la cabeza de “Pancho” Ramírez que López mandó exhibir dentro de una jaula, colgada de un gancho en el cabildo santafecino.
Otro médico, también español, fue el doctor José Ribes, que estaba confinado en San Nicolás, en la estancia de Benegas, “por extranjero”, es decir, se le achacaban simpatías por los realistas.
Y el tercero era el doctor Cosme Argerich, arribado al convento de San Carlos entre el 10 y el 11 de febrero, que fue quien amputó la pierna al capitán Justo Bermúdez (quien fallecería el 14 de ese mes).

-Juan Carlos Serqueiros-

Imagen de portada: Angel della Valle, “Combate de San Lorenzo”, 1903

domingo, 2 de febrero de 2025

PARACELSO























Escribe: Juan Carlos Serqueiros


El arte de la Medicina echa sus raíces en el corazón. Si tu corazón es falso, también tu medicina lo será; si tu corazón es recto, también lo será el médico que haya en ti. (Paracelso)

Paracelso, nombre este que él mismo adoptó (se dice que fue su padre quien lo movió a hacerlo) y que significa “par de Celso” o “adjunto a Celso”, nació el 19 de noviembre (hay también quienes afirman que el 10 de noviembre unos y el 17 de diciembre otros) de 1493 (algunos biógrafos dicen 1494) como Teophrastus Phillippus Aureolus Bombast von Hohenheim, en Zurich, Suiza (y pensar que todavía hay estúpidos que creen que los suizos les deben a los relojes y/o a los bancos el país que tienen).
Su padre, un médico bávaro, lo interesó desde pequeño en la medicina, y un todavía adolescente Teofrasto, en efecto, estudió la misma en Viena, Basilea y Ferrara; doctorándose.
Pero su espíritu inconformista, inquieto, indómito, mal avenido con una disciplina que despreció invariablemente, y ansioso de saber, de gnosis, o sea, de conocer de verdad; sumado a los viajes que había hecho junto a su padre (viajar y viajar, lo cual repetiría incansablemente por el resto de su vida), y a la decisiva influencia del abate Tritemio, que lo inició en el hermetismo; lo resolvieron a desdeñar tanto cómodos y bien remunerados cargos oficiales, como la atención continua y sostenida de su propio consultorio médico, y hasta la enseñanza (la oficial en las universidades, porque la otra, la que daba a los discípulos que lo seguían; jamás la abandonó).
Semejante índole, debía necesariamente acarrearle conflictos, y así ocurrió: Paracelso se enfrentó al poder de los magistrados, a la iglesia católica, al protestantismo (“que Lutero se ocupe de sus asuntos y yo me ocuparé de los míos y le sobrepujaré en lo que me corresponda, además los Arcana me elevan... no ha sido el cielo el que me ha hecho médico; Dios me ha hecho”), consigna en su Escritos de Nüremberg de 1527), y sobre todo; a la superstición, encarnada esta última en la ciencia oficial (¿y dónde, si no?, que desde los albores de la humanidad no hay superstición ni ignorancia más arraigada, que la fundada en la errónea convicción del “saber” establecido por decreto inapelable de la ciencia oficial, íntimamente aliada a la religión.
Fue crítico implacable de la medicina galénica y avicénica. Veamos lo que les espetaba Paracelso: 
Os digo que el pelo de mi nuca sabe más que vosotros y todos vuestros escribientes, y los cordones de mis zapatos son más eruditos que vuestros Galeno y Avicena, y mi barba ha visto más que todas vuestras universidades.
Y es que para este hombre extraordinario, la medicina, la verdadera ciencia de la Medicina, se explicaba tal como lo dejaba estipulado en sus Escritos, que comprenden su obra y pensamiento desde 1537 hasta 1541; de esta manera contundente: 
Esto prometo: ejercer mi medicina y no apartarme de ella mientras Dios me consienta ejercerla, y refutar todas las falsas medicinas y doctrinas. Después, amar a los enfermos, a cada uno de ellos más que si de mi propio cuerpo se tratara. No cerrar los ojos, y orientarme por ellos, ni dar medicamentos sin comprenderlo ni aceptar dinero sin ganarlo. No confiarme en ningún boticario ni entregar ningún niño a la violencia. No llorar, sino saber...
Esto es directamente lapidario ¿no? Un sabio del siglo XVI, como Paracelso, enrostrándoles sus miserias a los pseudo médicos de su época y adelantándose nada menos que casi cinco siglos a lo que hoy sabemos acerca del nefasto proceder de los laboratorios medicinales que a diario nos envenenan con sus productos.
Y por si no bastara como muestra; hay más: 
Lo cierto es que en el mismo lugar de la tierra donde existe un veneno mortal, existe también un exacto contraveneno y que del mismo modo que se engendran las enfermedades se produce la salud. Lo lamentable es que haya tan pocos médicos que se interesen por estas cuestiones y las estudien como se merecen. Y que la mayoría se anulen en la simple profesión de contempladores de orinas. Sus sórdidas y culinarias ganancias bastan a esos tales para colmarlos de satisfacción y para persuadirlos de vivir en sus casas, contentos de no hacer nada, ya que sólo ejercen la Medicina para acumular el dinero que con tanta liberalidad les procura el examen de las orinas. ¿Para qué han de complicarse la vida con trabajos más penosos? (Paracelso, Opus Paramirum).
Y en su Liber Paragranum afirma:
La Medicina descansa sobre cuatro columnas: la Filosofía, la Astronomía, la Alquimia y la Ética. La primera columna debe comprender filosóficamente la tierra y el agua; la segunda debe aportar el pleno conocimiento de lo que es de naturaleza ígnea y aérea; la tercera debería explicar sin falta las propiedades de los cuatro elementos (es decir, de todo el Cosmos) e iniciar en el arte de su elaboración, y finalmente la cuarta debería mostrar al médico aquellas virtudes que han de acompañarle hasta su muerte y deben apoyar y completar las otras tres columnas.
Quien mejor interpretó a Paracelso fue el ilustre Carl Gustav Jung (otro suizo… ¿van a seguir creyendo que a Suiza la hicieron los relojeros y los banqueros?), que en su libro Paracélsica consigna: 
La alquimia contenía ya desde los más antiguos tiempos una doctrina secreta, o directamente lo era. Las concepciones paganas no desaparecieron de ningún modo por la victoria del cristianismo bajo Constantino; continuaron vivas en la curiosa terminología arcana y en la filosofía de la alquimia. Su principal figura es Hermes, es decir, Mercurio, en su notable doble significado de mercurio y alma del mundo, acompañado por el sol (el oro) y la luna (la plata). La operación alquímica consiste esencialmente en una separación de la ‘prima materia’, del llamado Caos, en lo activo, es decir, el alma, y lo pasivo, el llamado cuerpo; los cuales volverán a reunirse personificados en una figura, en la llamada ‘coniunctio’, la ‘boda química’; la ‘coniunctio’ es alegorizada como Hieros Gamos, como boda ritual del sol y la luna. De esta unión surge el llamado ‘filius sapientae’ o ‘philosophorum’, ‘Mercurius’ transformado, que como signo de su acabada perfección era pensado como hermafrodita. El ‘opus alchymicum’, a pesar de su aspecto químico, siempre fue pensado como una especie de acción ritual, entendida en el sentido de un ‘opus divinum’; por eso pudo ser presentada por Melchior Cibinensis, al comienzo del siglo XVI, como una misa, ya que mucho antes el ‘filius’ o ‘lapis philosophorum’, había sido concebido como ‘allegoria Christi’. Y es en virtud de esta tradición como se entienden muchas cosas de Paracelso que de otro modo serían incomprensibles.
Como vemos, quedarse en el Paracelso alquimista, ese que buscó la transmutación de los metales innobles en oro e intentó la creación del homúnculo (William Somerset Maugham: ¡teléfono!), o en el Paracelso que dio su nombre al zinc; es reducir hasta ningunear la enorme relevancia de un hombre que fue filósofo, médico, alquimista, astrólogo y en suma; un genio con todas las letras. 
Sí, eso, un genio, pero fundamentalmente; un buen hombre, un alma noble dedicada a sus semejantes.
Paracelso era muy aficionado a la... llamémosla... diversión. Digamos que le gustaban la bebida y las mujeres. Según dicen, tal vez por eso se nos murió en Salzburgo un 24 de setiembre de 1541, con tan sólo 48 años aún no cumplidos. Por mi parte, prefiero creer que se murió de desilusión nomás, al ver tanta gente idiota y mala desparramada sobre este nuestro pobre y triste mundo.  Y me parece que algo le debemos, ¿no?
Ah!, casi me olvido: al morir, dejó su dinero a los pobres.
Paracelso: un genio, pero fundamentalmente; un alma buena. Lo cual automáticamente lo convierte en sabio.

-Juan Carlos Serqueiros-
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REFERENCIAS
Imagen de portada: Quentin Massys (1466-1530), Retrato presunto de Paracelso, óleo sobre tela.
Jacobi, Jolande. Paracelso. Textos esenciales. Ediciones Siruela, Madrid, 2007.
Jung, Carl G. Paracélsica. Editorial Nilo-Mex, México, 1987.
Paracelso. Obras completas. Editorial Schapire, Buenos Aires, 1945.